CONTACTO EN LA ÚLTIMA FASE

By RanniaCurtis

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Año 2521 de nuestra era. Una tierra desolada, desértica, pocos humanos sobreviven guarecidos en arcas. Un pu... More

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
Capítulo 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75

CAPÍTULO 6

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By RanniaCurtis

Los vehículos de Beta 1 llegaron al altozano, casi estaban a la vista de la torre del arca, pronto se haría de noche de nuevo. Frederic alcanzó la radio del automóvil. Sintonizó el dial hasta encontrar la emisora exacta en que se comunicaban con Alfa 1. Brevemente anunció su cercanía y recibió el permiso para entrar por una de las puertas inferiores, una de las que accedía directo al garaje del tremendo edificio.

Acercándose a él, quedaron por fin a la vista de la gigantesca construcción cubiertas de placas cerámicas, algunas resquebrajadas por la acción del tiempo, pero que permanecían en su sitio. La compuerta se abría ante ellos, ascendieron la rampa despacio, para quedar ambos camiones blindados en la sala de limpieza y purificación de aire por casi diez minutos.

Tras esta común costumbre pudieron acceder por una de las puertas pequeñas laterales para asearse del camino, y cambiarse por ropas limpias, quedando las de viaje para ser higienizadas en su debido momento.

Juan no esperaba tener que asumir las obligaciones de alcalde sustituto todavía, el resto de la torre ni siquiera se había dado por enterados de la salida de Lucía, por lo que nada más saludar a los recién llegados, carraspeó con incomodidad. Frederic, al que conocía desde hacía demasiado tiempo, un hombre que rozaba los cuarenta y astuto como nadie le miró de arriba a abajo.

––¿Está demasiado ocupada vuestra alcaldesa para recibir a los amigos de Beta 2?

No había manera de engañar a ese tipo. Tomó una profunda inspiración.

––La alcaldesa Lucía se haya en una misión, esperamos que vuelva en unas horas. Pero es un asunto que ha de permanecer en secreto

Frederic aceptó el asiento que le ofrecía Juan en una sala apartada del comedor comunitario, donde en unos minutos le sirvieron comida caliente. Al retirarse los encargados de servirles en esos momentos, reanudaron la conversación.

––¿Ha ido a comprobar la zona dónde se observaron esos extraños fenómenos?––inquirió el jefe de la expedición Beta 2.

––No ha habido manera de convencerla de dejar ir a otro en su lugar––respondió Juan.

––Vuestra nueva dirigente tiene arrestos, por lo que observo. Pero no debió exponerse de esa manera. Hemos visto con nuestros propios ojos la zona y lo que allí ha ocurrido no es natural. Tampoco nos hemos encontrado con la expedición de vuestra dirigente––tras decir esto, degustó la comida caliente a grandes cucharadas..

––Usaron caballería, por lo que habrán tenido que hacer día en algún refugio––dijo el sustituto de la alcaldesa sin apenas ganas de probar bocado..

––Eso espero, o sería la alcaldesa con el periodo más corto de mandato de la historia...––se carajeó el recién llegado.

Esas mismas palabras no hicieron ni pizca de gracia a Juan, su hijo mayor  también estaba en esos instante corriendo el mismo peligro que Lucía.



Deight se dio suma prisa en llegar a la sala a la que desembocaba el pasillo que había tomado la rehén. Maldigo que Soreigh no hubiese activado la seguridad de la habitación, y ahora estuviese dando tumbos por la nave y a saber en qué lío.

Nada mas llegar a la zona la vio, era bastante alta para ser terráquea. Estaba refugiada en una de las esquina y blandía entre sus manos una lanza de las que solían adornar las paredes de esa sala de descanso recogida de alguno de sus innumerables viajes. Su cabello ondulado y corto rebotaba contra su delicado cuello, pero los músculos de sus brazos sostenían con firmeza la rústica arma, sabía defenderse.

No lo hacía mal, mantenía a raya a ocho tipos, de los cuales no conocía a ninguno nada más que de vista, eran rescatados de otra de las naves que sufrieron un accidente hacia poco y acudieron en su ayuda, uniéndolos a la tripulación. Aunque aceptaban al comandante, formaban su propia camarilla y en ocasiones se mostraban reacción a obedecer órdenes directas.

