5 de septiembre, 1977
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CHAPTER TWO
"Put a price on emotion
I'm looking for something to buy"
— ¿¡Qué les ocurrió!? —Marlene exclamó histérica, provocándole un buen susto a Peter quien se encontraba a su lado.
August y James aparecieron en el Gran Comedor, repletos de lodo, y con algunas lastimaduras en su rostro. —Le gané una apuesta a James—canturreó victoriosa. — Y como mal perdedor, me empujó de la escoba.
Lily lo miró horrorizada, dejando a un lado su libro de hechicería, provocando que el de gafas comenzara a tartamudear. — ¡No lo hice! Ella se resbaló, y yo... no la detuve.
— Me empujaste—acotó la Slytherin cruzándose de brazos. — Usaste tus poderes mentales. —Movió sus dedos frente a su rostro mientras un pequeño "ruido tenebroso" salía de sus labios.
— No tengo poderes mentales, August. Aunque, sería demasiado cool. —El joven de rizos se sentó a un lado de su novia. — Muero de hambre. —Llevó una porción de pastel de manzana a su boca, antes de percatarse de la ausencia de sus amigos. — ¿Y los demás? —Miró a todos lados.
— En enfermería. —Marlene suspiró. — Hicieron mal una pócima, y se quemaron.
— ¿Debería ir a verlos? —Augustine preguntó con sorna. — Burlarme de Sirius siempre me sube el ánimo.
Su relación con Sirius no había sido perfecta desde el inicio, sin embargo, cuando su hermana comenzó a salir con James en quinto año se vieron obligados a pasar tiempo juntos. Ambos habían sido "abandonados" por las únicas personas capaces de soportarlos por más de una hora, entonces, decidieron que sería buena idea comenzar a salir por su propia cuenta. Cuando menos lo esperaron habían forjado una increíble amistad que sobrepasó todos los prejuicios que ambos tenían respecto al otro.
Augustine sin dudas daría la vida por Sirius Black, y sabía que él haría exactamente lo mismo por ella.
— Y ver a Remus—balbuceó su hermana.
— Cierra la boca. —La apuntó con su dedo índice.
— ¿Te gusta Lunático? —James abrió los ojos como lechuza.
— ¡No! Jamás podría gustarme, Lupin—exclamó a la defensiva. Sin percatarse del ligero tono de desprecio con el que había salido aquella frase.
— Bueno, no era necesario gritarlo. —La voz del hombre lobo se oyó a sus espaldas, y August pudo sentir su cuerpo tensarse.
— Remus. —Ella volteó, pero solo recibió una mirada cargada de tristeza.
Por favor, Dios, asesíname ahora.
— No te preocupes, Augustine. —Intentó sonreír. — No eres la única que siente asco hacia mí.
El castaño se alejó de la mesa repleta de Gryffindors, y August volteó a ver a sus amigos con la peor cara de perro mojado. — La cague. Soy una idiota.
— Está sensible. —Sirius explicó, mientras se sentaba. — Faltan dos semanas para la próxima luna llena—susurró lo último. — Siempre se pone igual, no es tu culpa.
Por supuesto que era su culpa. Había gritado que jamás sería capaz de fijarse en él. — Como sea, iré a ducharme, y luego hablaré con él.
— ¿Puedo ir contigo? —Sirius exclamó, viéndola alejarse. August elevó su dedo del medio, sin mirar atrás. — Algún día rogaras estar en mi cama.
Cuando sus pies se detuvieron frente a la puerta de su habitación un suspiro pesado brotó de sus labios. Se odiaba por ser tan bocona. Su padre tenía razón
— A veces tienes que aprender a cerrar la boca, Augustine—repitió las palabras de su progenitor mientras abría el grifo de agua caliente.
Cuando el agua hizo contacto con su cuerpo pudo, por fin, relajar sus músculos. Podía ver como toda la suciedad, que había quedado impregnada en su piel luego del entrenamiento, descendía junto con las gotas de la ducha. Pasados unos ‒necesarios‒ veinte minutos, la adolescente salió del baño completamente limpia y dispuesta a disculparse con su amigo.
Eran las tres de la tarde, para cuando August avanzó por los pasillos directo a su primera clase: Adivinación. Pero, su camino se vio interrumpido, al encontrarse con Remus al final del pasillo con su nariz, y labio, sangrando. Olvidándose al instante de su clase, y del castigo que recibiría por faltar. Lo único que le importó fue él.
— Remus. —Se acercó a pasos rápidos— ¿Qué ocurrió? —Elevó su rostro por el mentón, intentando no hacerle más daño.
— Tus compañeros de Quidditch—balbuceó, controlándose para no llorar—. Me golpearon cuando salía del baño.
August miró a todos lados en el pasillo, pero solo se encontraban ellos dos. — Vamos. —Lo tomó del antebrazo, y ayudándolo a levantarse, lo guio hacia la enfermería.
— No hace falta que finjas preocupación—murmuró avergonzado.
— ¿Huh? —La morena iba muy concentrada pensando en lo que haría con los idiotas que lo golpearon.
— Sé que te da vergüenza juntarte conmigo.
La Slytherin lo paró de un tirón, sin importarle su estado, y mirándolo con seriedad habló. — Nunca sentiría vergüenza de estar contigo, Lupin. Lamento haber dicho eso en el comedor. —Respiro hondo. — No quería que esto sucediera. —Acarició su mano. — Eres mi mejor amigo, y no quiero que te sientas mal por mi culpa. Lo siento.
El rostro del más alto se ablandó ante esas palabras, y se tiró a sus brazos—. Te quiero.
— Yo también. Aunque, no evitarás ir a la enfermería—murmuró, siendo aplastada por el pecho de él.
— Ahora ya no te quiero más.
Evans sonrió con sinceridad. — Debo irme a clases, pero nos veremos en el receso. ¿Sí? Le avisaré a la profesora que estas aquí. —Señaló con su cabeza la enfermería.
Remus asintió dejando un corto beso en su mejilla antes de ingresar a aquel lugar por segunda vez en el día. Cuando la adolescente se aseguró de que él ya no saldría cambió las expresiones de su rostro, y dirigió sus pasos hacia el campo de Quidditch.
— ¡Malfoy! —Evans bramó. El rubio platinado volteó a verla con su típica mirada soberbia, y sonrió burlón.
Él sabía lo que ocurría. — ¿Se te perdió algo? —Cruzó sus brazos.
August llegó hasta él, y sin previo aviso, le dio un golpe seco en la mejilla con el puño cerrado. El joven cayó sentado al piso por el impacto, y la adolescente pudo ver que de su labio bajaba una fina gota de sangre.
Notó por el rabillo de su ojo al capitán de su equipo acercándose furioso hacia ellos, pero antes de que pudiera regañarla, o inclusive echarla, se puso de cuclillas y murmuró. — Vuelve a ponerle una mano encima a Remus, y te irá peor.
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Harry Lloyd como Lucius Malfoy