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By Bl00D_R0SES

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  — ¡Baja ese cuchillo!

 — ¡Nos matará en cualquier momento!

 — ¡Por Dios, Ziggy! ¡Está atada!

 Poniendo contexto a esta situación, Sam estaba más loca que cuando había llegado, pegaba unos gritos siniestros y se movía frenéticamente. Y los hermanos no volvían, parecía que la situación empeoraba cada vez más.

 — ¡Mírala!— la pelirroja señaló a la poseída, esta gritó—. En este momento ya deberían haber roto la maldición, ¡Y nada!

 — Debió pasar algo— pensó su melliza—. Aún así, no es nuestra decisión. ¿Cómo le diremos a Deena?

 Ziggy no respondió nada. En verdad no tenía idea de qué decir o cómo actuar en ese tipo de situaciones.

 — Además, si te pones a pensar, pasará lo siguiente: la matamos, revivirá y ahí sí nos matará, y todo se irá al carajo.

 La mujer pelirroja suspiró en derrota y bajó el cuchillo. Su hermana tenía razón. Justo en ese momento Josh y Deena entraron al baño, Sarah suspiró aliviada al ver que estaban bien, pero no le duró mucho cuando se percató de sus expresiones serias.

 — ¿Qué sucedió? Sam no ha mejorado— dijo, tratando de mantenerse tranquila.

 — Debemos hablar— fue la contestación de Deena, mirando específicamente a la castaña.

 Dios, como odiaba esas palabras en una misma frase.

 Ziggy sostuvo a tiempo a su hermana cuando esta casi cae al suelo. La ayudó a sentarse en el sofá, preocupada, Sarah miraba a la nada con el impacto interno que sentía reflejado en sus facciones, mientras los flashbacks pasaban por su mente.

 " — Lo siento, ¡Lo olvidé! Gracias, rey de Sunnyvale, futuro jefe de policía Nick Goode, ¡Por rescatar a la pobre chica indefensa y su hermana loca de Shadyside! ¿Cómo podré pagarlo? Oh, sí. Te miraré enamorada como las otras niñas idiotas. ¿Eso es lo que quieres? Pues espera sentado— hablaba Sarah mientras hacía gestos exagerados con las manos.

— Con un gracias era suficiente— el chico le contestó algo incómodo por sus palabras."

 Las sonrisas que se intercambiaban, las travesuras que realizaron juntos...

 — Así salvaremos a Sam— hablaba Deena, pero la castaña no era capaz de escucharla.

 " — (...) Y en segunda, que sea monitor no significa que no sepa divertirme, y quiero mostrarte este lado mío solo a ti— Nick apartó la mirada, sintiéndose algo avergonzado por aquella confesión que había dado."

 " — Nick Goode— el pelinegro extendió su mano mientras sonreía mostrando sus dientes—. Encantado.

— Sarah Berman— ella aceptó la mano, devolviéndole la sonrisa—. El placer es todo mío."

 " — ¿Estás coqueteando conmigo, Sarah?"

 — Y a Shadyside.

 " — Ser el heredero natural tampoco es tan fácil, ¿Y si no es lo que quiero?— Nick le daba una profunda mirada—. ¿Y si quiero ser el niño al que le gustan las arañas, Stephen King y...?

— ¿Y la chica loca de Shadyside?— completó la frase Sarah, mirándolo a los ojos.

El chico le sonrió y asintió, generando que el corazón de la joven comenzara a latir como loco.

— Sí, la chica loca de Shadyside."

 " — Perdóname por lo que voy a hacer— acto seguido juntó sus labios con los de la mujer, quien a pesar de la sorpresa le correspondió."

 Los besos, las caricias, los momentos juntos...

 " — Todo lo que hemos convivido últimamente, quiero hacerlo siempre, todos los días si es posible, pero si es junto a ti— le decía mientras le tomaba las manos."

 " — Repite después de mí: A la mierda todo— lo tomaba de ambas mejillas para que la mirara.

— ¡A la mierda mi padre! ¡A la mierda Sunnyvale! ¡A la mierda el maldito legado!"

 " — Sarah, mírame. Estoy contigo, ¿Sí? Estás a salvo."

 ¿Cómo era posible que todas sus palabras cobraran sentido ahora?

 " — Me crees, ¿No? ¿Lo de la maldición?

— Por supuesto. Soy distinto— y para sellar eso la besó."

 " — Sarah, dejé morir a muchos.

— Nick, no es tu culpa— le susurró la chica.

— Pero a ti no, no lo permitiré, voy a protegerte...— le prometió mientras la miraba."

 " — Nada fue tu culpa— le decía, segura de lo que pensaba.

— ¿Estás segura de eso?"

 " — ¿Qué tienes ahí?— la mujer señaló con curiosidad la puerta.

— Solo antigüedades de mi familia."

 " — Berman, te aseguro que tú eres la persona que sabe menos aquí— le había dicho Will, el hermano de Nick."

 " — Yo soy responsable de la muerte de tu hermana. Deberías odiarme por eso."

 — Nadie mata al diablo.

 " — La maldición... Es real— Sarah hablaba, y Nick solo la miraba fijamente."

 " — Los ángeles como tú no pueden volar conmigo al infierno."

 Nick, ¿Por qué no pensaste en esto antes de que Sarah se enamorara de ti?

 — Debemos matarlo a él, a Nick Goode— terminó de decir la chica de cabello rizado, ganándose una mirada asustada de Sarah.

