Arder | Versión en español

By _taini_

639K 29.3K 9.3K

Sean bienvenidos al limbo entre la vida y la muerte donde las almas de dos reyes pondrán en juego todo su pod... More

Antes de leer
Dedicatoria
Prólogo
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
Génesis
Soberbia
15
Lujuria
16
Gula
17
18
19
20
Avaricia
21
22
23
24 (Parte uno)
24 (Parte dos)
24 (Parte tres)
25
26
27
28
Especial 5k
29
30
31
32
34 (Parte uno)
34 (Parte dos)
34 (Parte tres)
Especial 30k
35
36
37
38
39
40
41
Ira
Crucifixión (42)
43
44 (Parte uno)
44 (Parte dos)
44 (Parte tres)
Santa Trinidad (45)
46
47
48
49
50
51

33

6.4K 306 141
By _taini_

Caín.

Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

Deuteronomio 29:29

ºº

Recupero la conciencia cuando un teléfono comienza a sonar no muy distante a mí. No reconozco el tono y eso me alarma, aunque al abrir los ojos me topo con un techo muy familiar. Estoy en las habitaciones de la central. Con pesar y dolor giro mi rostro para encontrar algo que me indique en qué habitación estoy y mi momento de claridad llega al ver un cuadro, sobre la mesa junto a la cama, de la capitana Sánchez abrazando al amiguito que nos arruinó el polvo en Colombia.

Por un momento, siento alivio al saber dónde estoy pero de forma inmediata las preguntas azotan mi cabeza junto a un intenso dolor de cabeza. Si estoy en la cama de Edén, ¿La emboscada ha sido un sueño? ¿Qué hora es? ¿Dónde está Edén? ¿Y la rata de Lans? Quiero hallar una explicación a todo pero el teléfono continúa sonando de manera insistente, y nadie parece ser consciente de esto más que yo.

La luz tenue que ingresa por las ranuras de la ventana es suficiente para visibilizar un poco el entorno, y hace que en la oscuridad se ilumine la pantalla del celular. Está en el escritorio. Pongo mis manos contra el colchón e intento hacer el mayor esfuerzo para levantarme, pero fallo. De repente, mis brazos se sienten livianos, como si no hubiese fuerza en ellos.

- Tiene que ser una puta broma. – Musito mientras vuelvo a intentarlo. Me toma un par de minutos pero lo logro. Y al hacerlo, suelto un rugido ante el esfuerzo que debo aplicar.

Quedo sentado, con el pecho subiendo y bajando, y la espalda apoyada contra el cabezal de la cama. Noto que mi pecho está descubierto pero no es eso lo que me llama la atención; Sino como está cubierto de oscuros moretones. La desagradable imagen me trae recuerdos recientes y me confirma que nada fue un sueño. ¿Qué carajos?

La pantalla del teléfono vuelve a iluminarse y comienza a sonar. Quiero levantarme, tomarlo, descolgarlo e insultar a quien llama con insistencia, pero no lo veo posible ante mi estado. ¿Dónde está Edén?

Como si de un milagro se tratase, un sonido de llaves se hace presente en la puerta. Segundos después, esta se abre y se cierra, ingresando la capitana al cuarto. No parece notar que estoy consciente porque su atención va directa al teléfono. En sus manos carga con unas bolsas, las cuales deja para contestar la llamada. Al hacerlo, se voltea y solo obtengo una excelente vista de su cabello trenzado y voluminoso trasero.

- ¿Hola? – Susurra. Hace una pausa. - ¿Por qué me has llamado?

Su tono de enojo y reprensión captan mi atención. Veo como se lleva una mano a la sien y comienza a mover su pierna insistente, como si la persona que la ha contactado no estuviese dándole la mejor noticia. Mi interés está centrado totalmente en ella y su misteriosa conversación pero no obtengo mucho porque comienza a hablar en español.

De igual forma, me mantengo atento por un par de segundos, tratando de entender algo. Poco y nada. Creo poder darle significado a ciertas palabras pero no hilar una oración completa y como comienza a fastidiarme que su atención esté en esa estúpida llamada, carraspeo.

