Amor prisionero.

By Mikymiky18

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Susana una joven sin ley, desobediente tendrá que aprender a las malas lo que es el respeto y el valor a la v... More

Prólogo
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
parte 10
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Epílogo

Parte 11

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By Mikymiky18

El corazón de Marcos temblaba de la emoción que estaba sintiendo. Esta sensación era tan avasalladora que sus sentidos los tenía confundido. Nunca antes sintió una fuerza tan gran como esa cuando besó a la joven, aun podía saborear el dulce de esa boca. Ni que su excitación fuera tan rápida con una mujer. Él a sus veintiséis años tenía una larga lista de experiencia pero esta con solo un beso lo tenía descolocado.

Ahora con la cabeza y el pene frio fue que cayó en cuenta de que volvió a cometer otro error.

-¡Maldición! - mascullaba, enfadado por su arranque - ¡He roto todas las reglas! - se paseaba de un lugar a otro nervioso por lo que acaba de descubrir. Él como un estúpido cayó de redondo en el amor. Un amor prohibido.

- ¡Tengo que terminar esto pronto! ¡Eres un imbécil Marcos!- se dijo mientras caminaba de un lado a otro. Mentalmente repaso todo lo que tenía que hacer y luego se largaría muy lejos de ahí.

Por lo pronto seguir con lo acordado. De acuerdo a lo planificado dentro de diez días vendrían por ella. Ya solo faltan siete.

-Solo siete días- murmuro. Pero él sabía que cada día sería más complicados para los dos - solo hay que esperar siete días, y todo habrá terminado tanto para ella como para mí.

Entró al vehículo sigilosamente como era su costumbre ya con las ideas más claras según él y la encontró durmiendo. Sus ojos admiraron aquella belleza natural de la joven.

Suspiro. Para él ella era adorable.

Mañana le explicaría que lo que sucedió entre los dos fue un error y se disculparía con ella.

Marcos o sea Leo, quería iniciar una vida nueva con Matilde, dejar de hacer lo que estaba haciendo y casarse para formar una familia. Esos eran los planes de varios meses atrás. Su trabajo y el trabajo de ella impedían que se vieran con frecuencia y eso al parecer fue enfriado la relación. Tanto tiempo separados y con secretos ocultos se sentía incapaz de ver a Matilde con ojos de amor y respeto. La última vez que la vio no logro conectar sino que al contrario sintió fastidio cuando ella lo besaba y lo acariciaba. Pensó que por todos los días sin estar con ella podrían tener sexo, pero no fue así. En la primera llamada corrió al lado de Susana sin pensar en Matilde simplemente la dejó. Tan mal estaba él con lo que sentía por la mujer policía que ya no pensaba en ella.

Todos sus pensamientos siempre iban dirigidos a Susana. Desde el mismo día que la conoció. Le ordenaron capturarla y no lo hizo. Quedo automáticamente prendado de la joven. Ella sin proponérselo y de manera sutil le inyecto su veneno que se introdujo en su sistema sanguíneo, alojándose en lo más profundo de su corazón.

Tenía que buscar una solución y pronto, se acercaba el día de la entrega.

Susana era una niña, y además él era causante de un dolor muy grande y tal vez un trauma muy doloroso que sería para toda su vida. Él la retenía contra su voluntad. Él la había marcado y esas huellas iban a perdurar para siempre.

Ahora se sentía confundido con él mismo por aquellos sentimientos. A Matilde no la amaba y a Susana... si las colocaba en una balanza él sabía hacia donde su corazón se inclinaría. De eso ya no tenía ninguna duda.

Aquella mañana la estación de policía era un total caos sobre todo División especializada de Secuestros por la desaparición de otra jovencita la noche anterior. En menos de dos meses ya iba más de diez jovencitas extraviadas. Al principio pensaron que las chicas escapaban de sus casas pero las denuncias los pusieron en alerta.

Todos estaban en alerta y concentrado en los avances de la investigación y tal vez por eso nadie vio ingresar Matilde con una caja de donas. Llego hasta la sala de reunión de los agentes especializados.

-Miren estos son hasta ahora los identificados de la banda de tratas de blanca- en la pequeña oficina habían varios agentes estudiando el caso sobre los secuestros y en un pizarrón se encontraba las fotos de Pepe, Joel y Leo- tenemos que tener en cuenta que...

Matilde se paró en la puerta de la oficina, y con una sonrisa saludo al agente Sanabria que dirigía la reunión de los agentes.

-Hola ¿Cómo has estado Sanabria? -él era uno de sus superiores e instructores. Ella le guardaba mucho respeto y cariño.

Sanabria la miro a los ojos fijamente.

-Bien Benavides, ¿y tú?- mientras le contestaba el saludo él intencionalmente tapo con su cuerpo las fotos que estaban en el gran pizarrón.