 — ¿Qué?

 Después de todo Nick Goode, el primer hombre que amó, era el autor de las masacres gracias al pacto con el diablo que tenía su familia por años, una "tradición" pasada de generación a generación, los primogénitos eran los herederos. Ahora todo encajaba, cada palabra, cada situación, cada detalle, cada mirada. Sarah siempre tuvo las pistas frente a la nariz, pero no quería verlo porque prefería mirar por su amor al pelinegro.

 Y ahora sentía como algo dentro de ella se desmoronaba.

 Sintió como su hermana le tomaba las manos, volteó a verla con ojos empañados.

 — Sarah, piénsalo. Por su culpa Cindy murió, por su culpa casi no la contamos esa noche— Ziggy la miraba fijamente mientras le acariciaba las manos, la castaña agachó la cabeza—. Por culpa de Nick sufres de ataques de pánico y tenemos un gran trauma. Él es responsable de la muerte de muchos inocentes, entre ellos tu amigo Ron, y si no lo paramos ahora esto no tendrá fin.

 La mujer sabía que su hermana tenía razón. Sintió mucha decepción y además algo nuevo dentro suyo: una ira incontenible.

 Levantó la mirada al percatarse de algo.

 — Pero yo lo llamé. Pensé que... Podría ayudarnos— reconoció, temblorosa.

 Las tres compartieron una mirada de preocupación y entendieron que tenían que ponerse en marcha lo antes posible. Deena fue al baño para avisarle a su hermano que se tenían que ir de inmediato, Ziggy fue a la cocina y Sarah corrió a su habitación para tomar una cosa. Luego llegó al baño, encontrando a Josh asustado, Deena en el piso, Sam inconsciente y Ziggy con una sartén en la mano. No hacía falta preguntar que había pasado.

 — Tenía muchas ganas de hacer eso— soltó entonces la pelirroja.

 Su melliza se limitó a soltar un suspiro.

 Habían llegado los seis al mall de Shadyside en la patrulla que Deena le robó al sheriff. Sí, seis, porque se les unió Martin, el ingeniero encargado del lugar, según Josh era muy importante para el plan.

 Ziggy en un principio se negó a que su hermana los acompañara. Debido a su embarazo, ella era la más vulnerable del grupo. La castaña tuvo que esforzarse para convencerla.

 Gran parte del lugar estaba acordonado por cintas amarillas. Sarah sintió una presión en el pecho al recordar que ese fue el lugar donde su hermana murió y hace unos pocos días también su mejor amigo.

 — Como ingeniero encargado, les informo que todas las tiendas cuentan con el TiendaSegura 250— hablaba el hombre mientras se acercaban a una de las tiendas cerradas—. El Cadillac de las cortinas. El 250 evita los robos relámpago, los grafitis, y cumple con el setenta por ciento de visibilidad. La mejor parte...— se agachó para subir la cortina metálica con total facilidad—. Es simple— les sonrió orgulloso.

 — ¿Podemos hacer que bajen rápido?— le cuestionó Josh.

 — Con algo de grasa, bajarán más rápido que una porrista— dirigió su mirada a Ziggy.

 La mujer volteó los ojos y su melliza lo miró molesta, cruzando sus brazos. Martin apartó la vista algo asustado. Por suerte estaba Josh ahí, quien retomó la conversación para hablar del plan. Sarah admiraba lo inteligente que era aquel chico.

 — Bien, Deena es el blanco, los asesinos irán tras su sangre, como sucedió con Sam— explicó el adolescente, todos lo escuchaban con atención—. La usamos para atraerlos a las tiendas y luego...

 Como si hubieran practicado antes eso, Martin bajó la cortina de la tienda en una perfecta coordinación.

 — Bienvenidos a la jaula, cabrones.

 — Y ahí será Goode contra nosotros— concluyó Josh.

 Había algo que no cerraba del todo bien para dos personas en el grupo.

 — De acuerdo, pero ¿Qué haremos después?— quiso saber la chica de cabello rizado.

 — ¿Cómo liquidaremos... A Goode?— habló esta vez Sarah, con algo de dificultad—. Está bien que lo superamos en número, pero Nick sigue siendo un policía con entrenamiento y armas a su disposición, ¿Y nosotros qué tenemos?— mostró su punto de vista mientras alzaba una ceja.

 No quería sonar negativa, pero era una realidad a la que debían encontrar solución lo antes posible.

 — ¿Están seguros de esto?— dubitativo, los miró Martin.

 La mujer pelirroja giró su cabeza para ver las tiendas de a su alrededor, pensativa.

 — ¿Qué tan rápido pueden volver a subir?— indagó ella, girándose a ver al encargado. Su melliza la miró con sorpresa.

 — Depende...— respondió el hombre.

 — ¿Por qué las subiríamos?— Deena preguntó, extrañada por eso.

 Las hermanas Berman compartieron una mirada cómplice, sabiendo lo que pensaba la otra. Recordaban muy bien lo que le quisieron hacer a aquella chica que molestaba demasiado a la pelirroja.

 " — Parece sangre— fue el comentario que hizo Nick al ver la pintura roja.

— Sí, bueno... No tenía un cerdo, así que...— la castaña se encogió de hombros.

— "Carrie", genial— él sonrió al entender esa referencia, ganándose una mirada llena de sorpresa por parte de Sarah."

 La mujer soltó un suspiro con pesadez, no era buen momento para sumergirse en el pasado. Miró a todos con decisión.

