Frágil e infinito

By evelynxwrites

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Theo solía ser el centro de atención. Lucy solía ser la chica invisible. Su historia se truncó pero diez año... More

Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Epílogo.
Plantilla de lectura
Libro 3

Capítulo 1

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By evelynxwrites

El corazón le latió de prisa. La puerta estaba abierta, lo sabía por el hilo de luz que se estrelló en sus ojos, como una señal de que había llegado el momento. Mía sintió que después de una oscura tormenta, salía el sol. Arrojada en el suelo, esperó varios minutos para comprobar si algo cambiaba, pero todo seguía igual. Ansiaba atravesar la salida, pero también moría de miedo. ¿Y si era una trampa? ¿Si él solo intentaba ilusionarla para luego burlarse?

Como sea, tenía que averiguarlo.

Todavía adolorida, se levantó del suelo como pudo. Desde abajo, observó la escalera empinada y dudó en si sería capaz de transitarla. Pero la puerta seguía abierta y no podía perder el tiempo, así que se ayudó del barandal y subió.

Sigilosa, llegó a la salida y espió a través de la abertura. No vio nada alarmante. Tomó coraje y salió, fue casi como un impulso, no lo pensó demasiado. La luz que provenía de las ventanas afectó su sensible mirada y arrugó los ojos, intentando comprender el panorama. Todo estaba quieto.

Caminó apegada a la pared del pasillo, como si eso pudiera protegerla. Llegó a la sala principal y entonces, lo vio. Estaba hundido en el sillón, sosteniendo el mando del televisor y cambiando canales, obnubilado. El hombre había bebido demasiado alcohol, las botellas sobre la mesita ratona lo delataban.

Mía respiró hondo y se dijo a sí misma que era su oportunidad. Tenía que atravesar la sala para llegar a la puerta principal. Observó al hombre de espaldas, regresó la vista hacia la salida y entonces, corrió.

—Eh, mocosa. ¡Ven aquí, desgraciada! —gritó él, que se percató de su presencia tras oírla abrir la puerta principal—. ¡No puedes sobrevivir sin mí! —farfulló. Él siempre jugaba esa carta, la de <<soy tu única familia, sin mí estarías sola>>.

Pero Mía esta vez hizo caso omiso. Escapó. Corrió aunque el cuerpo entero le dolía. Corrió aunque el mundo exterior la aterraba. Corrió aunque respirar le costaba.

Exhausta, llegó hasta la avenida principal, donde chocó a una multitud de adultos ensimismados en sus vidas ocupadas. Un par la insultaron, otros le reprocharon que <<tuviera más cuidado>>. Varios conductores malhumorados le llamaron la atención a bocinazos y gritos de desprecio.

Mía sintió ganas de llorar pero siguió huyendo.

Ninguno reparó en ella. Nadie la ayudó.


━━━━━━━ ∙ʚ♡ɞ∙ ━━━━━━━


Theo tenía una sonrisa afable, de esas que iluminan cualquier ambiente y emanan calidez. Por eso, cada vez que llegaba a su trabajo, el resto se ponía de buen humor. Era el tipo de líder que cualquier equipo desearía tener. Sus colegas se apoyaban en él en los casos difíciles. Las enfermeras lo halagaban por su encanto natural. Los estudiantes de medicina, que llegaban para realizar sus prácticas, recurrían a él sin temor a preguntar. Theo los recibía y con paciencia, resolvía cada una de sus dudas. Los pacientes, usualmente niños, lo preferían. Los trataba de un modo amigable, pero tenía el carácter suficiente para confrontar a los padres, si era necesario.

Sin dudas, le apasionaba su profesión, la medicina. Llevaba la vocación en las venas. Le importaba la gente, quería ayudar.

Por eso, aquella mañana que ingresó al hospital, se percató de la niña que estaba hecha una bolita, durmiendo en las sillas de espera. Se detuvo, agachándose hasta quedar a su altura. Tenía los ojos cerrados. Estaba de costado, pero aún así fue capaz de notar los hematomas en su rostro.