Rápidamente otro agente se levantó y la rodeo y le dio la vuelta para sacarla de la reunión.

-Wow, trajiste donas- le dijo- puedo tomar una.

Ella le sonrió.

-Sí, la traje para ustedes- respondió feliz por aquel recibimiento- tenía tiempo de no verlos.

-Si bastante- dijo – ¿Cómo has estado?- le pregunto el agente.

-Bien, solo pasaba para saludar a mi antiguo equipo- dijo.

_Ya viene el jefe- le comento el hombre que devoraba la pequeña dona- Me marcho. Que la pases Benavides. Adiós. se marchó apenas llego el superior de los dos.

-Adiós, Mendoza- se despido del joven que se iba con otra dona entre sus manos.

-¡Vamos a charlar acá! - Él se llevó a la joven lejos de la oficina, pero antes le hizo una señal a uno de sus hombres para que retirara las fotos y recogieran el material- ¿Cómo has estado en tu nueva división?- le pregunto el superior.

Sanabria era un hombre alto de cabellos negros y ojos oscuros como la noche. Tenía un carácter de mil demonios. Se le conocía en la división por ser un hombre leal a la causa y sobre todo por lo correcto.

-Muy contenta. Me han tenido muy ocupada- dijo con un suspiro.

-No te gusta- le pregunto al verla extraña- era lo que más querías.

-Me encanta, pero siento que me está quitando tiempo para verme con mi novio- le confesó preocupada.

Él suspiro y la miro con cariño. Ella fue una de sus mejores cadetes y se recibió con honores. El la veía como una hija.

-Tu sabes que este trabajo es muy exigente y muchas veces tenemos que renunciar a lo que amamos o deseamos. Lo sabias desde el momento que ingresaste a la escuela de cadetes.

Ella sonrió con pesimismo.

-Lo se...- no pudo seguir pues su teléfono sonó y ella tuvo que responder de inmediato- lo siento Sanabria tengo una reunión en mi división.

-Cuídate Benavides- le dijo Sanabria. Él la miro partir y apretó los labios. Quedó él pensativo y preocupado por la joven.

Con pasos agiles se dirigió a la sala donde estaban sus hombres y furioso los miro.

-¿Quién es el encargado de vigilarla?- preguntó enfadado.

Un agente se levantó y resacándose la cabeza respondió algo apenado.

-Lo siento. Ella estaba en su apartamento. Me confié pero le deje seguridad- se disculpó. Luego comenzó a llamar para solicitar información por la falla en la vigilancia que era de veinticuatro horas, que tenían sobre Matilde.

Sanabria apretó la boca desesperado. Todo se podía complicar.

-¡Tenemos que apresurar esto! O caeremos y perderemos todo! - dijo Sanabria al agente que estaba con él en esos momentos. Él estaba preocupado y se pasaba las manos por la cabeza por la desesperación.

Esta banda se especializaba en el secuestro de jovencitas, para prostituirlas o vender sus órganos en el mercado negro. La investigación no había logrado dar frutos porque sus jefes eran muy cuidadosos. Siempre se mantenían en anonimato, y los compradores siempre eran extranjeros, aunque la Interpol estaba también el caso, no lograba desarticular a este grupo de criminales.

*******

Mientras en las salas de la policía buscaban la forma de desarticular la banda de Leo, él también tenía sus propios problemas.

-¿Qué?- se escuchaba la voz de Leo enojada- ¿Cuando? Listo.

La nueva orden lo altero. Algo estaba mal y él lo venía venir.

Esta nueva orden lo dejo preocupado.

Él lo transfirieron a recibir al Topo, lo que indicaba que a Susana la iba a trasladar a una de las cabañas donde se encontraba las otras mujeres y esas si lo estaban pasando muy mal.

Últimamente estaban cambiando mucho los planes, lo cual lo ponía muy nervioso, ellos no eran errantes, sería que ellos ya sabrían que él era...

Suspiro y miro a Susana. En la mañana se disculpó pero ella al parecer no le importo pues le dio lo mismo. Él pensaba que ella le guardaba resentimiento y bien merecido se lo tendría pero no podía decir nada y tampoco hacer nada que no dañara aquella operación.

Así que con paso cansado se acercó a ella, y la miro.

-¿Confías en mí? - la miraba desde donde él estaba.

Ella mantenía la cabeza de lado mirando el verde de los árboles, hasta ese entonces nunca se había percatado de lo hermoso de la naturaleza y las gamas los colores que en ella se encontraba.

Él se impaciento por su silencio.

-Susy ¿Confías en mí?- se le acercó y se sentó a su lado. Como ella no lo miraba la tomo de la barbilla para hace que lo mirara - ¿Confías en mí?

Ella con lágrimas en los ojos, sabía que había llegado el momento de separarse, además la entregarían y quien sabe lo que harían con ella.

