Frágil e infinito

By evelynxwrites

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Theo solía ser el centro de atención. Lucy solía ser la chica invisible. Su historia se truncó pero diez año... More

Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Epílogo.
Plantilla de lectura
Libro 3

Capítulo 32

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By evelynxwrites

La gente tendía a considerar a Lucy como «fría e insensible». A simple vista, les resultaba extraño sus facciones neutrales o su nula manera de expresarse ante sucesos impactantes. Incluso, algunos llegaban a creer que la chica no tenía sentimientos. Nada era cierto. Durante mucho tiempo, Lucy había batallado contra su extrema sensibilidad, lo abrumante que le resultaban ciertas emociones, hasta el punto de no saber cómo lidiar con ellas. Por eso, a menudo se resguardaba y, mientras su interior se convertía en un caos emocional, su mente repetía una y otra vez que debía mantener la calma. Era la clase de persona que prefería evitar las discusiones, porque sabía que en algún punto, acabaría hecha un mar de lágrimas. Así que en el instante en que una de las enfermas le dijo «no puedes pasar, tienes que esperar aquí afuera» Lucy respiró hondo, dio un paso hacia atrás y se dijo a sí misma: «Hacer un escándalo no servirá de nada. Tienes que esperar mientras los médicos hacen su trabajo». Entonces, se quedó pegada a la puerta de esa sala de urgencias. Poco después, se sentó en el piso porque el pasillo donde se hallaban las sillas de espera le resultaba demasiado lejos. No podía evadir la sensación de temor absoluto, acompañada de la urgente necesidad de un abrazo, uno que le hiciera sentir que pronto todo estaría bien.

El problema estaba en que Theo era él único capaz de transmitirle aquella tranquilidad. La única persona en el mundo que sabía leer cuando sus ojos estaban a punto de humedecerse, la forma que tomaba su expresión cuando se sentía insegura o cuando la abrazaba por detrás de manera inesperada porque sabía que aquello la haría sonreír.

Impaciente, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, hasta perder la noción del tiempo. Fue cuando escuchó la puerta abrirse, que se sobresaltó, elevando la mirada hacia la mujer de bata blanca que acababa de surgir.

—¿Señorita Howard? —La doctora Kerry la observó compasiva—. ¿Se encuentra bien?

—Sí —respondió, mientras salía de su ensoñación y se ponía de pie—. ¿Cómo está Theo?

—Estará bien —largó. Lucy sintió que su cuerpo recuperaba estabilidad—. Se fracturó la clavícula del lado izquierdo y la nariz. —Comenzó a explicar—. Además, tiene varias laceraciones en el rostro y lesiones superficiales en diversas partes del cuerpo. Llevará tiempo, pero sanará.

—Quiero verlo. —Se adelantó, precipitada.

—Claro. Puedes pasar. —La chica dio un paso hacia el interior, pero la doctora la detuvo—. Espera, Lucy. Debes saber que no luce nada bien. Puede que te impresiones al ver los cortes y los hematomas, pero debes mantenerte tranquila. Él estaba muy asustado, así que necesito que no lo alteres. ¿Está bien?

Lucy tragó saliva, perturbada por la sensación que apretó su estómago. Aún así, asintió con la cabeza. Le tocaba ser la que transmitía la calma.

—Sí. No se preocupe.

—De acuerdo. Es bueno que estés aquí ¿sabes? No dejaba de preguntar por la niña y por ti —comentó. Había una característica que Theo no perdía nunca: seguía preocupándose por los demás incluso en su momento más vulnerable—. Pasaré a verlo en un rato.

—Gracias por todo, doctora Kerry.

Theo se encontraba recostado en una camilla semi inclinada. Carol estaba a su lado, a punto de suturar el corte que tenía encima de la ceja derecha. Poco a poco, Lucy ingresó con cautela, tomándose el tiempo necesario para procesar lo que veían sus ojos. «Estará bien. Sanará con el tiempo», se recordó. De todas formas, verlo así, dolía. Pensó que si pudiera ocupar su lugar lo haría. Tomar su dolor por él. Colocarlo en algún sitio donde no pudieran lastimarlo. ¿Por qué siempre dañan a la gente buena? Theo no era perfecto, pero compensaba sus defectos con el hecho de que a menudo daba lo mejor de sí mismo a los demás. Aparte de las laceraciones, tenía hinchazón bajo los ojos, a causa de la nariz rota que tenía vendada y le habían colocado un cabestrillo en el brazo izquierdo, por la fractura en la clavícula.

—Ey. Aquí estoy —murmuró, acercándose. Cuidadosa, le besó un lado de la frente que no tenía dañado—. Tranquilo. Estamos bien. Las dos —aseguró, mientras le acariciaba suavemente el cabello.

—¿Mía?

—Está bien. Lo atraparon, Theo. Así que ya no hay riesgos de que vuelva por ella. —Theo cerró los ojos, encontrando tranquilidad. A pesar de que su mente estaba un poco «lenta» por la cantidad de analgésicos que le habían suministrado, no podía dejar de pensar en la niña.

—Tienes que decirle lo que pasó. Explícale. No quiero que se asuste.

—Lo haré. No te preocupes. Todos estamos cuidando de ella —prometió—. Ahora solo tienes que ocuparte de descansar, ¿sí?

