El Secreto mal Guardado De La...

By _imsander

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La corona guardaba un pequeño secreto que acabó enlazando la vida de Cirene y Jungkook. -Jeon Cirene, hija de... More

Prólogo
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Epílogo

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By _imsander

Silencio absoluto, sólo la agitación de algunas hojas por el viento. Llevaba allí sentada en un tronco caído por lo menos lo que hubiera tardado en llegar al pueblo desde mi casa, un buen rato. No aparecía nada, y no pensaba volver sin una presa. Metí la mano en el bolsillo de mi ropa de caza de color marrón oscuro y me llevé a la boca las moras que había recogido de camino. El suelo estaba lleno de musgo, esa zona del bosque era nuy húmeda. Hacía un tiempo que no me tardaba tanto en encontrar una presa, seguramente se habrían cambiado al otro lado del lago. Aparté un mechón de mi largo cabello de la cara visualizando a lo lejos la cena—la suerte estaba echada—Volvía con un ciervo arrastras, uno que me estaba costando llevar sola. Supuse que mi padre estaría en el huerto y mi hermano en el pueblo. Dejé el ciervo en la puerta y caminé hacia la derecha de nuestra cabaña, no tardé en ver a mi padre mirando perdido dirección al pueblo me puse a su lado, no entendía a dónde miraba exactamente, sólo había árboles y un pequeño camino de tablas de madera que habíamos fabricado para bajar esas empinadas zonas.

—Tu hermano.

—¿Se demora de nuevo?

Asintió poniendo un rostro de preocupación. No me quedó de otra que avisar del ciervo de la entrada y poner rumbo al pueblo. Mi hermano solía ser puntual, si decía que estaría en cinco minutos realmente estaba allí. Bajé a paso rápido la montaña, a mitad de camino las tablas dejaron de estar presente, ahora tocaba usar el instinto y la memoria para hacerme paso entre aquellos troncos. El pueblo estaba literalmente al principio del bosque, en la explanada antes del río que pasaba cerca y que de alguna forma no coincidía con el lago de nuestra zona. Paré en los últimos árboles antes de salir del bosque, miré mis botas algo gastadas y respiré hondo. Detestaba aquel pueblo, no solo no defendieron a mi madre cuando ocurrió lo del soldado, de nosotros sólo querían saber si había trueque o no. No recordaban mi nombre, y poco les importaba nuestra existencia excepto por la comida que proporcionábamos. Bajaba lo menos posible por esa razón.  Según me acercaba observaba aquellas cabañas de verdes tejados, allí había mucha humedad y el musgo se había instalado en casi todos los exteriores de las casas.

—¡Cazadora!

Miré a mi izquierda viendo al vendedor de telas. Estaba sentado en una roca con su pequeña hija, recordaba que se llamaba Lilian. Sonreí a la pequeña que me saludaba y seguí andando buscando a mi hermano. No tardé en visualizarlo en la puerta de la cabaña de Keel, el vendedor de calzados. Estaban señalando los dos pares de botas que exponía.

—Te estabas tardando—dije poniéndome a su lado.

—Te estaba eligiendo las botas, estas tienen una suela que agarra muy bien; te vendrían bien para cazar.

Asentí viéndolas, parecían cómodas.

—Esas mismas, volvamos.

Mi hermano dejó la bolsa con conejos frente a Keel y agarró las botas. Tres conejos por par, era realmente barato. Salimos de allí a paso rápido, escuchaba a las vecinas hablar de nosotros y eso me estaba poniendo de mal humor.

—No había de tu talla negras.

Le resté importancia, no necesitaba que fueran de ese color, el cuero marrón era más que suficiente para mis quisquillosas manías. Casi llegando a casa recordó que había averiguado sobre cómo el rumor de que los Jeon no eran completamente de la realeza había llegado a un pueblo perdido en la montaña.

—Soltaron a un prisionero que cumplió su condena, un antiguo jefe de la corte. Este habló del cambio de Rey hace unos días, se hospedaba en la-

—La casa de Holy.

Esa mujer hospedaba a cualquier hombre atractivo.

—Habrá desatado un caos en palacio y en el Reino, ojalá ver la cara de los reyes.

—Hasta los guardias susurraban del tema en el pueblo.

Entramos saludando a nuestro padre, ya estaba con el cuchillo en la mano despellejando al animal. Nos tumbamos en el sofá y comentamos el tema con detalle especulando lo que ocurriría después. Pasados unos minutos papá se incorporó a la conversación desde la mesa, de hecho cambió el tema y me felicitó por la adquisición.

