The Black House: Amor y Vampi...

By JhoannyElizabeth

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The Black House (casa negra) está habitado por dos familias de vampiros los Anderson y los Scharrier. Liderad... More

Prologo
Introducción
capítulo 1
capítulo 2
capitulo 3
capitulo 4
capitulo 5
capitulo 6
capitulo 7
Capitulo 8
capitulo 9
capitulo 10
capitulo 11
capitulo 12
capitulo 13
capitulo 14
capitulo 15
capitulo 16
capitulo 17
capitulo 18
capitulo 19
capitulo 20
capítulo 21
capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo

Capítulo 22

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By JhoannyElizabeth

Jenna y la Corte Mayor se dirigieron al centro de la aldea. Conjuraron un hechizo que las hizo transportarse directamente hasta Casa Negra.

-Bien esperaremos aquí.- dio la orden Jenna.

-pero Jenna, ¿Cómo sabrán que estamos aquí?

-cuando miren la luna lo sabrán.- señaló Jenna la luna que tenía un cuarto de color rojizo.

Era poco más de la medianoche, la enorme luna llena poco a poco empezaba a tornarse de un color rojizo, Jenna y la Corte Mayor esperaban pacientemente observando a la luna, estaban preparadas para todo y contra todo, aplastarían cabezas y quitarían vidas si fuera posible.

En Casa Negra Joseph miraba por el ventanal de la sala, los demás ingerían sus alimentos para tener fuerzas, Charlie y Sam en conjunto a toda su manada habían cazado para tener fuerzas, tenían que luchar por su honor en venganza de tantos siglos en servicio de las brujas, por fin esa noche se liberarían. Zach miraba el nocturno cielo desde su recamara, recordando a Stefany su viejo amor, lucharía por ella, porque gracias a ella pudo tener una familia y sentirse amado, y seguía sintiéndose así, por el sacrificio que ella hizo por él. Su muerte significaba más que una despedida, significaba un silencioso te amo en una nueva vida eterna, una solitaria lágrima rodó por su mejilla, él la limpió y salió al salón.

Joseph miro a la luna, recordó su promesa hacia ella cuando hace unas horas apenas se posicionaba en el cielo, pensó en Elizabeth, en que estaba viva, sana y salva en casa de la Familia Carwell. Estaba más segura ahí que en Casa Negra en donde Jenna podía intentar distintas cosas con tal de dañarla o incluso matarla; dado que aun empezaba su fase de transformación.

-Es hora.- exclamo Joseph observando la luna.

-Es hora.- dijo Jenna a las demás brujas.

-Es tu fin.- exclamaron ambos al cielo, retándose el uno al otro.

Joseph y Charlie iban al frente, Zachary se les unió.

Detrás iban Sam, Logan y Charles, luego Erie, Katherine y James. Por último Scott, Dylan y Tom. La manada de los Borrew iba detrás de ellos, y en conjunto montones de pequeños elfos se les unieron para pelear, más por diversión que por un motivo concreto. El espíritu de Edward los acompañaba a cada uno de ellos, indicándoles palabras de aliento y llenándoles de energía.

-Recuerden bien Hijos míos, hermano y acompañantes, luchen, luchen con todo y contra todo, y nunca pase lo que pase se den por vencidos, siempre habrá un nuevo motivo por el cual deberán seguir luchando. Luchen hasta el final. De esta guerra vosotros saldréis victoriosos y sino todos lo logran al menos quizá alguno de vosotros vendréis a hacedme compañía. Por mientras, lucharéis como manda la sangre, por amor, por venganza, por libertad, por diversión por lo que fuere, luchen hasta el cansancio hasta que la paz clame un final. Os dejo toda mis buenas intenciones para que con vosotros pueda seguir adelante.

Joseph suspiro al escuchar en el viento las palabras de su abuelo, Katherine limpió algunas de sus lágrimas.

-Nosotros te prometemos, luchar como vos habéis dicho.- contestaron todos los Anderson mirando al estrellado cielo.

Caminaron hacia adelante con la cabeza en alto. Hasta llegar justamente al centro del espeso bosque, en donde Jenna se encontraba al frente de la Corte Mayor. 36 brujas lucharían. La sorpresa de Jenna se dio al ver cuantos lucharían entorno de la familia Anderson.

-¿estás lista?- preguntó Joseph a Jenna, ambos se encontraban en el punto medio.

-Sí, aunque me parece una injusticia que vos tengáis a tantos luchando contigo y yo solo traigo a 35 brujas como ejército, el vuestro es mucho más numeroso.-reprochó Jenna.

-Yo os dije que te prepararas, que juntaras a vuestro ejército. No es mi culpa que vos solamente hayas pedido la ayuda de 35 brujas.- le respondió Joseph, ella frunció el ceño.

-Bien.- dijo entre dientes. -de esta no saldrás con vida.

-Como vos digas Bruja.- respondió Joseph con una sonrisa.

-¡A LUCHAR!-gritó ella. Todos los presentes tomaron posiciones y la guerra comenzó.

