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By Bl00D_R0SES

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By Bl00D_R0SES

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  Nick fue el primero que despertó, algo desorientado por no reconocer el lugar donde estaba. Luego recordó todo lo sucedido la noche anterior al ver el rostro durmiente de la castaña a su lado.

 Se quedó a observarla un largo rato, sin poder creer que aquello no había sido una ilusión creada por su cabeza. Sus ojos se paseaban por su cabello desordenado, sus largas pestañas hasta llegar a sus labios entreabiertos, notando que en la comisura de estos había un rastro de baba seca. Reprimió la risa que se le iba a escapar, no queriendo despertar a la mujer. Sin embargo, le parecía una de las imágenes más bellas que había presenciado en su vida. Su respiración era calmada y su expresión estaba más relajada de lo normal.

 Una sonrisa nació de sus labios.

 — Una foto dura más— murmuró la supuesta dormida Sarah.

 El pelinegro carcajeó, algo avergonzado por ser pillado. Sarah abrió los ojos y se acomodó de lado para mirarlo, sonriendo.

 — ¿Hace cuánto estás despierta?— curiosea él.

 — ¿Hace un rato?— contestó dudosa, luego negó con la cabeza—. No tengo idea, ¿Qué hora es?

 El hombre giró su cabeza para ver el despertador en la mesa de noche, que estaba a su lado de la cama.

 — Son las 06:30 am— volvió a verla, calmado.

 — ¿Y lo dices tan tranquilo?— la castaña se levantó de un salto de la cama—. Mierda, mierda, mierda... Se me hace tarde.

 — ¿A qué hora entras al trabajo?— también se levantó, curioso al escucharla murmurar.

 — A las ocho, y mi jefe es un viejo verde insufrible fanático de la puntualidad— se quejó mientras buscaba ropa en su closet.

 — Tranquila, vamos a hacer una cosa— le habló en tono tranquilo, ganándose su atención—. Yo prepararé el desayuno mientras tú te arreglas, luego yo te llevaré, ¿Eso está bien?

 Sarah asintió, más calmada ahora. Tomó la ropa que iba a usar ese día y se disponía a ir al baño a tomarse una ducha, pero se detuvo, dudosa. Se giró nuevamente hacia Nick, se acercó y se puso de puntillas para darle un tierno beso en los labios.

 — Buenos días— dijo entonces, sonriendo coqueta.

 Luego se fue, ahora sí para irse a bañar. Nick la miró hasta que la perdió de vista, soltó un suspiro.

 Podría acostumbrarse a eso.

 Sin más también salió de la habitación y se encaminó a la cocina. Le costó un poco ubicar los utensilios y demás, pero se las arregló para hacer un buen desayuno para ambos. Preparó huevos, tostadas, un poco de fruta y café.

 Cruzó los brazos sobre su pecho, orgulloso por su obra maestra. Llevó todo a la mesa y justo salió del baño Sarah.

 — Espero que no hayas quemado los huevos— soltó de manera burlona al ver la comida.

 — Nunca lo vas a superar, ¿Verdad?— dijo fastidiado. Ella le respondió negando con la cabeza, divertida.

 Ambos se sentaron a disfrutar de su desayuno, en un silencio bastante cómodo. No hacía falta hablar para que el ambiente fuera de lo más ameno. El cielo mañanero estaba despejado y el sol cada vez estaba asomando más.

 Cuando terminaron Nick se levantó, avisando que se iría a preparar, ya que también tendría que entrar a su trabajo pronto. Era una suerte que Sarah puso su uniforme a secar antes de irse a dormir.

 Luego de que terminaron de prepararse, salieron de la casa de la mujer, en dirección al patrulla que estaba estacionado frente a su hogar.

 Justo en ese momento una señora, vecina de la cual Sarah desconocía su nombre, estaba paseando por la vereda con su poodle. Se los quedó mirando fijamente, sorprendida, luego miró el coche patrulla y volvió su mirada a ellos. La castaña, irritada, ya se veía siendo el nuevo chisme del vecindario.