-Luego iré al lago a bañarme-dije levantándome del sofá.

Me acerqué al espejo de enfrente y agarré el cepillo de la mesita; tenía un nudo en el cabello que me estaba molestando desde hacía unas horas. Mi pelo era relativamente ondulado, me llegaba por la cintura y brillaba con el sol.

Mi padre me recordó que no debería tardar mucho por si los guardias aparecían. Tras la charla de siempre salió a cocinar la carne en la fogata de fuera.

-Te acompañaré-dijo Haise comiéndose una mora del cesto de frutas.

Al menos sabía que hizo su parte y fue a recoger frutos.

-No te inches a moras que vamos a comer en breves, enano.

-¡No soy enano! Mido uno setenta y cinco.

Revolví su cabellera y disfruté de esa mirada escalofriante que me dedicaba.

-Pero eres menor que yo-dije sacando la lengua para enojarlo más.

-Tienes diecisiete, no te creas tan mayor-murmuró cruzándose de brazos.

Siempre se enfadaba cuando recordaba que era mayor que él, siempre usaba esa flecha para recordar que yo poseía cierto poder sobre él.

-Qué lindo es mi hermanito de quince añitos-dije apretando sus mofletes.

No tardamos en estar en plena persecución por la casa, yo siendo perseguida, mi padre gritando que paráramos que íbamos a romper algo y mi hermano insultándome incluso comparándome con una oruga o cualquier insecto.

Comimos tranquilamente como siempre a pesar de las miradas retadoras de mi hermano. Disfruté de las vistas que había de árboles. Comíamos normalmente fuera, a menos que lloviera. En invierno también solíamos comer en la mesa de dentro.

—Iré al pueblo-dijo mi padre tras recoger los platos.

Mi hermano y yo miramos a mi padre de inmediato.

—¡Cervatillos!, nunca vas, ¿A qué se debe?-pregunté.

-Necesito unas semillas para el huerto-dijo bufando.

Mi padre odiaba bajar, le recordaba a nuestra madre, por eso solíamos bajar nosotros, más mi hermano que yo. Haise de alguna manera disfrutaba el ambiente del pueblo, le gustaba escuchar las conversaciones y noticias del reino directamente de la frutera. Abracé por detrás a mi padre, debía echar de menos a mamá.

-¿Quieres que vaya yo? Después de bañarme, claro.

Sonrió y asintió sin quitar su preciosa sonrisa del rostro.

-Gracias, Cirene.

-No hay porqué agradecer-dije besando su mejilla.

Nada más entrar a la casa me tiré en el sofá. Quería dormir un poquito antes de irme al lago. Pedí a mi padre que le despertara tras apagar el fuego y ordenar la madera de fuera, tardaría una media hora en ello. Cerré los ojos, me hice bolita en el sofá y disfruté del olor a pino de mi casa hasta quedarme completamente dormida.

Me até las botas nuevas satisfecha por la comodidad de las mismas. Escuchaba como mi padre y mi hermano discutían debido a que mi hermano quería llevarse el cinturón de cuchillos por si ocurría algo mientras me bañaba. Él y el arco no eran tan familiares como yo, Haise se manejaba mejor con los cuchillos de pequeño tamaño.

—¡Vámonos, niño!

Agarré el arco mientras mi hermano cogía la bolsa que necesitaba para mi baño. Escuchaba sus murmullos negando ser un niño, pero para mí siempre lo sería.

-Cuando vuelva voy al pueblo-dije abriendo la puerta de madera oscura—Semillas de...

—Trigo.

Semillas de trigo serían.

Di un par de saltos mientras avanazábamos por el bosque. Las botas pesaban bastante menos que las otras, me costaría acostumbrarme a ellas.

-¿Más ligeras?

Asentí sonriente. Mi hermano me conocía muy bien, se había percatado de que se me dificultaba trepar los árboles con las otras botas por su peso. No era mi pasatiempo favorito, pero a veces era más fácil subir allá arriba que lidiar con una manada de lobos en busca de comida.

-He oído que quieren abrir una investigación sobre la corona, ¿Tú crees que averiguarán sobre nuestro padre?

—No sabría decirte—llevé mis manos a mi espalda—No quiero irme de aquí, y seguramente nos llevarían al castillo—pateé una piedra—pero me gustaría ver sus caras al enterarse, que vean que mamá no era una mentirosa.

—¿Cómo era mamá?

—Sólo recuerdo que siempre llegaba a casa con una cesta llena de hierbas.

