FREEDOM|CNCO.

By yonaftglo

3K 583 41

¿Sientes que casi toda tu vida se ha tratado de sostenerte a ti mismo, de aguantar y seguir dando pelea? Para... More

•antes de leer•
Prólogo.-
U N O
D O S
T R E S
C U A T R O
C I N C O
S E I S
S I E T E
O C H O
N U E V E
D I E Z
O N C E
D O C E
T R E C E
C A T O R C E
Q U I N C E
D I E C I S É I S
D I E C I S I E T E
D I E C I O C H O
D I E C I N U E V E (PARTE 1)
D I E C I N U E V E (Parte 2)
V E I N T I U N O
V E I N T I D Ó S
V E I N T I T R É S
V E I N T I C U A T R O
V E I N T I C I N C O
V E I N T I S É I S
V E I N T I S I E T E
V E I N T I O C H O
V E I N T I N U E V E

V E I N T E

63 12 1
By yonaftglo


 
Al momento de abrir sus ojos en la mañana, Maddie sonrió. El simple hecho de recordar que había hecho el amor con Erick le hizo poner la piel gallina, así como no hace muchas horas al tener su piel pegada a la suya, convirtiéndose en uno solo. Puso sentir esa hermosa sensación, aquel cosquilleo en el pecho que tanto le gustaba sentir cuando oía hablar al ojiverde, o simplemente verlo a los ojos. Esa noche había tenido la oportunidad de sentirlo, de tocarlo, abrazarlo, admirarlo, observarlo a los ojos y embriagarse de todo él; algo que la dejó flotando entre nubes de algodón de azúcar hasta caer profundamente dormida, teniendo su rostro hundido en el pecho de Erick, quien la abrazaba por los hombros.
 
El sentimiento de plenitud que desde la noche anterior se había asomado en el interior del alma de la morena aún estaba allí; y tal parecía que no tenía intenciones de irse, pero lo loco era que no se sentía totalmente plena. Algo así como un segundo sentimiento, uno raro, que le decía susurrante que para conseguir esa plenitud debía seguir un poco más. Pero la verdadera pregunta era: ¿cuánto de poco es "un poco más"?
 
La sonrisa en su rostro no duró mucho al darse cuenta que estaba sola en la cama, así que frunció su ceño y abrió sus ojos. Tuvo que esforzarse un poco al sentir la luz del sol chocando con ellos, y cuando pudieron adaptarse a la luz, se sentó en su cama e inspeccionó su habitación. Apenas lo hizo se encontró con la figura del muchacho que se había robado su corazón, con solo su pantalón de jean negro dejando ver el elástico de su bóxer se mantenía descansando su peso en la pared junto a la ventana, simplemente mirando hacia afuera, al cielo despejado y al sol en lo alto como si quisiese descifrar algo y ellos tuvieran la solución a todas sus dudas.
 
De nueva cuenta, Maddie sonrió, esta vez enternecida al ver la atención que Erick parecía dedicarle a la vista que le dejaba ver el vidrio trasparente de la ventana. Sin apuro alguno se puso de pie y tomó sus bragas negras, luego de ponérselas tomó la playera azul marino del cubano, al estar con ella puesta pudo darse cuenta que no cubría demasiado –literalmente ni siquiera llegaba a sus caderas–, pero nada que él no haya visto la noche anterior.
 
Dio media vuelta con la intensión de caminar hasta él, pero antes de hacer miró una vez el rostro del ojiverde. Y por segunda vez desde que despertó frunció su ceño, esta vez no por confusión sino por la preocupación que le generaba ver el rostro del muchacho con aquella expresión. Parecía abrumado, indeciso, incluso espantado y horrorizado, como si lo que sea que pasara por su cabeza lo dejara un sabor tan amargo en la boca que sentía que nada bueno traería. Entonces se acercó hacia él.
 
—Hola, mi cielo —lo saludó con suavidad envolviendo sus brazos por su cintura, y dejó un pequeño beso tras su oreja.
 
