Su corazón aún latía con prisa y su pecho subía y bajaba a causa de su respiración irregular desde el momento en que se encontró a Zabdiel y Richard golpeando la puerta del baño en la habitación del moreno. Había intentado mantenerse calmada –de verdad lo intentó–, sobre todo cuando notó que a Richard lo invadió un ataque de ansiedad, pero ¿cómo podrías mantener la calma cuando encuentras a la persona que amas desmayada en medio del cuarto de baño y puedes notar una pequeña bolsa transparente con un polvo blanco tirada a un lado, justo junto a él? ¿Cómo?
Ahora, su cuerpo estaba de pie detrás del sillón grande en el que se encontraban sentados sus amigos, y aunque podía escuchar en la lejanía la voz de Alison –seguramente regañándolos–, no podía parar de pensar en lo sucedido. No podía parar de pensar en lo jodido que debió haber estado Erick para hacer aquello. Ella sabía que muchos artistas –varias personas comunes y corrientes– recurrían a ese tipo de sustancias cuando no podían ni con ellos mismo; pero también sabía que las personas que lo hacían, lo hacían para intentar llenar un vacío que, como no podían llenarlo con lo que correspondía, trataban de rellenarlo con este tipo de cosas que solo hacían que el vacío se vuelva cada vez más grande.
Y le dolía saber que Erick también podía sentirse vacío.
Pero esa era la realidad; la dolorosa realidad. Ese tipo de dolorosa realidad que hace que derramaras las lágrimas más grandes de toda tu vida. Y así lo hizo Madison; en el momento que trataba de despertar a Erick sólo pudo desesperarse y varios minutos después de haberlo encontrado, logró su cometido, y fue entonces que gritó y su llanto no tardó en acompañar a sus sollozos, porque por unos segundos su mente le jugó una mala pasada y comenzó a volcarle imágenes de lo que podría pasar si Erick no despertaba.
Le desesperaba el simple hecho de simplemente haber tenido que esperar a que Erick despertara por su propia cuenta, porque por más sacudidas que le dio a su cuerpo, era efecto de la droga que había consumido hacia no mucho tiempo. Entonces, temiendo echarse a llorar ahí mismo frente a Alison y Clara, dio un fuerte suspiro y trató de oír lo que la rubia decía.
—... así que la próxima que pase algo como esto, tendrán atenerse a las consecuencias, ¿han entendido? —finalizó con voz dura.
Y Madison no pudo controlar su más grande impulso en ese momento.
—Esto no hubiese pasado si vos estuviese haciendo tu trabajo como te corresponde —soltó sin pensarlo. La rubia frunció su ceño y llevó su mirada a ella de inmediato, al igual que Zabdiel, Richard, Erick y Joel sentados frente a ella.
—¿Cómo dijiste?
—Como escuchaste, Alison —dijo con obviedad—. Solamente hace falta conectar unos pocos puntos. Pero tranquila, nada más las personas inteligentes lo pueden hacer —se encogió de hombros, con burla. Y antes de que pudiera decir algo, siguió diciendo—. Si vos estuvieses haciendo bien tu trabajo, la vida de los chicos sería mucho menos mierda de lo que es hoy en día, y al ser sus vidas menos mierda, este tipo de situaciones seguramente no existirían para ellos. Pero, repito, eso solamente pasaría si hicieras lo que te corresponde... pero como no lo hacés...
—¿Crees que es fácil hacer lo que yo hago? —cuestionó, con tono amenazante.
Sin embargo, no se sintió amenzada ni un solo segundo.
—Nunca dije que es fácil, digo que podrías hacerlo mejor —respondió sin lugar a dudas.
Alison elevó una de sus cejas y soltó una risa sin gracia.—Quisiera verte intentando hacer todo lo que yo hago por estos idiotas...
Algo en el estómago de Madison se revolvió, pero alguien más rápido que ella y habló antes que la morena pudiera hacerlo.
—¡Estoy harto de que todo el maldito tiempo nos trates como la mierda, Alison! —soltó Zabdiel poniéndose de pie.
Entonces, algo que nunca había pasado y que nunca creyeron que pasaría, pasó. El sonido de una bofetada resonó en la habitación e hizo que todos allí se mantuvieran en silencio a causa de la sorpresa que aquello causó. Erick y Richard, que se había estado abrando el uno al otro como consuelo de lo que había pasado hace un par de pocas horas, se irguieron en sus sitios; y Joel se puso de pie, aunque no pudo hacer nada más, sus ojos aún se encontraban abiertos como platos por la incredulidad que le causaba toda la escena.