 — Haremos una Carrie.

 La mujer de cabellos castaños caminaba con unas cajas en brazos hasta que clavó su mirada en aquel árbol. Se acercó con cautela mientras los recuerdos dolorosos de aquella noche llenaban su mente.

 " — ¿Aquí?

— ¡Sí! ¡Caven! ¡Caven!"

 " — Tu sangre cayó en los huesos—dijo entonces Sarah, mirando a Ziggy—. Vienen por ti.

— Deben correr— Cindy miró a sus hermanas."

 " — Nada...

— ... Nos separará...

— ... Nunca más..."

 Sarah cerró los ojos, tratando de calmar su respiración que se estaba acelerando. Esto no le hacía nada bien, rememorar cada palabra, cada grito, cada gota de sangre que se derramó. El nudo en su garganta se estaba volviendo insoportable.

 — Fue aquí...

 Pegó un brinco en su lugar, giró su cabeza, relajándose al ver que era su hermana quien estaba a su lado. La pelirroja tenía la mirada clavada en aquel árbol, testigo de tantas muertes de personas que no lo merecían.

 Asintió con pesadumbre, volviendo su vista al frente. Ziggy la miró con atención.

 — ¿Estás segura de querer hacer esto?— le preguntó, su voz salió preocupada.

 La castaña dejó escapar un suspiro, sintiéndose abatida. Sabía a lo que se refería su hermana. ¿Estaba segura de querer hacerle esto a Nick? Bueno, él le había hecho cosas peores, entre ellas mentirle y traicionarla. ¿Estaba preparada para enfrentarse a él? No estaba segura, pero todos los sentimientos que tenía acumulados en su interior le daban el valor suficiente.

 — No quiero que más gente muera por culpa de su ambición— bajó la mirada y acarició su vientre, algo decaída. Pero luego su voz sonó con mucha firmeza—. Y no permitiré que mi hijo viva bajo esta maldición ni que sea el próximo que la siga.

 Ziggy asintió con la cabeza, estando de acuerdo con la respuesta de su melliza. Ambas voltearon al escuchar pasos acercarse, era Deena quien traía unos cuantos libros.

 — Deena, no es momento para que te pongas a leer.

 Las tres rieron por la broma de Sarah, aligerando un poco el ambiente. Luego se dieron unas pequeñas sonrisas, con la intención de darse ánimos mutuamente.

 — Llegó la hora— suspiró la chica. Ambas mujeres asintieron.

 Ziggy se marchó, dejando a solas a su hermana con Deena. Esta última miraba con duda en su rostro a la mayor, quien seguía acariciando el lugar donde crecía su pequeño hijo. Sarah se percató de esto y le devolvió la mirada.

 — ¿Estás bien?— entonces quiso saber la chica, de manera tímida. Vio como una débil sonrisa surgía de los labios de la contraria.

 — Por supuesto.

 Era una total mentira, pero Deena no la obligaría a ser sincera. Sin más, dejó que se marchara.

 — Dicen que Shadyside es una porquería por su gente, que nos ocurren cosas malas porque somos malos, que es lo que merecemos— daba su discurso Deena, todos se habían juntado para preparar la trampa a Goode—. Así fue para Sarah, y así ha sido para nosotros. Pero es mentira. Que seamos raros, listos y diferentes no significa que puedan hacer lo que quieran— miró a cada uno y negó con la cabeza—. Ya no. Pasaron tres siglos. Nadie ha llegado tan lejos. Esto acaba aquí... Esta noche. Acaba con nosotros. Mataremos a ese hijo de puta— Sarah bajó la mirada y asintió, apretando sus labios.

 Por Sarah.

 Por Kate y Simon.

 Por Cindy.

 Por Ron.

 Por todos nosotros. Por Shadyside.

 — Hagámoslo.

 Deena tomó un cuchillo, todos se agacharon alrededor del cubo con agua y observaron como la chica cortó la palma de su mano y luego apretaba esta en un puño, mientras las gotas generaban sonido, haciendo eco en sus oídos.

 Después todos se pusieron manos a la obra. Pintaron las paredes y los pisos con aerosoles fosforescentes, colocaron luces ultravioleta, ataron cuerdas a las cortinas metálicas de las tiendas. Luego mezclaron con pintura fosforescente el agua con sangre de Deena, llenaron las armas de juguetes y así fueron salpicando el piso, haciendo caminos hasta las tiendas. Cuando terminaron, cortaron las luces y todo quedó a oscuras, lo único que se podía ver era escasamente iluminado por las luces ultravioleta. Sarah, que estaba junto a los hermanos Johnson, fue a esconderse con ellos cuando escucharon la campana de una de las entradas sonar.

 Miraban inquietos a su alrededor, sujetando con fuerza las armas de juguete. Entre la oscuridad percibieron a Ziggy y Martin dirigiéndose con apuro hacia el otro lado para esconderse. La tensión crecía con cada segundo que pasaba.

 — ¡Policía! ¡Manos arriba!— lograron escuchar. Venía del lado de los otros dos.

 La mujer y los dos adolescentes intercambiaron una mirada preocupada, el que viniera la policía no estaba dentro de sus planes. Sarah tensó la mandíbula, era obvio que ese hijo de perra los había mandado. La luz de una linterna los alumbró, desviando su atención. Era otro policía y también los estaba apuntando con su arma.