—Hola... —Casi susurró, como si tuviera miedo de levantar demasiado la voz.
 
—¿Qué te pasa, Erick? —cuestionó con preocupación.
 
El nombrado soltó el aire que contenía en sus pulmones y se alejó con cuidado de Madison, volteándose a verla.
 
—Nada, solo que...
 
—No, Erick, sí que pasa —negó analizando su rostro—. Capaz que no me creas, pero te conozco bien y sé cuándo te pasa algo o no —se encogió de hombros, como si lo que acabara de decir no importara, ladeando su cabeza—. Y nada más te tuve que mirar dos veces para darme cuenta de que algo te pasa... ¿o no?
 
Erick volvió a suspirar y cerró sus ojos por un momento.
 
—Sí, algo pasa —admitió, abriendo sus ojos y agachando su cabeza.
 
—¿Qué pasa, cielo? —volvió a preguntar con el tono más suave que pudo encontrar.
 
—Es sobre lo de anoche...
 
A Madison se le paró el corazón por unos segundos. ¿Lo de la noche anterior lo tenía tan perturbado?
 
—¿Qué pasa con lo de anoche? —frunció levemente su ceño, reteniendo su impulso de cruzar sus brazos para que Erick no pensara que se estaba poniendo a la defensiva.
 
—¿Recuerdas lo que te dije? —quiso saber.
 
—¿Qué de todo? —rió, a una pequeña parte de ella le divertía su actitud.
—Cuando te dije que te quiero...
 
—Sí, obvio que me acuerdo —sonrió al recordar aquellas palabras luego de que ella se lo confesara—. No sé si quedó claro, Erick, pero me gustás mucho y no exageré cuando te dije que te quiero, porque de verdad te quiero muchísimo.
 
El muchacho suspiró con pesadez luego de cerrar sus ojos, y al abrirlos de nueva cuenta, frunció sus ceño y su mandíbula se tensó, haciendo que Madison borrara su sonrisa e irguiera su espalda.
 
—Pues bien por ti —soltó con dureza, frunciendo su ceño aun más—. Porque lo que yo dije no es verdad.
 
—¿Qué, qué decís? —rió sin gracia—. ¿Cómo que no es verdad? No me jodas así.
 
—¿Por qué habría de mentirte? —preguntó con obviedad.
 
—Eso mismo digo yo... —habló con su voz temblando cruzando sus brazos por fin—. ¿Por qué se supondría que dijiste eso si en realidad no sentías eso por mí?
 
—No lo sé... —sé encogió de hombros y miró fugazmente hacia otro lado con despreocupación, mientras que el corazón de la morena comenzó a latir de manera acelerada ante aquello—, cortesía, tal vez.
 
Elevó una ceja. —¿Cortesía? —susurró incrédula—. ¿Cómo que lo dijiste por cortesía, pelotudo? Explicame eso porque no entiendo qué mierda se supone que hiciste por cortesía porque no me entra en la cabeza que vos...
 
—Tú me dijiste que me querías —la interrumpió, con un tono de voz indiferente como si estuviesen hablando del clima y no de lo que había ocurrido antes de que hicieran el amor–, y me pareció descortés no decírtelo a ti también, fue por eso que lo dije.
 
Madison frunció su ceño con profundidad, abriendo sus ojos como platos y frunció sus labios al tiempo que sus mejillas se inflaron. Cualquier persona podría notar que estaba molesta.
 
—¿Pero por qué no te vas un poquito a la mierda, Brian? —soltó con rudeza antes de dar media vuelta e ir directo a su ropa regada en el suelo al rededor de su cama. Con la mayor rapidez que pudo se puso sus jeans al tiempo que Erick caminaba hacia ella.
 
—¿En verdad te vas a enojar por eso? —cuestionó con burla y una sonrisa de lado, sus manos en sus bolsillos demostraban lo despreocupado que aquella situación lo tenía.
 
Por otro lado, la morena prendió los botones de su pantalón y se quitó la playera del ojiverde con brutalidad y enojo, sin importarle quedar desnuda de la cintura para arriba frente a él durante unos segundos.
 