Madison, quien se mantenía cruzada de brazos y a la defensiva, los dejó caer y abrió su boca por la sorpresa; Clara, a un lado de la habitación y queriendo –como siempre– mantenerse al margen de la discusión, cubrió su boca con sus dos manos para que el gemido de sorpresa no saliera de allí. Mientras Zabdiel llevó su mano a su mejilla –la cual comenzaba a sonrojarse y no por razones de timidez–, Alison frunció aun más su ceño.
—¡La próxima vez que te atrevas a gritarme, tomaré otra medidas, Zabdiel! —le amenazó, entonces la argentina no pudo evitar hacer lo que hace mucho tenía ganas de hacer.
—Y vos la próxima vez que le toques un solo pelo a alguno de estos chicos te vas a arrepentir...
—¿Eso ha sido una amenaza? —cuestionó con seriedad.
Madison elevó una comisura de sus labios.—Y... si te pica, rascate —Se encogió de hombros con un deje de gracia.
—¿Y qué harás, si se puede saber?
—No respondo de mí cuando me enojo, Alison. Así que imaginate.
La castaña inspiró con fuerza anclando sus ojos en el enorme ventanal que tenía delante suyo. Las horas anteriores habían sido una pesadilla total pues entre Erick y su desmayo, Richard con un ataque de ansiedad y su propia angustia el corazón de la chica había estado al borde de un colapso. Su mente le había jugado chueco varias veces haciéndola imaginar escenarios desastrosos en los que los dos chicos se marchaban dejándolos solos y ella no había hecho el intento por alejar esos pensamientos de su cabeza.
¿Cómo podía pensar cosas positivas dada la situación que estaban viviendo?
Cerró sus ojos un momento y luego dio un salto en su lugar cuando sintió unos brazos rodeándola por la espalda.—Tranquila, soy yo…—murmuró la voz de Christopher al tiempo que apoyaba su barbilla en el hombro de Danna.
—¿Cómo siguen los chicos?—preguntó en voz baja.
—Bien.—susurró.—Richard está tranquilo y Erick ha despertado hace poco, los chicos están con él así que no te preocupes por ellos…estarán bien…
—¿Sólo tengo que preocuparme por nosotros, verdad?—cuestionó.
—Lo siento mucho.—inquirió apartándose de ella lentamente. Danna lo miró a los ojos un breve segundo y negó lentamente mientras el joven acunaba su rostro entre sus manos.—No quería que nada de esto pasara, te lo juro por mi madre que es lo más sagrado que tengo en mi vida…
—Chris…—comenzó la chica.
—Escúchame, por favor…—murmuró lentamente.—No sé como esa fotografía llegó ahí pero te juro que lo averiguaré y aun si las personas conocen tu nombre, te mantendré a salvo, lo juro…
—No puedes jurar algo que no puedes cumplir…—murmuró encogiéndose de hombros.—entiendo que las cosas se salieron de control de la misma manera en la que entiendo que antes tuvimos mucha suerte ¿sabes? Tentamos a la suerte muchas veces y todo salió bien pero ahora no fue el caso y está bien…
—Dan…
—Seamos realistas, Christopher.—respondió en voz baja.—Aprendí que soñar en un mundo como en el que vivimos no es bueno. Este mundo no está diseñado para soñadores.
—No digas eso, mi amor…—susurró lentamente.
—Es que es la verdad…—inquirió apartándose de ella para tomar sus manos.—¿Tienes que confiar en mí, sí?—argumentó.—Probablemente las cosas ahora mismo sean una mierda pero estaremos bien…
—Christopher…
—¡Danna!—la voz de Zabdiel llenó el aire.
La chica se apartó del castaño para mirar al recién llegado que parecía acabar de ver un fantasma. Zabdiel jadeó cuando finalmente llegó a su lado y negó lentamente.
—¿Qué es lo que pasa?—preguntó en voz baja pero él no respondió.—Zab, me estás asustando…
—Mira esto…—inquirió mientras le tendía su celular. Danna lo tomó con manos temblorosas y cerró sus ojos antes de posarlos encima de la pequeña pantalla del celular del boricua. Zabdiel intercambió una mirada con el muchacho antes de quitarle el teléfono a Danna.
—No mires eso.—respondió en voz baja.—Ya, no te hagas más daño…
—Chris…—lo llamó él.
—No miraremos eso ya, Zabdiel—replicó de inmediato.—Ya fue suficiente…
—Es que tú no entiendes.—murmuró el chico.—Tienes que verlo antes de decidir qué hacer porque…—negó lentamente.
—Lo miraré.—decidió Danna haciendo un ágil movimiento para tomar el celular entre su manos una vez más. Encendió la pantalla tratando de entender lo que estaba viendo. Hacía sólo una horas la noticia de que Christopher Vélez salía con una chica desconocido había sido el acontecimiento del que todo el mundo hablaba, pero habían pasado sólo unas horas y ahora todo el globo terráqueo conocía su rostro, sabía su nombre y su secreto –el secreto que había guardado veinticuatro años- ahora estaba al descubierto.—Dios, no…
—¿Qué es lo que pasa?—preguntó Christopher.
