Amor prisionero.

By Mikymiky18

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Susana una joven sin ley, desobediente tendrá que aprender a las malas lo que es el respeto y el valor a la v... More

Prólogo
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Epílogo

Parte 18

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By Mikymiky18

La tarde está decayendo y la oscuridad comienza a tomar el control del día.

En medio del bosque muy cerca de la carretera una joven llora la caída del hombre que le salvo la vida y que no entiende porque aquella mujer que les apunta con un arma le ha disparado.

Susana aun de rodilla en el suelo, ante el cuerpo inerte de Leo miraba con odio a la mujer que acaba de abalear a la persona que tanto la ha ayudado y que era su primer amor.

-¿Por qué lo hizo? - trataba de entender lo que estaba sucediendo - ¡Él solo trataba de ayudarme! - decía entre gritos y lágrimas.

Matilde aterrada miraba la placa que cuelga del cuello de Susana, entendiendo el error fatal que acaba de cometer.

-¡Maldición!- exclama confundida.

En fracción de segundos de los arbustos sale un hombre armado.

-¡Manos arriba! - dijo el hombre con una placa colgada en el pecho y un chaleco blindado.

Matilde levanto las manos. En una estaba el arma y en la otra la placa.

Momentos seguidos quedaron rodeados. Los gritos de Susana se ahogaban en el pecho de Leo que lloraba desconsolada. La sangre de Leo empapaba la camisa y el rostro de la joven.

Uno de los policías se acercó para revisarlo pero Susana no dejaba que lo toquen. Su estado histérico era abrumador.

Ella desesperada gritaba con dolor.

-¡Suéltelo él me salvo!- Y se aferraba a él tirado en el suelo- ¡No lo toquen! Arresten a esa mujer. Ella lo mató.

En esos momentos se acercó Sanabria y al ver y oír aquellas palabras su cara se crispó por la contrariedad.

- ¡Agente caído! ¡El agente Mejía! - Y tomando a Susana y la quita a la fuerza.

-No, él me salvo- grita desesperada- él es bueno. Ella sigue aferrada a la mano de él.

Rápidamente llegaron los camilleros.

-Por favor déjenos llevarnos al agente Mejía- dijo el hombre vestido de blanco. Y lo subieron a la ambulancia y se lo llevaron.

Ella mira con desespero, con perplejidad, toda confundida.

-¿Agente Mejía?- repite desorientada.

Sus ojos miel de Susana observa a todos los hombres.

-Señor ¿Le avisamos a su prometida? - pregunto uno de los agente. La pregunta queda sin respuesta cuando un policía trae esposada a Matilde Benavides.

-¡Maldita sea!- exasperado grito Sanabria - ¡No te podías quedar quieta!- respiro de manera incomoda- ¡Llévensela! - señalando a Matilde y la señorita Ávila llévenla al hospital. Sus padres la están esperando.

El rostro de Sanabria se ve todo descompuesto por el enojo y la preocupación y de forma rápida vuelve de retomar la operación.

-¡Rápido, sigan las coordenadas!- comenzó a gritar a sus hombres.

Los policías siguieron peinando la zona. A lo lejos se escuchan disparos, gritos y dan captura a los hombres que integraban la banda.

Uno de los agente llevaba Susana por el brazo a otra ambulancia. Ella está cubierta por la sangre de Leo. Alguien le tare una manta para resguardarla del frío.

Permanece en silencio. Se encuentra abrumada por un torbellino de emociones que amenazaban con llevarse todo a su paso. No puede dar crédito a lo que le está sucediendo. Esta libre.

Su captor era un agente de policía que se encontraba muy grave por salvarle la vida y podría hasta morir y además él estaba comprometido.

Todas estas emociones terminaron por arrasar las pocas fuerzas que tenía. Todo se oscureció y sintió como si cayeran en un vacío enorme y que esté no tuviera fin. Poco después dejo de escuchar cualquier sonido.

Sin sentido la subieron a la ambulancia.

Lentamente despertó en una cama de hospital. Pestañeo varias veces cuando la luz toco sus ojos. Su mirada recorría con lentitud el lugar. Una mesita con una jarra con agua, muchas canastas con flores llenaban la habitación. Los globos de varios colores tocaban el techo y ella los miraba sin curiosidad.