––¡Alejaos de ella!––gritó Deigh, plantando su enorme presencia en medio de aquel jaleo.

Algunos tipos se volvieron, otros intentaban asirla, uno alcanzó un trozo de la sábana y la rasgó, un lozano muslo moreno y fuerte quedó a la vista. Eso exacerbó más a los hombres. La vista de la carne femenina fue un acicate más para aquella pandilla de idiotas.

––Es una esclava, no tiene dueño, cualquiera puede reclamarla––dijo el que capitaneaba a los insurrectos––. Todos queremos nuestro turno con ella. Es fuerte, podrá con todos.

Deigh desenfundó una de sus armas, aunque no quitó el seguro. Un disparo dentro de aquella sala no demasiado grande podía comprometer la estabilidad de la nave que sostenía sus vidas.

––Yo la traje a bordo––dijo Deigh con sumo aplomo––. Esa hembra me pertenece por derecho. Alejaos todos de ella en este instante o mandaré que seáis todos encerrados en las celdas de la bodega y no saldréis de ahí hasta llegar a nuestro planeta. A falta de nuestro comandante, yo soy la máxima autoridad.

El capitán del grupo se adelantó arrancando una de las lanzas primitivas de la pared.

––Te desafío por ella––bramó el hombre, desnudándose de la capa azul que lo reconocía como componente de otra nave.

Más hombres de la nave acudieron al alboroto que se había formado en aquella parte de la nave. Incluso la doctora Soreigh. Esta puso una mano en el brazo de Deigh, estaba a punto de alcanzar una de las lanzas.

––Alto a todos. El capitán Deigh es el dueño de la esclava, además, es una rehén valiosa, está aquí a cambio de la vida de nuestro comandante. Así que ...

Uno a uno se retiraron hacia la pared al paso de la teniente Soreigh, esta se sacó la capa que la cubría color negro como componente del alto mando de la nave y cubrió a Laura casi por completo de sus hombros hasta el suelo. Su diferencia de altura era mas de doce centímetros.

––Tranquila, no temas, acompaña a Deigh, él te pondrá en antecedentes en cuanto salgas de aquí. Es tú única vía de escapé, obedece al capitán Deigh, muéstrate sumisa aunque te cueste.

Laura, agotada en ese momento y mirando los ojos color plata de Soreigh, sintió que eran eran sinceros. ¿Sumisa? En su maldita vida lo había sido. Pero se arrastró casi descalza paso a paso por el suelo metálico hasta llegar a la altura del ser que la había rescatado. Este abrazó sus hombros y la puso a su costado con fuerza inusitada, hizo con la mano contraria que elevase el mentón, aunque ella permaneció con los ojos bajos, tal y como le había dicho la médico.

––Yo la he rescatado, es mía por derecho––reiteró el capitán––. Quién quiera retar por su posesión estará cometiendo delito penable con la muerte. Para que no haya más confusiones llevará el brazalete de mi familia como símbolo de que me pertenece, ahora y para siempre.

Laura escuchaba anonadada, el dejó de sujetar su barbilla y permitió que bajara la cabeza, solo al traspasar la puerta y enfilar un largo pasillo que le llevaba a los elevadores, su agarre se tornó suave, al igual que su voz en su oído.

––No conoces nuestras costumbres, mujer, no te separarás de mí de ahora en adelante o permanecerás en mi camarote segura.

––Pero la doctora Soreigh...––comenzó a decir Laura.

Con un ligero movimiento Deigh cortó la conversación sosteniéndola aun por los hombros.

––Soreigh es mujer libre de nacimiento por ser de nuestro planeta. Nuestras leyes. por el momento y hasta que no demuestres tu adhesión a ellas y tu unión con uno de nuestros hombres. eres una simple esclava, y por el momento no puedo hacer más por tu integridad. Negarte a seguirme, te hace estar a disposición de cualquiera de esta nave. He comprometido mi futuro por ti, mujer, espero que estés al menos agradecida y te muestres tranquila, cosa que dudo mucho, pues noto la tensión en cada músculo de tu cuerpo.

