Después de la conversación con Lucy, podía decir que se sentía <<como nuevo>>. Le había sentado bien desahogarse, liberar los pequeños vacíos oscuros que habitaban su interior. Él no podía notarlo, pero sus ojos aún mantenían ese brillo chispeante que solo aparecía cuando ella estaba a su alrededor. La había vuelto a encontrar y de pronto, surgía la necesidad de tener más tiempo juntos, recuperar el tiempo perdido. Recordó aquellas incontables conversaciones por mensajes de textos en las que se recomendaban canciones y experimentó el deseo de retomar esa vieja costumbre. De hecho, tenía una lista mental de sugerencias que encajaban a la perfección con Lucy. Se preguntó si más tarde juntaría el valor suficiente para hacerlo.
Fuera de la habitación de Mía, Theo se topó con la psicóloga infantil del hospital. Su expresión cambió de estima a preocupación, aunque la mujer enseguida le explicó lo que estaba pasando. Dijo que había intentado hablar con ella, después de que una enfermera informó que se negó a comer la cena. Lo definió como un caso complicado. <<Mía tiene una coraza y no está dispuesta a abrirse con alguien más. Es normal en personas que sufrieron mucho y han tenido que protegerse por sí mismas>>. Theo percibió su corazón latir con fuerzas, así como también su piel estremecerse. Quizá tenía que ver con recuerdos de su pasado. Quizá por eso la situación lo tocaba de cerca, más que cualquier otro paciente. <<Eso sí, ha preguntado por ti. Te está esperando. Fuiste el primero que la encontró y la puso a salvo. Ella te considera su héroe>>.
Supo que desenredar los hilos del caso les llevaría más tiempo de lo usual. Podían investigar, hallar datos, constatar pruebas, pero necesitaban el testimonio de Mía para aclarar la situación. Al entrar a la habitación, la encontró sentada en la cama, coloreando el libro de dibujos que él le había conseguido. Se veía concentrada, aunque sonrió apenas lo vio.
—Hey. ¿Cómo te sientes? —preguntó, sentándose en una silla ubicada al costado de la litera. Mía tan solo se encogió de hombros, sin dejar de colorear—. ¿Es cierto que no quisiste comer? ¿Mía?
Se hizo un silencio. Theo no la presionó, dejó la pregunta rondando en el aire, armado de paciencia. Un rato después, ella habló.
—Una enfermera dijo que cuando mejore, podré irme de aquí y me llevarán a otro sitio —comentó—. No me quiero ir. Prefiero seguir enferma si así puedo quedarme —escupió, apretando fuerte el lápiz que deslizaba sobre una hoja.
—Lo que te dijo es cierto, Mía. Nadie puede quedarse aquí para siempre. Una vez que te mejoras, tienes que dejar tu lugar a algún otro niño que lo necesita —explicó. Ella podía entenderlo, más no hacer que la idea le agradara. No respondió. Se sintió egoísta por negarse a darle su lugar a alguien más—. ¿Sabes qué? Tengo una idea. Me quedo a cenar contigo —cambió de tema, evadiendo la tensión. El rostro de la pequeña pelirroja se iluminó—. Pero solo si me prometes que no dejarás de comer.
—Está bien —suspiró pesadamente—. Te lo prometo.
Theo se quedó ahí el resto de la noche. Cenaron. Jugaron cartas. Luego, ella coloreó otro rato. Sin intención, le había roto el corazón cuando le dijo que le daba un poco de miedo dormir sola. <<La mayoría de los niños están aquí con alguien>>, largó con los ojos entrecerrados por el sueño que caía sobre ella. Theo se atrevió a preguntarle por sus padres y ella contestó <<mi papá no va a venir. Él no me quiere>>. Tuvo el impulso de preguntar más, pero la forma en que la expresión de Mía se perturbó, lo hizo callar. Le dijo que no se preocupara, que todo estaría bien. <<Me quedaré aquí hasta que te duermas>>. Entonces Mía, con los restos de energía que le quedaban, extendió la mano hasta la mesita donde descansaban sus materiales para colorear. Sacó una hoja, que estaba oculta entre los dibujos y se la obsequió a Theo.
