Capítulo 8: Salida con Maxi
PAOLA STALONE
Me monté en el ascensor completamente enfadada, y toqué el botón insistentemente para ir a planta baja como si así pudiera bajar más rápido, cuando de repente un fuerte dolor en mi cabeza hizo que cerrara los ojos y gimiera de dolor.
Maldición, sentía que mi cabeza iba a explotar.
Llevé mis manos a mis sienes y temblé un poco, sintiendo que perdía el equilibrio, me aguanté de las paredes del ascensor mientras descendía, mi mente siento todo un torbellino de imágenes y entonces...
Claridad.
Abrí los ojos, el dolor había disminuido, pero ya no tenía tantas imágenes revoloteando mi cabeza como todo un torbellino extraño, joder, eso había sido completamente horrible.
¿Dónde estaba?
Las puertas del ascensor se abrieron y entrecerré los ojos saliendo sin saber exactamente por qué hace un momento me sentía seriamente molesta y triste.
¿Por qué bajé?
De repente vi a un chico caminar por el pasillo, se me hacía familiar pero no podía recordar de donde, él me vio y sonrió acercándose, tenía una camiseta sin mangas y unos cortos pantalones, demostrando que tenía un buen cuerpo.
—Hey —dijo, sus ojos grises enfocándose en mí—, ¿estás bien?
Maximillon.
El recuerdo de haber sido rescatada por él vino a mi mente, lo conocía y al igual que este momento recordaba haber quedado deslumbrada por su belleza.
—No, no me siento muy bien —admití, estaba desorientada, comenzaba a sentir un silbido en mis oídos extraño.
—Ven —dijo Maximillon tomando mi brazo para sostenerme—, ¿Quieres sentarte?
—No —dije, sentía que si me quedaba quieta o me sentaba iba a vomitar.
—¿Damos una vuelta? —preguntó.
—Vale. —murmuré comenzando a caminar con él por los alrededores hasta salir al patio del hotel donde estaba la playa iluminada con distintas luces había varias personas alrededor, al menos eso me distraía, el aire fresco sentía que me hacia bien porque realmente sentía que toda mi cabeza estaba en caos, como una casa llena de humo sin ventanillas; así.
—¿Porque estás así? —dijo Maximillon queriendo sacar tema de conversación para variar.
Pues, si lo supiera...
—No, no lo sé —admití—, recuerdo haber discutido con alguien, pero... no recuerdo más nada.
Mi mente estaba en blanco más allá de eso, como cuando intentas recordar algo con todas tus ganas pero recuerdas hasta la canción de un comercial pero no lo que buscabas.
—Eso no parece bueno, ¿eh? —dijo atreviéndose a mirarme, iba a decir algo más cuando de repente me entró un recuerdo a la cabeza haciéndome cerrar los ojos y Maximillon me sostuvo cuando casi me caí.
Ramson.
Yo casada con Ramson.
Yo feliz con Ramson.
Yo gimiendo mientras era follada salvajemente por Ramson.
Ramson era mi esposo.
—Estoy casada —solté casi como si fuera el mejor descubriento del mundo, los labios de Maximillon se estiraron en una ligera sonrisa.
—Si... —dijo como si ahora temiera de que estuviera loca.
«Si estoy un poco loca my friend, pero ahora parece que se me salió de las manos».
Creo que fue el golpe, desde ese golpe todo había cambiado en mi cabeza.
—¿Qué más sabes de mí? —pregunté a Maximillon soltándome de su agarre al sentir que estaba peligrosamente cerca de mí y mi esposo no temería lanzarle dos golpes si nos llegaba a encontrar únicamente por celos.
Ramson no había llegado aún a ese extremo, pero... temía que sí lo hiciera.
—Sé que eres muy linda —confesó él y sentí como todo mi rostro se puso más rojo que un tomate.
Que un chico guapísimo me dijera linda elevaba muchísimo mi autoestima.
«¿De qué hablas Paola? Estás casada con un dios del olimpo».
Casada, soy una mujer casada.
Aclaré mi garganta y dije un poco más seria:
—Hablaba enserio.
Maximillon estiró la comisura de sus labios en una sonrisa, sus ojos grises mirándome fijamente cuando dijo:
—Yo también.
Ay santísimas salchipapas.
