La Hacienda

By KoryWoltz

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Muros de madera y piedra del siglo XX son testigos mudos del comienzo de algo que fue más allá de sus puertas... More

Prólogo.
Botas de tiburón.
Risas ahogadas.
Cielos abiertos.
¿Y si...?
Buen ladrón.
Siete años es mucho tiempo.
Enough said.
Lluvia.
¿Por qué me siento como un intruso?
Benny's
Callejones.
Naturaleza muerta.
¿De verdad puedes olvidar?
Sol y cielo.
Estrellas.
Al final, una tumba es una tumba.
Colores.
Girasoles.
La segunda estrella a la derecha.
Tiempo y Fuego.
Estrellas Muertas.
Llamadas.
Final.
Epílogo.

Copas de árboles y puntas de edificios.

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By KoryWoltz

Ese día no hicimos mucho. Pasamos al hotel Gran México por mi ropa, pero no cancelé mi reservación, el sábado que sea la comida con el licenciado será más fácil quedarme aquí que regresar con Zack a su departamento. Después nos fuimos en el coche a la hacienda. Liz nos recibió con una efusiva calidez demostrada en una inmensa comida que nos dejó inmóviles por unas dos horas. Durante ese tiempo me escabullí por la cocina a fumar un cigarrillo. Dejé ahí el coche para que no estuviera en la calle. Tomamos un camión, o más bien, Zack tomó un camión mientras yo lo seguía. Bien me pudimos ir a Alaska sin yo siquiera saberlo.

-¿Qué quieres hacer cuando lleguemos?-me pregunta.

Yo miro a través de la ventana como consumimos el camino. Metro a metro, kilómetro a kilómetro. El sol comienza a ceder ante la rotación de la Tierra. Se oculta tras las copas de los árboles y las puntas de los edificios. Las lámparas de la calle se encienden justamente a las siete con once de la tarde convirtiendo el pavimento en un baile de sombras irregulares y abstractas.

-No sé. ¿Quieres ver otra película?-pregunto ajustándome las gafas.

-Como tú quieras-me dice. Pero mi cerebro gira igual de lento que la Tierra y no se me ocurre nada interesante que hacer.

-¿Tienes pasta? Tengo ganas de comer pasta-le digo más para llenar el silencio con palabras que porque tenga hambre.

-Mmm, creo que sí. Podemos comer pasta y ver la película de 'El Padrino' o 'Goodfellas'-me dice y súbitamente me siento entusiasmado.

-¿También te gustan?-le pregunto.

-Sí, son de mis favoritas. También la de 'Cara Cortada' es muy buena.

-A mi me encanta Goofellas, soy un gran fan de Scorsese-le digo y me giro para verlo dándole la espalda a la ventana y a la ciudad que se consume metro a metro.

-Igual yo, me gusta más que Tarantino-las manos de Zack hablan más que sus labios, las mueve mucho al hablar como si dieran un énfasis en lo que dice-, Scorsese es más serio mientras que Tarantino es como poner armas y balas y sangre y una historia en una licuadora y ver que sale.

-Exacto. Mucha gente dice adorar a Tarantino pero solo lo dicen porque su apellido es el más fácil de recordar, en realidad solo conocen 'Bastardos sin gloria'.

-Ay, ya sé, es súper triste eso. Vamos, Tarantino es bueno, pero siento que la gente exagera con él.

-Prefiero mil veces a Ford Copppola-digo mirando como sus ojos brillan al emocionarse.

-Bueno, pero es ya hablar de ligas mayores. Con él como director y Mario Puzo como guionista es imposible no crear una obra maestra.

-Es increíble, aunque prefiero a Mario Puzo como escritor. Sus libros de la cosa nostra me hacen querer ser un mafioso italiano-me alegra haberlos leído hace tiempo. Son de los pocos libros que se encuentran en mi biblioteca de los cuales sepa algo más que la portada.

-A mi me hacen querer viajar en el tiempo, usar un traje con líneas gis, una máquina de escribir y un Cadillac.

-¿Máquina de escribir? ¿Querías ser secretario o escritor?

Los ojos de Zack se me quedan viendo como si no entendiera la pregunta.

-Una máquina de escribir se refiere a un arma, una metralleta Thompson. Se le dice así por el ruido que hacía, como si alguien aporreara una máquina de escribir-imita con la voz el taca-taca que se produce-, ¿me explico?

-Oh, yo te imaginaba en un café de Nueva York con tu Olivetti escribiendo acerca de corridas de toros muy a la Hemingway.

-Hemings, nunca lo he leído. Tengo una copia suya de 'Por quién doblan las campanas', pero nunca lo he leído.

Quedamos en silencio de nuevo escuchando como el camión ronronea tranquilamente bajo nuestros pies. De vez en cuando escapa un ligero tsss producto de los frenos de aire. Casi no hace paradas y dentro solo vamos un hombre que cabecea vestido de traje, una chica absorta en un libro en sus piernas, Zack y yo.

-¿Es extraño, no?-me pregunta de repente.

-¿Qué?

-Que a pesar de que significas tanto para mí, de que pausé mi vida durante siete años sólo para disfrutar de tu compañía de nuevo, sé tan poco de ti y tú de mí. No lo digo como reproche ni nada de eso, pero me causa curiosidad que una persona pueda llegar a ocupar un lugar tan grande dentro de ti en tan poco tiempo. Es... no sé...

-Aterrador-contesto.