 — ¡Quédense quietos!— les ordenó, haciendo que por instinto alzaran las manos—. ¡Tengo tres más por aquí!— avisó a su compañero.

 — Agente, déjenos explicarle...— trató de hablar la mayor.

 — ¡Suelten las armas!— la interrumpió, en tono autoritario.

 La castaña frunció el ceño, molesta por ese trato. Detrás suyo estaban los menores, a modo de protección. Aún si no los veía, notaba que Deena estaba tensa y sabía que Josh estaba temblando, asustado.

 — Será mejor que nos escuche si quiere volver a casa esta noche— le aseguró con seriedad, sin la menor intención de soltar el arma.

 — ¡Dije que suelten las armas!

 Sarah le sostuvo duramente la mirada por unos cuantos minutos, hasta que soltó un bufido y asintió en dirección a los hermanos. Los tres bajaron las armas de juguete. El policía les indicó que las deslizaran hasta donde él estaba, y así lo hicieron. Ahora debían pensar en una manera de salir de aquel aprieto, ya veían que tratar de hablar con ellos era una pérdida de tiempo.

 Y para mala suerte de los agentes, la solución llegó pronto. Escucharon los gritos de Martin, el policía que los estaba apuntando se fue corriendo para auxiliar a su compañero. Los Johnson y la Berman aprovecharon la distracción y se escabulleron de ahí mientras escuchaban disparos. La castaña se lamentó por los policías.

 Sus caminos se separaron, ahora que los asesinos habían hecho su aparición empezaba la siguiente fase del plan. Sarah corrió con todas su fuerzas hasta la librería, tratando de no agitarse demasiado. Al llegar se acuclilló a un costado de la entrada abierta y enrolló en sus manos la cuerda, sujetándola con firmeza mientras, expectante, esperaba la llegada del asesino al que tendría que encerrar.

 Y este no se hizo esperar más. Su caminar era rápido y pesado, sostenía su inseparable hacha con fuerza mientras soltaba algún que otro gruñido que era capaz de erizarte la piel por completo. Al verlo, a Sarah se le cortó la respiración por un momento. Tommy Slater en su modo poseído y asesino se veía tan atemorizante como lo recordaba. Apretaba con nervios la cuerda entre sus manos mientras lo sentía pasar frente suyo.

 Observó como se adentraba a la tienda. Al asegurarse que se encontraba bien al fondo, tiró con fuerza de la cuerda, empezando a bajar la cortina metálica. El movimiento y el ruido llamaron la atención del asesino, quien se dio la vuelta. La cortina bajó, sí, pero no por completo. La castaña empezó a tirar de esta, intentando bajarla, mientras la desesperación la embargaba mientras veía al sujeto acercarse a pasos agigantados. Puso su pie y bajó la cortina en el momento justo que Tommy daba un hachazo, Sarah saltó para atrás y dejó escapar un suspiro de puro alivio.

 La mujer lo miró fijamente, mientras el que alguna vez fue su cuñado forcejeaba para liberarse de ese encierro. A pesar del miedo que tenía, le daba mucha pena verlo así, bajo una horrible maldición. Se acercó un poco, escuchando como este soltaba gruñidos como animal enfurecido.

 — Tranquilo, Tommy— le habló con calma, aunque bien sabía que no la escuchaba. Pero podía resultar algo terapéutico—. Después de esto podrás descansar en paz, espero que para siempre.

 Le regaló una triste sonrisa y se fue corriendo de ahí, en dirección al punto de encuentro que habían acordado. Mientras se acercaba, escuchaba hablar a sus compañeros, su hermana se oía preocupada, seguramente porque tardaba en llegar.

 — Tenemos cuatro— hizo su acto de aparición, ganándose la atención de todos. Se acercó y se arrodilló a la par de su melliza—. Nightwing vino a la fiesta.

 Sonrió con cansancio por la carrera que se había pegado, su hermana la abrazó, expresando sin palabras lo angustiada que estaba.

 — ¿Ruby no?— cuestionó confusa Deena.

 — No sé, debemos vigilar a...

 — ¡Oigan!— Martin los llamó, interrumpiendo al menor de los Johnson. Los presentes voltearon a verlo—. ¿Por qué tanto silencio?

 Prestaron atención, al percatarse de que el hombre tenía razón se escondieron detrás del mostrador de la tienda, asomando sus cabezas para ver aunque sea algo. Los asesinos estaban en completo silencio, aunque alguna que otra vez se escuchaba su inquietante y profunda respiración, no forcejeaban con las cortinas metálicas, extrañamente estaban muy tranquilos en ese momento.

 Eso solo podía significar una cosa.

 Volvieron a sus posiciones, preocupados. Sarah cerró los ojos, respiró hondo para relajarse y luego los abrió, mirando atentamente a todos.

 — Es él.

 La pelirroja volteó a verla, la inquietud se veía reflejado en sus ojos, semejante a los suyos propios. La castaña sabía lo que diría, pero ella ya había tomado una decisión.

 — No tienes que hacerlo— trató de convencerla, entre susurros.

 La mujer negó con la cabeza, sin quitar sus ojos de su hermana.

 — Sabes que sí. Soy la única con la que baja la guardia— le dijo del mismo modo.

 Sin hacer caso a los reclamos de la pelirroja, cruzó el mostrador y una vez más corrió hasta aquel árbol tan conocido para ella. Más que por el esfuerzo físico, su corazón latía con fuerza ante la expectativa de lo que pasaría a continuación. Aún así, no tenía dudas de lo que tenía que hacer, no hasta que escuchó el ruido de las campanas de la entrada, indicando que él ya estaba ahí.