Me iba a dar algo porque siguiera coqueteando conmigo.
«Casada, estás casada Paola».
—¿Dónde está mi esposo? —pregunté cambiando el tema, queriendo que dejara de incomodarme y rogando para que mi piel tomara su color natural y no el rojo kétchup.
Él aclaró su garganta.
—Creo que ésta es tu luna de miel y peleaste con él —dijo—, porque llegaste llorando.
¿Llorando?
Con razón mi cara se sentía algo húmeda.
—Vaya —dije—, es nuestra luna de miel y ya estamos peleando.
—Si.
—Bueno —dije encogiéndome de hombros—, que se joda.
De seguro que si nos habíamos peleado él tenía la culpa y si no era así bueno... que mal.
Maximillon no dijo nada, seguimos caminando por la orilla de la playa donde había música de gente bailando en la madruga algo borracha, hacia mucho frio en el ambiente y me abracé a mí misma, salir con mi ropa de pijama no fue buena idea o más bien salir de mi habitación a esta hora.
—¿Por qué estás despierto tan tarde? —pregunté.
—Estoy de vacaciones con mi abuela —explicó—, a ella le gusta estar desvelada en la noche, así que la acompaño lo más que puedo. Oye, si quieres te la presento.
—Vale —dije encogiéndome de hombros, me parecía tierno que hubiera venido con su abuela de vacaciones.
Fuimos por la arena esquivando a las personas, realmente había mucha vida nocturna en el hotel; más que en la mañana. En una mesa estaba una mujer anciana, su cabello blanco muy largo, tenía heterocromía; un ojo marrón y el otro azul, y sus uñas muy largas.
Nos acercamos a ella, estaba ahí con varias joyas exhibidas.
—Ella vende joyería, le gusta vender así estemos de vacaciones. —me explicó y se giró hacia su abuela para decir: — Abuela, ella es...
—Paola. —dijo la anciana.
¿Uh?
—¿Me conoce? —dije sorprendida.
—Ella es, uhm —dijo Maximillon—, adivina y esas cosas.
¿Adivina?
Vaya, nunca había conocido a una adivina, creo que una adivina eran las que adivinaban el futuro leían el tarot y esas cosas raras que desconocía.
Me daba miedito, no iba a mentir.
—Ah okey —dije—, comprendo.
—Ven —dijo la anciana—, siéntate, cariño, siento una carga emocional en ti muy grande.
¿Carga emocional?
Debía de ser porque una parte de mi se sentía atraída por Maximillon estando casada con el que creí era el amor de mi vida.
«No digas eso Paola».
Bueno, las cosas como son, me atraía Maximillon, algo que era raro porque creí que estando casada automáticamente los demás hombres no iban parecerme lindos.
Que mal.
Le hice caso sentándome a su lado.
—Estoy peleada con mi esposo... —comencé a decir— solo que me di un golpe en la cabeza y siento como si me dieran lagunas mentales, no recuerdo ni por qué peleábamos.
La anciana apretó los labios y miró a su nieto para decir:
—Danos un momento Maxi.
Maximillon vaciló por un momento mirándome a mí y luego a su abuela para decir:
—Vale —y se alejó hacia un circulo de personas que parecían conocerlo.
—¿Me dejas echarte las cartas? —preguntó la anciana robando mi atención.
¿Íbamos a jugar póker o qué?
«Va a adivinar tu futuro, idiota».
Ah.
—Sí claro. —dije.
No creía en eso, pero sonaba interesante.
La anciana comenzó a moverlas y a lanzarlas en la mesa con concentración.
—Uhm, veo cosas muy oscuras y turbias —dijo—, alguien que no esperabas va a aparecer en tu vida y no de una buena forma.
¿Uh?
Eso no sonaba muy bien.
—¿Quién? —pregunté.
—Hasta allá te toca hacer memoria tú —dijo la anciana—, y estar pendiente, porque esa persona quiere atacarte.
Así que chiste, tenía que pensar en alguien que me quisiera hacer daño, nadie venía a mi mente.
Respiré profundo.
—Vale, ¿Qué más ve?
Ella miró las cartas por un momento con los ojos entrecerrados y dijo:
—Sangre.
Me estremecí un poco por la manera en que lo dijo, eso sonaba espeluznante.