Por la ventana pudo observar que era de noche, la oscuridad era una enorme e impenetrable cortina. Suspiro y su pecho le dolió.

En su brazo se encontraba colocada la diminuta manguerita con la que la hidrataba, y en el gran sillón se encontraban sus padres que al verla despierta.

Sonrieron agradecidos por tenerla nuevamente con ellos y muy rápido se acercaron a ella.

-¿Cómo estas cariño?- pregunto la madre, mientras acariciaba los cabellos, negros y castaño claro. La madre limpiaba las lágrimas de emoción.

Ella se limitó a sonreír, una sonrisa débil.

- ¡Bien ma! - dijo poco audible.

El padre desde el otro lado de la cama, la besaba en la frente, y sus lágrimas corrían por su rostro -¡Todo está bien, cariño!- le decía con amor- todo terminó.

Los padres se envejecieron por la angustia y la desesperación. Sus rostros delgados, el sufrimiento dejo su huella por la amarga experiencia que ellos vivieron por la pérdida de su única hija.

-Buenas noches - saludo el médico de turno - ¿Cómo se siente señorita Ávila?

Él comenzó la revisión de rutina y al ver que ella estaba estabilizada sonrió complacido.

-Mañana si sigues así es posibles que regreses a casa- la miro – es más rápida tu recuperación en un lugar agradable y al lado de las personas que te quieren y te cuidan. Eso sí, si prometes seguir el protocolo para recupérate.

Ella asintió y le sonrió de medio lado.

Cuando el médico se iba a retirar, Susana lo alcanza y lo toma de la manga de la bata medica –Doc., El agente herido ¿Se salvó?- pregunto con voz temblorosa.

Él medico pensó por unos instantes y luego la miro con preocupación.

-Lo siento... Lo siento mucho...-es interrumpido una de las enfermeras.

-Doctor, rápido habitación setecientos siete- y la mujer sale rápido y más atrás el médico de guardia sin terminar la frase.

Susana que esta sensible por lo que ha vivido comprende y comienza a llorar de manera incontrolable. Su llanto es amargo, triste. Lo perdió él murió tratando de salvarla.

-¿Por qué lloras?, cariño- decía el padre confundido por aquel llanto tan desgarrador.

-Voy a buscar a la enfermera- dijo la madre angustiada.

El llanto era incontrolable. Ella gritaba de dolor, hasta que llego una de las enfermeras y le aplico un sedante, que la hizo dormir.

En las horas de la mañana después que la obligaron a desayunar una papilla el médico legista comienza su nueva valoración médica para ver si había sufrido algún daño físico o si había sido violada.

Ella negó todas las preguntas.

También una psicóloga la atendió, dijo a sus padres que le dieran tiempo, y les entregó unas pautas porque lo más seguro es que iba a presentar ataques de pánico y así ellos podrían saber qué hacer.

Los padres se la llevaron arropada en una gran cobija tapándola de los periodistas para que no la acosaran.

Llegó a casa y subió inmediatamente a su cuarto, estaba igual como lo había dejado, como si ella nunca se fuera marchado de ahí.

Las paredes pintadas en rosa y blanco, su gran cómoda, un hermosos tocador, en el cual había un sinnúmeros de perfumes y cremas.

Ella con sus manos tocaba cada objeto que se atravesaba por su camino.

Suspiro dolida.

Su cama estaba cubierta por un cubre-lecho hecho por su mamá, su favorito. En el piso su alfombra que ella misma hizo con pedacitos de telas y el rincón cerca a la ventana su gran colección de muñecos de peluche.

Llego hasta la cómoda y saco ropa, ropa interior desde el secuestro no utilizaba. Llego al baño, lentamente se desnudó la ropa de hospital. Abrió el grifo del agua fría, y dejo que esta cayera sobre ella. Se descargó en la pared del baño y poco a poco se dejó caer y abrazando sus piernas lloro amargamente su tristeza y su dolor.

-¡Corre! - Susana trata de aferrarse a la mano de Leo, pero por mucho que se esfuerza en correr no logra alcanzarlo y en instante cae y cae en un profundo abismo.