Edén se tensa. ¿Qué oculta? Con su mano tapa el micrófono del teléfono y se voltea, escaneándome con la mirada. No puedo distinguir al cien por ciento sus rasgos pero sé que su rostro no indica nada bueno. Sobre su morena piel sobresalta un apósito blanco en la zona de su frente. Todo parece ser un disparador sobre los eventos ocurridos en las últimas horas de mi jodida vida.

- ¿Interrumpo algo?

- ¿Qué? Claro que no. – Vuelve el teléfono a su oreja, pronuncia un par de palabras más en español y cuelga. Mete el pequeño dispositivo en un bolsillo y suelta un suspiro. - ¿Cómo te encuentras?

- ¿Quién era? – Suelto sin más. Edén no se sorprende.

- No es de tu incumbencia.

- Sonabas preocupada y yo velo por el bien de mis soldados.

Edén hecha la cabeza hacia atrás para reír. El sonido debería causarme migraña, tal y como lo hizo la llamada, pero, en cambio, me genera una sensación de paz desconocida. Cuando se da cuenta de que no estoy bromeando, cruza sus brazos.

- No me vengas con eso, Caín.

- ¿Quién era? – Repito. La paz dura poco porque comienzo a cabrearme.

- Asuntos privados.

- ¿Hablabas con el gemelo que babea por ti? No Tiago, el otro.

- Ningún gemelo babea por mí. – Su tono se torna a uno de nerviosismo. - ¿Por qué dices eso?

- ¿Por qué digo que babea por ti? Bueno, tengo un par de ideas. – Me rasco la barba. – Puede ser por tu enorme trasero, tus pechos... - Hago la mímica como si los estuviese sosteniendo. – bueno, tus pechos. También puede ser porque eres jodidamente candente, tu voz es...

- ¡Cállate!

- Preguntas y no te aguantas. – No debo verla para saber que está sonrojada. – Asique, ¿Hablabas con tu noviecito argentino?

- Eres imposible. – Suelta un gruñido y se voltea para tomar la bolsa. – Te traje comida. Mariah dijo que debías comer.

- Evades el tema con comida. Inteligente. – Se sienta en la punta de la cama, a más de un metro de mí. Frunzo el ceño. - ¿Es en serio?

- ¿Qué cosa?

- Esto. – Deja de revolver la bolsa para verme. Nos señalo. - ¿Me has montado cual jinete pero ahora no puedes compartir un almuerzo junto a mi? Que poco profesional, capitana.

- No es eso, yo...

- ¿Tu, qué? ¿No confías en mi?

- ¿Debería? – Dice con sarcasmo.

- No. – Aprovecho que intenta rebatirme para tomar sus piernas y deslizarla en mi dirección, quedando mucho más cerca. – Mucho mejor.

Edén pone los ojos en blanco y cruza sus piernas, mientras sigue buscando en la ruidosa bolsa. Saca cosas envueltas en paquetes de aluminio, bebidas y pequeños potecitos. No me doy cuenta lo hambriento que estoy hasta que mi estomago gruñe por el olor que emana la comida.

- Está muy oscuro. – Menciona Edén antes de salir de la cama en dirección a la ventana. Quita la cortina y la imponente luz del día ilumina la habitación. – Mucho mejor.

Vuelve a la cama y me entrega uno de los paquetes. Lo tomo con desconfianza y siento que está caliente. Ella toma otro y comienza a desenvolverlo, exponiendo así una hamburguesa. La tentadora imagen me hace gruñir aun más el estómago, asique la imito. Muerdo la enorme hamburguesa y creo soltar un gemido ante la gloriosa sensación.

- También traje nuggets de pollo, bastones de queso, papas fritas y helados. – Menciona con la boca llena. Abro los ojos con asombro al ver que es cierto, ella se encoje de hombros. – Dijeron que debías comer, no cuánto comer.

- Estás loca. – Deja de masticar para verme extrañada. Yo finjo seriedad. – Estás loca si piensas que comeré papas fritas sin salsa.

Ríe y no sé por qué motivo me veo obligado a contemplarla mientras lo hace. Pocos son los momentos que compartimos donde no queremos arrancarnos la cabeza o decirnos una larga lista de insultos, asique disfruto cuando hay una tregua entre ambos. Además, ver a Edén con las comisuras con salsa, comiendo despreocupada, sentada cual niña en pijamada y riendo de mis chistes malos me hace olvidar de que mi estado de salud es un jodido desastre.