 — ¿Qué mira, señora?— espetó con mirada desafiante y molesta.

 La mujer la miró con indignación y se fue a pasos rápidos de ahí. Sarah miró al pelinegro a su lado, quien estaba conteniendo las carcajadas.

 — Por Dios, Sarah... No puedes ser así de irrespetuosa— finalmente dijo, entre risas.

 — Ella es aún más irrespetuosa por acosarnos con la mirada— soltó un bufido mientras caminaba deprisa hasta el auto.

 El sheriff volvió a reír, divertido por aquel lado de la castaña. Seguía teniendo el mal genio.

 Emprendieron viaje hacia el supermercado de Shadyside. En el camino el hombre le contaba algunas anécdotas graciosas de su trabajo, haciendo reír a la castaña y olvidar su malhumor. Provocar ese tipo de cosas en esa mujer hacía sentir en la gloria a Nick Goode.

 — Bien, llegamos— anunció el policía, estacionando en el parking—. ¿Cuándo tienes día libre?— consultó, volteando a observarla.

 — El domingo es el único día completamente libre que tengo. Los miércoles y sábados tengo la tarde y noche libres y los jueves tengo la mañana completamente libre— contestó, soltando un suspiro apesadumbrado.

 — ¿Y cuando terminas tus turnos nocturnos en el club?

 — Por lo general, a las 9 pm— lo miró, algo confusa.

 El pelinegro se quedó pensativo un momento, luego asintió y le sonrió.

 — Bien, ya nos veremos pronto— se acercó y dejó un beso en sus labios—. Cuídate, ten un buen día.

 — Después de esto, apuesto que sí— le devolvió la sonrisa—. Igualmente para usted, sheriff.

 Le guiñó el ojo con picardía y salió del auto, sin darle tiempo a responder.

 En verdad podría acostumbrarme a esto, meditó él, observando como se alejaba.

 Si sus mañanas fueran así, no se quejaría para nada.

 — Espera, espera, espera— interrumpió el relato su amiga, con expresión sorprendida—. Tú y él, ¿Durmieron juntos?

 Anne, Diana y Ron estaban en la parte trasera del supermercado, degustando su almuerzo comprado en una hamburguesería cercana. Diana trabajaba en una cafetería cercana al supermercado, así que era común que fuera a visitar a la castaña para comer y disfrutar su descanso juntas. Ron, en realidad, era demasiado vago como para levantarse tan temprano y trabajar, se conformaba con tener jornadas laborales en la tarde y noche. Pero ese día su instinto le dijo que había chisme del bueno y decidió acompañar a sus amigas.

 — Sí, eso es lo que estoy diciendo— respondió, confundida.

 Ron y Diana compartieron una mirada, sus sonrisas pícaras le daban mala espina a la castaña.

 — Entonces... ¿Hicieron el sin respeto?— preguntó la mujer de ojos verdes.

 — ¿El delicioso?— dijo esta vez el de barba.

 — ¿Frutifantástico?— hablaron a la vez.

 — ¿Qué? ¡No!— negó con rapidez, sonrojada—. Dormimos juntos, literalmente.

 Su mejor amiga suspiró, decepcionada, incluso escuchó que susurraba "Que aburridos". Pero Ron tenía una cara de no comprender todo.

 — Tengo la sensación de que soy el único que se pierde de algo— reclamó ofendido—. Un chisme se cuenta completo. Así que cuenten, ¿Quién es ese Nick?

 — Nick Goode, nuestro queridísimo sheriff— respondió Diana antes de que Anne lo hiciera. La cara de Ron fue todo un poema—. Resulta que se conocen desde que eran jóvenes de un campamento de verano. Hace poco se reencontraron, ¿No es eso muy romántico?— le pellizcó una mejilla a su amiga castaña, esta la apartó de un manotazo.