Tras discutir casi una hora con J. observó como el pequeño grupo manchaba. Solo dejaron atrás tres de los animales, dos caballos y el dromedario que estaba más sano y podría hacerles algún servicio. El joven no estaba del todo convencido de que se quedara a solas con el ser extraterrestre, aunque no había mostrado ningún signo de ser violento o tener algo escondido, era el doble de fuerte que Lucía.

––Será un solo día, J. Avisarás a tu padre y le trasmitirás las órdenes precisas de como se deben administrar los viales por su seguridad una vez que los visitantes los hagan llegar. ¿No dices que ves como todo en mí mejora? No puede ser nada dañino para nosotros. Una nave pequeña os hará llegar la medicación necesaria para surtir nuestro dispensario en horas, cuando lleguéis al arca y sea seguro.

El comandante se adelantó en ese instante, parecía preocupado, dijo algo a Lucía, esta asintió, sin cambiar apenas su semblante.

––El comandante avisa que la torre está recibiendo la visita de dos vehículos grandes. Los han dejado entrar sin problemas. La radio de aquí está averiada, no puedo saber quienes son con exactitud, pero sospecho que pueden ser de Beta 1. Procurad ser discreto con la llegada de nuestros visitantes. Si nosotros hemos de quedarnos aquí hasta que se marchen, lo haremos. Por el momento el pueblo errante no quiere lidiar con más facciones, conoce nuestra historia, sabe lo que nos cuesta ponernos de acuerdo...

––Por supuesto Lucía. Pero me encontraría mejor si también permaneciese aquí con usted, por su seguridad. Nydia es capaz de capitanearlos y trasmitir sus órdenes––repuso J. preocupado.

––No, J. Te prefiero en la seguridad del Arca y vigilando desde allí junto a tu padre nuestra seguridad. Comunica también que Laura se encuentra bien tras la refriega aunque no se encuentre con vosotros. Pero para Beta 1, si es que están allí cuando lleguéis, nos hemos quedado juntas en un refugio.

––Lucía...––insistió el joven.

––Lárgate ya Juan . ¿O quieres que azote tu trasero como cuando eras un crío revoltoso en clase?

El joven sonrió a la mujer, pero dedicó una mirada ceñuda a Tarigh. Este solo se llevó la mano al pecho y asintió. A regañadientes se marchaba, llevando consigo a los demás chicos. Beta 2 podía ser un problema si no se largaban pronto.

Las puertas del refugio se quedaron cerradas con seguridad y e pequeño grupo se alejó a buen paso tras el descanso del día. Lucía no se iba a andar por las ramas, miró al comandante que permanecía quieto con las manos enlazadas en pose relajada.

––Ahora que estamos solos... Quiero toda la verdad...––dijo Lucía a Tarigh, este tomó una respiración honda y señaló los asientos alrededor de la mesa.

No podía extender más la mentira, podía endulzar sin embargo lo que tenía que decir. Ahora estaban solos frente a frente, uno a cada lado de la mesa vieja y desgastadas, sentados, con las manos a la vista.

La verdad es que era necesario, si quería que los habitantes del arca Alfa 1 se adhiriesen como súbditos, debían conocer todas las consecuencias de ese paso. Pero él no tenía el poder de poder cambiar las leyes a voluntad, sino ya lo hubiese hecho. Tomó aliento suficiente, solo podría dar parte de la información, no quería perder la oportunidad de aumentar la población por absurdas leyes que quedaban obsoletas en el tiempo.

––No he mentido en que nuestro planeta es fértil, vuestra fisiología apenas sufriría o notaría cambio al adaptarse a ella, para eso existe la nanotecnología médica. Pero, nadie que llega a nuestro planeta lo hace como ciudadano de pleno derecho. Se les da hogar, medicación, vestido y alimento hasta que pueden producir ellos mismos. Nuestras poblaciones son rústicas, pequeñas, se labra la tierra, se siembra, cada una posee una familia que la dirige y es oriunda de nuestro planeta. Poseemos tecnología que ayuda, pero si fuese usada toda para ello, no tendríamos suficiente recursos para otras necesidades igual de básicas. No es perfecto, pero intentamos que funcione. Hace muchísimos años nuestra sociedad era tan avanzada que nadie tenía que trabajar, cada uno podía dedicarse al divertimento, al disfrute, lo que hizo que nos volviésemos débiles.

