La Hacienda

By KoryWoltz

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Muros de madera y piedra del siglo XX son testigos mudos del comienzo de algo que fue más allá de sus puertas... More

Prólogo.
Botas de tiburón.
Risas ahogadas.
Cielos abiertos.
¿Y si...?
Buen ladrón.
Siete años es mucho tiempo.
Enough said.
Lluvia.
¿Por qué me siento como un intruso?
Benny's
Copas de árboles y puntas de edificios.
Naturaleza muerta.
¿De verdad puedes olvidar?
Sol y cielo.
Estrellas.
Al final, una tumba es una tumba.
Colores.
Girasoles.
La segunda estrella a la derecha.
Tiempo y Fuego.
Estrellas Muertas.
Llamadas.
Final.
Epílogo.

Callejones.

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By KoryWoltz

Amanezco entre las sábanas del sofá cama con una tibieza especial: los brazos de Zack a mí alrededor, cuidando de que no me vaya de nuevo. Delicadamente me desato de su abrazo y me levanto. Mi pie derecho choca contra mis lentes que descansan en el suelo. Me los pongo y camino hacia la cocina, al entrar en ella logro escuchar claramente la respiración acompasada de Zack, tranquila y pacífica.

Busco en los cajones y en las gavetas, evitando la que tiene el whisky para despertarlo con el desayuno en la cama, o sofá cama en su defecto. Encuentro un par de huevos, harina pero muy poca leche. La caja dice una taza y media y apenas logro juntar la media.

Seguro sabe igual, dice mi mente y sigo las instrucciones con los pocos materiales a mi alcance. Me asomo de nuevo para ver si Zack se ha despertado pero corro con suerte, sigue dormido, pero se ha girado dándome el frente. Veo su cara tranquila y me parece gracioso que dormido se vea tierno, adorable, frágil. Es como si tuviera baja la defensa y cualquier mal pueda atacarlos, destruir esa belleza natural con la que ha nacido.

Debo protegerlo, debo quedarme, recita mi mente y me recorre un escalofrío. El "y si..." es algo que me molesta, pero estoy aferrado a él, a vivir con esperanza o con miedo, a sacar conjeturas donde veo mil posibilidades, a encontrar nubarrones en un cielo despejado, a encontrar perlas en un cementerio de ostras.

Vierto un poco de la mezcla de los hot-cakes y noto que he olvidado la mantequilla. Volteo el sartén para pasar la mantequilla por el teflón, pero no lo logro. Queda una masa amorfa y quemada que termina en la basura.

Segundo Round.

Vuelvo a poner la mezcla pero esta vez con la mantequilla bien esparcida. Bajo el fuego al mínimo y espero. Salgo de la cocina con pasos lentos, tomo mis cigarrillos y vuelvo. Checo el hot-cake pero sigue crudo. Me inclino con el cigarrillo en la boca y lo enciendo con la estufa. Me dirijo a la ventana que da a un callejón y exhalo el humo. Comienzo a meditar acerca de que haremos hoy, podemos ir al cine, o a jugar... lo que sea que se juegue en esta ciudad, al parque, por fresas con crema, no sé, lo que Zack quiera. Cualquier cosa junto a él es perfecta, incluso una tarde nublada y con un viento azotador es una escena perfecta si estoy con él.

Sí, soy un idiota. No lo trato como debería, no soy la persona que él merece. Él debería tener un... ¿novio?, bueno, lo que sea, que sea como él: detallista, protector, alegre y trabajador y, ¿qué tiene en realidad? A un intento de pareja que fuma, trabaja el mínimo posible, lo ha defraudado y no demuestra todo lo que quiere. Quiero hacerlo feliz, pero nunca me salen las cosas como deberían ser. Vine y ahora Zack tiene ideas renovadas de que me quedaré, de que estaré con él, cuando la idea principal era venir a agradecerle por todas las cosas que me hizo sentir, por la felicidad con la que me lleno la semana que estuve aquí pero solo logré elevarlo para dejarlo caer desde más alto.

Quizás esta semana debería olvidarme de todo, incluso de mí y sólo concentrarme en Zack, en hacerlo feliz. Es tan lindo que de verdad... huele a quemado... ¡NO MAMES!