 — Supongo que sí, pero...— sus ojos azules miraron acusadores a Anne—. ¿Tuviste que meterte con el sheriff? ¿Es en serio?— se agarró la cabeza.

 A Anne no le sorprendía que su mejor amigo estuviera desencantado con esa noticia. Los tres, ella incluida, no eran muy amigables con la policía y el seguimiento de leyes. Alguna vez Ron fue arrestado por tener en su posesión sus "caramelos", como él llamaba. Diana más de una noche durmió en los calabozos de comisaría por insultar a un agente, y la mayoría de las veces su mejor amiga la acompañó, ya sea por eso o por liarse a golpes con alguien en defensa personal.

 — A mí también me sorprende— se encogió de hombros, soltando un pesado suspiro.

 — ¡Ronald, no seas negativo!— reprendió Diana, frunciendo el ceño. Luego tomó una postura más relajada—. Yo les doy mi bendición, así me libro de las multas— sonrió.

 Ambos empezaron a enfrascarse en una discusión de si una relación con un policía era beneficiosa o no. La castaña de ojos azules rodó los ojos con cansancio y habló para interrumpirlos.

 — Necesito un consejo, chicos.

 Y entonces les dijo, mientras sus amigos la miraban con expresiones serias.

 Sarah se sentía insegura por los sentimientos de ambos, de Nick y ella. Sí, él pudo decir cosas muy bonitas, pero no se le quitaba de la cabeza que estaban confundidos. Sus sentimientos podrían estar confusos por eso que no pudo ser en su momento, en ese verano del 78'. Y es que, ¿Quién carajos seguía enamorado de la misma persona durante tantos años? Era imposible, y más aún si no tuviste contacto con esa persona.

 ¿Cómo sabría que esto era verdadero?

 — Cojan— dijo con simpleza su amiga.

 Ron escupió su refresco por la sorpresa y Anne la miró con ambos ojos bien abiertos. En verdad su lesbiana amiga no tenía filtros.

 — ¿Cómo le vas a aconsejar eso? ¡No tiene sentido!— protestó el hombre, limpiándose la boca con la manga de su ropa.

 — Sí tiene, tengo pruebas— habló firme la mujer de ojos verdes—. Cuando estaba saliendo con mi primera novia yo tampoco estaba muy segura de lo que sentía ¿Saben?. Pero entonces una noche escapamos de nuestras casas y ella empezó a besarme y...

 — No necesito los detalles, Diana— dijo con una sonrisa de lado la castaña.

 — Celosa— murmuró, molestando a su amiga—. Bueno, la cosa es que tuvimos sexo. No sé porqué, pero desde ese momento me sentí muy unida a ella e incluso la amé más

 Ron alzó una ceja, incrédulo.

 — ¿Estás hablando de la misma que te engañó con un jugador de fútbol de Sunnyvale?

 — Púdrete— le sacó el dedo del medio.

 — Bien, en el hipotético caso de que te haga caso, me doy cuenta que mis sentimientos son verdaderos... Pero los de él no, ¿Qué prosigue?— consultó con nervios.

 — Dejarlo ir— contestó Diana.

 — Rayar su auto— sonrió malicioso Ron.

 Los tres se miraron mutuamente.

 — Mira, Anne— su mejor amiga la hizo mirarla, su semblante era sereno—. Si resulta ser así, ¿Pues qué le vamos a hacer? Solo soltarlo y seguir con tu vida, hay más peces en el agua. Que sea tu primer amor, no significa que sea el único.

 El jueves a la tarde Sarah se estaba preparando en su casa para ir al trabajo del videoclub cuando el teléfono sonó, así que corrió a atender, rezando que no fuera un patrocinador de algún producto inútil.

 — ¿Quién habla?

 — Sarah, soy yo— la voz de Nick se dejó escuchar del otro lado.