-¡Todo está perdido!- ese era su triste pensamiento -¿Cierto?

El trago con fuerza.

-¡Sí! – Dijo él – De verdad lo siento.

Ella lo miro con los ojos llenos de lágrimas.

-¡Confío plenamente en ti! - respondió con el corazón.

Ella esquivo su mano que aun sostenía su barbilla. No quería que él la tocara, siempre sentía que dentro de ella se iniciaba un fuego que no podía controlar. Ella dejaría que él al abrasara y la llenara con su amor, pero él solo se alejaba cada día más y más. Y ahora él se alejaría definitivamente.

¿Por qué él no la amaba?

Él en silencio la observaba.

-Mañana te debo llevar a un lugar, nos vamos a separar- pausó al ver el llanto incontrolable de ella- pero te prometo que voy a volver por ti- la miraba - ¿Susy me crees?

Ella con los ojos llenos de lágrimas lo miro con ternura. Estaba sumergida en un problema grande, pero podía ver la agonía que él mostraban en sus ojos y también esto la entristecía.

-¿Me puedo ir adentro? - dijo con voz apagada y triste.

Él la tomo de la mano y le acompaño hasta la puerta. Luego él se quedó mirando el cielo con las manos colocadas en la cadera. Su tristeza lo estaba matando. Suspiraba pesado.

-Dios está sufriendo demasiado- murmuro cabizbajo. Ese dolor reflejado le quitaba la paz. Nunca antes se había sentido tan mal por lo que sucedía a alguna mujer. Esta lo estaba destrozando. Le robaba la paz que necesitaba para hacer su trabajo.

Entro al vehículo y la encontró llorando. Suspiro y lentamente se le acerco y tomándole la mano la hizo sentar, la abrazo con ternura.

-¡Pronto esto terminara! – suspiró - ¡Te lo prometo!

Ella se aferró a él y le miro a los ojos y estos suplicaban por él. Él no se pudo contener y la besó, no podía contener las ganas de tocar sus carnosos y suaves labios, poco a poco introdujo su lengua explorando y deleitándose cada vez más su corazón bailaba feliz por aquel beso, pero su mente le gritaba que ella estaba prohibida, pero...

Ella se acopló lentamente a su cuerpo y lo atrajo con suavidad. Respondía a las exigencias de él, sus manos acariciaban su rostro mientras murmuraba.

-Leo, te amo- dijo con voz estremecida por la emoción. Ya reconocía ese nuevo y extraño sentimiento que nunca antes lo había experimentado. Una sensación de angustia, de dolor, de alegría, de ternura, era una mezcla de emociones las cuales él había logrado despertar en su rebelde corazón- quiero ser tuya.

Él al oírla tembló.

Cada uno de sus músculos se tensionó de emoción al escuchar las palabras de ella. Su mente y responsabilidad luchaban dentro de él.

-Esto no puede ser- le decía estimulado por sus palabras y sus caricias - eres muy joven -trataba de alejarse de ella para no dañarla.

Ella lo besaba en el cuello, y en el pecho.

- Hazme mujer- le dijo con voz nerviosa por la emoción- ¡Hazme tu mujer!

La resistencia de él, no duro mucho. Olvido todo, las reglas, el propósito por lo que él realmente estaba ahí. Solo pensaba en ella, y en poseerla. Ella era ahora su mayor urgencia.

Ella le quito la camisa y besaba cada punto de su fornido pecho, ancho y fuerte. Sus pequeñas manos lo acariciaban como si quisiera grabar en su piel, en su memoria.

Él con cuidado y cariño la besaba y poco a poco le quitó la camisa que la cubría y el pantalón que llevaba puesto. La besaba en el cuello y fue bajando con ternura, con calma, hasta sus senos los cuales los tomo uno a uno en su boca. Colmándolos con una lluvia de besos, apretándolos, mientras ella gemía de placer.

Ella extasiada por aquel descubrimiento llamado placer, algo que era nuevo para ella. Las manos de Leo cubrieron sus senos mientras bajaba, por el vientre plano y llegaba al montes de venus, beso y siguió bajando hasta llegar a su centro. Ella grito por la emoción. El experto la lamio y ejercía cierta presión en esa zona rosa, ella gritaba de le emoción que él la estaba llevando, suavemente se ubicó en medios de sus piernas.

Ella arqueo la espalda y levantando las piernas las monto sobre las de él, presionando.

-Susy, te amo- decía excitado, mientras la poseía amorosamente.

La tarde llena del exquisito canto de la naturaleza, fue la testigo alcahueta para que se entregaran, sin reservas, olvidando las diferencias, las circunstancia, el peligro.

Solos ellos muy tiernamente se hacían el amor. Un amor prisionero. Sus cuerpos sudorosos uno al lado del otro dormían plácidamente.

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