-Exacto. Es casi como dejar la puerta de tu casa abierta a cualquiera. Bien podría meterse un chico para pedirte un poco de azúcar como un ladrón. Y tú no puedes hacer nada, simplemente te quedas sentado en la sala, mirando quien entra y sale de tu vida sin poder hacer nada más que contemplar.

Un semáforo en rojo detiene el camión. De sus frenos suena un liegero tsss. El chófer mira su reloj Casio y se seca el sudor de la frente con un pañuelo rojo.

-Es una cosa terrible-contesto yo-. Mirar como un montón de gente puede ser tu amiga, como se preocupan por ti, como estás con ellos en sus momentos más negros y, de un día a otro, todo cambia sin darnos cuenta. Como la gente que vimos días y días pasan de ser gente a ser borrones en la memoria.

-Me causa impotencia, ¿sabes? Porque, ¿qué se supone que haces cuando quieres que alguien entre a tu vida, que das todo y dejas la puerta abierta para que pase, pero esa persona no quiere? ¿Qué haces cuando sus ojos ven tu corazón y sienten que no es lo que buscan?

-¿Cómo saber que nosotros no somos esa persona?-termino yo la frase.

El hombre que cabeceaba se levanta súbitamente, sacude la cabeza y camina a la parte trasera del camión. Toca el timbre y se baja en su parada. No sé como logran despertarse en el lugar indicado.

-Aun así, siento que, aunque pudiera, no cerraría esa puerta-dice Zack como conclusión.

-¿No? ¿No te gustaría decidir quién entra en tu vida y quién no?

-No. El dolor es parte del amor, son como el fuego y el tabaco, como la tinta y el papel. Uno corresponde al otro para hacerlo algo más grande de lo que, por sí solos, jamás serían. Además si hubiera estado cerrada-se acerca a mi oído y me susurra en un tono apenas audible-jamás te hubiera conocido y me hubiera quedado como una hoja en blanco.

Se levanta de un salto y toca el timbre para bajar.

-Nuestra estación es esta-me dice justo cuando las puertas de cristal se abren. Corro y alcanzo a salir antes de que se escuche de nuevo el tsss de los frenos al arrancar.

Caminamos por las laberínticas calles de León iluminadas por las farolas. Pasamos de una banqueta a otra, de un callejón a otro hasta que, poco a poco, casi imperceptiblemente, logro distinguir las calles.

Entramos en el complejo de apartamentos. Zack saca su llave adherida a un llavero de Mickey Mouse. Abre la cerradura, pero antes de que siquiera logre abrir por completo la puerta yo lo tengo contra la pared. Mi mano aprisiona su pecho mientras que mis labios se aferran a los suyos. Es un beso suave. Siento como se mueve su boca al compás de la mía como una obra de Tchaikovsky, tranquila pero con violentos intervalos de pasión. Nos separamos unos minutos después. Zack abre los ojos como platos y sonríe.

-Creí que querías ver una película-me dice quitándose el saco del trabajo.

-Si tú quieres por mí no hay problema-contesto cerrando la puerta.

-Pero, ¿no tienes hambre?

-Sólo un poco-digo y me abalanzo a besarlo de nuevo.

-Espera, espera solo un momento-su mano me detiene por el pecho, me toma de la mano y me sienta en el sofá cama que aun sigue sin tender-. Leo, no quiero que te sientas presionado, de verdad si no quieres hacer esto lo entiendo. Quizás quieras pensar más las cosas, recuperar la confianza, no sé. Lo entiendo, de verdad me sentiría fatal si he sido yo quien te ha arrastrado.

-Tú no me has arrastrado a nada -contesto poniendo mi mano en su rodilla-. Lo que hago, lo hago por mi voluntad y siendo consciente de ello, sería irresponsable no hacerlo.

Vuelvo a intentar besarlo pero me detiene de nuevo.

-Otra cosa-esta vez mira al suelo en lugar de mis ojos.

-¿Qué sucede?-No siento hartazgo ni molestia pues su cara muestra que no lo hace por molestar, sino que algo lo acongoja.

-No sé si sea justo pedirte esto, pero es lo único que te pediré en la vida.

-Lo que sea.

-Si vamos a estar juntos esta noche... prométeme que no te volverás a ir. No te pido que te quedes junto a mí ni que seamos novios ni mucho menos. Pero ya te perdí una vez, no vi tus ojos que eran mis estrellas ni tus manos que se convirtieron en mis olas y eso, cada día, me mataba poco a poco.

-Lo siento, Zack, de verdad...

-No tienes que disculparte, no fue tu culpa, no fue culpa de nadie que mi puerta estuviera abierta y que tú entraras. De hecho, si tuviera la opción de cambiar algo, no lo haría porque las cosas fueron perfectas como sucedieron y gracias a ello estás de nuevo aquí-guarda silencio y recobra el aliento-. Sé que pido mucho, pero solo te pido eso. No te vuelvas a ir. No quiero esperar todas las noches que suene el timbre de nuevo, no quiero verte en multitudes donde sé que no estás.

Dudo un momento. Tan sólo un momento.

-Lo prometo.

Y con la promesa en los labios nuestra noche se convirtió en día y nuestros cuerpos se mezclaron con las sábanas. Hubo risas, jadeos y sonrisas y cada instante fue perfecto, o lo hubiera sido de no ser por tener que soportar el peso de una promesa incumplible sobre los hombros.

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