Callejones.

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Amanezco entre las sábanas del sofá cama con una tibieza especial: los brazos de Zack a mí alrededor, cuidando de que no me vaya de nuevo. Delicadamente me desato de su abrazo y me levanto. Mi pie derecho choca contra mis lentes que descansan en el suelo. Me los pongo y camino hacia la cocina, al entrar en ella logro escuchar claramente la respiración acompasada de Zack, tranquila y pacífica.

Busco en los cajones y en las gavetas, evitando la que tiene el whisky para despertarlo con el desayuno en la cama, o sofá cama en su defecto. Encuentro un par de huevos, harina pero muy poca leche. La caja dice una taza y media y apenas logro juntar la media.

Seguro sabe igual, dice mi mente y sigo las instrucciones con los pocos materiales a mi alcance. Me asomo de nuevo para ver si Zack se ha despertado pero corro con suerte, sigue dormido, pero se ha girado dándome el frente. Veo su cara tranquila y me parece gracioso que dormido se vea tierno, adorable, frágil. Es como si tuviera baja la defensa y cualquier mal pueda atacarlos, destruir esa belleza natural con la que ha nacido.

Debo protegerlo, debo quedarme, recita mi mente y me recorre un escalofrío. El "y si..." es algo que me molesta, pero estoy aferrado a él, a vivir con esperanza o con miedo, a sacar conjeturas donde veo mil posibilidades, a encontrar nubarrones en un cielo despejado, a encontrar perlas en un cementerio de ostras.

Vierto un poco de la mezcla de los hot-cakes y noto que he olvidado la mantequilla. Volteo el sartén para pasar la mantequilla por el teflón, pero no lo logro. Queda una masa amorfa y quemada que termina en la basura.

Segundo Round.

Vuelvo a poner la mezcla pero esta vez con la mantequilla bien esparcida. Bajo el fuego al mínimo y espero. Salgo de la cocina con pasos lentos, tomo mis cigarrillos y vuelvo. Checo el hot-cake pero sigue crudo. Me inclino con el cigarrillo en la boca y lo enciendo con la estufa. Me dirijo a la ventana que da a un callejón y exhalo el humo. Comienzo a meditar acerca de que haremos hoy, podemos ir al cine, o a jugar... lo que sea que se juegue en esta ciudad, al parque, por fresas con crema, no sé, lo que Zack quiera. Cualquier cosa junto a él es perfecta, incluso una tarde nublada y con un viento azotador es una escena perfecta si estoy con él.

Sí, soy un idiota. No lo trato como debería, no soy la persona que él merece. Él debería tener un... ¿novio?, bueno, lo que sea, que sea como él: detallista, protector, alegre y trabajador y, ¿qué tiene en realidad? A un intento de pareja que fuma, trabaja el mínimo posible, lo ha defraudado y no demuestra todo lo que quiere. Quiero hacerlo feliz, pero nunca me salen las cosas como deberían ser. Vine y ahora Zack tiene ideas renovadas de que me quedaré, de que estaré con él, cuando la idea principal era venir a agradecerle por todas las cosas que me hizo sentir, por la felicidad con la que me lleno la semana que estuve aquí pero solo logré elevarlo para dejarlo caer desde más alto.

Quizás esta semana debería olvidarme de todo, incluso de mí y sólo concentrarme en Zack, en hacerlo feliz. Es tan lindo que de verdad... huele a quemado... ¡NO MAMES!

Corro a la estufa lanzando la colilla del cigarrillo a la calle. Apago la manija del fuego y quito es sartén. El "hot-cake" no es otra cosa que un carbón, ennegrecido y encogido que no deja de sacar humo y un olor desagradable. Lo tomo con la mano una vez que está frío y lo lanzo discretamente por la ventana para evitar el olor.

Vuelvo a comenzar.

**

-Buenos días, príncipe-le digo a Zack quien abre lentamente los párpados al momento en que esboza una sonrisa.

-Buenos días, rey-contesta él incorporándose-, ¿qué es esto?

-Son huevos estrellados con jugo de naranja-contesto. Soy un fracaso para cocinar algo más elaborado que un huevo.

La Hacienda Where stories live. Discover now