Cuando la cama está cubierta de envases vacíos y no queda rastro de lo que en algún momento fue nuestro almuerzo, Edén se echa hacia atrás, quedando boca arriba, y suelta un eructo. De forma inmediata se tapa la boca.

- Lo siento. – Musita con vergüenza. Yo suelto una risa entre dientes. - ¿Cómo te sientes?

- Lleno.

Edén posa sus brazos sobre la cama y recarga su preso sobre los codos, mirándome desde su lugar.

- ¿Cómo te sientes, Caín? – Su tono es serio.

- Ahora, mucho mejor.

No sé por qué digo eso. Por un momento, permanecemos callados y mirándonos. Sus ojos oscuros están cargados de emociones y me es difícil mencionar una, pero su expresión es neutra.

- Era mi abuela. – Suelta. Alzo una ceja, curioso. – Hablaba con mi abuela.

Su sinceridad me sorprende, teniendo en cuenta que se puso a la defensiva cuando indagué sobre el tema. Sin embargo, la mención de su abuela me recuerda que tengo una charla pendiente con Fort sobre su madre. O, mejor dicho, la mujer de la foto.

- ¿Todo está bien?

- Problemas familiares. – Sonríe de manera melancólica y con eso doy terminado el tema. No parece tener intenciones de seguir hablando. - ¿Recuerdas algo antes de desmayarte?

Niego. Solo tengo recuerdos de mi pelea con Lans en el hospital y luego, todo borroso.

- Estábamos en una junta con ambas tropas. – Comienza. – Estabas pálido y sudoroso pero no querías irte a la enfermería.

- ¿Pedí venir a aquí?

- No. – Edén sonríe con malicia. – De hecho, gritaste frente a todos los soldados que no querías venir a aquí porque siempre huía en las mañanas.

- No mentía. – Sonrío de igual forma. - ¿Y luego? ¿Por qué estoy en tu cama?

- Vomitaste sobre mis botas y te desmayaste.

- Fue justo. Arruinaste uno de mis mejores trajes. – Hago alusión a cuando me vomitó tras salir del club. – Sin embargo, eso no explica que hago acá.

- Simple. Cuando estabas desvaneciéndote y trataba de que no cayeras al suelo, susurraste que me necesitabas.

La confesión me deja helado. No sé como sentirme o qué decir respecto a lo que dije.

- Además, nadie quería hospedar al jefe en su cuarto. – Agrega, rompiendo con lo tenso del ambiente.

- Lo siento por... – La lista es larga. – todo.

- Yo debería ser quien se disculpe. Esto, - Señala mi rostro y su herida en al frente. – ha sido mi culpa. No debí ir sola al club.

El paraíso. Es otro tema del cual debo mantener alejada a Edén. No parece tener intenciones de dejar de indagar y, tarde o temprano, todo se vendrá abajo. Para ella y para mí.

- Pueden suspenderte por eso, y lo sabes. – Asiente.

- Pero tú eres el único que tiene poder para eso.

- Lo sé.

- ¿Es una amenaza? – Alza las cejas.

- Tómalo como una advertencia.

- Como sea. – Musita mientras se levanta de la cama. – Tengo que ir a trabajar.

Y ahí está. La perfecta burbuja donde no nos odiamos y podemos pasar el rato juntos se ha roto, y regresa nuestra dinámica de odiarnos como si no quisiésemos arrancarnos la ropa. No puedo permitirme que se vaya así. Los medicamentos y comida me dan mucha más fuerza, por lo que no tardo en levantarme de la cama y caminar hacia donde está ella.

Edén está de espaldas a mí, frente al escritorio, moviendo un par de papeles. Cuando estoy detrás suyo, pego mi pecho a su espalda y llevo mi boca su oreja. Su cuerpo se tensa y el mío igual, sobre todo cuando su culo choca contra un punto duro de mi.

- ¿Piensas huir de nuevo? – Susurro contra su oreja.

- No sé... de qué hablas. – Pasa saliva.

- ¿Sientes la boca seca, Edén?

- Sí, almirante.

- Porque yo también. Me urge beber de ti. - Quiero decirle todo lo que imagino desde aquella noche, pero se voltea para enfrentarme.