 — Nick— sonrió y se apoyó en la pared—. Solo por curiosidad, ¿Cómo supiste mi número de teléfono?

 — ¿Me creerías si te dijera que me lo dio Mr. Mews?— consultó el hombre.

 La castaña entonces recordó que en el collar de su gato estaba su número, reprimió la risotada que se le iba a escapar.

 — Muy gracioso, Goode— dijo con falsa seriedad.

 Escuchó las carcajadas del pelinegro desde el otro lado. Volvió a sonreír, sin saber cómo describir lo que sentía en el estómago al oírlo.

 — Bueno, a lo que iba— volvió a hablar, más calmado—. Te iba a preguntar que te parecería que te fuera a buscar a tu trabajo e irnos a mi casa. He encontrado un libro interesante, "El Resplandor" de Stephen King, ¿Lo has leído?

 — No tuve el gusto, la verdad— respondió, relamiéndose los labios resecos—. ¿Y qué cenaremos?

 — Podríamos pedir pizza.

 Nick escuchó silencio al otro lado de la línea, se preocupó.

 — ¿Sigues ahí?— preguntó. La percibió soltando un suspiro.

 — Sí, solo... No creí que lo recordaras— el pelinegro casi podía ver su sonrisa, así que también sonrió.

 — Nunca olvidaría algo sobre ti, Sarah.

 La castaña volvió a quedarse en silencio, esta vez por los nervios que sintió por un momento.

 — Claro, me gusta tu idea— dijo entonces, con una sonrisa en los labios.

 Estaban sentados en el blanco sofá del salón, la chimenea estaba encendida, dándoles calor e iluminando la habitación. Sobre la mesa había una caja abierta con una pizza a medio comer, unas copas con vino tinto y una botella cara del mismo, abierta.

 Sarah había tomado la confianza para quitarse las botas y subir sus pies descalzos al sofá, abrazando sus piernas. El dueño de la casa no le dijo nada, así que supuso que no tenía problemas. Lo observaba fijamente mientras él leía con voz firme pero armoniosa, cosa que le relajaba de sobremanera.

 Desde que habían empezado, acordaron que cada uno leería dos páginas y cambiarían de turno, de vez en cuando se detenían para comentar lo que sucedía al transcurso de la historia. Para ambos, esto era un sueño cumplido.

 — ¿Te estás aburriendo?— le preguntó él.

 Ya había terminado de leer sus dos páginas. Cerró el libro no sin antes poner un señalador. Luego se giró para verla de frente. La castaña le sonreía.

 — No, solo estaba pensando— se acercó un poco más a él—. Estoy feliz de que compartamos este momento.

 — Me siento igual— confirmó el pelinegro, con un brillo en los ojos—. Oh, cierto, lo estaba olvidando. Cierra los ojos y extiende las manos.

 — ¿Para qué?— carcajeó ella.

 Aún así le hizo caso, esperando con paciencia. Sintió como depositaban algo en sus manos, no era muy pesado y parecía ser de metal. El hombre le indicó que ya podía abrir los ojos.

 Y así lo hizo, encontrando frente a sus ojos su antigua navaja suiza. Quedó muda por la sorpresa, creía haberla perdido para siempre luego de aquella noche. La inspeccionó bien, realmente era la suya ya que tenía escrito "S.B." en el mango.

 — Lo encontré tirado en el pasto, lo tomé antes de que la policía se lo llevara como evidencia— explicó Nick, observando atento su reacción—. No tuve la oportunidad para regresártelo, así que me lo quedé. Supe entonces que tarde o temprano te la devolvería, como hice esa noche, porque eso solo significaba que te encontraría nuevamente. Con esta navaja empezó todo, y espero que nunca termine.

 Fue testigo del momento justo que unas lágrimas escaparon de aquellos azules ojos de los que estaba enamorado, deslizándose en una carrera por el pálido rostro de la mujer. Se acercó a ella, preocupado por haberla cagado.