 Cerró un momento los ojos, respirando profundo para intentar relajarse. El sonido de sus pisadas generó que volviera a abrirlos encontrando al sheriff del condado acercándose, imponente, serio y autoritario, justo como lo recordaba cuando se reencontraron, cuando la salvó de aquel acosador. De manera inconsciente, soltó un suspiro.

 Finalmente, el avellana y el azul se encontraron como la primera vez, después de largos meses sin verse.

 La estoica expresión de Nick desapareció cuando la vio allí, frente al árbol, tomando una postura tensa al verlo. Contuvo un suspiro, después de todo, podía jurar que la mujer frente suyo se veía más hermosa, más radiante que nunca. Todo a su alrededor había desaparecido, solo podía observarla a ella. Aunque no podía permitirse sentir eso, dadas las circunstancias, su corazón lo traicionaba una vez más.

 Él se acercaba a ella, los espectadores externos de aquella burbuja en la que se había encerrado la pareja podían sentir lo tortuoso que era para ambos aquella acción lenta.

 Cuando por fin estuvieron cara a cara, el sheriff pudo apreciar el agua salada que corría por las mejillas de su amada. Extendió su mano temblorosa, temiendo que aquello solo fuera un espejismo. No lo era, pudo tocar una vez más la suavidad de esa pálida piel que tanto le encantaba. Con cariño, tomó el lado izquierdo de su rostro, delicadamente, como si temiera romperla con su tacto. Su pulgar se deslizó, secando las lágrimas, mientras él solo podía mantener su mirada fija en ella, sintiendo en su pecho ternura... Y preocupación. Ella no debía estar ahí.

 Sarah, por su parte, le devolvía su azul mirada, la cual expresaba demasiadas emociones, demasiados sentimientos, pero entre todos se hacían notar el amor, mezclado con dolorosa decepción y tristeza. Solo habían pasado pocas horas desde que la venda cayó de sus ojos, desde que descubrió un lado de Nick que desconocía por completo.

 — Sarah— pronunció él.

 — Nick— fue la respuesta de ella.

 La de cabellos oscuros acercó su mano, sonrió leve cuando al acariciar notó la barba afeitada, siempre le había gustado lo suave que quedaba. Nick se dio por vencido y se recostó un poco sobre aquella mano, buscando aquel calor que tanto había anhelado, de manera sutil exhaló, sintiéndose por un momento en casa.

 Ambos se acercaron más y apoyaron sus frentes una contra la otra, cerrando los ojos para disfrutar ese momento tan intimo que solo les pertenecía a ellos, antes de que las circunstancias los separaran para siempre. Respiraban tranquilos, sabían que se habían extrañado, pero hasta ese momento no sabían cuánto.

 Luego de unos segundos el contacto se deshizo y se separaron, más no dejaron de mirarse ni un solo segundo, capturando cada gesto, cada facción del contrario.

 — Yo... Estoy tan confundido. Después de dos meses...— habló con tristeza, pero con cierto tono esperanzado en su voz—. Dos meses que dejé de verte, y ahora te encuentro en este lugar. ¿Qué haces aquí?

 Sarah suspiró, en aquel momento estaba sufriendo una gran revolución por sus emociones y una voz, muy al fondo, le decía que ese no era el camino. Pero hacía oídos sordos, su decisión definiría su destino, el de su hermana, el de su hijo y el de todo Shadyside. Daría fin a la masacre. Intentaría mantener a raya todo lo que estaba sintiendo, por todos.

 Lo miró a los ojos. Tenía todo claro. El pelinegro lo supo en su mirada: ella lo sabía.

 — Yo también estaba confundida— murmuró afligida, negó levemente con la cabeza—. Pero solo queda que siga adelante, aunque hubiera deseado que pensaras en esto antes de que me enamorara de ti.

 — ¿Por qué dices eso?— los ojos avellanas la observaban dolidos y sorprendidos a la vez.

 La castaña le regaló una triste sonrisa, mientras retrocedía unos pasos, alejándose de él con lentitud. Estaba ignorando la opresión que sentía en su pecho.

 — ¿No lo ves, Nick?— le preguntó con voz suave. Retrocedió otro paso al ver que pretendía acercarse—. Siempre fuimos un juego perdido. Amarte... Es un juego perdido— lo último salió con voz ahogada.

 Sin perder más tiempo, y aprovechando el desconcierto de Nick, jaló la cuerda. La sangre de Deena cayó sobre él, las cortinas metálicas de las tiendas se abrieron, dejando salir a las bestias por su presa. A pesar de la ira y el deseo de venganza que le embargaba, Sarah no quería quedarse a ver lo que sucedía, así que sin mirar atrás se fue apresurada de allí.

 Y sin esperarlo, sintió como alguien la había empujado para un costado. Usó las manos para amortiguar la caída y luego levantó la mirada. La escena frente a sus ojos la dejó congelada, solo habían pasado unos segundos para que Nick tomara de rehén a su hermana, Ziggy, quien había salvado a Sarah al ver las claras intenciones de Goode de tomarla. Los gritos de desesperación de la pelirroja inundaron el lugar y atacaban la audición de su melliza. En ese momento no sabía que hacer, más que sentir furia e impotencia.

 — ¡Suéltala, Nick!— se le escuchó suplicar a gritos.