- ¿Beber de mi? - Sus ojos están cargados de deseo, su boca rosada entreabierta y su respiración agitada.

- Quiero hacer que te vengas en mi boca y jales de mi cabello, pidiendo más y gimiendo mi nombre.

Su mano derecha se posa sobre mi pectoral izquierdo, acelerándome el corazón y quemando mi piel. Sus finos dedos trazan dibujos aleatorios sobre la zona y consiguen distraerme.

- ¿Eso es todo? Porque debo ir a trabajar. – En su tono distingo la malicia.

- ¿Todo? Recién comienzo, capitana.

Poso mis manos sobre su cadera y la levanto para sentarla sobre su escritorio. Edén no pone resistencia, de hecho, abre las piernas para darme un mejor acceso. Pego nuevamente mi cuerpo al suyo, los cuales emanan calor y sexo.

- Caín, tu estado de salud... - La callo. Estampo mi boca contra la suya con desespero, y solo tarda un par de segundos en responderme el beso. Recorro todo su cuerpo con mis ansiosas manos y ella me atrae con sus piernas cruzadas detrás de mí.

El beso es sucio. Nuestras leguas batallan y la saliva se hace presente, mientras que jadeos y gemidos llenan el silencioso cuarto. Hay ganas y ansias de parte de los dos y es innegable la calentura acumulada desde anoche. Puede que haya estado ebrio hasta los cojones y drogado, pero siempre tengo ganas de ella. Ganas de Edén.

- ¡Caín! – Gime con fuerza cuando mi mano ataja uno de sus pechos por debajo de la camiseta. Su pezón está duro. La situación hace que tenga la verga a punto de explotar.

- Pídelo. Pídelo y te lo daré.

- Tócame. – Suspira, echando la cabeza hacia atrás. – Quiero que me toques.

Su pedido es música para mis oídos y otra razón para ponerme duro. Mientras una de mis manos masajea su pecho, la otra desata con agilidad el pantalón del uniforme. Me cuelo entre su piel expuesta y sus bragas, percibiendo el calor y humedad de la zona. Con mi dedo pulgar trazo círculos y eso la hace soltar un jadeo.

- ¿Te gusta? – Produce un sonido en modo afirmativo pero no me basta. – Quiero escucharte, Edén.

- Sí, me gusta. Me gusta que me toques.

- Buena chica. – Corro las bragas y dejo que mis dedos se humedezcan de sus fluidos. Subo y bajo, pero no los introduzco. - ¿Sabes que me gusta a mi?

- ¿Qué, almirante? – Me mira con los ojos entrecerrados. Se ve como la fiera sexual que es.

- Saber que soy el único que te ha tocado. El único que ha bebido de ti, que te ha hecho acabar con la jodida boca.

No miento. Me pone al cien la idea de que se haya entregado a mí de ese modo. Saber que he desatado a la fiera con dos dedos y mi lengua. Meto dos dedos de golpe en su interior, sintiendo como se abre para amoldarse a ellos. Los meto y los saco un par de veces, lentamente, torturándola.

- Más. Quiero más. – No pierdo detalle de su voz entrecortada y rostro acalorado. Su cabello es un desastre, al igual que su respiración.

- ¿Lo deseas? ¿Deseas que te haga acabar?

- Sí, sí. Lo deseo. – Introduzco un dedo más y aumento la velocidad en la que mis dedos se mueven y con eso, aumentan sus gemidos.

Su cuerpo comienza a tensarse, sus piernas flaquean y su espalda se arquea, anunciando la llegada de un orgasmo. Sin embargo, cuando sus uñas se entierran en mi desnuda espalda en búsqueda de sostén, me detengo. Freno en seco.

Saco mis dedos de su interior, los cuales están empapados de sus fluidos, y espero a su reacción. Edén abre los ojos e intenta centrar su confusa mirada en mí, pero está hecha un desastre. Su respiración es errática y continua tensa. Tarda un par de segundos en entender lo que sucede pero cuando lo hace, frunce el ceño.

- ¿Estás jugando conmigo?

- Dije que quería beber de ti, - Llevo los tres dedos que estuvieron en su interior a mi boca. Bajo su atenta mirada saco mi sedienta lengua y los lamo. La verga se me hincha aun más al deleitarme con sus flujos. – y eso hice. He saciado mis ganas.

