VIGILANTES

By yuulaai_17

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Paige era consciente de la existencia de seres no humanos luego de una masacre en donde vivía. Una noche fue... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1.
CAPÍTULO 2.
CAPÍTULO 3.
CAPÍTULO 4.
CAPÍTULO 5.
CAPÍTULO 6.
CAPÍTULO 7.
REPARTO
CAPÍTULO 8.
CAPÍTULO 9.
CAPÍTULO 10.
CAPÍTULO 11.
CAPÍTULO 13.
CAPÍTULO 14.

CAPÍTULO 12.

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By yuulaai_17



Capítulo 12.






Samantha.




Cocinar era una de las cosas que más me gustaba. Era lo único que podía conservar del mundo humano, todo lo demás ya no existía.

Para un humano la vida era corta e intentaba disfrutarla tanto como pudiera, siendo consciente de que no sabía cuándo abandonaría el mundo.

Pero para nosotros era diferente. No teníamos un fin a menos que alguien lo dictaminara, que viniera y nos asesinara. A pesar de que nuestra vida estuviera en un continuo peligro a causa de las misiones, me encontraba muchas veces deseando un final en alguna de ellas.

Me encontraba harta de vivir.

Se dice que uno no valora algo hasta que lo pierde, pero si sabes que nunca lo vas a perder, ¿cómo lo vas a valorar? Sabes que siempre va a estar pase lo que pase, hagas lo que hagas, por lo tanto no prestas demasiada atención a si lo estás valorando de la manera adecuada.

Tener de propósito asesinar a vampiros renegados me ayudaba a cargar con la culpa de las muertes inocentes que causé. Al despertar sudada y asustada por las pesadillas donde todos estaban tendidos en el piso sin vida, llenos de sangre al igual que mis manos.

La culpa de hacer algo mal no se iría jamás, pero ser capaz de hacer un bien lo aliviaba.

Suspiro dando vuelta el último omelette y dejándolo en un plato sobre el desayunador. Ninguno de los chicos se habían levantado aún pero a mí me gustaba que cuando lo hicieran, ya estuviera todo preparado. Busqué vasos y la jarra del jugo de naranja, los deposité también en el desayunador y me senté a comer sabiendo que los demás no tardarían en despertar.

Habían pasado dos días desde que Paige había desaparecido, o mejor dicho, desde que Dominik la secuestró.

Sentía demasiado su ausencia, ella era mi única amiga desde que perdí a Lily. Pasé siglos sin tener una amiga, el miedo de perder el control y lastimar a alguien más me torturaba todos los días. Pero con Paige todo fue diferente. Ella no me veía como un vampiro, ella me veía a mí. A Sam. A lo que era realmente y fui antes de todo.

Solo dos días que se sentían como una eternidad, sin saber qué podrían estar haciéndole en estos momentos.

Se escucharon unos pasos acercarse y levanté mi vista encontrándome con Derek. Sus ojeras delataban lo poco que seguramente había dormido, si es que lo había hecho.

Le sonreí mientras él se sentaba y desvíe mi mirada de nuevo al omelette. Comimos en completo silencio mientras Eros, Arik, Matthew y Luke también se unían sin decir una palabra. Todos estábamos igual de conmocionados. Habíamos intentado miles de formas de encontrarla y no habíamos tenido éxito.

Ella es fuerte.

Me lo repetía una y otra vez en mi cabeza.

Cada uno se fue por su lado cuando terminaron todo excepto Derek y yo que nos tocaba limpiar.

Amaba el orden y la igualdad, por lo que había sido mi idea que todo fuera así. Sin que siempre alguien se estuviera encargando de todo, sino que todos aportaran algo aquí.

Derek se encargó de limpiar y yo de secar.

No sabía qué decir, no creía que hubiera algo que lo distrajera realmente. Tampoco sabía si él quería hablar conmigo en primer lugar.

Pero quería hacerlo.

—¿Derek? —mi voz salió en un susurro que él no escuchó —. Derek —lo llamé de nuevo más alto.

Se dio vuelta y me brindó una pequeña sonrisa.

—¿Si?