* * *

-Eli querida.- exclamo la señora Charmine entrando a la recámara de su nieta, pero se detuvo en seco al ver a la chica más pálida que antes y quejándose silenciosamente. -¿pero que tenéis?

-Nada abuela, todo está bien.- respondió Elizabeth forzando una sonrisa.

-No lo creo linda, estás pálida.

-No es nada abuela.- respondió la chica.

-Estás quejándote, tenéis lágrimas en vuestros preciosos ojos. Decidme. ¿te pasa algo? ¿te duele algo?

-No abuela, estoy bien, auch.- dijo la chica exhalando pesadamente.

-Ay Elizabeth, dame unos minutos, llamaré a tu abuelo e iremos con el doctor Frederick.- exclamo la señora saliendo a prisa de la recamara, caminando hacia la cocina.

-¡Michael! ¡Michael!- exclamo.

-¿qué pasa mujer?- respondió el señor Carwell pasando la vista de su periódico hacia su mujer.

-Es Elizabeth, no sé qué le pasa, esta pálida y se está quejando mucho. Ella dice que está bien pero no, yo no veo que lo este.

-¿Ya le llamaste al médico?- cuestionó el señor.

-Eso haré. Por mientras ve con ella y súbele este té, seguro que la calma un poco.

-Está bien.- respondió el señor, tomando el té que Charmine le ofrecía.

El señor Carwell, camino hacia la recámara de Elizabeth, toco antes de entrar como respuesta recibió un quejido seguido de un sollozo, sin pensarlo entró. Encontró a su nieta con los ojos cerrados derramando lágrimas, y tomando inconscientemente su vientre entre sus manos.

-Elizabeth. ¿Estáis bien?- preguntó Michael preocupado.

-Sí. Sí abuelo.- contesto ella lanzando un sollozo.

-Eli, tu abuela manda este té. Bebedlo mientras yo iré por el auto al garaje.- exclamo el señor Michael ofreciéndole la taza con té a Elizabeth, ella lo tomo y bebió el contenido, derramando pequeñas lágrimas.

El señor Carwell salió de la recamara hacia la cocina donde Charmine se encontraba, hablando por teléfono.

-Sí señor Renshester, ya mismo la llevamos.- dijo para colgar el teléfono. -Michael, prepara el automóvil.

-Ah eso voy.-respondió el señor Carwell. -Elizabeth está llorando será mejor que vayas por ella, las espero en la puerta.

-Sí.- respondió Charmine y lanzó un suspiro. -Oh Mich estoy muy preocupada.

-Yo también Charmie, pero si la llevamos pronto con el Médico quizá y mejore, tengamos fe.- contesto él tomando el hombro de su esposa.

-Lo sé Mich.- suspiró ella.

-Bueno, ve por ella.- murmuro el señor Carwell, mientras salía por la puerta de la cocina.

La señora Carwell camino a toda prisa hasta la recámara de su nieta. Entró y la tomo de la mano.

-Vamos querida, el doctor Frederick te atenderá.

-Está bien.- murmuro Elizabeth caminando lentamente.

-¿te duele mucho?

-No es nada abuela.

-Claro que lo es.- exclamo Charmine. -no cabe duda que eres igual de testaruda que tu abuelo.

-Lo siento.- respondió Elizabeth forzando una pequeña sonrisa.

-Vamos, vamos.- exclamo Charmine. Cerrando la puerta de la casa y montándose en el automóvil.

Elizabeth estaba acostada en el asiento trasero del automóvil de sus abuelos, observando el panorama, era de madrugada, y ella había despertado a sus abuelos con sus quejidos y sollozos. Aún tenía fresco el recuerdo de aquella pesadilla que sentía real, un sueño en donde aquel muchacho de ojos coloridos era herido brutalmente por una vieja.

-¡No Jenna!- había gritado el muchacho cuando esta le lanzo un rayo a su costado derecho, volando para ser golpeado en la espalda por un fuerte tronco de árbol para caer en la tierra y cerrar sus ojos.

-No.- murmuró ella con los ojos cerrados, sobándose el vientre.

Algo dentro de ella se movía con fuerza, algo la hacía sentirse impotente pero a la vez querer salir corriendo hacia el bosque, algo le decía que ese sueño era más que una pesadilla. El movimiento del vientre volvió a ocurrir, pateándole con fuerza sus entrañas. Ella sollozo una vez más.

-Tranquila querida, ya casi llegamos.- le dijo su abuela. Elizabeth suspiro.

Cerró los ojos nuevamente con la esperanza de no volver a mirar ese sueño, pero no obtuvo éxito, sin embargo había algo más. El chico susurraba su nombre.

-Elizabeth, te necesito.- decía mientras parpadeaba.

-Yo no te conozco.- susurró ella para sí.

-Eli. Hemos llegado, ven yo te ayudo a bajar.- dijo su abuelo despertándola de aquel sueño.

El señor Renshester la recibió gustoso, él sabía que los abuelos de la chica no sabían nada de su condición de vampiresa ni que ella había vivido en casa negra durante un año completo. Por lo tanto fingió no conocerla y para bien, de igual forma Elizabeth no recordaba nada de ese último año.