- ¿Qué hay de las mías?

Chasque la lengua, restándole importancia. Doy un paso hacia atrás y no pierdo detalle de su expresión de indignación; De hecho, no puedo evitar dedicarle una sonrisa ladeada.

- Tal vez así aprendas a no abandonar una conversación con un superior. – Me encojo de hombros. Quisiera decir que disfruto de mi venganza, pero la victoria se me borra cuando ella muestra sus dientes en una sonrisa malévola.

- ¿Sabes que he aprendido también? – Pone sus manos sobre el escritorio para impulsarse y bajar de este. – Que no necesito de un hombre para sentir placer.

Dicho eso, sus manos se posan en mi pecho y hacen presión para empujarme hacia atrás. La parte trasera de mis rodillas chocan con el borde de la cama y me hacen perder la estabilidad, cayendo sobre esta. El golpe de adrenalina que me causó masturbar a Edén desaparece y vuelvo a sentir los dolores que me producen mis heridas, asique me es imposible reincorporarme tras la caída.

Edén camina hacia donde mí y me mira desde la altura, sonriente y cachonda. Jodidamente cachonda. Su mirada, perfume y presencia destilan calentura y sexo, y eso me basta para mantener el falo erecto. Y, para hacer más entretenida la situación, jala del borde de su remera para quedar en brasier.

Creo entender a donde quiere llevar todo esto y no pienso poner resistencia, asique retrocedo sobre la cama para llevar a la cabecilla y cruzar mis brazos tras mi nuca, disfrutando del espectáculo.

- ¿Poniéndote cómodo?

- Cuando estés bajo mío, gimiendo y sudando, estaré jodidamente cómodo. – Respondo.

Edén no quita su mirada de mí mientras desabrocha su pantalón y lo deja caer al suelo, enseñándome su perfecto conjunto de lencería negro. Su piel queda semi desnuda frente a mí y yo comienzo a sentir la necesidad de lamer cada parte de esta, marcándola con mis dientes y lengua. Saco mis manos para imitar sus actos, desatar mi pantalón, pero ella hace un sonido en modo de desaprobación.

- No sea ansioso, almirante. – Dice y se agacha, quedando fuera de mi campo de visión por unos segundos. Escucho como tira sus botas hacia el otro lado de la habitación y vuelve a levantarse. Mantiene sus manos detrás de la espalda, sacando a relucir uno de sus mejores atributos. Sus tetas.

- ¿Qué esperas para venir y montarme?

- Sea claro. Pídalo y lo haré. – Usa mis palabras. Lamo mi labio inferior.

- Venga y mónteme como la fiera sexual que es, capitana. No sé cuanto pueda soportar con la verga así de dura.

- Como ordene, almirante. – Se inclina sobre la cama y gatea en mi dirección, dándome una vista perfecta de sus pechos y rostro.

Se sienta sobre el duro bulto que se marca en mi pantalón y me mira desde la altura. Quiero posar mis manos sobre su trasero pero antes de hacerlo, las toma y las pone sobre mi cabeza. ¿Quiere tomar el control? Me gusta.

Deja mis manos allí y lleva las suyas a su espalda, a la altura de su sostén. Alzo mi ingle en dirección a su húmeda entrada cuando imagino que dejará a la vista sus pechos pero me veo sumido en una situación de confusión cuando de detrás suyo saca un objeto plateado. No puedo resistirme ni actuar con rapidez porque segundos le toma quitarme la movilidad de las manos con el desconocido objeto.

Me ha esposado a la puta cama.

- ¿Qué crees que haces? – Forcejeo pero no tengo éxito.

- Me pareció curioso que no notaras las esposas sobre mi escritorio, y mucho más que creyeras que rogaría por tu placer. – Sonríe victoriosa. – Pienso acabar lo que empezaste y tú tendrás lugar en primera fila.

- ¿De qué estás habland...

No acabo la oración cuando, esta vez y de verdad, desata su sostén y deja salir a mis dos juguetes preferidos. Sus morenos pechos con pezones erguidos exigen ser lamidos, besados y mordidos hasta el hartazgo, y tenerla sobre mí de ese modo no me provoca nada bueno. Edén se inclina hasta queda su rostro frente al mío, su pecho desnudo contra mi pecho, y su coño haciendo presión sobre mi verga.