—¡¿Y cómo mierda no querés que me enoje, pelotudo del orto?! —casi gritó, tirándole su playera en el rostro con fuerza. Tomó su propia blusa y se la puso con rapidez—. Me dijiste que me querías y después hicimos el amor, Brian —susurró, su voz sonó dolida y un nudo de formó en su garganta. Tomó toda su fuerza de voluntad impedir que sus ojos se cristalicen y que de su boca saliera sollozo alguno—. Y ahora me venís decir que era mentira, que en realidad no me querés y que por lo tanto no me hiciste el amor; y encima tenés el tupé de preguntarme si me voy a enojar por eso como si fuese la boludes más grande del mundo, ¡en cuanto no lo es, carajo!
 
—No es mi culpa que no puedas diferenciar entre algo de una noche y algo real —rodó sus ojos, pasando por algo todo lo dicho por la morena—, Ya superalo.
 
—¡No me digas eso!
 
—¡¿Y qué quieres que te diga?! ¿«Siento haberte confundido, Madison, no era mi intención»? O quizás prefieras un «Era broma, Maddie, te quiero más que a mí mismo».—habló con sarcasmo, lo que hizo que el corazón de la argentina se estrujara—. ¡Nunca podría decirte eso, porque estaría mintiendo!
 
—¿Y entonces por qué anoche me dijiste todo lo que me dijiste?
 
—¡Ya te lo dije!
 
—¿Y por qué me mirabas como yo te miro a vos? —quiso saber, no lo dijo de manera brusca, pero sí lo suficientemente firme y repentina como para tomar desprevenido al ojiverde.
 
—¿Cómo? —preguntó confundido.
 
—Como si no importara nada más —susurró.
 
Pero el oír la risa cínica del ojiverde, todo dentro suyo se derrumbó. Y no tardaría mucho para que todo aquel desastre que era su interior quisiera salir al exterior.
—Mira nada más la película que te haz inventado —negó con diversión. Tomó su playera que ahora descansaba en el suelo luego de que la morena se la haya arrojado, su calzado y lo vio desaparecer a sus espaldas.
 
Luego de oír la puerta cerrarse y cerciorarse de que su respiración agitada era la única allí, se dejó caer en el suelo y descansó su espalda en la cama. Respiró con profundidad al menos tres veces, las suficientes como para que aquel nudo que persistía en su garganta encontrara con rapidez la forma de disminuir su tamaño. Las lágrimas allanaron sus ojos y luego todo su rostro al tiempo que cientos de sollozos se hicieron presentes, simplemente como demostración del dolor que sentía su corazón. Ni siquiera recordaba la última vez que había llorada, recordaba no haberlo hecho cuando terminó la relación con su ex novio; pero claro, esto era diferente en todas las malditas maneras posibles.
 
Y ni siquiera se esforzó en dejar de llorar, ni siquiera intento calmar sus sollozos. Simplemente se dejó liberarse, tratando de entender cómo el chico que parecía tener el alma más bonita la había lastimado de tal manera.
 
 

 
 
—Joder, Vélez.—se quejó el dominicano entrando en la habitación de Joel.—¿De todas las horas del día tenías que elegir la más apegada al amanecer para querer hablar con nosotros?
 
—Ajá.—respondió el chico lanzándole una amplia sonrisa. Richard se frotó los ojos un segundo y pasando su mirada de uno a uno por encima de las figuras de sus compañeros se percató del pequeño detalle.
 
—¿En dónde está Erick?—preguntó.
 
—Supongo que se habrá quedado con su madre o algo así.—respondió Zabdiel.—No vino en toda la noche…
 
Richard llevó sus ojos hasta el castaño que permanecía en silencio contemplando a la nada. Era obvio que la coartada de que Erick estaba con su madre era falsa tomando en cuenta que Alison no los dejaba poner un pie fuera del hotel sino era con ella…inclusive si se trataba de sus madres o del jodido presidente del país. Las cosas para la rubia no funcionaban así y que ellas hubiesen llegado “de sorpresa” no era un motivo suficiente o valido si quiera para que ella los dejase salir.
 