—Escúchala. Tiene razón —interrumpió Carol, que se hallaba concentrada suturando—. Tus chicas están bien. ¿No fue lo que te repetí todo el tiempo?

Adolorido, Theo dirigió una pequeña sonrisa a Lucy que seguía haciéndole caricias en el cabello.

—No pude defenderme —pronunció—. No lo vi venir. —Aquellas palabras dolieron todavía más. Ni siquiera tuvo la oportunidad de protegerse. Tan injusto.

—Lo sé. Pero no tenías forma de saberlo.

—Se supone que debería estar con Mía. Ella me necesita —se resignó, frustrado. Además del dolor físico, su interior estaba sumido en una marea de impotencia. Había tantas cosas que deseaba hacer. Quería estar con Mía, acompañarla al nuevo hogar, decirle otra vez que haría todo lo necesario para obtener su custodia, conseguir lo necesario para iniciar los trámites, visitarla cada día que fuera posible. No obstante, su realidad lo reducía a mantenerse en una cama hasta mejorar.

—Sí, Theo. Te necesita fuerte. Entero. Por eso tienes que descansar lo suficiente hasta recuperarte —insistió Lucy—. Me encargaré de que ella esté bien. ¿Puedes confiar en mí?

—Sí. Lo hago —emitió un quejido a causa de una punzada de dolor. Tenía prohibido estresarse, pero no podía evitarlo.

Horas atrás, mientras Andrew Wilson lo molía a golpes hasta arrastrarlo en el piso, Theo pensaba en que por nada del mundo podía dejar sola a Mía. Él quería convertirse en su papá. Era quizá, su deseo más grande. También, pensaba en que necesitaba más tiempo con Lucy para hacer todas aquellas cosas que aún tenían pendientes, para demostrarle cuánto la amaba. Pensó en su hermana, Mila, su única familia de sangre, con la que siempre habían sido incondicionales. No quería perderse los cumpleaños de sus sobrinas. Pensó en Brett, en lo mucho que anhelaba verlo graduarse en la universidad, recibiendo su diploma. La vida podía llegar a ser tan frágil... Más no estaba dispuesto a que su historia acabase en el piso ensangrentado de un baño. El recuerdo de todas aquellas personas que amaba, lo mantuvieron con vida.

—Lucy...

—¿Dónde está mi hermano? Se llama Theo. Theo Dankworh. Trabaja aquí. Me dijeron que estaba en urgencias —se escuchó una voz femenina exaltada detrás de la puerta—. Soy Mila, su hermana menor. ¿Necesita que le muestre mi identificación? —La forma en la que hablaba, daba la impresión de que, si era necesario, sería capaz de asesinar a alguien para ver a Theo.

Él contuvo una risa -emitirla le provocaría más dolor- y desvió la mirada hacia Carol, que había terminado de suturar, en busca de ayuda. La enfermera había conocido a Mila en otras ocasiones, así que era la indicada para recibirla.

—Ya sé. Iré a tranquilizarla. —Tras ponerse de pie, Carol se quitó los guantes de látex y los arrojó en un cesto de basura—. Los dejo solos —dijo, antes de escabullirse al exterior.

Theo regresó hacia la chica, que se sentía orgullosa por lo mucho que las personas lo apreciaban. Ahí afuera, había prácticamente un hospital entero preocupado por él. Incluso la directora movió su apretada agenda para ocuparse del caso.

—Es un poco intensa. Mila —comentó—. Pero tiene un corazón enorme.

—Puedo imaginarlo —aseguró Lucy. De hecho, tenía la certeza acerca de quién había heredado esa característica— Ibas a decirme algo antes. ¿No?

—Sí. ¿Me darías un beso?

Pese a la situación, Lucy se sonrojó. Puso una sonrisa que cualquiera de solo verla podría adivinar que era una mujer perdidamente enamorada de su hombre. Sin mediar palabras, se inclinó con sumo cuidado hacia él y lo besó suavemente en los labios, dejando en evidencia lo mucho que deseaba hacerlo pero, al mismo tiempo, temía lastimarlo. Algunas lágrimas se deslizaron a través de sus mejillas, tocando el rostro de Theo que enseguida se preocupó.

—Ey. No llores.

—Lo siento. —En seguida, Lucy se distanció y procedió a limpiarse la cara con el dorso de la mano—. Es que pensé que te perdía, Theo. No te imaginas lo horrible que se sintió. Fueron las peores horas de mi vida —reveló, a la vez que se incorporaba, recuperando firmeza. No quería desmoronarse frente a él.

—Me pondré bien. Y te lo voy a compensar.

—Seguro. Mientras tanto, puedes empezar haciendo caso. Vas a descansar y dejarás que te cuide. ¿De acuerdo?

Como pudo, Theo asintió. Su estado de alerta había comenzado a disminuir y, en su lugar, aparecía la intensa necesidad de cerrar los ojos, apagar su mente durante un rato, descansar. Sabía que Mía se encontraba a salvo. Su hermana se hallaba del otro lado, demostrando que, aunque cada uno estuviera formando su propia familia, nunca dejarían de apoyarse el uno al otro. Y Lucy...

Lucy estaba ahí, a su lado, poniendo esa sonrisa con la que podría iluminar cualquier sitio, excepto que solo se la dedicaba a él. 


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