Sol y cielo.

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Despierto a Zack antes de que salga el sol moviendo su cuerpo por debajo de las sábanas.

-Zack, Zack...

-¿Hmm?

-¿Sí iremos a los globos aerostáticos?-le pregunto. De verdad me he quedado con la inquietud de ir. Son cosas que uno siempre ve en postales y en fondos de computadora pero que en realidad no conocemos. Quiero ir a la aventura, conocer algo nuevo, saber de qué se trata el mundo.

-¿Quieres ir?-me pregunta medio dormido.

-Sí.

-Ok, iremos-dice pero vuelve a pegar la oreja a la almohada. Pocos segundos después vuelve a dormirse.

-Zack... ¿Vamos a ir o no?

Zack se quita las cobijas de golpe y se incorpora rápidamente.

-Sí, sí, ya te dije que sí-dice suplicante-, pero déjame dormir.

-Pero vamos a llegar tarde.

-No lo creo-se tapa de nuevo y me da la espalda.

-¿Seguro?

-Leo, a veces eres todo un chiquillo.

-Un chiquillo muy guapo, ¿cierto?

-Sí, y muy molesto. Si nos vamos ahora seremos los primeros.

-Pues eso es lo mejor, así no hay filas ni nada.

-Me refiero a que seremos los primeros ¡de todo! No habrá ni siquiera personal de staff. Empieza hasta las cuatro de la tarde y, hasta entonces, quisiera dormir en paz y en silencio, ¿sí? Sólo te pido eso, Leo bonito.

Zack vuelve a acostarse y se duerme rápidamente. Lo abrazo con una mano y contemplo el techo. Dormir... es algo tan burdo y extraño. Son horas perdidas, horas que pasamos en un mundo desconocido. ¿Qué peligros nos aguardan los sueños? ¿Por qué despertamos antes de morir en ellos? ¿Será que la vida sólo crea un simulacro para prepararnos en la vida real?

Afuera la paz es total. El murmullo del viento acaricia las ventanas. De vez en cuando las luces de un coche que da la vuelta se reflejan en la pared frente a mí, crecen y crecen hasta desaparecer de nuevo. Siento la suavidad de las sábanas en mi piel desnuda. Es uno de esos momentos de completa lucidez donde tus sentidos se expanden, quieres que la noche se alargue, que el sol no interrumpa el trance que tienes, que los acordes de la noche no dejen de sonar pues es en la noche cuando las cosas se tornan especiales, los espacios vacíos que llena la luz en el día ahora se llenan con nuestra imaginación, volviendo nuestros deseos realidad, nuestros miedos, sombras que nos observan.

El techo sigue inmóvil, quieto, eso me sirve para convertirlo en un lienzo para mi imaginación. A pesar de no dejar de verlo fijamente, mis ojos han recordado muchas cosas. El tiempo en la noche corre de manera diferente. Es algo abstracto.

Los eslabones de mis recuerdos me ligan unos a otros. Llevándome de la felicidad a la desesperación en saltos demasiado cortos. Era una noche como está cuando mi trance fue interrumpido si no por el sol, sí por una llamada.  Fue una llamada corta, dos palabras. Dos palabras que tomaron mi vida por el cuello y la azotaron contra un muro. Mi alma libre como corcel, indomable hasta donde me creía capaz, fue azotada por mi propia mano. Domada. Aun siento vívidamente como me quedé petrificado, como tenía ganas de huir, pero, a donde fuera, mi sombra me seguiría, y eso era de lo primero que quería alejarme.

El horno de microondas lanza un bip marcando la hora desde la cocina.

Recuerdo como esa vez sentí mi garganta cerrarse. Me ahogaba. Miré el celular y los segundos se abrían como agujeros en la tierra. Uno a uno, marcando la duración de la llamada. Estaba mudo. Quise murmurar algo, pero sólo solté un suspiro de miedo.

La Hacienda Where stories live. Discover now