¿Por qué me siento como un intruso?

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Despierto sin saber donde estoy. Tras luchar con la luz que se cuela por la ventana y recuperar mi sueño que, poco a poco pierde forma y se convierte en una masa gelatinosa de pensamientos y recuerdos mezclados con fantasía, abro los ojos y me encuentro solo. Poco empiezo a recordad, Zack, su departamento, El Conjuro... Estoy acostado en sofá cama, pero ¿dónde está Zack?

Me levanto y noto que estoy usando el pijama que él me prestó. No traigo pantuflas o sandalias, así que me pongo las botas vaqueras para caminar en el departamento.

-¿Zack?-pregunto tallándome los ojos cansados pero nadie me responde.

Me acerco a su librero repleto de cabo a rabo. John Steinbeck, Haruki Murakami, Francisco Goldman, Veronica Roth, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Enrique Serna, Stephen King, Guillermo del Toro. Su colección no tiene ningún sentido y eso me agrada porque no se encierra en un solo género, es abierto a cualquier cosa. Zack es como un bosque sin sendero con la magia que sólo este puede poseer, lleva la aventura y expectación tatuada en la piel.

-¿Zack?-vuelvo a preguntar mirando el pasillo. Quiero caminar hacia su recamara, pero siento que sería grosero de mi parte. Doy un solo paso antes de regresar a la sala y toparme con una nota sobre la mesa bajo uno de los platos de la pizza de anoche.

Leo: tuve que ir a trabajar, pero sólo estaré aquí medio día. Pediré vacaciones por dos semanas para que estemos juntos y podamos recuperar el tiempo perdido. Te dejé un poco de ropa en mi cuarto, entra con toda confianza. Te veo a las doce del medio día en Benny's.

Y hasta abajo, con una letra cursiva demasiado cuidadosa y perfecta un detalle que me iluminaría los ojos de no estar en la situación en que me encuentro:

Te quiero. Zack.

Me quedo con la nota entre los dedos, leyéndola una y otra vez. En mi cabeza suena como una canción de la infancia, un recuerdo melancólico y feliz. ¿Y si escapara con Zack de todo? ¿Y si nos fueramos a un mundo nuevo? ¿A un rincón cerca del cielo?

No.

Zack tiene una vida aquí, sería egoísta arrebatársela simplemente porque yo no estoy conforme con la mía, además huir de mis compromisos, de mi vida, por poco que me agrade,  sería irresponsable.

Doblo la nota y la meto en mi cartera. Camino hacia la recamara de Zack ahora con más seguridad y tomo la ropa que me prestó. Su recamara es igual de masculina que el resto del apartamento pero aquí descansa en el ambiente el olor personal de Zack como lo haría la espuma sobre las olas, un delicioso olor a madera y caramelo.

Me meto a la ducha que está en una puerta del pasillo y me baño rápidamente, le robo un poco de jabón y un poco de shampoo a Zack y me seco con una de sus toallas.

¿Por qué me siento como un intruso?

Me pongo la camisa y los pantalones que me ha dejado y me enfundo las botas. Recuerdo que éstas fueron el único recuerdo que me llevé de él. Siempre que las veía empolvándose en mi armario acudía a mí la pregunta ¿Cuándo volverás a verlo? Más de una vez pensé en tirarlas, en dejar mi pasado flotar en la marea de la tarde para que a la mañana siguiente mi vida fuera arena nueva, limpia, sin vestigios del ayer. Pero nunca lo hice, mi amor, o sea lo que sea esto, siempre me lo impidió, siempre quedó en mi cabeza el recuerdo de su sonrisa, de sus dedos rozando mi piel... no podía deshacerme de la alegría que me hizo sentir.

Veo la hora en mi reloj. Son las diez a.m. Mi estómago ruge como diciendo que no va a aguantar otras dos horas sin nada. Busco la caja de la pizza pero no la encuentro, solo están los platos y las copas medio llenas de Lambrusco. Entro a la cocina y busco en el refrigerador, pero tampoco está ahí.

No quiero hacerlo, pero busco en una de las gavetas superiores una caja de cereal. Abro la más próxima a mi mano pero solo encuentro platos y vasos; abro la segunda y encuentro latas de conservas, abro la tercera y encuentro una botella medio llena de escocés Justerini & Brooks.

Whisky.

Whisky...

Me mente comienza a recordar, como si la botella verde fuera la llave de recuerdos encerrados hace mucho tiempo.

Hace siete años.

Mi vista se nubla un poco de los extremos.

Recuerdo.

Recuerdo...

**

-Güey, pásame el Yei Bi-me grita mi amigo para hacerse escuchar sobre la música del antro.

-¿El qué?-preguntó yo acercando mi oreja a sus labios.

-¡El JB!-me dice arrebatándome la botella.

El trillo del diavolo no puede ser descrito de otra manera más que un lugar donde no existe nada más que el relajo y el exceso. Hay chicos menores de edad fumando y bebiendo como profesionales, se ven ridículos, pero ridículos profesionales debo admitir. Las botellas van y vienen, los meseros se hacen de la vista gorda, o más bien, de la nariz gorda pues el olor a marihuana es un perfume dulzón que empapa a todos. Hay chicas bailando sobre las mesas, chicos puestos fuera de combate por el alcohol adulterado. A unas mesas de mi hay policías que han venido no a cuidar, sino a divertirse con los placeres de la noche que nos llaman a todos como sirenas en la borda de un bote. El techo del local no se distingue por una espesa capa de humo.

-¿Cuántas llevas?-me pregunta mi amigo. Su cara se ve borrosa y movida, como si fuera una pintura fresca a la que le han pasado el dedo encima.

-No las suficientes-me siento triste por haber dejado a Zack en el rancho y haber regresado a la ciudad. Llegué allá con tan pocas expectativas y me fui sin querer hacerlo. Dos semanas se pasaron demasiado rápido.

Me sirvo otro whisky con ginger ale y trato de ahogar mi pesadumbre con "una mezcla de los más puros whiskies escoceses añejos".

-Güey, mira hacia allá. No está nada mal esa vieja, ¿verdad?

-Hay mejores-contesto sin siquiera mirar.

-Acompáñame.

-No, ve tu solo, nos van a bajar la botella-contestó de mala gana.

-Acompáñame y te compro otra para ti solo.

Me levanto a regañadientes con la botella agarrada por el cuello. Caminamos a la mesa de la "vieja" y me siento sin pedir permiso. Mi amigo comienza a hablar con la chica que está sentada frente a mí, pero yo no escucho nada.

-Saluda, pendejo.

-Ah, como chingas-le grito y me acerco a la chica.

-Hola, me llamo Leo-le digo dándole un anónimo beso en la mejilla.

-Soy Linda-contesta ella. Sus facciones son pequeñas y afiladas. Su mirada es agradable y expide una buena vibra en general.

-Mucho gusto, Linda-contesto.

Linda.

Linda...

**

Sacudo la cabeza y noto que estoy sujetando la botella de whisky por el cuello. Mas bien, aferrándola. La pongo en la gaveta donde estaba y noto que la rosca se ha marcado en mi piel.

Súbitamente no tengo hambre. 

La Hacienda On viuen les histories. Descobreix ara