Sabía que no era el momento pero no pude evitar reírme al verlo. Llevaba puesto un delantal rosa con flores para cocinar bajo su pijama de ositos, y sostenía en su mano una escoba.
Me miró sin entender y eso solo causó que riera aún más.

—Perdón...es que...te ves...—no pude terminar la frase. Me sostuve la barriga, ya comenzaba a dolerme de tanto reír.

Derek desvío su vista unos segundos a su atuendo y cerró sus ojos con una sonrisa en su rostro.

—Maldita Paige —murmuró y se unió a mis carcajadas —. Fue su regalo de cumpleaños, pensó que era lindo.

Me limpié una lágrima que había escapado por las risas.

—Tenía razón.

Me observó sonriendo y negó con la cabeza. Suspiró dejando la escoba en la pared y se acercó a mí.

—Gracias.

Sus ojos derrochan una sinceridad que no había visto nunca en nadie. Me quedo como tonta sin responder, viendo el gris de sus ojos mezclarse con un celeste tan similar al cielo. Así de claro. Así de especial, porque él era especial.

—La vamos a encontrar —susurré, no era necesario hablar alto, estábamos a escasos centímetros.

No respondió.

Sus ojos recorrieron cada parte de mi rostro y se concentró finalmente en mis labios. Sentí los nervios a flor de piel y el sudor en mis manos que con disimulo froté en mis pantalones.

—Deberíamos terminar de limpiar —dijo aún mirando mis labios.

Asentí torpemente y me separé con una sonrisa tímida que me correspondió a la vez que tomaba nuevamente la escoba.

Fijé la vista unos segundos en el suelo y luego salí del comedor.

Sabía que si no lo hacía, no podría controlarme.







***






Di vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. El reloj que yacía en la pared, a un lado de la puerta, marcaba las tres de la madrugada. Solté un gruñido de frustración sabiendo que no podría pegar un ojo en toda la noche. Así ha sido durante toda la semana, con la preocupación carcomiendo por dentro.

Una semana y sin rastros.

¿Cómo era posible no poder encontrarla?

Derek estaba destrozado. Había intentado hablar con él como la última vez, pero aunque lo intentara le costaba sonreír. Lo poco que hablaba era por lo intensa que yo podría llegar a ser, estaba siempre detrás de él.

Di una vuelta más y me asusté al colisionar mi brazo con el cuerpo de Derek. Me mantuve quieta en mi lugar, no quería despertarlo con lo mucho que le había costado quedarse dormido.

Me volteé quedando de lado, teniendo un mejor panorama de su rostro. Aún estaba enrojecido luego de haber llorado por horas. Tuve que luchar contra él para que me permitiera quedarme, para que me permitiera cargar con su dolor también.

Sabía muy bien lo difícil que era cargar con pérdidas, y no iba a permitir que estuviera solo.

Estiré mi mano para proporcionarle unas caricias en su cabello como había hecho durante toda la noche, y la retiré cuando vi su cuerpo removerse un poco.

Con cuidado me levanté de la cama, y sin hacer ruido me retiré lentamente de la habitación. Necesitaba tomar algo fresco o moriría de sed. Además de que era consciente de que tenerlo cerca era una dulce tentación.

Rebusqué en un mueble un vaso y luego me serví agua mientras observaba a través de la ventana del comedor que daba el plano justo al extenso jardín.
Me detuve a observar la luna a pesar de haber terminado de beber el agua, no faltaba mucho para que fuera luna llena.

No podía evitar mirarla con odio, sabiendo que era la causante de todo, o al menos la mayoría del dolor del mundo. De la creación de vampiros que durante siglos terminaron incontables de vidas inocentes, sin una razón realmente coherente. Solo por diversión.

Guardé el vaso en su respectivo lugar cuando vi de reojo una sombra que llamó mi atención, atravesaba el jardín velozmente impidiendo ver su rostro. Inhalé para ahuyentar cualquier tipo de miedo y me dispuse a salir a la misma velocidad por la puerta con cuidado de no delatarme.

Divisé la sombra a lo lejos, en un rincón de la casa donde no había ninguna probabilidad de ser visto o encontrado.