Él incluso lo había intentado la noche anterior cuando se percató que su hija se moría de sueño y que aunque luchaba por no hacerlo, sus pequeños ojitos pedían a gritos algo de descanso. Animado por el alcohol que había en su sistema –no es que fuese mucho de todos modos, apenas y se sentía- y secundado por el valor que tomó ante la emoción que embargaba su cuerpo caminó hasta Alison e imploró dejarlo ir con su madre e hija a lo que como era de esperarse, ella dijo que no. Las ganas de gritarle se apoderaron de él un momento pero cuando comprendió que si lo hacía estaría metido un buen lío –y de que no era un jodido violentador de mujeres, sobre todo- desistió de la idea pero hizo que el desprecio que sentía por ella aumentase a sobremanera.
Richard siempre había amado cantar. Desde pequeño su hermano y él siempre habían sido los animadores de las fiestas en casa y desde entonces se había dado cuenta que cantar era lo suyo. Lo que nadie le había dicho jamás era que cuando luchara por sus sueños y lo consiguiera, todo lo demás se iría a la mierda. Al menos una buena parte de su vida.
 
Nadie le había dicho que personas ajenas a él lo controlarían. Que personas a las cuales él –ninguno de ellos en realidad- no les importaba en asboluto, personas que solamente estabas detrás suyo por cuestiones monetarias. Nunca nadie le dijo eso y para el momento en el que se dio cuenta, ya era demasiado tarde.
 
Así que sí, Erick claramente no estaba con su madre y que ellos no se diesen cuenta por el exceso de sueño que tenían encima era algo completamente diferente. Pero él sí lo sabía así que supuso que más tarde tendría tiempo para preguntárselo a Chris.
 
—Ah.—fue lo único que dijo.—¿Entonces? ¿Para qué querías vernos con tanta urgencia? Dios, ni cuando tenemos que dar entrevistas nos levantamos tan temprano…—se quejó.
 
Christopher se echó a reír.—Lo sé y lo siento.—decidió.—Necesito que me ayuden con algo realmente importante…
 
—Y eso tan importante es…—musitó Joel.
Las mejillas del joven de encendieron ligeramente.—Danna.
 
—Danna…—repitió Richard.—No es algo que me sorprenda, la verdad. Como sea, dinos que es lo que tenemos que hacer…
 
—Ayudarme a armar la cita perfecta…—anunció y cuando la extensa sonrisa se abrió paso en los labios de Christopher fue inevitable que ellos sonrieran también. La felicidad que mostraba el ecuatoriano era evidente. Había pasado un buen tiempo desde la última vez que lo había visto así.
 
Y verlo así le encantaba.  
 
—¡No sé porque no me sorprende…!

 
Danna.—
 
Cuando el despertador sonó esa mañana y la castaña abrió de golpe encontrándose en una habitación que no era la suya: su corazón dio un vuelco.

Christopher no había estado mintiendo cuando dijo que la azoteas eran lo suyo porque en verdad lo eran y aunque Danna lo odiaba un poco ese hecho, también daba las gracias porque esos eran precisamente los únicos momentos a solas que tenían en los que solamente existían ambos.

Estar entre los brazos de Christopher para Danna era lo más increíble del universo. Sentir su respiración sobre su cuello, sentir sus labios, escuchar su voz; todo eso era completamente perfecto pero lo más perfecto de todo era él.

Christopher Vélez.

El mismo Christopher Vélez que le había robado el corazón desde la primera vez que cruzaron palabra, el mismo con el que había pasado la noche. Se sentó de golpe en la cama y cuando sus ojos cayeron encima de un bóxer color negro encima de la cama contigua tuvo ganas de llorar.