 — ¡Dile que no se me acerquen! ¡Si yo muero, ella muere!— respondió de la misma manera, mientras apuntaba con su arma de fuego a los dos asesinos que se acercaban a su posición.

 Pero al estar caminando de espaldas no vio a Máscara de Calavera, quien lo apuñaló por la espalda y por ende, Nick soltó a la mujer, quien corrió para ponerse a salvo. El Lechero fue mucho más rápido y para desesperación de todo el grupo la había agarrado. Los alaridos de Ziggy eran más fuertes, estaba aterrorizada de que justo el tipo que la había matado la otra vez volviera a tenerla a su merced.

 — ¡Está manchada de tu sangre!

 — ¡Deena, haz algo!— reclamó la castaña, al ver como el asesino tiraba al suelo a su melliza y forcejeaban.

 La chica de cabello rizado no tenía idea de que debía hacer, pero al ver en el piso el cuchillo que Ziggy tenía para protegerse todo se aclaró en su mente. Lo tomó y con rapidez se realizó un corte en la palma de su otra mano. Al instante se ganó la atención de todos los asesinos, el Lechero y Calavera dejaron en paz a Ziggy y a Nick, este último aprovechando la distracción para huir por una de las puertas, mientras los asesinos se acercaban a la adolescente.

 — ¡Corre! ¡Lo tenemos!— apremió Josh a su hermana.

 No tuvo que decírselo dos veces, Deena corrió a la misma dirección que Goode, consciente de que Sarah le pisaba los talones con la misma urgencia, pero no puso objeción alguna. Ambas evadieron a los asesinos que se les acercaban a pasos rápidos. Calavera casi atrapaba a la mujer castaña, pero gracias al sillazo que le proporcionó Martin quedó noqueado. Berman y Johnson llegaron a salvo a la puerta, entraron no sin antes echarles una última mirada significativa a los tres miembros restantes, los cuales se refugiaron en una de las tiendas. Las dos, en sus mentes, le pidieron a una fuerza omnipresente y poderosa, de la que desconocían su existencia, que Ziggy, Josh y Martin estuvieran a salvo hasta que todo terminara.

 Entraron juntas, cerrando la puerta a sus espaldas. Una luz roja parpadeante inundaba el lugar, lo que dificultaba un poco la visión y además una alarma estaba sonando. Hicieron caso omiso a esos detalles y dieron pasos cautelosos mientras recorrían la habitación con la mirada. La chica tenía el cuchillo en mano, preparada para cualquier cosa. No había rastro del fugitivo, no hasta que Sarah notó algo en el suelo y le señaló silenciosamente su descubrimiento a la joven.

 Había sangre, era poca, pero lo suficiente para ver que se dirigía hasta una rejilla. Ambas tuvieron un deja vu.

 Deena se agachó y quitó una parte de la rejilla, saltó cayendo el aquel túnel, se colocó la linterna en la cabeza e inspeccionó un poco el lugar. Levantó la mirada hacia la mayor y asintió con la cabeza, indicando que era seguro. Sarah respondió al gesto con otro asentimiento e imitó la acción de la chica. Ambas empezaron a arrastrarse, ensuciando sus ropas con la tierra, hasta adentrarse a una cueva.

 Mientras que con Nick, él se dejó caer junto a la piedra de Satán, intentando recomponerse un poco. Estaba cansado, triste y el dolor lo recorría entero, torturándolo. Se dijo a sí mismo que se lo merecía por todo el daño que causó, pero a la vez sabía que debía seguir adelante porque ya no había marcha atrás, no era merecedor de la redención y además ya no tenía nada que perder más que su miserable y falsa vida, pues la persona que le había dado brillo a su vida descubrió su verdadera cara. Y era sabedor de que en estos momentos lo odiaba como nunca antes lo había hecho. Creía que estaba preparado para ese inevitable momento, pero ahora caía en cuenta que nunca lo estuvo y que aquello dolía como el mismísimo infierno, más que sus heridas físicas.

 — ¡Goode!— fue el grito que interrumpió el tren de sus pensamientos.

 Se incorporó, sobresaltado al reconocer la voz de aquella chica. Había encontrado su escondite. Iluminó con su linterna el lugar, alarmado, tenía que ponerse en movimiento de nuevo antes de que lo encontrara a él. Con dificultad se levantó y lo más rápido que podía se escabulló de ahí.

 Sarah y Deena caminaban con cuidado por la cueva, sabían perfectamente cuál era. A la castaña se le retorció un poco el estómago al pensar que en ese mismo lugar estuvo atrapada su hermana junto con su amiga, huyendo por su vida y descubriendo más de lo que debía. Podía incluso imaginarse lo que sintió Cindy en esos momentos. Por momentos observaba como su compañera se paraba un rato y su mirada se perdía en la oscuridad, como si estuviera rememorando algo. Prefirió no preguntar y seguir caminando, mientras sostenía fuertemente la única defensa que tenía.

 — ¡Nick!— llamó ésta vez ella, sintiendo la garganta un poco rasposa.

 El aludido se dio la vuelta, sorprendido al escuchar la otra voz femenina que por supuesto también reconocía. Confundido, se preguntó la razón de que Sarah también lo estuviera buscando. La respuesta llegó de inmediato a su mente: para matarlo. Sin embargo, el pelinegro quería ir hacia esa suave y familiar voz, estaba dispuesto a que la dueña hiciera con él lo que se le viniera en gana, pero una parte de sí mismo, más fuerte y más oscura, se oponía totalmente a dejarse ganar. Siguió avanzando, esta vez apagando la linterna para camuflarse en la oscuridad.