Éramos pequeños, no nos acordábamos mucho de ella. Mi hermano a penas recuerda su cabello amarrado en una larga trenza.

Nada más llegar al lago mi hermano se sentó en la roca dándome la espalda. Me quité la ropa dejándola a los pies de la enorme piedra y entré al lago con gusto, el agua estaba en perfectas condiciones; ni muy fría ni muy caliente y bastante clara. Nadé unos minutos, me encantaba el lago, en sí el agua; me pasaría horas sumergida allí abajo. Me lavé el cabello con un barreño en la orilla para no ensuciar mucho el lago y me lavé mientras cantaba con mi hermano una canción que sonaba frecuentemente en las fiestas del pueblo.

Salí y me cambié a una camiseta larga de un verde oscuro que me compró Haise en el pueblo hacía poco, y unos pantalones anchos de piel marrones similares a los de mi hermano. Me puse las botas y procedí a guardar todo para luego secarme el cabello con el manto de piel. Mientras escuchaba silbar a mi hermano escuché unas voces no muy lejos de nosotros por lo que incité a mi hermano a bajar de la enorme roca para esconderme junto a él. Él me acorraló contra la roca a falta de tiempo de colocarse para que no nos vieran. Podía oler el olor a musgo típico de mi hermano por pasársela durmiendo en el suelo frente a la casa.

-¿Entonces es verdad?-una voz grave habló.

Los pasos se hacían más cercanos, demasiado. Me agaché lentamente tratando de agarrar nuestras cosas, si las veían estábamos más que muertos.

—Los soldados de palacio me lo confirmaron, el Rey Jeon no es el verdadero—respondió otro con un tono de preocupación.

Comenzamos a movernos ligeramente hacia la derecha para evitar que nos vieran. La tensión estaba en el ambiente, casi la podía palpar con mis dedos.

—Entonces el caos está asegurado, seguro que se filtró al pueblo la información-por lo que podía escuchar había un tercero.

Tres contra dos... estábamos literalmente en desventaja. Dos niños contra tres guardias de palacio, no nos matarían obviamente, pero no iba a poder ir a por las semillas de mi padre a ese paso.

Agarré una flecha de mi carcaj despacio. Mi hermano me miró con una expresión dura y negó. Claro que estaría en contra de apuntarlos, pero, ¿ qué íbamos a hacer sino?

-¿Estará vivo el verdadero heredero?

Esta vivo, y espero que feliz de ver sus semillas pronto...

-Quién sabe, seguramente sí, viendo como su Reino se cae a pedazos.

Eso era una falta de respeto, si no sabían del tema deberían cerrar la boca...Los soldados de pronto se callaron, acción que nos puso más tensos de lo que estábamos. No dudé en apuntar con mi arco sobre mi cabeza, un soldado había subido la roca y me apuntaba con un arco también. Tenía una ropa verde oscura, parecida al verde de mi camiseta. Incluso lo que le cubría la cabeza era del mismo color.

—Cirene—susurró mi hermano.

Bajé la mirada lentamente encontrándome con otros dos apuntándonos; nos encontrábamos completamente acorralados.

—Mierda—susurré bajando el arco.

Uno de ellos señaló el suelo con la flecha armada en el arco, quería que soltara el mío y no pensaba acatar esa orden.

-¿Quiénes sois?-preguntó uno de ellos señalándonos con la flecha.

—Baja eso, son dos adolescentes—respondió el hombre sobre la roca.

Estos dos adolescentes podían cazar un oso el doble de grande que él...

—¡La chica está armada!-gritó otro subiendo el arco para apuntarnos de nuevo.

Miré el arco confusa, él también tenía uno y no estaba a la defensiva por ello.

-Acompañadnos a palacio...

Las miradas que cruzamos mi hermano y yo eran obvias: "estamos jodidos". Se suponía que nuestra existencia era un secreto, no debían saber que en aquel bosque había tres cazadores y menos tan cerca del castillo. Guardé la flecha mirando al soldado que miraba mi arco con cautela.

Nos escoltaron hasta el castillo, fue una larga caminata. Casi como del lago al pueblo. Atravesamos parte del bosque hasta dar con unas escaleras de madera oscura pegadas a una pared de piedra que resultó ser la muralla del castillo. No nos resistimos en ningún momento, no éramos tan idiotas como para salir huyendo sabiendo que tenían arcos en sus manos. Aunque la posibilidad de escapar exitosamente era alta, poníamos en peligro nuestra cabaña en el bosque.