—¿Pero mi sangre o...? —indagué alzando una ceja, necesitaba más información de esto.
—Muerte. —dijo.
—¿Pero mi muerte o...?
La anciana me siguió ignorando.
—Debes cuidarte de un familiar que te hizo daño —entrecerró los ojos como si escuchara a alguien con atención—, alguien va a necesitar mucho tu ayuda.
Me quedé muy quieta cuando me vino a la mente la única persona que me hizo daño...
Mi hermana.
—¿Pero va a decirme nombres? —dije— ¿no puede ser más específica?
Ella me siseo para que me callara.
—Cariño —dijo—, percibo cosas, pero no llego más allá.
Así que chiste.
¿Entonces para qué servía una adivinadora si no me iba a adivinar a las personas que quería hacerme daño? En fin, la hipocresía.
—Vale. —me limité a decir ahora asustada y sin saber por qué.
—Puedo darte una protección —dijo la anciana tomando algo de su exhibición de joyas—, un amuleto para que la mala energía no te toque.
Bueno, eso sonaba bien para mí.
—Vale —dije y tomé lo que me ofrecía— ¿Unos aretes?
Eran redondos, de color dorado, de hecho, eran bonitos obviando el hecho de las pequeñas calaveras que tenían en medio como un dije colgante.
—Son poderosos —dijo—, no te los quites, o al menos no esta temporada mientras la luna siga en piscis.
¿Qué?
Ni sabía qué signo era yo... creo que era aries o algo así.
—Vale —dije levantándome—, gracias.
Ella me sonrió y solo me fui.
Me coloqué los aretes por si acaso porque de que vuelan, vuelan. Definitivamente de cada cosa loca que me ocurría, esta me superaba.
—¿Qué te dijo mi abuela? —dijo Maximillon acercándose a mí para acompañarme de regreso al hotel, ya estaba mas tranquila y solo quería dormir.
Terror psicológico, sentía que eso me había hecho su abuela, porque lo único que hizo fue asustarme aumentando mi ansiedad.
Ahora estaba más asustada que un carro a toda velocidad que se le van los frenos.
—Pues, que tuviera cuidado, me dio una especie de protección —le enseñé los aretes colgando de mis orejas, él me miró con detenimiento y afirmó con la cabeza.
—Comprendo, yo no creo en esas cosas, pero es mi abuela, así que... —dejó las palabras al aire y cambió el tema diciendo: — ¿Cómo te sientes ahora? Sé que estar con Ramson debe ser todo un sube y baja de emociones.
Desde el primer momento que aparecí en la habitación de Ramson la primera vez que hablamos, lo fue.
—Estoy bien —me limité a decir—. ¿Tu conoces a Ramson?
—No, pero se su historial —dijo— y sé que su cerebro puede jugarle en contra, ten cuidado ¿vale?
Oh, entonces conocía que Ramson había estado en un instituto mental, bueno, yo confiaba en que ya mi esposo estaba completamente bien, pero aun así respondí:
—Vale.
Llamé al elevador y las puertas se abrieron.
—Y Paola...
—¿Sí? —dije volteándome, enfrentándome a su mirada fija de ojos grises que me hizo tragar en seco.
—Te quedan hermosos esos aretes. —murmuró guiñándome un ojo.
Sentí que mi rostro enrojeció ante tal coqueteo y solo se dio media vuelta yéndose.
Ay santísima salchipapa.
«Cierra la boca Paola, ¿pero que pasa contigo?»
¡Casada!
Negué con la cabeza como si así pudiera quitarme esas ideas de la cabeza y cuando volteé para entrar al elevador apenas vi el reflejo de un hombre que se abalanzó sobre mí cubriéndome la boca y murmuró a mi oído:
—Llegó tu hora de morir.
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Las cosas se estan tornando un poco turbias jiji :D ¿Paola se enamorará de Maximillon? ¿Ramson y Paola terminaran por divorciarse? ¿Qué creen que sea este tipo raro que salió al final? Muchas preguntas sin respuestas... pero tranquilas que esto se pondrá peor jajajajnasjnsj :D
Un capitulo largo para las que se quejaron que iban muy cortos porque las amo en secreto y las veo dormir en la noche desde sus ventanas ok no jajaj :3 Recuerda votar para mas capítulos y recomendar la historia <3
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Nos leemos pronto. <3