Corro a la estufa lanzando la colilla del cigarrillo a la calle. Apago la manija del fuego y quito es sartén. El "hot-cake" no es otra cosa que un carbón, ennegrecido y encogido que no deja de sacar humo y un olor desagradable. Lo tomo con la mano una vez que está frío y lo lanzo discretamente por la ventana para evitar el olor.

Vuelvo a comenzar.

**

-Buenos días, príncipe-le digo a Zack quien abre lentamente los párpados al momento en que esboza una sonrisa.

-Buenos días, rey-contesta él incorporándose-, ¿qué es esto?

-Son huevos estrellados con jugo de naranja-contesto. Soy un fracaso para cocinar algo más elaborado que un huevo.

-Uy, que rico-coge el tenedor de la bandeja y comienza a comer. Bebe un poco de juego-. ¿Tú no vas a comer?

-No, yo estoy bien-contesto.

Zack sigue comiendo pero arruga la nariz. Deja el tenedor en el plato y vuelve a arrugarla.

-¿No huele a... gas?-pregunta.

-¡No! Yo no huelo nada...

-¿Seguro?

-Sí, pero voy a checar-evito correr para no demostrar mi error y llego a la cocina para apagar las llaves del gas. De verdad soy la persona más inútil del mundo.

-No era nada, la vecina de abajo está haciendo algo con su calentador de agua-miento mientras me siento a su lado.

-Ah, menos mal... ¿Dormiste bien?

-Mejor que en años-le digo y masaje su rodilla.

-Yo también, fue como dormir con un enorme oso.

-¿Lo dices por mis ronquidos?

-No, un oso de peluche, no un oso real. ¿Roncas?

-No me sorprendería, tengo todos los defectos del mundo-contesto y me tiro en la cama. Zack deja de comer y se abre un silencio entre nosotros.

-Son esos defectos lo que te hacen quien eres, y yo te amo por quien eres.

-¿No importa que no sepa cocinar ni un huevo?

-Por supuesto que no.

-¿Ni que patee al dormir?

-Tampoco.

-¿Ni que...?

-No, y no. Mira, si quisiera a alguien perfecto, a alguien que no pateara o que no roncara, saldría con un maniquí o un autómata. Yo quiero un humano, un humano lindo que, a pesar de sus cientos de defectos, se tome la molestia de hacerme de desayunar, de realizar una muestra de cariño.

-Pero...

-Nada de peros. No digas que no eres perfecto porque nadie lo es, yo me acerco mucho, obviamente, pero no lo soy-dice en tono de broma-. Anda, déjalo ya, mejor dime qué quieres hacer hoy.

Toda la mañana pensé en eso y aun no encontré algo concreto así que me aviento por la respuesta más general.

-Todo.

-Uh, entonces debemos ponernos en marcha desde temprano-se levanta, deja la charola en la mesa y se estira exponiendo toda su imponente musculatura como si fuera una escultura de mármol.

-¿Te bañas primero?-le pregunto.

-Mejor ahorremos agua, ¿te parece?

-Me parece-me levanto como un resorte y lo acompaño a la ducha donde podría jurar que el vapor sale de nuestros cuerpos y no del agua.

El sol entra a raudales por la ventana, la abro y las cortinas blancas se agitan con la suave brisa que entra junto con los ruidos de la ciudad. Escuchamos la bocina de un coche y la sirena de una ambulancia a lo lejos. Nos acostamos desnudos  sobre el edredón del cuarto de Zack y nos quedamos un rato así, sin decir nada, solo llenándonos del calor que traspasa la ventana y la brisa que nos recorre como lo hacen las olas a las rocas.

Es uno de esos momentos que no necesita ser llenado con palabras, donde lo más bello es el silencio que nos rodea interrumpido intermitentemente por un sonido de la calle que nos hace volver a la realidad, pero, ¿qué problema tiene la realidad cuando esta es mejor que cualquier sueño?