 Pero en realidad no era por él, sino por los crudos flashbacks que cruzaron la cabeza de Sarah en ese minuto. Le provocaron un agudo dolor en el pecho, la herida no había sanado en esos catorce años y una vez más sangraba. Estaba siendo sumergida con lentitud a las oscuras aguas de su dolor y miedos internos, haciendo que temblara pero no pudiera hacer nada al respecto.

 No fue entonces que volvió a su realidad presente cuando sintió unas manos acariciando sus mejillas y una voz llamándola con preocupación. Volvió en sí, encontrándose con unos ojos avellanas mirándola preocupados.

 — Lo siento— se disculpó, apartándose de Nick mientras intentaba calmar su respiración—. Aún sigo sin superarlo.

 — Tranquila, lo entiendo— la miró con comprensión, para luego bajar la cabeza—. Lamento haberte traído malos recuerdos, es mi culpa.

 Sarah negó con la cabeza. Tomó su rostro con ambas manos y lo obligó a mirarla.

 — No fue tu culpa, Nick— lo miró, segura de lo que estaba diciendo—. Nada fue tu culpa.

 — ¿Estás segura de eso?

 La castaña fijó su mirada en los ojos avellanas de Nick, encontrando en ellos remordimiento y otra cosa, como si estuviera ocultando algo. Sin embargo, no sabía que era, o no quería saberlo...

 Asintió efusivamente con la cabeza. De los labios del contrario surgió una sonrisa de lado, la observaba entre divertido y alicaído.

 — Eres tan jodidamente especial— dijo por lo bajo, ella le sonrió.



[WARNING +18]

 Sus rostros se fueron acercando con lentitud, generando expectación. Rozaron sus labios en una suave y tierna caricia, mientras sus respiraciones se mezclaban entre sí hasta unirse en un mismo aire. Sarah fue la primera en atrapar aquellos deliciosos labios de los cuales poco a poco se estaba volviendo adictiva. Nick le siguió, moviendo sus labios con una destreza fascinante, su mano viajó hasta la suave nuca femenina para acercarla más a él, profundizando aquel beso que estaba pasando a ser apasionado, expresión del mutuo profundo amor y la pasión que se tenían. Sus lenguas se encontraron y se acariciaron desesperadamente, más que la última vez.

 La mujer se sentó en su regazo, dejando sus piernas a cada lado de su cuerpo, sin cortar la unión prolongada de sus labios. En respuesta, el hombre llevó sus varoniles manos a sus caderas, acariciando sobre la tela roja de esa blusa, tanteando el terreno. Sarah empezó a hacer con lentitud movimientos sugerentes sobre él, avivando las llamas ya altas del deseo. Mordió su labio inferior, provocativa. El pelinegro rompió el beso para soltar sus jadeantes suspiros, más por la estimulación que por otra cosa, se sentía quemar. Sintió los labios bajar por su perlado cuello, besando, chupando y dejando suaves mordidas con hambre sobre su piel. Una de sus manos se coló en la blusa para acariciar la espalda baja de la mujer sobre él, provocando que una sensación electrificante la recorriera por toda su espina dorsal.

 La castaña comenzó a notar como un bulto crecía debajo suyo, gracias a sus atrevidas acciones. Separó su rostro de ese apetecible cuello para regalarle una sonrisa satisfactoria al dueño.

 — Ya está duro, sheriff— ronroneó seductora, volviendo a mover sus caderas—. ¿Qué hará al respecto?

 Sintió una mano envolverle su pálido cuello, sin apretar. Soltó un gemido excitado en respuesta. Nick la miraba fascinado, sus ojos oscurecidos la recorrían, deseoso por más.

 — ¿Qué quieres que haga?— preguntó entonces, con voz ronca, tironeando suavemente de su cuello para acercar sus rostros—. Dime.

 Había demandado saber. Sarah tembló al escucharlo tan dominante, le prendía aún más. Se acercó a su oído, rozando sus labios deliciosamente en esa parte sensible del hombre.