—Hey, cariño. ¿Estás bien? —murmuró con voz suave. La niña abrió los ojos de inmediato, como si estuviera alerta. Tembló ligeramente—. ¿Están tus padres por aquí? ¿Viniste con alguien? —preguntó.

Ella, como pudo, negó. Theo notó que iba ligera de ropa. Vestía un pantalón de chándal, zapatillas desgastadas y una camiseta rasgada. De inmediato, se quitó su chaqueta de abrigo y la cubrió. Mía se aferró al borde de la silla, temerosa, hasta que sintió el calor que transmitía aquella prenda y le resultó agradable. Pero no pudo decir nada. No le salía la voz, no conseguía hablar. El temor le cortaba la garganta.

—Tranquila —habló Theo, percibiendo los signos de alerta—. ¿Puedes decirme si estás herida? ¿Alguien te hizo daño? —Por primera vez, Mía lo miró a los ojos y asintió. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas en silencio—. No te preocupes. Te ayudaremos ¿está bien? Aquí vamos a cuidar de ti —Sus palabras, la calmaron. Se sintió protegida—. Quédate aquí. Ahora regreso.

Theo se puso de pie y atinó a marcharse para buscar más ayuda, sin embargo, ella lo retuvo de la mano con fuerzas.

—No te vayas —imploró. Theo era la primera persona que no le causaba miedo.

Él no pudo ser indiferente ante esa mano pequeña que sostenía la suya con desesperación. También la sujetó, se aproximó como lo había hecho segundos atrás y le sonrió con calma.

—Está bien. Me quedo aquí contigo —aseguró—. Soy Theo —se presentó—. ¿Puedes decirme tu nombre?

—Mía.

—Tienes un nombre precioso, Mía —dijo tratando de animarla, pero ella no sonrió—. ¿Qué tal si buscamos otro sitio mejor para que puedas descansar?

Retraída, asintió. Para ese entonces, Theo ya se había percatado de la piel pálida, las contusiones en algunas partes del cuerpo y las marcas oscuras alrededor de sus muñecas. No quería dar nada por sentado, pero los pequeños indicios lo llevaban a construir una amarga teoría.

Aún aferrada a la mano de Theo, Mía se puso de pie. Se dio cuenta de que el hombre era realmente alto a su lado y lo observó desde abajo, sintiéndose tranquila por el halo de seguridad que él transmitía. Caminó unos cuantos pasos, pero al instante comenzó a sentirse mal. Sus piernas flaquearon. Se dio cuenta que le costaba respirar, le dolía el pecho. Trató de aguantar, pero acabó perdiendo la estabilidad.

—Hey, está bien. Yo te tengo. No te preocupes —los brazos de Theo la sujetaron, despegando sus pies del piso—. Carol, necesito ayuda —pidió a una enfermera que se topó en el pasillo.

El equipo actuó enseguida, la trasladaron hacia una sala de urgencias. Theo depositó a Mía sobre una camilla y procedió a tomar los signos vitales, al mismo tiempo que explicaba en voz alta y con paciencia, cada movimiento que realizaba. <<Voy a chequear tus ojos. ¿Puedes seguir la luz? Eso es. Ahora voy a escuchar los latidos de tu corazón. Necesito que respires tan hondo como puedas, Mía>>. Ella trató de acatar cada una de sus indicaciones, observando atenta cada vez que él se acercaba. No le parecía una persona <<mala>> que tenía intenciones de lastimarla, más bien, todo lo contrario. La trataba con suavidad y delicadeza.

—¿Cómo es tu nombre completo, pequeña? —preguntó Carol, la enfermera. Mía dirigió la mirada hacia Theo, buscando su aprobación. Él asintió.

—Mía Wilson —contestó—. Pero no quiero ir a casa. ¿Me enviarás a casa?

—No. Si no quieres, no —aseguró Theo. Aún no conocía en detalle la situación, pero era capaz de percibir que la niña estaba aterrada—. Carol, ¿podemos hablar afuera un momento? —pidió, acomodándose el estetoscopio alrededor del cuello.

—Claro que sí — accedió. La mujer, de alrededor treinta años, que solía acompañarlo en los casos, se dirigió al exterior.