Había hecho un dibujo para él.
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A mitad de madrugada, Theo despertó. Se había quedado dormido en la silla, justo al lado de la cama de Mía, que descansaba. Somnoliento, se restregó la cara. Su celular vibró dentro del bolsillo y lo sostuvo rápido. Chequeó la pantalla, donde visualizó tres llamadas perdidas de Jessica. Maldijo en su interior, recordando que habían quedado en cenar juntos en su apartamento. Lo olvidó por completo. De inmediato, le envió un mensaje de disculpa y le hizo saber que recién salía del trabajo.
Ya encontraría la manera de compensarlo.
Lucy, por su parte, también se encontraba despierta. Empezaba el fin de semana, por lo tanto, no tenía que trabajar, así que llevaba horas viendo películas de comedia romántica metida en la cama. Su favorita era <<Un lugar llamado Notting Hill>>, podía verla un centenar de veces y nunca se aburriría. De hecho, era una de esas películas que la trasladaban a un <<lugar seguro>>, a las que acudía cuando necesitaba sentirse protegida porque todo a su alrededor se volvía una amenaza. Horas atrás, durante el atardecer, Theo la había llevado hasta el apartamento en su motocicleta. Mientras se despedían, no pudo evitar percatarse de los mensajes de textos de una tal Jessica que él recibió.
No podía quitárselo de la cabeza.
La película terminó, los pensamientos seguían ahí. ¿Acaso era su novia? ¿Estaban saliendo? Ágil, Lucy revisó el perfil de Theo en las redes sociales. Tocó una de sus últimas fotos, se metió a los <<me gusta>> y, tal como esperaba, encontró a esa tal Jessica. También husmeó en su perfil, aunque lo hizo de un modo rápido. Efímero. La mujer, de la edad de Theo, era una rubia preciosa de la que Lucy prefirió no saber más. En su lugar, regresó al perfil de él y siguió contemplando las fotografías, sonriendo cada vez que apreciaba algún detalle especial. Se dio cuenta lo mucho que Theo quería a su familia: tenía varias fotografías con su hermana, su cuñado, sus sobrinos. Era la clase de persona que de solo verlo sabes que es <<un buen tipo>>.
Entonces, por equivocación, puso <<me gusta>> en una de las imágenes más antiguas. Aturdida, lo quitó pero al instante volvió a colocarlo, pensando que probablemente la notificación ya había llegado y quedaría como una loca si lo borraba.
<<¿Por qué a veces tengo que ser tan estúpida?>>, pensó con el rostro completamente rojo. Incluso las manos le sudaban, el corazón le latía rápido.
Lucy: Lo siento. Creo que a mi teléfono le entró un virus o algo así.
Lo envió. Al instante, volvió a sumirse en un mar de vergüenza.
<<¿Por qué hiciste eso?>> se reprochó. ¿Quién enviaba un mensaje de esa clase a mitad de madrugada? El único consuelo que tenía era que, tal vez él estaba demasiado ocupado o durmiendo, y no le daría importancia a ese papelón.
Theo: ¿Un virus? No entiendo, Lucy. ¿Estás bien?
Suspiró, entre aliviada y aún avergonzada. Él ni siquiera se había percatado de ese <<me gusta>>. No usaba redes sociales a menudo, el trabajo se lo impedía.
Lucy: Sí, estoy bien. Muy bien. Siento si te desperté.
Theo: No lo hiciste. Recién acabo de meterme a la cama.
Lucy: Oh, bueno. Que descanses.
Theo: Buenas noches.
Todavía con el teléfono en la mano, Theo reunió valor y encontró esa canción que había apuntado para sugerirle. <<Re: Stacks - Bon Iver>> escribió en el mensaje que envió antes de dormirse. Lucy desplegó una sonrisa al darse cuenta que él acababa de traer esa vieja costumbre al presente. Se hundió en la cama con los audífonos puestos y comenzó a oír esa melodía que sonaba como ellos, repleta de nostalgia y esperanza.
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