 — ¡Nick!— volvió a llamarlo, como si fuera un niño perdido en un parque—. ¡Nick!

 — ¡Solomón forjó este lugar solo con palabras y rocas!— Nick por fin se atrevió a contestar a los llamados—. Despertó este poder desde las profundidades de la tierra.

 La castaña y la joven de cabello rizado siguieron caminando hacia el lugar donde provenía la voz del hombre. Sarah hizo una mueca al escucharlo de esa manera, no se oía como él... Aunque ya no estaba tan segura de conocerlo. Se asomaron a un lugar donde las moscas abundaban por doquier, La adolescente se dio cuenta que había pisado algo y levantó el pie para mirar, era algo viscoso y oscuro. Asqueadas, encontraron frente a sus ojos algo parecido a un corazón palpitante. Sobre todo a Sarah se le revolvió el estómago y por un momento pensó que devolvería los macarrones con queso de la cena.

 — ¡Le extendió la mano al mal por mi familia, por mí!— siguió gritando el pelinegro, con cada palabra su tono se volvía más agresivo, estaba fuera de sus cabales—. Hace 3000 que vive, que crece. Lo hemos cultivado. ¡Nos hemos sacrificado por él! ¿Y creen que pueden detenerlo?

 Deena preparó su cuchillo, lista para lanzarse al ataque. Se giró a ver a su compañera, decidida.

 — Quédate aquí. Si necesito ayuda, gritaré.

 Sarah asintió sin mediar palabra, se quedó en su posición, quieta pero con todo el cuerpo tenso para cualquier cosa, pero lo que iba a pasar a continuación no lo vio venir.

 — ¡Deena!— llegó a gritar antes de ser empujada con brutalidad hacia una de las paredes de la cueva.

 El golpe que recibió fue mayormente en la cabeza antes de caer al rocoso suelo. No quedó inconsciente, pero fue suficiente para dejarla aturdida y fuera de combate. Apenas podía escuchar los gritos de Deena pidiéndole a Sam que parara y llamándola a ella para que se levantara, pero no estaba muy segura, todos los ruidos a su alrededor los sentía muy lejanos. Se dio vuelta a duras penas, quedando boca arriba mirando la parte superior de aquella cueva, no podía enfocar su vista, veía todo borroso. Cerró los ojos, preguntándose cómo había llegado hasta ese momento, pero otra cuestión le hizo sombra a la anterior: ¿Su hijo estaba bien?

 Su pequeño, o pequeña... Su hijo, de ella y de Nick.

 Nick...

 Los sonidos se estaban haciendo más claros, ahora era capaz de distinguir la voz del hombre y los forcejeos que hacían él y Deena. Abrió de nuevo sus ojos, viendo todo con mucha más claridad que antes. Con su mano tentó un poco el suelo hasta encontrar lo que se le había caído de las manos. Con mucho esfuerzo, se levantó y caminó, tambaleante y algo desorientada, pero tratando de seguir los ruidos de la pelea. Sentía su cabeza palpitar por el dolor del impacto, pero eso no era necesario en ese momento, porque en ese momento ella misma acabaría con la maldición de una vez por todas.

 Deena gritó, enfurecida. Sarah caminó un poco más rápido y llegó, encontrando a Nick sobre la chica, con el cuchillo amenazando con cortar su garganta. Nick al parecer no estaba consciente de la presencia de la mujer, pero Deena sí. Cruzó una mirada con ella y luego miró la cosa palpitante que estaba a solo unos centímetros de ellos. Gritando de nuevo, usó toda su fuerza para agarrar el brazo del policía y forzarlo a tocar aquella cosa.

 Entonces Nick lo vio, todo el horror sembrado en Shadyside por culpa de Solomón, de su familia, de él mismo. Fue espectador de cada muerte, cada gota de sangre derramada. Fue oyente de los gritos aterrorizados y las súplicas de las víctimas. Vio una vez más los cuerpos de las hermanas Berman tirados en el pasto, la pesadilla se repetía otra vez delante de sus desorbitados ojos, esa imagen de Sarah cubierta de líquido carmesí que no dejaba de brotar de las heridas punzantes. Fue eso lo que lo llevó a quitar la mano, pero ya estaba demasiado afectado, escuchaba una voz que realmente no conocía pero lo atemorizaba de sobremanera. Caminó por todo el lugar, tratando de encontrar una salida de aquel mal sueño, pero todo lo que encontraba eran los cadáveres de todas personas que "él" mató, mientra la voz de aquella mujer seguía atormentado sus tímpanos.

 Siempre te perseguiré.

 Se dio la vuelta, encontrándose cara a cara con Sarah, pero no con su Sarah, sino con Sarah Fier, quien lo miraba con toda la ira existente. Esta alzó la mano, la que llevaba un cuchillo.

 Jamás te dejaré en paz.

 Y entonces sintió un dolor punzante atravesarle el abdomen. Eso fue suficiente para traerlo de regreso a la realidad, pero no por mucho tiempo. Encontró frente suyo a Sarah Berman, cuyos ojos marinos lo observaban confusos y asustados. Ambos bajaron la mirada al mismo tiempo, encontrando la mano de la mujer clavando una navaja suiza en el abdomen de Nick Goode. La misma navaja que se le fue devuelta meses atrás.