«Otra civilización nos invadió desde fuera de nuestro planeta, destruyó la perfección a la que estaba la población acostumbrada. Esclavizaron y se llevaron a su planeta gran cantidad de nuestros pobladores, solo los más fuertes. Los demás fueron casi extinguidos.

«Ese fue su error, los mas fuertes éramos la parte de nuestra raza que nos negábamos a vivir solo del goce, los que ejercitábamos nuestro cuerpo, los que aún sabíamos de estrategia, de lucha. Y gracias a ello pudimos vencerlos y volver a nuestro lugar de origen tras demasiados avatares.

«Por suerte no quedó hecho un erial, como está este planeta, a pesar de ser saqueado por su metales preciosos para ellos, aunque casi todos inservibles para nosotros. Nuestra tecnología era muy distinta. Sin embargo nuestros pocos estudiosos sobrevivientes consiguieron unir todos los conocimientos de ambas civilizaciones, aunque los hicimos desaparecer de la faz de su planeta y destruir de paso a este como justa venganza.

«En ese instante se creó el Consejo Regente. Doce personas, hombres y mujeres, ancianos y sabios. Ellos emitieron las nuevas leyes, las directrices de defensa y enviaron naves como la mía, «Pueblo Errante» en búsqueda de civilizaciones que pudiesen ser tanto beneficiosas como un peligro. Las consideradas como tal eran destruidas. No me siento especialmente orgulloso, pero seguir las órdenes tras perder casi a la totalidad de lo que conoces y amas... es lo único que sabía hacer.

Suspiró de nuevo. Lucía asintió en silencio expectante. El comandante Tarigh continuó.

––Era casi un niño cuando monté en la nave que ahora tenemos sobre nuestras cabezas en la estratosfera, junto a mi hermano apenas más joven que yo, únicos supervivientes de mi familia. Hemos recorrido cinco Eones, setenta años solares, Lucía. Apenas hemos encontrado vida, la única más avanzada y que suponía un peligro... No tuvimos más remedio que acabar con ella, no permitiré más que algo similar pase en mi planeta. Las demás apenas tienen tecnología o no son compatibles, así que seguimos nuestro camino, hasta llegar aquí.

«Vosotros, los terráqueos habéis vivido en una duras condiciones que os han hecho ser fuertes, aunque vuestra mente a pesar de poseer nuestro mismo nivel de inteligencia, es diferente, sois individualistas, no lucháis por el bien común. Nosotros hemos alcanzado el siguiente nivel, sacrificaríamos nuestra vida por todos los demás. Igual que tú, pero no todos los tuyos lo harían.

––¿Pero qué me oculta, comandante?––repuso Lucía.

––Nuestras órdenes es llevar a nuestro planeta sobre todo a hembras... perdón, mujeres compatibles. Nuestro mismo sistema de defensa, nuestro mismo organismo ha hecho que los guerreros superen de tres a uno a las mujeres. Necesitamos de ustedes, su especie a diferencia de la nuestra es mucho más fuerte la hembra que el macho. Se pierden más embarazos de hombre que de mujer... Ustedes son la pieza que necesitamos para poder completarnos y llegar al equilibrio. Pero...

––¿Pero...?–– Inquirió Lucía.

––A no ser que cada mujer que llegue a nuestro planeta tome un compañero no será considerada nada más que una esclava para el trabajo o el placer... Todo hombre que llegue será considerado esclavo, trabajará la tierra que le sea asignada y obedecerá las órdenes del terrateniente al que sea asignado, igual que su esposa e hijos varones. Las hijas podrían escoger compañero entre los guerreros que componen nuestro planeta, será cuidada y venerada y alcanzar los mismos derechos que si hubiesen nacido siendo libres...

Lucía se quedó paralizada. Podía salvar a su pueblo, solo siguiendo al comandante Tarigh, pero... ¿A qué precio?

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