- Voy a tocarme. Sobre ti.

Las dos últimas palabras son lo único para caer en la locura. No solo me tiene esposado bajo suyo mientras juguetea con sus senos, sino que también pretende masturbarse y acabar sobre mí, sin darme la posibilidad de involucrarme. Edén quiere llevarme al extremo y no estoy seguro de poder resistirme.

- No serías capaz. – Bramo.

- Oh, Caín, no tienes idea de lo que soy capaz.

Se aleja de mí y vuelve a su pose de poder. Aun viste bragas pero puedo sentir sobre su ropa y la mía cuan húmeda continua, y sé que ella siente como me palpita la verga. Estamos cachondos y nada de esto ayuda.

Edén comienza pasando sus manos por sus pechos, un poco inexperta e insegura, aunque trata de mostrarse poderosa. Cierra sus ojos cuando sus dedos rozan sus pezones y su boca se entreabre para soltar un suspiro de placer. La cabrona lo está disfrutando. Lame dos de sus dedos. Sus caderas se mecen lentamente sobre la dureza de mi pantalón y son acompañadas de su mano, la cual se cuela bajo las oscuras bragas.

Se frota, gime y disfruta. Todo sobre mí. El espectáculo es vicioso, sucio y tormentoso, me urge ser quien ayude en ese placer. No sé cuanto piensa tardar pero está sumida en el acto y no se detiene, haciéndome comenzar a perder los estribos.

- Edén. – Murmuro. ¿Cuándo se me ha secado la boca?

- ¿Mmh?

- Mírame. Mírame mientras te tocas. – Cumple la orden como la sumisa que es. Abre sus oscuros ojos para mirarme, carga de placer.

Comienza a moverse con mayor velocidad, al igual que su mano. Sus gemidos se hacen más intensos y sus pechos rebotan con cada movimiento que hace. El cuerpo se me tensa cuando quiero atajarlos, pero las esposas me detienen. Siento que las muñecas se me van a quebrar cuando ejerzo presión en búsqueda de libertad.

- No... lo intentes. – Habla entre jadeos. No deja de tocarse. – No tienes es...capatoria.

El tono profundo y ahogado de su voz me hipnotiza.

- Estás jugando con fuego, Edén. – Muerde su labio inferior cuando su cuerpo se retuerce.

- Me gusta quemarme.

Echa la cabeza hacia atrás, exponiendo su largo cuello, y suelta un gemido fuerte. Quien quiera que esté en la habitación de al lado, debe estar muy asqueado o muy cachondo. No puedo evitar notar que su cuello ya no carga con la virginal cadena de cruz que dejó caer en mi coche, haciéndome cuestionar que tanto de esa fachada de mujer del Señor era cierta.

- No creo que sea bien visto en el cielo masturbarse sobre tu jefe. – Mi voz suena agitada. Lo estoy.

- El cielo... - Intenta hablar pero vuelve a retorcerse placer. - El cielo no es tan... divertido como es-esto.

Abro la boca para seguir picándola pero, de forma repentina, hace presión sobre mi verga y suelta un grito ahogado. Sus piernas se tensan a los laterales de mi cuerpo y se mantiene inmóvil por un momento, con la espalda arqueada y los ojos cerrados con fuerza. No continúa moviendo su mano ni masajeando su pecho. Ha acabado. Sobre mi puta verga, pero no como me gustaría.

Cae rendida sobre mi pecho, dejando su cabeza junto a mi oído, respirando de forma descoordinada y con el corazón a mil. Desde mi punto puedo ver gran parte de su espalda y su enorme trasero. No me quejo.

- ¿Por qué ya no usas tu cruz, Edén? – Murmuro en su oreja.

- Estás haciendo las preguntas incorrectas, Caín.

Alza su rostro. Nos miramos fijamente por un instante y no puedo leer nada en su rostro. Su expresión es de placer y satisfacción pero no hay nada en sus ojos.

- ¿Por qué me has esposado?

- Tal vez así aprendas a no dejarme con las ganas. – Vuelve a imitarme. Se aleja totalmente de mi pecho, volviendo a estar sentada sobre mi erección.