Bajó la mirada y viéndose a sí misma se percató que tenía puesta la misma campera que Christopher había estado utilizando el día anterior. Inspiró con fuerza y se quedó en completo silencio mientas sus mejillas se tenían de un rojo tan intenso como un jitomate. Levantó el edredón con el que estaba cubierta y se relajó de inmediato.
Al menos no había hecho nada de lo que se pudiese sentir culpable, nerviosa o arrepentida. Es decir, adoraba a Christopher como nunca había adorado a nadie más pero hacer el amor con él y después no recordarlo no era algo que quisiera experimentar. Tenía que ser algo lindo y especial como siempre había soñado.

Después de todo, iba a ser su primera vez.

Negó lentamente y salió de la cama con pasos lentos. Tenía la intención de ir a su habitación pero la idea de encontrarse con Madison y Erick en una situación de la que definitivamente no quería ser testigo así que se quedó de pie en medio de la habitación.

La puerta se abrió de golpe y un Richard completamente sonriente entró en la habitación.—Danna…—saludó.

—Eh...

—No te preocupes, no preguntaré que es lo que estás haciendo en mi habitación porque ya lo sé.—anunció lanzándole una sonrisilla que la hizo estremecer. Era linda, sí. Richard sin lugar a dudas tenía una de las sonrisas más bellas que había visto alguna vez, y estaba siendo imparcial, pero en ese momento la sonrisa del moreno la ponía nerviosa a sobre manera.

—¿En dónde está Chris?—preguntó en voz baja.

—Buenos días para ti también, dulzura.—se burló.

—Buenos días.—saludó en voz baja.—Lo siento.

—Está bien, no te preocupes.—se rio él.—Chris ha tenido que salir…tenía algo importante que hacer con su madre, no quise quedarme en la habitación porque supuse que sería extraño si despertabas y me veías a mí…

—No me molestas…—le informó encogiéndose de hombros.

—De todos modos prefería irme.—agregó él.

—¿Has visto a Mad?—preguntó.

—No.—negó el chico.—Es día libre, supongo que salió a caminar o algo así…lo hace siempre que tenemos días libres…

—Es verdad.—añadió ella.

—Pero ese no es el punto, el punto acá es que he venido por ti para llevarte a desayunar…—inquirió sin dejar de mirarla.

—No tengo hambre.—decidió.

—No me has entendido.—anunció y Danna lo miró fijamente.—He venido por ti para llevarte a desayunar; y no es una pregunta, Danna…

(…)

—¿Entonces?—cuestionó Joel sin dejar de mirarla.—¿Nos ayudarías?

—¿En dónde están Erick y Zabdiel?—preguntó.

El mexicano la miró un segundo y luego se encogió de hombros.—Erick con su madre y Zabdiel, no lo sé…supongo que estará con Alexia y su madre…después de todo hace mucho que no las veía…—le explicó lentamente.

—Igual que ustedes…—concedió.

—Es verdad.—aceptó Richard.—Pero en lo personal, mamá ha vuelto a casa…Aaliyah tiene colegio y no puede faltar muchos días, con uno fue suficiente…

—Y mi mamá ha salido con una amiga pero nos reuniremos más tardes.—anunció Joel encogiéndose de hombros una vez más.—Pero… ¿nos ayudarás sí o no?

—Sí.—asintió Danna.

—¿O tienes algo mejor que hacer?—cuestionó Richard alzando una de sus cejas.—Porque si es así, nosotros lo entendemos…

La chica se echó a reír.—No digas boberías, Richard.—se quejó.—No tengo nada mejor que hacer, la verdad…

—Lo sé.—admitió lanzándole una amplia sonrisa que la hizo reír.—Sólo estaba haciendo un poco de drama, ya sabes, ¿qué es la vida sin un poco de drama, no?

—Supongo.—respondió ella.—La verdad es que no me gusta el drama, lo odio. Entre más lejos del drama esté pues creo que es mucho mejor…

—Concuerdo con ella.—anunció el mexicano.—Pero vamos, vamos…quiero que me ayudes, Dan. En serio eres buena con esto y no me vendría bien algo de ayuda.

—Ya mí.—completó el dominicano.