 Casi al instante la castaña retiró el objeto y lo dejó caer, como si le quemara la mano. El pelinegro solo seguía mirando, anonadado, como su camisa celeste se iba empapando de aquel líquido cálido y carmín. Sarah jadeó, espantada por lo que acababa de hacer, se miró las manos, una de ella manchada de la sangre del contrario.

 El ruido seco de un cuerpo cayendo la distrajo, Nick se había desplomado en el suelo. Con rapidez, se arrodilló a su lado y lo colocó en su regazo con sumo cuidado. El hombre solo podía mirar el rostro de la castaña, más específicamente la sangre que se deslizaba sin preocupación por su frente.

 — Estás sangrando...— murmuró entonces, expresando la preocupación que sentía, opacando su propio dolor.

 Y Sarah no podía creer lo que estaba escuchando, ¿Acaba de ser apuñalado y lo primero que hacía era preocuparse por ella? Con labios temblorosos le respondió:

 — No, idiota, se me cayó mermelada en la cabeza— ni siquiera se esforzó por adoptar su típico tono sarcástico, el nudo que tenía en su garganta se lo complicaba todo.

 El hombre sonrió con algo de diversión y se rio débilmente, nunca se cansaría del sentido de humor de aquella mujer de cabellos castaños. Un gemido de dolor interrumpió su risa, las dos heridas que tenía lo estaban matando, literalmente. Ella, al escucharlo, soltó un sollozo que no pudo contener más. Lágrimas amargas empezaron a escaparse de sus ojos sin su permiso, pero es que ya no podía contener más sus emociones, estaba destruida y confundida. ¿Cómo había sido capaz de hacer eso? ¿Y por que se sentía tan culpable? Era lo correcto, debía hacerlo por todo Shadyside para salvarlos de la maldición, le estaba dando fin a la era de la oscuridad. Entonces, ¿Por qué se sentía tan mal aquello?

 Sintió una mano en su mejilla, intentando secar aquellas lágrimas. Entonces miró al hombre en su brazos, quien la miraba con dolor pero con todo el amor del mundo con la que nunca la habían visto antes. Esos ojos avellanas que tanto adoraba brillaban, cristalinos. Esa imagen la iba rompiendo poco a poco, haciendo que derramarán más lágrimas.

 — Está bien...

 — Nick— lo llamó con voz ahogada.

 — Está bien...— volvió a repetir, su tono era cada vez más susurrante y débil. La miró fijamente a los ojos, si iba a morir ahora, sería mirando el cielo que encontró en ellos—. Es perfecto. Estoy en los brazos de mi primer amor. La primera persona a la que amé y la que siempre amaré.

 Sarah no podía seguir escuchando las palabras de Nick, cada una que salía de su boca era una puñalada a su pecho. Pero no se movió de allí, le sostuvo la mirada a pesar de que sus ojos estaban llorosos y de su boca surgía un quejido lastimero. El hombre le regaló su última sonrisa a la mujer por la que suspiró desde que la conoció, a la que le dio su primer beso, a la primera con la que se sintió cómodo y acompañado, la primera con la que soñó un futuro juntos. La primera y única mujer que amó.

 — T-te... Te amo, Sar... Te amo, Sarah Berman.

 Dichas sus palabras, dejó escapar su último suspiro. Y con él, los asesinos de Shadyside se desvanecieron en el aire, encontrando por fin la paz que se le había sido negada. Todo había terminado.

 La castaña, al notar que no respiraba, le tomó el pulso. No estaba preparada para no encontrar nada. Temblorosa, recostó su cabeza en el pecho de su amado y soltó un grito desgarrador que hizo temblar los corazones a su alrededor.

 Nick Goode se había ido, y con él se llevó una parte de Sarah Berman.

•───────────────────•


•*¨*•.¸¸☆*・゚AUTHOR'S NOTE: buenas a todes. Por favor, no me maten, sé que quieren hacerlo por dos razones.

Lo sé, sé que me tarde bastante en traerles una nueva actualización. Pero aquí estoy para para darles los dos últimos capítulos, la próxima actualización será el epílogo.

Me he estancado un poco escribiendo, creo que fue más que nada porque esta historia está apunto de acabarse, y el pensar en eso me puso algo sentimental. Además, hace un mes volví a clases y lo único en lo que pensaba al regresar era dormir. Aproveche las pequeñas vacaciones que me dieron para volver a escribir.

Y pues sí, he matado a Nick. Fue una decisión difícil y para mí, como escritora que se encariñó bastante con el personaje, me duele en el alma. Pero quería darle un final realista, si Nick hubiera sido el responsable de la muerte de mi hermano yo también lo hubiera hecho pagar. Aunque, al parecer, Sarah se arrepiente de esto y será algo que le persiga para toda la vida. Si les soy sincera, cuando terminé de escribir este capítulo me largué a llorar. 

Dejando ese tema de lado, quiero comentarles algo. Estuve pensando, y me gustaría hacer que los personajes interactuaran con ustedes, así como lo leen. Mi idea es que ustedes les hagan preguntas (dejándolas aquí, en los comentarios), puede ser a cualquier personaje, incluso podrían ser sus versiones de 1978. Luego yo publicaré el capítulo con los personajes respondiendo sus preguntas. No ignoren esto, porfa, me hace mucha ilusión :(

Bueno, sin nada más que agregar, me despido. Muchas gracias por todo el apoyo y los comentarios, es muy especial para mí.



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