Quiero reclamarle lo que ha dicho pero unos golpes en la puerta captan nuestra atención. Edén se tensa.

- ¿Esperas a alguien? – Pregunto con confusión cuando abandona con rapidez mi regazo. Toma el sostén y se lo pone, al igual que su uniforme.

- De hecho, tú esperas a alguien.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿Capitana Sánchez? – Reconozco la voz de Fort al otro lado de la puerta, acompañada de otros golpes. No puedo evitar fruncir el ceño y mirarla de mala manera.

- ¿Qué carajos, Edén?

- Me ordenó mantenerlo informado sobre tu estado. – Abrocha su pantalón. – No podía negarle ver a su hijo, Caín.

- Por si se te olvidó, soy yo quien da las órdenes. ¡Y no soy un puto niño! – Alzo la voz y ella posa su dedo índice sobre su boca, callándome.

- ¿Capitana? ¿Está allí?

- ¡Un segundo! –Tiene el uniforme puesto y ahora intenta arreglar su cabello. Suelta un par de respiraciones para calmarse y comienza a caminar en dirección a la puerta. Yo carraspeo.

- ¿No te olvidas de algo?

Se detiene en seco cuando su vista recae en las esposas.

- Mierda. – Murmura mientras revuelve su escritorio. Tarda unos segundos en encontrar la llave y caminar hacia a mí, quitándome las esposas y dejándolas en un cajón. Se da vuelta para ir a la puerta, donde Fort insiste golpeando, pero la detengo. – No es momento, Caín.

- Esto recién comienza.

- Por si no te has dado cuenta, yo ya he acabado. – Sonríe con falsedad. Se suelta de mi débil agarre y va hacia la puerta. Escucho como la abre y deja pasar a mi progenitor. – Lo siento, señor Hale, estábamos conversando sobre misiones próximas.

- No se disculpe, capitana. Debería ser yo quien implore por su perdón al dejarla tantas horas con mi hijo.

Edén suelta una risita nerviosa. No puedo evitar poner los ojos en blanco ante el comentario de Fort. Hago un esfuerzo para acomodarme en la cama, quedando sentado y con la espalda contra cabecera. Cabecera donde fui esposado hace un par de minutos.

- Puedo oírte, Fort. – Le digo y este hace presencia, sonriendo con arrogancia.

- Lo sé.

Un silencio se crea cuando comenzamos a mirarnos de mala manera. Edén carraspea y se asoma, con su clásica sonrisa de angelito. Fort se traga la actuación y la mira con ojos de adoración. Si supiese lo que el angelito hizo sobre mi verga.

- Será mejor que los deje solos. – Camina a su escritorio para tomar su arma, teléfono y llaves. – Iré con las tropas. Dejaré la puerta entreabierta por si quiere entrar y salir.

- Muchas gracias, capitana.

Cuando está por salir, se regresa y posa su mirada en mi.

- Le enviaré los detalles de la junta a su correo, almirante.

- Prefiero que sea en persona. – Intento no sonreír. – Puede pasarse por mi oficina en la noche.

Sé que está tratando de no decir algo que la exponga ni insultarme, asique sonríe de manera asquerosamente falsa y asiente.

- Como ordene, almirante.

No espera una respuesta y sale. Me centro en Fort, quien toma asiento en posición directa a mí, con los brazos cruzados y postura relajada.

- No me digas que te quieres follar a tu capitana. – Niega con desaprobación. – No parece estar a tu altura.

- Déjame adivinar, ¿a la tuya, si?

- No voy a caer en tus jueguitos.

- Entonces, no jodas. – Chasqueo la lengua. - ¿Qué quieres? El cuento del padre preocupado por su hijo solo se lo tragó ella.

Suelta un suspiro. Sus ojos, oscuros como los míos, son rodeados por arrugas casi invisibles. Fort siempre se ve elegante, vistiendo un traje o su uniforme, pero hoy se ve distinto.

- ¿Has estado trabajando?

- Nunca dejas de trabajar cuando entras a la central. – Mira mis moretones. - ¿Quiénes fueron?

- ¿Qué te hace pensar que sé quién está detrás de esto?

- No eres un niño, Caín. No me mientas y facilita todo.

Aprieto la mandíbula.