—Ahora regreso, ¿está bien? —calmó a Mía, que lo miraba desde abajo como si estuviera a punto de ser abandonada, cubierta por un halo de fragilidad.

—Espera. —Lo detuvo, tomándolo de la manga de la camisa—. ¿Estoy enferma?

—Aún tenemos que hacerte algunos exámenes para saberlo —explicó con franqueza. Tenía claro que los niños, a su manera, podían comprenderlo todo. Merecían la verdad, no ser subestimados—. Pero ahora solo preocúpate por descansar, ¿de acuerdo?

Ella asintió, satisfecha. Sin embargo, todavía dudaba cuando soltó su camisa. No quería alejarse de él.

Fuera de la sala, Carol elevó la vista hacia el doctor Dankworth. Era muy alto por lo que, a menudo, la gente debía levantar la cabeza para verlo a la cara. De hecho, si tuviera tendencia a comportarse frío y sonreír poco, las personas le tendrían miedo. Su contextura física podía ser intimidante.

Theo expuso sus sospechas: maltrato infantil. Seguido, explicó los estudios de rutina que debían realizarle y luego, habló firme.

—Llama a servicios sociales —pidió con urgencia.


━━━━━━━ ∙ʚ♡ɞ∙ ━━━━━━━


Lucy se acomodó una bufanda de lana tupida alrededor del cuello, intentando mitigar el frío. Tenía la nariz congelada y las mejillas enrojecidas. Entre los brazos, sostenía una pila de papeleo que su nueva jefa le había entregado, luego de indicarle que tenía su primer caso en el hospital. Tres años atrás, la castaña se había recibido de trabajadora social, pero hasta el momento, no había conseguido ajustarse a ningún trabajo. Pasó por varios, pero su sensibilidad la había hecho desistir de la mayoría, hasta el punto de convencerse de que había estudiado la carrera equivocada. Poco después, surgió ese puesto. El equipo de servicios sociales del hospital necesitaba una pasante y Lucy quedó elegida, a pesar del complejo prontuario. <<Al menos tengo un título. Tiene que servir de algo>> se decía a menudo.

No quería fracasar. Si lo hacía, implicaba decepcionar al equipo que confió en ella y a sí misma, por no ser capaz de creer en sus habilidades.

Todavía atravesando la acera, se detuvo a comprar café caliente. Su estómago rugió al percibir el aroma. Tras recibirlo, notó que se le hacía tarde y aumentó la velocidad de sus pasos, llegando con torpeza al hospital.

—Señora, sería tan amable... —intentó consultar, pero la enfermera que pasó apresurada a su lado la ignoró. Lucy suspiró, exhausta—. Está bien, no pasa nada —habló sola, frustrada porque su café aún estaba demasiado caliente y no lo podía beber—. Eh señor, ¿tiene un minuto? —se dirigió a un celador, que parecía desocupado.

—¿Sí?

—¿Puede decirme donde está el área de urgencias pediátricas, por favor?

El hombre le explicó con detalles y al cabo de unos segundos, Lucy partió hacia el área, precipitada. Tan de prisa que no se percató del cuerpo masculino que caminaba por su senda, en dirección contraria. Se lo llevó por delante, de una manera abrupta. Lo chocó, derramando el café y los papeles. Al tomar distancia tras el impacto, Lucy notó la mancha marrón claro que se esparcía en la camisa blanquecina del contrario. Luego, ascendió la mirada poco a poco, hasta encontrarse con esa mirada conocida.

En realidad, llevaba años sin verlo.

En sueños, lo veía de vez en cuando.

<<Oh por dios. Es Theo Dankworth. Y acabo de mancharlo con café>> pensó, apenada.

Theo, que la reconoció casi al instante, no pudo enfurecerse por el percance. Su expresión se suavizó, como quien contempla a alguien que alguna vez quiso mucho.

Y Lucy sintió cosquillas en el estómago. 


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NOTA DE AUTORA: ¡Hola! Los días de actualización son lunes, miércoles y viernes. Este capítulo viene con atraso porque ayer me surgió un imprevisto y no estuve en casa. ¡Espero que lo hayan disfrutado!

Abrazos ♥

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