Aquella estructura era simplemente asombrosa, colosal ahora que estaba a los pies de aquella muralla que normalmente veía con cierta lejanía desde el lago.Las torres parecían tocar el cielo y las ventanas eran numerosas, no sería capaz de contarlas sin perder la cuenta. Teníamos dos guardias detrás y uno subiendo delante de nosotros, él abrió aquella puerta brillante, seguramente de algún metal, con una llave y nos invitó a pasar primero. El interior de aquellas descomunales paredes no se quedaba atrás, esos jardines eran casi como el bosque de grande. Había setos, árboles que daban sombra a ciertos bancos de madera, alguna fuente con esculturas blancas impresionantes, e incluso flores en los laterales de los caminos de piedra. El sonido de las botas de aquellos soldados contra el camino de piedra me confirmaban que no eran como el calzado que comprábamos en el pueblo, las nuestras eran completamente silenciosas.

—¿Quiénes..?

Los guardias que estaban frente a la puerta del castillo vestían diferente y sólo portaban espadas. La Blanca ropa de ellos no era para nada parecida al verde oscuro de los que nos escoltaban.

—No lo sabemos, los estamos escoltando frente al rey...—nos miraron de reojo—divagaban cerca de la muralla, en el bosque.

El interior era pulcro, acendrado, un blanco como la nieve en paredes y techos y una alfombra azul oscura cubriendo el suelo por el que caminábamos. Había cuadros de paisajes y personas que no reconocía por todos lados. Los pasillos se encontraban repletos de guardias pero eran silenciosos; un olor nunca antes identificado para mí inundaba los corredores, no sabía identificarlo.

-Parecen los típicos de los cuentos que viven en el bosque-susurró uno de los soldados del pasillo.

No lo aparentábamos, lo éramos. Bufé rodando los ojos por la estupidez que acababa de escuchar salir de los que nos escoltaban por el interior de aquel enorme lugar  Si no me hubieran arrebatado el arco y las flechas me sentiría mucho más segura en territorio enemigo, porque así lo sentía. Un lugar peligroso del cual debía escapar cuanto antes. Me tragué las ganas de conseguir mi arco de vuelta, odiaba que otros lo tocaran y en esos momentos estaban en manos del guardia que subió sobre la roca.

Entramos a una sala demasiado espaciosa por una puerta de toques dorados y de madera oscura que contrastaban con las blancas paredes. La alfombra color azul marino seguía de frente hasta una pequeña tarima donde unos asientos lujosos se encontraban. La distancia entre la puerta a los asientos era tan grande que imponían esos tronos. En esa sala sólo había ventanas que dejaban la luz entrar iluminando toda la sala; no había más muebles a parte de un cuadro enorme de la familia real, o eso supuse porque nunca los había visto, y un enorme tapiz tras los tronos. Los ventanales que llegaban al alto techo, no había ni un rastro de cortinas. Los soldados se dispersaron dejándonos a ambos solos en la alfombra frente a lo que supusimos que eran los Reyes; esos que tanto detestábamos. Mi rostro se endureció al cruzar miradas con el hombre que tomó el nombre de mi padre.

-¿A qué se debe la presencia de estos dos jóvenes?-preguntó la mujer curiosa.

Era tan hermosa como decían los pueblerinos; su cabellera era marrón oscuro y muy largo, parecía bastante joven y alegre. En cambio, el hombre de su lado aparentaba tener unos cuarenta y muchos, o incluso cincuenta, además de su rostro serio que llenaba la sala iluminada de una tensión importante.  No pude mantener la mirada, sus ojos eran oscuros y me llenaban de una oscuridad inexplicable.

-Estaban en el lago, alteza-dijo uno de los soldados haciendo una reverencia.

El lago, creí oír en la zona comercial del pueblo que no se podía ir allí porque se consideraba parte del castillo; porque claro, se apropiaban de todo lo que les convenía. Ese lago no tenía muralla, por tanto, estaba fuera; así lo veíamos nosotros.

-Parecen haber estado allí una larga temporada, nunca los vimos antes, alteza-dijo otro imitando la acción del primero.

Miré a mi hermano el cual tenía cara confusa, como si estuvieran diciendo que era raro caminar por el bosque cuando llevábamos haciéndolo toda la vida. Entendía la confusión del ambiente, yo también estaba así. Por qué narices habría unos niños en el bosque cerca de castillo con un arco, exactamente: sospechoso.

-¿Cómo os llamáis?—preguntó el Rey observándolos con un desprecio semejante al que ponía mi hermano al ver la zanahoria en el plato de la cena.