—Joder, no puede ser cierto…—murmuró ella.
—Jodida mierda, Danna, dime que es lo que está pasando…—exigió con desespero. La chica la tendió el celular del boricua y él lo tomó lentamente. Sus ojos pardos pasaron rápidamente entre líneas y un gemido de sorpresa escapó de sus labios.—¿Qué es esta mierda?
—Yo…—comenzó Zabdiel en medio de un suspiro.—Creo que lo mejor será que los deje hablar a solas…
El chico caminó con pasos lentos fuera de la habitación siendo ignorado por ambos que permanecían contemplándose fijamente el uno al otro.—Antes de que pienses cualquier cosa, déjame explicarte…
—¿Tú publicaste eso?—preguntó en voz baja.
—Danna…mierda, no.
—¿Entonces por qué dicen eso?—replicó dejando que las lágrimas que había estado acumulando mientras leía salieran a flote de una vez por todas. Christopher dio un paso hacia ella pero Danna se alejó.—No me toques…
—Danna, escúchame…—pidió.
—¿Le contaste a alguien que Donna es mi madre?—silencio.—¡Dímelo, Christopher!
—No…
—¿Entonces como lo supieron?—Christopher se quedó en silencio un largo momento.
—Se lo grité a Alison en medio de una discusión hace un rato cuando me preguntó que si teníamos una relación…—murmuró finalmente.—Lo siento mucho, Danna…nunca se me ocurrió pensar que pasaría todo esto, nunca quise que pasara, lo juro por nuestro amor…
—¿Te das cuenta de eso, Christopher?—musitó en medio un sollozo.—No sólo le gritaste a Alison que tenemos una relación, le gritaste al mundo entero que Donna McClure es mi madre, le contaste mi secreto, el secreto que guardé toda mi vida…
—Dan…—comenzó.
—Toda mi vida me mantuve lejos del ojo público y de cualquier cosa que me relacionara directamente con ella y ahora todo el mundo lo sabe.—susurró entre lágrimas.—Tú se lo dijiste a Alison y ella lo hizo público, me obligó a salir al mundo de un momento a otro y…yo…yo…no…
—Lo siento muchísimo…—hilvanó antes de que las primeras lágrimas escaparan de sus ojos.—nunca quise que esto pasara, nunca quise herirte…
—No puedo seguir aquí.
—¿Qué?—murmuró.—No te puedes ir, Danna…
—¿No?—preguntó.—Claro que puedo. No puedo quedarme aquí a esperar a que toda esta mierda me siga consumiendo.—le espetó. Christopher se quedó quieto en su lugar y Danna negó lentamente.—Lo siento, no quise decir eso…yo…
—Tienes razón.—anunció.—Tú no estás lista para toda la mierda que viene conmigo, siempre huiste de toda esa mierda y ahora tienes que lidiar con ella por mi culpa…
—Christopher…
—No puedo condenarte a que te quedes aquí y tengas que renunciar a todo igual que como hicimos nosotros pero al final de cuentas, Danna, no somos tan diferentes.—susurró dolido.—Nosotros lidiamos con una mierda desde hace años, tú has huido de ella toda tu jodida vida, te dejaste arrastrar hasta aquí y ahora no sabes cómo salir…la diferencia entre nosotros es que nosotros lidiamos con ella de la mejor manera en la que podemos aunque alguno de pasos en falso como Erick, pero lo hace; en cambio tú…tú sólo eres una cobarde…eres una jodida cobarde que siempre ha tenido miedo, una jodida cobarde que nunca ha aceptado la vida que le tocó, despierta, Danna. No puedes cambiarlo, sólo te queda aceptarlo y seguir…
—Tú no sabes nada.
—Sé mucho más de lo que te imaginas.—replicó.—Y no, yo no publiqué esa mierda y los dos sabemos quién fue la persona que lo hizo, pero sí, sí fui yo quién te lanzó al mundo de mierda sin armas para defenderte, tal vez no era mi derecho ni me correspondía…pero en el fondo sabes qué sino hubiese sido de esa manera te habrías ocultado toda tu jodida vida…no estás viviendo, Danna…sólo huyes, sólo tienes miedo y tal vez en el fondo aunque yo te ame mucho no podemos estar juntos porque no estás lista para esto…
—¡Vete!—exclamó apartándose las lágrimas con furia.—¡Vete!
—Me iré.—decidió.—Pero que me vaya de la habitación no te hace valiente…
—¡Fuera ahora mismo…!