—Miren no sé qué es lo que está pasando pero no les creo ni una sola palabra.—se rio.—No me pueden venir a decir ninguno de los dos que han perdido el estilo para vestirse porque todos sabemos que no es verdad, pero vamos…

—No lo hemos perdido.—inquirió el rizado.—Sólo hay malos días y a veces no siempre tenemos inspiración…pero tú sí porque ese es tu trabajo, ¿verdad?

—Eres malo siendo convincente.—decidió y los tres se echaron a reír.—Pero sí, los ayudaré.

Caminaron en silencio por varios minutos hasta que la habitación de Joel y Zabdiel.—¿Qué se supone que tengo que hacer?—cuestionó en voz baja.

—Ordenar…—susurró el dominicano.—Combinar. Ya sabes a lo que nos referimos.

—Esperen un segundo.—pausó.—¿Por qué quieren que ordene su ropa si al final de cuentas ustedes volverán a poner todo esto en las maletas y entonces será como si hubiese perdido mi tiempo...

—Um…—murmuró Joel.—No.

—Ajá…

—Bueno, bueno…—se burló Richard.—Vamos a ser cuidadosos cuando la pongamos…

—Ustedes dos están actuando súper raros y la verdad es que me da algo de…curiosidad sabe que es lo que están tramando…—inquirió sin dejar de mirarlos primero a uno y luego al otro.

—No sabemos de qué hablas.—decidió Joel.

Danna entornó sus ojos pero sin decir más, caminó hasta el montón de ropa agrupada sobre uno de los pequeños sofás junto a la ventana. Comenzó jugueteando con una camiseta que pintaba el estilo de Richard por todos lados y para cuando se dio cuenta estaba completamente inmersa entre prendas de vestir.

En la distancia –justo detrás suyo- era capaz de escuchar a los chicos hablando en voz baja pero ciertamente no estaba prestándoles atención. Siempre le había gustado juguetear con la ropa, esa había sido la razón principal por la cual había decidido enviar su currículo cuando una de sus compañeras de trabajo le comentó sobre ello.

Y ahora estaba ahí. Arreglando ropa para Richard Camacho y Joel Pimentel.
Danna se giró de golpe y los chicos se sentaron con la espalda recta de inmediato.—¿Qué pasa?

—Nada.

—No tienen cara de que no pase nada.—replicó la chica de manera inmediata.

—Puf, no sabemos de qué estás hablando, Dan.—se rio Joel.—De todos modos… ¿quieres dar una pequeña caminata…?—inquirió batiendo sus pestañas.

Danna frunció sus cejas un momento.—¿Qué?

—Ya sabes…caminar…

—No entiendo  nada de lo que está pasando pero les agradecería mucho que me lo dijeran, hace un minuto estaban demasiado preocupados por su ropa y ahora…—vociferó pero la voz de Richard la interrumpió.

—¿Un minuto?—alzó una ceja.—Pasó una hora.

—¿Qué?

—Que perdiste la noción del tiempo combinando la ropa.—se rio el muchacho.—Pero ahora…Danna Silvetti, nos acompañarás a dar un pequeño paseo…

—No.

—Sí.—decidieron al unísono.—Así que…vamos…

Danna protestó pero sus protestas murieron en el segundo en el que se dejó llevar fuera de la habitación siendo casi arrastrada por los dos muchachos. Inspiró con fuerza tratando de dispersar cualquier idea que pudiese cruzarse por su cabeza. Sabía que ellos no la lastimarían, de hecho, confiaba más en ellos que en  ella misma; sólo que había algo raro en esos dos chicos. Algo raro que sin lugar a dudas ella averiguaría.

Cuando llegaron al elevador y entraron, ella fue arrojada dentro –literalmente lo fue-, llevó su mirada al frente sólo para percatarse de como Joel le lanzaba un papel arrugado y luego las puertas se cerraban sin que ella pudiese protestar. Cerró sus ojos un momento, inspiró con fuerza y luego dejó salir el aire de sus pulmones.