 — Quiero que me tomes, me lleves a tu habitación y me cojas hasta hacerme venir gritando tu nombre— susurró, lamiendo su lóbulo—. Pero sobre todo que me lleves a otro lugar, porque sería muy incomodo cojer mientras tu carnero nos mira.

 El dueño de la casa giró a ver la decoración de su sala y suelta una risa. Volvió a unir sus labios un rato más antes de que ambos se levantaran. Se tomaron de las manos, mirándose fijo a los ojos, sabiendo que el deseo flameaba en ellos. Subieron las escaleras y al llegar al pasillo no tardaron en volver a besarse de manera salvaje. Sarah fue acorralada en una pared cercana, envolvió sus brazos en el cuello del hombre y sus muslos fueron tomados por unos fuertes brazos para levantarla, obligándola a envolver sus piernas en las caderas del contrario.

 Nick caminó sin mucha dificultad hasta la habitación, sin perder el tiempo para prender la luz. La dejó con cuidado sobre la cama y se lanzó sobre ella, su boca necesitada de esos labios como si de una droga se tratara.

 Poco a poco sus ropas terminaron en el suelo de la habitación, solo quedando la ropa interior. Los pechos de Sarah estaban al descubiertos, sirviendo como deliciosos manjares ante el hombre, quien admirado, miró a la mujer, como un niño pidiendo permiso a su madre para comer un postre. Ella asintió. Nick se inclinó hacia su pecho para probar esa piel perfecta y pálida, que pedía a gritos ser marcada, ser llenada de arte como un lienzo en blanco. Paseó su lengua y sus labios por todo el pecho, desde sus clavículas, subiendo lento por los montes de sus senos, jugueteando maliciosamente alrededor de los pezones erectos por su excitante tacto. Llevó dos de sus dedos a la intimidad de su amante, sintiendo lo mojada que ya estaba, comenzó a estimular despacio su clítoris, observando maravillado como su expresión se deshacía por el placer. Los jadeos y gemidos de la castaña eran música para sus oídos, empujados al abismo de la lujuria.

 Siguió el mapa que era su cuerpo y llegó al abdomen, donde sintió como Sarah se tensaba debajo suyo. Supo la razón al percibir las varias cicatrices que había ahí, besó con ternura cada una de ellas, amándolas y a la vez sintiéndose culpable por ello.

 No pasó mucho tiempo para que el pelinegro deslizara la última prenda que le quedaba, quitándole las bragas. Nick le extendió dos de sus dedos y supo lo que debía hacer, lamió y chupó hasta dejarlos lubricados de su saliva. Sarah exhaló en anticipación, luego dejó escapar un gemido tras otro cuando sintió los labios y la cálida lengua del pelinegro acariciando sus pliegues mientras un dedo se metía por su entrada. Luego de ese dedo se sumó otro y su lengua jugaba con aquel botón de placer, maniobrando con agilidad. Llevó una mano a su cabello negro despeinado, tirando de él para acercarlo más a sí, en respuesta recibió un sensual gruñido. Arqueó la espalda al sentir como aumentaba la velocidad de los dedos y la lengua, presa del placer que estaba experimentando. Gimió en alto el nombre de su amante cuando llegó al clímax, justo como había pedido. Él bebió sus fluidos con avidez, como un explorador hallando un pozo de agua en medio del desierto. Estaba encantado por su sabor.

 La diversión no se detendría ahí y no habría descanso. Sarah lo jaló hacia sí y saboreó su boca, compartieron el sabor de su orgasmo entre suspiros y gruñidos de placer, deseosos de más.

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•*¨*•.¸¸☆*・゚AUTHOR'S NOTE: familia, les dejo la comida, disfruten sjsjsj

Lo dejaré hasta acá porque estoy cansada y ya es mimir time en mi país. Gracias por seguir apoyando esta historia, los quiero!

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