Mi hermano me miró y yo a él, no sabíamos como reaccionar en ese momento. Podríamos meternos en un buen lío solo con esa simple pregunta y eso era excitante. Tenía ganas de sembrar el caos, hiciéramos lo que hiciéramos no íbamos a salir ilesos y nuestra casa sería expuesta. Tocaba ser sinceros con el Rey...¿No?

-Jeon Cirene y Jeon Haise-dije rascándome la nuca preparada para el drama.

Mi hermano me golpeó el hombro y me gritó idiota delante de los Reyes. Acababa de rebelar que los rumores que habían salido eran verdaderos; porque el apellido Jeon sólo estaba reservado para la realeza en nuestro enorme reino.

Los ojos de todos a nuestro alrededor se abrieron como cuando lanzabas una flecha al cielo aleatoriamente y frente a ti caía un pájaro atravesado.
El Rey se levantó de golpe de la silla, la Reina se llevó las manos a la boca y los soldados se miraron entre ellos. Acababan de afirmar que el Rey no era el único Jeon cuando, supuestamente, ese apellido solo lo tenía el príncipe de Altenea.  Justo iba a volver a hablar cuando se escuchó la puerta abrirse de golpe entrando un  hombre en un especie de traje,  iba apresurado.

-Alteza, los rumores ya no son rumores. La historia de aquella mujer del pueblo asesinada hace catorce años por contar que el Rey era falso ahora está en boca de todos y no tardaron en propagarlo por casi todo el Reino.

Haise me agarró de la muñeca acercándome a él. Aunque fuera absurdo, me sentía segura cerca de ese metro setenta y cinco, con mi uno sesenta y seis me sentía indefensa; a pesar de no ser mucha diferencia.

-¿Hablan de mamá?-preguntó mi hermano demasiado alto.

Me di un golpe en la frente con la palma de la mano y luego miré amenazante a mi hermano menor, si yo la había liados él había detonado todo. A pesar de sus quince años y su cara de chico guapo, su cerebro iba más lento que un caracol tratando de llegar al final del bosque.

¡Ahora sí que la habíamos liado!

-Querido...¿De verdad no eres Kerel?-preguntó entrecortada la Reina.

Parecía asustada, confusa y a punto de tener un ataque; yo también reaccionaría así, después de todo vivió engañada todos estos años. Agarré la mano de mi hermano ya provechando la confusión comencé a dar pasos hacia atrás.

-Cierra la boca-gritó sobresaltando a su mujer.

Seguí tratando de huir discreta y silenciosamente de allí, papá nos iba a asesinar.

Fue en ese momento que la puerta volvió a abrirse frenando nuestro intento de huída discreta; Un chico entró despreocupado a la sala quedándose asombrado al ver tanta gente allí. Su pelo castaño caía sobre su frente dejando apenas verse sus finas cejas. Era más alto que mi hermano y poseía también un cuerpo delgado pero no tanto como Haise. Quedé sorprendida, tenía algo en su mirada...

-Llevad a la sala de tortura a esos dos-ordenó señalándonos el Rey.

Abrí los ojos como platos, ¡Hijo de hiena! ¿Tortura? Sí solo estaba bañándome en el lago. Ahora, no solo los ojos de los de alrededor estaban asombrados por lo que ocurría, sino que los míos también. ¿Tortura?Se acabó la actitud de inocente silenciosa que solo quería irse.

Solté la mano de mi hermano.

-Perdone su majestad,-arcadas me dieron diciendo eso- pero ¿por qué nos lleva allí?-pregunté avanzando hacia delante unos pasos.

-¿Quién crees que eres para dirigirme la palabra?

No pude evitarlo, reí ante su intento de imponer el poder robado que tenía. Me llevé las manos a los bolsillos del pantalón, los soldados reaccionaron apuntándome con los arcos. Negué con la cabeza y saqué las manos subiéndolas sobre mi cabeza, no iba a sacar nada de ningún sitio, las dejé apoyadas en mi nuca con los codos hacia arriba. No tenía ninguna arma además de mi boca, una muy efectiva según mi padre. Tenía un don para sacar de quicio a cualquiera.

-Me presentaré de nuevo porque veo que aún tiene dudas, alteza.

Hice una reverencia apoyando mi rodilla en el suelo y levanté la cabeza sonriente.

-Jeon Cirene, hija del verdadero Jeon Kerel y por tanto, la verdadera descendencia de la corona.

Bien, ahora a rezar para que papá no me asesinara.

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