-¿Cómo te llamas?- pregunto frente a sus abuelos.

-Soy Elizabeth Carwell.- respondió ella.

-Bien Elizabeth ¿de dónde vienes?- cuestionó el señor Renshester.

-de Cambridge.

-Bien. ¿Qué te trae por aquí?

-Vine de visita a mis abuelos, lamentablemente mis padres han fallecido así que viviré con ellos de ahora en adelante.

-Bien. Ahora decidme. ¿Qué malestares tenéis?- preguntó el señor Renshester terminando de analizarla.

-Me duele el vientre.

-¿Cómo es el dolor?

-Es matador, siento como si algo me pateara desde dentro.

-Ya veo.- murmuró el señor Renshester. -Acompáñeme señorita Carwell.

El señor Renshester guió a Elizabeth hacía un pequeño cuarto en donde había extraños aparatos que ella desconocía.

-¿para qué sirven todas esas cosas?- preguntó ella.

-Estas son para ver dentro de tu cuerpo.

-¿Cómo por ejemplo?

-Esa que esta junto a la cama, sirve cuando tienes un bebé dentro, entonces ahí podremos observarlo.

-¡Vaya!

-y esa de ahí.

-Esa la usaré para ver tus recuerdos.

-Creí que eso no existía.

-Los doctores no usamos esos muy frecuentemente pero lo haré contigo.

-¿por qué?

-Elizabeth, yo te conozco desde hace unos meses atrás.

-Yo lo conocí apenas esta noche.

-Lo sé.-rió el señor Renshester. -Creo que voy a contarte una historia, siéntate y ponte cómoda.

Elizabeth obedeció.

-Elizabeth, tus padres murieron recientemente es un hecho que lo sabes. Pero tú, tú llegaste aquí a Berlín hace un año, vivías en Casa Negra.

-No, eso no es verdad.

-Claro que lo es.

-¿qué es Casa Negra? ¿Por qué viví ahí?

-Elizabeth, recuerdas algo del pasado. Recuerdas a un tal Joseph Anderson.

-Me suena el nombre. Creo que lo escuché en un sueño.

-No fue un sueño Elizabeth, es tu pasado que se manifiesta en sueños. ¿has tenido sueños recurrentes?

-sí, usualmente estoy en una casa que tiene aspecto medieval y bueno ahí hay mucha gente y un muchacho bastante atractivo con hermosos ojos que cambian de color.

-Es a eso a lo que me refiero. No es un sueño, son recuerdos. Elizabeth, Jenna la gran bruja te lastimo, a ti y a tu bebé que traes en el vientre, perdiste demasiada sangre, Joseph por un intento de protegerte inserto en ti su veneno, el cual se debatió en tu cuerpo, por eso permaneciste en un profundo sueño por más de cinco meses. Joseph se encontró desesperado al no saber nada de ti, así que vino a hablar conmigo. Investigue acerca de tus abuelos, él me había dicho que antes de parar en Casa Negra tu objetivo principal para venir a Berlín fue el visitar a tus abuelos, cuando supe lo necesario le conté a Joseph lo que sabía y él fue a entregarte con ellos. ¿Qué edad tienes por cierto?

-eh no lo sé, no recuerdo. ¿cuál es la fecha de hoy?

-Es 29 de abril.

-29 de abril.- murmuró ella. -Entonces tengo 20 años, ayer los cumplí.

-Eso explica los dolores de cabeza y el vientre.

-¿Qué?

-Elizabeth ¡Eres vampiresa Lunar! Hoy has concebido tus poderes.

-Eso explica que en mi pesadilla de esta noche, el chico de ojos coloridos me decía que me necesitaba.

-¿te dijo eso?

-En un sueño claro, estaba en una especie de guerra o algo parecido.

El señor Renshester se levantó de su silla y observo el cielo nocturno, la luna iba perdiendo poco a poco su tonalidad rojiza, entonces él supo de la guerra. "La Guerra del Poder"

-Joseph te necesita, ve con él.

-Pero y mis abuelos.

-No os preocupéis, yo me encargo ahora ve.

-sí.- respondió ella levantándose pero un dolor la hizo sentarse nuevamente.

-¿qué sucede?- pregunto el señor Renshester asustado.

-El dolor en el vientre.

-Ven recuéstate aquí.-señalo el señor Renshester, Elizabeth obedeció. Él palmeó el vientre semi-abultado de la chica.

-¿qué es?

-Tu hijo, él viene a la vida.

-pero.- exclamo ella pero el señor Renshester la interrumpió.

-Elizabeth, quizá vuestro vientre no haya sobresalido como los de las embarazadas normales pero tu hijo a cumplido ocho meses dentro de ti. Y está por nacer. Creo que no recuerdas que tu hijo tiene una parte del poder que tienes tú, él puede hacer lo que quiera.

-Entonces nacerá.

-sí.

-pero y Joseph.

-Mandaré a que le den la noticia, tú deberás quedarte aquí.

Elizabeth suspiro, una vida que no recordaba tener estaba a punto de nacer.

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