Levanté mi vista a lo alto de la casa y analicé más metros de los que nunca había subido alguna vez, pero sabía que no tenía otra opción. Si iba por otro lado, era más factible que todo fallara.

Me impulsé hacia la pared de un salto lo más alto posible para luego comenzar a correr tan rápido como pudiera. Logré llegar al tejado y me detuve a controlar mi respiración agitada.
Caminé lento con la intención de que mis pasos no resonaran para nada, y tuve el cuidado de no revelar en ningún momento una sombra mía.

Cuando estaba llegando al borde, me recosté y en esa posición acerqué mi rostro por encima para observar hacia abajo.

—¿Cuánto tiempo debo esperar aquí?

Los latidos de mi corazón se aceleraron de tal manera que creí por un momento que iba a salir de mi pecho.

Reconocería esa voz en cualquier lugar, aún si hubiera una multitud de personas hablando al mismo tiempo. La misma que me consoló en el momento más caótico de mi vida. La voz de la cual llegué a enamorarme.

Al menos hasta que Semmyaza tenga lo necesario.

Estaban usando una comunicación que solo un ángel caído podía crear. Una que no dejara rastros, que no podría ser evocada sino por el mismo ángel.

—Ya empiezan a sospechar, Dominik. Creen que alguien reveló la ubicación ya que nadie más la sabía, no puedo seguir con esta identidad falsa.

Si pudiera escucharse el sonido de un corazón roto, me hubieran descubierto en tan solo segundos.

No podía creer lo que oía, ni a quién lo decía.

Dejé de respirar, sofocada por los sentimientos que comenzaban a atorarse en mi garganta, las lágrimas amenazando con salir.

Sé paciente, Arik. No te descubrirán.

La comunicación se cortó y él suspiró. Avanzó unos centímetros cuando bajé y me detuve frente a él.
Su rostro quedó sorprendido por haber sido hallado en una plena traición mientras que el mío seguramente era una mezcla.

Repugnancia. Dolor. Traición.

—¿Qué hiciste, Arik? —murmuré dolida.

No contestó, se mantuvo en silencio unos minutos y luego comenzó a reír.

Lo miré sin dar crédito.

—Sam, Sam, Sam —pronunció divertido —. Siempre tan ingenua...

Intentó aproximarse pero se detuvo al verme levantar mis manos, las uñas se alargaron los suficientes centímetros para atacarlo y lastimarlo. Aún así no avancé, porque al final tenía razón. Era ingenua.

—¿Por qué? —susurré.

Inhaló y exhaló antes de hablar.

—Hace mucho tiempo deberías haberte preguntado eso —respondió alzando una ceja —. Para ser más claros... —dejó la frase en el aire mientras se acomoda el saco que llevaba puesto —, cuando creíste haber matado a tus amigos quizás.

Mis piernas fallaron y amenazaron con dejarme caer.

—¿Qué? —solté incrédula.

—Ya sabes... —continúo divertido —, cuando te hice creer que fuiste tú la que había asesinado a tus amigos, cuando en realidad fui yo.

Esta vez no retuve las lágrimas, no importaba que me viera derrumbarme frente a él, no sabiendo cuánto tiempo me había estado mintiendo. Cuánto tiempo fingió estar interesado.

Solo estaba rodeada de engaños.

—¿Tú fuiste? —dije con la amargura clara en mi voz y él asintió desinteresado —. ¿Por qué me mentiste?

Mi voz falló en la última palabra.

—Porque sino no creerías que fue la luna quien te creó.

Lo observé aún más confundida, con millones de sentimientos revoloteando dentro de mí, pero necesitaba respuestas.

—¿Quién fue entonces? —ya no eran lágrimas sino dos cataratas.

Sonrió acercándose, con su rostro casi pegado al mío y respondió:

—Yo —extendió su mano y acunó mi rostro con ella —. El hijo de la luna.





●●●●●●●●●●●

N/A: wowoowow, alto ahí.
¿Cómo que el hijo de la luna?

En fin, todos mentirosos.

¡Espero que les haya gustado! Muchas gracias por leerme ;)

¡Los amo!

~Yuli

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