- Por lo que recuerdo, de lo que gritaban, están relacionados a la última misión. Los distribuidores de Kansas. – Fort frunce el ceño.

- ¿Cómo saben de ti?

Corro la mirada a otro punto.

- Mierda, Caín. ¿Qué hiciste?

- Me quité el casco.

- Tienes que estar bromeando. – Su tono se vuelve duro.

- Y dije mi nombre.

- ¡¿Pero qué cojones, Caín?! ¡Eres el puto almirante, no un soldado inexperto!

Sus gritos me hacen arrugar el rostro por la migraña.

- Solo saben de mi. No tienes por qué temer por tu culo, Fort.

- Casi te matan, hijo de puta. – Me señala. - ¡Y dejaron inconsciente a tu capitana!

La mención de Edén me amarga la saliva, pero también me recuerda algo.

- ¿Qué sabes de los padres de la capitana?

- ¿Qué? – Fort se desconcierta por mi repentino cambio de interés.

- ¿Quién es la madre de Edén?

- ¿Qué buscas, Caín? – No distingo que cambia en su tono, pero algo no anda bien.

- La foto del expediente no coincide con una que hay en cuarto. ¿Qué está pasando?

Fort se queda mirándome por un par de segundos. Su rostro no muestra emoción. De forma inmediata, se levanta.

- No puedo lidiar con tus mierdas ahora, Caín.

- ¿Qué mierda pasa, Fort? ¿Qué no me estás diciendo? – Mi comentario hace que rodee la cama y se acerque a mí. Se inclina para quedar a mi altura y su colonia cara inunda mis fosas nasales.

- No sé de que hablas.

- ¿Y por qué huyes? – Acerco mi rostro al suyo, de forma intimidante. Se queda callado por un par de segundos hasta que suelta una gran bocanada de aire.

- Hay cosas que es mejor no saberlas.

Su comentario me desconcierta y confunde. ¿De qué mierda habla?

- Esto no es una broma, Fort.

- Yo no me estoy riendo. – Se levanta y aleja de mí. – No me interesa estar involucrado con tu investigación sobre posibles polvos.

- Para tu información, ya me la tiré. Me la follé y la puse a gritar como loca. – Escupo con veneno. – Solo quiero saber con qué estoy lidiando.

Fort me mira con desaprobación. Pongo los ojos en blanco pero no dejo de estar a la defensiva.

- Fort. – Le advierto.

- Nunca dejaría que lidiaras con algo que está fuera de tu alcance; Y como te la has follado, creo que no está fuera de tus manos el asunto.

- ¿Qué coño significa eso?

Se voltea sin responder mi pregunta. Comienza a caminar en dirección a la puerta.

- ¡Fort! ¡No te vayas, desgraciado! – Quiero levantarme de la cama pero fallo en el intento. Él solo se detiene y voltea el rostro, viéndome sobre el hombro.

- Estás haciendo las preguntas incorrectas, hijo.

Es la segunda vez en el día que me dicen esa mierda. ¿Qué estoy haciendo mal? Cuando creo que Fort ha abandonado por completo el cuarto, se regresa y asoma su cabeza por la pared que impide ver la puerta.

- Tendrás que contratar caballería ahora que has decidido jugar al superhéroe y develar tu identidad.

- En tus sueños. – Respondo de malagana.

- No me hagas elegirla a mí, porque no será una patada directa a los cojones.

- Hijo de puta. – Susurro cuando se ha ido, cerrando la puerta detrás suyo.

No sé qué mierda ocurre con Edén pero Fort sabe cosas y no pienso detenerme hasta descubrir la verdad. O empezar a hacer las preguntas correctas.

ºº

JAJSJSJA Edén con la comida es yo

OK PERO CAÍN ESPOSADO Y SIN EL CONTROL me gusta

Mmmmh qué oculta Fort? 

Los leo <3

Continue Reading

You'll Also Like

27.1K 797 23
Mi vida es una auténtica mierda. O eso pensaba, eso pensaba antes de conocer a ese chico.... En cuanto lo ví... Afirmé que mi vida era una mierda.Per...
80K 13.7K 36
¿Y si es muy tarde para empezar de cero? Cuando Gia Davies se muda a Nueva York, está huyendo. Se ha dado cuenta de que su carrera no le gusta, su re...
742K 45.6K 39
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...