- ¡Leo no me dejes! - grita en medio del llanto.

Ella se remueve entre las sabanas sudorosa y débil.

-¡Susy!- decía la voz preocupada del padre de Susana - ¡Despierta mi princesa!

Mientras la madre corre con unas pastillas para los nervios.

Llevaba una semana entre dormida y despierta debido a la medicación. Cuando duerme despierta sudorosa en medio de pesadillas. Gritando pataleando y llorando de manera desesperada.

Cuando está consciente la tristeza la abruma, no sonríe, solo se la pasaba mirando lejos. Recordando la ocasión cuando estuvo con él, su primer y gran amor, lo había encontrado para perderlo.

-¡Tenemos que hacer algo!- decía la madre en medio del llanto.

-Solo hay que darle tiempo- dijo el padre igual de preocupado.

Los meses en los que estuvo secuestrada su hija, sus fortalezas se debilitaron haciéndola voluble y muy temerosa.

Su hija llego muy desnutrida, y además no dejaba de llorar por alguien que ellos no conocían, y que además ella decía estaba muerto, debía solucionar o si no ella empeoraría cada día más.

-¡Tranquila, amor! - dijo el esposo y la abrazo, esta misma semana nos vamos al extranjero por dos meses, eso le dará tiempo, y cuando regresemos nos instalamos en la nueva casa en la capital, haremos cambios radicales.

Él trataba consolar a la desesperada madre, mientras veían a Susana dormir, después de haberla sedado.

Su estado empeoro, cuando unos días después del suceso se presentó a la comandancia a reconocer a los secuestradores.

Ella se había acercado con paso lento y tardo, cuando escucho la voz de Rita, pero al asomarse, vio a la mujer que le había disparado a Leo trayendo a su memoria el momento de su mayor dolor.

-¿Qué hacías allá?, ¿Quién te envió? - preguntaba Sanabria. Necesitaba descubrir la identidad de la mujer, la cual era la cabeza de la organización, solo habían podido obtener el alias de Sofía.

-¡No sé nada, créeme por favor! - dijo Matilde Benavides.

-¡Esa voz!- el corazón de Susana amenazaba con salirse de su lugar. Su palidez se reflejó en segundo y la frialdad de su piel dejo en claro que la voz la había afectado. Sintió que todo giraba y perdió el sentido.

Rato después en una de las camillas de la enfermería de la estación de policía, Sanabria la miraba escudriñando el rostro pálido de la joven que estaba acostada.

-¿Se siente mejor? - pregunto curioso y preocupado.

-¡Esa voz! - dijo nerviosa - se parece mucho a la de mi amiga Rita, yo pensé que era ella, pero ahora no estoy segura- comenzó a llorar.

-¡Tranquila! - decía mientras le acariciaba la mano para fortalecerla- No debió haber venido. Aun esta reciente lo que le sucedió.

En eso la puerta de la enfermería se abre y una mujer le informa al superior.

-¡Señor, le recuerdo a las tres es el servicio de las honras fúnebre del agente caído! - dijo una de las secretarias, y a la vez le hizo firmar unos documentos.

Ella se despidió rápidamente, no quería estar allí por más tiempo, se despidió del agente Sanabria dejándolo sumido en mil preguntas y sin una respuesta.

Pasado el tiempo llego la partida de la familia Ávila. La mañana era muy calurosa y tranquila mientras en la sala de espera del aeropuerto, lista para viajar Susana y sus padres esperaban paciente mente el momento de embarcar.

-¡Hola! - dijo Richard casi sin aliento- ¡Pensé que llegaría tarde!

-Lo importante es que llegaste- dijo la madre con una sonrisa.

Él los miro y sonrió complacido.

-¡Amor, no te preocupes, te estaré esperando! – le decía de manera tierna. Él la abrazo con cierta prudencia. Sabía que no la podía acosar.

Ella solo se limitó a mirarlo, sus ojos vacíos, sin brillo, sin ilusión.

- ¡Richard, yo... no voy a estar para ti! -dijo en medio de lágrimas.