Nos vestimos después de un rato. Le robo un poco de loción a Zack y siento como si me abrazara en todo momento.  Caminamos a la salida y comenzamos un día nuevo, juntos. Bajamos las escaleras y cruzamos el umbral de la puerta. En la calle siento como los dedos de Zack se entrelazan con los míos. Siento miedo y un poco de pánico al inicio, pero los aguanto, Zack vale cualquier mirada lasciva y cualquier murmuro, cualquier dedo apuntándonos. Quizás llegue el día donde no sienta miedo tomarlo de la mano, pero, mientras tanto, quiero disfrutar el momento y extenderlo lo más que pueda.

El día se alarga como la masa en una pizzería. Nos da tiempo de hacer muchas cosas y planear aun más. Con los pies adoloridos y el cuerpo cansado regreso al sofá cama y me tiro sobre él haciendo rechinar las patas sobre las cual se sostiene.

-Estoy muerto-le digo a Zack que se ha metido a la cocina.

-No aguantas nada-me contesta desde lejos.

-¿Qué haces tan lejos de mí?-le reclamo con tono infantil.

-Checo unos correos en mi celular-dice en tono serio.

-¿Y por qué en la cocina?

-Es el lugar donde mejor tengo wi-fi.

-¿Son muy importantes?-pregunto libre del afán de presionarlo. No recibo respuesta.

Zack sale de la cocina con su celular en la mano, reflexiona algo mirándome pero como si no estuviera y un instante después contesta:

-No, no es nada. Unos pequeños desacuerdos en el trabajo.

-Hablando del trabajo, el sábado tengo una comida en Irapuato, un restaurante que se llama 'Santa Solita' y me encantaría que fueras.

-Claro, vamos. ¿Es con los del trabajo de tu papá?

-Sí, estoy iniciando el negocio, aprendiendo, ¿sabes? También vemos lo del campo, los agricultores y así.

-Oh, perfecto. Sería un lugar muy bueno para hacer relaciones. Llevaré mis tarjetas de presentación.

-¿Y qué dirán "Zack Rogers: inteligente, dicharachero y guapetón?"

-No, dirán, "Zack Rogers: futuro novio de Leo Márquez".

La palabra novio se escucha tan bien que me olvido de que alguna vez sentí, al escucharla, retención, pérdida de la libertad, exclusividad. Pero en los labios de Zack se oye como la promesa de un escalón arriba en la vida, de una felicidad que no la encuentras en ningún lugar.

-Oh, por cierto, el domingo en la noche hay una exposición de globos aerostáticos, ¿quisieras ir conmigo? Es la noche. Podemos acampar ahí y, en la mañana ir al centro de Guanajuato-hace una pausa y mira hacia la puerta, pensativo-. Podemos ir al 'Callejón del beso"-

-¿Y qué es ese lugar?

-Las calles de Guanajuato son muy estrechas y, cuenta la leyenda, según recuerdo, que hace muchos años había dos enamorados. No se podían ver en la calle, tenían que apartar la mirada, fingir que no existían. Ya sabes, por las cosas de que las mujeres se casaban con las personas que los padres elegían y así. Entonces, la chica de la leyenda, después de que su padre le prohibiese ver a su enamorado, compro la casa que tenía a un lado, la cual solo era separada de la suya por un dimito callejón no mayor al largo del brazo. Su enamorado habitó esa casa y, la primera noche que se vieron en los balcones que colindaban uno con otro, su padre los descubrió y, con una daga en la mano, paralizó el corazón de su hija quien exhalando su último aliento, se inclino hacia el balcón donde dándole a su amado un primer y último beso.

Me quedo el helado. Solo siento la pena y el desagrado de no haber conocido tan hermosa historia en todos mis años de vida.

-Sólo es una burda repetición de lo que leí. En internet se escucha más poético.

-¿Nunca has ido?-pregunto.

-No. Honestamente está en mi-duda por unos isntantes-, en mi lista de cosas especiales, ¿sabes? Esas cosas que son tan valiosas para ti que no se la cuentas a nadie por temor a que pierdan valor, a que se vuelvan comunes en tu vida. De hecho eres a la única persona a la que se lo he contado.

-¿En serio? ¿y por qué?

-Porque eres la única persona con la que quiero ir ahí. 

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