-¡Sh!, ¡No digas nada! - le coloco el dedo índice en los labios para que callara- ¡Te voy a esperar! Le afirmó con cierta dulzura y la besó en la mejilla.

El joven vio el avión y como subían los pasajeros y suspiro.

Richard descubrió que Susana se había enamorado durante el tiempo que estuvo cautiva, pero él argumentó que era solo el principio del síndrome de Estocolmo. Se propuso ganarse primero su confianza y luego su amor, durante el tiempo que la perdió él descubrió que realmente él se enamoró de ella. Estaría dispuesto a hacer la lucha por ella, no se daría por vencido.

Se dedicaría de tiempo completo a terminar su carrera y a ella, esa era la meta que comenzaría en unos meses. Miro desde el gran ventanal como el avión se alejaba de tierra y comenzaba a elevar su altura.

Era una tarde esplendorosa, cuando ellos se encontraron en camino a la biblioteca, Rita al verlo lo abordo para saber de la condición de salud de Susana.

-¡Hola, Richard!- saludo Rita de manera melosa - ¿Cómo sigue Susana?

Él la miro.

-Bastante mejor, hoy viajó al extranjero- sonrió complacido.

Rita lo miraba curiosa, y se animó a invitarlo a tomar un café el cual él acepto.

Llegaron a una pequeña cafetería y se sentaron en una mesa que estaba ubicada en una de las esquinas del lugar, la mesera se les acerco recibió su pedido.

-¡Estás muy contento! - lo miraba con detenimiento como si lo escrutara.

Él bebió un sobo de su café antes de responder.

-¡Si, a partir del otro mes me traslado a la capital! -dijo de manera ligera y continuo entusiasmado - pedí el traslado de la universidad, para estar junto a Susana.

Rita arqueo una ceja.

-¿Susana se va de Nuevo Horizonte? - no fingía la curiosidad.

-Sí, es lo mejor para ella- tomó un trago de café nuevamente -ella está demasiado trastornada por lo del secuestro –respiro profundo - es mejor un cambio de lugar y cuando este más tranquila, si quiere volver que vuelva.

Rita escuchaba muy atenta.

-¡Si, es verdad que vuelva cuando este más tranquila! - su voz era ronca y estaba cargada de odio - la estaremos esperando.

Sonrió mostrando su hermosa y perfecta dentadura. Se despideron.

Sentada en el porche de la casa de Matilde se encontraba Sofía con un gran bolso. Vestía unos pantalones cortos, zapatos altos y una blusa de seda. Mientras esperaba a su hermana fumaba complacida un cigarro.

Matilde bajo del auto y sonrió al verla.

-¿Qué haces aquí? - le extrañaba la vista de la hermana, ella siempre se rehusaba salir de Nuevo Horizonte.

-¿Qué? - la miro con un enojo fingido - ¿No puedo visitar a mi hermana mayor?- lanzándole una maravillosa sonrisa.

Se abrazaron. Después del despido de Matilde de la policía, se había visto obligada a trabajar en una agencia de seguridad.

-¿Cómo lo estás pasando? - pregunto Sofía - ¿Estás más tranquila?

Matilde dejo salir todo el aire de sus pulmones. No podía decirle a su hermanita que el hombre que ella pensó que era un delincuente solo se trataba de un agente encubierto. Su pena era mayor, por desconfiar de él y de su superior.

-No. No me resigno, el haberlo perdido a él y haber perdido mi trabajo - lanzo un suspiro de tristeza- es muy difícil.

-No te preocupes, yo te voy a recompensar - la miraba fría y fijamente - a esa mujercita le vamos hacer pagar el haberse metido con tu hombre - la miro -es una promesa.

Matilde frunció el ceño al oírla.

No fue lo que dijo Sofía, lo que a Matilde le preocupo sino en la forma en que lo dijo. Había tanto odio en cada una de las palabras que enfatizaba, que por un momento le preocupó la seguridad de Susana. Al fin y al cabo Susana no le quito nada que no quisiera ser robado.

Marcos nunca la amo, Marcos Cardona, era él hombre del que ella se enamoró y no del teniente Marcos Mejía, uno de los mejores agentes de antisecuestro.

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