Se inclinó para tomarlo y cuando lo tomó entre sus manos y sus ojos ambarinos se toparon con una sola palabra escrita en él, su  corazón dio un vuelco.

“Azotea”

Un minuto después –o tal vez dos- las puertas del ascensor de abrieron de par de par. Con el corazón latiéndole muy de prisa comenzó a caminar lentamente hasta las puertas bien conocidas que llevaban hasta la azotea. Para ese punto de la semana, Danna ya las conocía bien. Demasiado bien, de hecho.

Tragó lentamente cuando finalmente llegó a la enorme puerta y contando mentalmente hasta diez, la empujó con fuerza.

Su corazón acelerado  dejó de latir un segundo. Christopher permanecía de pie en medio de la azotea pero eso no era lo más asombroso de todo –a pesar de que él ya lo era con la manera tan impresionante en la que lucía- sino más bien la manera en la que se había encargado de decorar la azotea.

Danna siempre había tenido claro que los cuentos de hadas existían solamente dentro de los libros que Cleo le leía cuando era pequeña…no estaba buscando un príncipe azul o algo que se la pareciera…pero ahora, viéndolo ahí en medio de aquel jodido jardín de cuentos de hadas que había en la azotea se daba cuenta que sí, los príncipes azules y los cuentos de hadas existían.

Christopher era un príncipe azul. El príncipe azul que ella amaba y que la amaba a ella.

Conteniendo sus lágrimas se llevó la mano a boca mientras una amplia sonrisa  se abría paso en la boca del castaño.—Chris…

—Sé que te dije que esperaría a volver a Miami para pedirte una cita…pero…es que para ser sincero no podía esperar más…—Danna negó lentamente sintiéndose capaz apenas de respirar de manera correcta.

Cada jodida emoción que embargaba su cuerpo en ese momento era único e inigualable. Eran sentimientos que definitivamente no podía terminar de comprender  y mucho menos explicar.

—Christopher, esto es…—susurró.

—¿Aceptarías ser la novia de ese hombre que no hace más que pensar en ti todo el puto día?—se rio.—Va a sonar cursi lo que te diré pero es real, lo juro por mi mamá…—murmuró mientras se acercaba a ella con pasos lentos. Cada paso que él daba hacia ella el corazón de Danna latía más y más rápido.—Nunca en mi vida había sentido lo que siento por ti. No sé cómo pasó pero pasó y cuando te digo que no sales de mi cabeza un puto segundo es porque es verdad…eres un rayo de luz en medio de toda esta mierda ¿sabes?—inquirió envolviendo sus brazos alrededor de su cintura. Sus ojos se encontraron un segundo y eso fue suficiente para que Danna se  derritiera por completo.—Y no estoy dispuesto a renunciar a ti. Nunca. Así que… ¿quieres ser mi novia...?

La chica se puso de puntillas y un segundo después unió sus labios a los de Christopher.

—¿Eso responde tu pregunta?—cuestionó en voz baja.

Él se rio.—Tal vez me ha quedado algo de duda…—anunció haciéndola reír.

—Bien…espero que tengas tiempo porque realmente tengo tiempo para responderte todas las veces que quieras…
 


Hijo de puta.

Hijo de puta.

Hijo de puta.

Esas eran las únicas tres palabras que se repetían dentro de la cabeza de Erick Brian Colón. Joder. No podía sacarse de la cabeza la manera en la que lucía Madison esa mañana cuando salió de la habitación. Inspiró con fuerza antes de dejar salir el aire de sus pulmones  y volver su atención al fondo de la piscina tratando de empujas esos pensamientos fuera de su cabeza.

Pero entre más quería alejarlos, más presentes parecían estar.

—¡Erick!—dio un salto en su lugar y girándose sobre su eje para encontrarse con Danna que parecía demasiado feliz mientras se acercaba a él.

—¡Me asustaste!—se quejó.

—Lo siento.—respondió ella de inmediato dándole una diminuta sonrisa. Erick negó lentamente volviendo su atención al agua y la sonrisa de la chica murió.—¿No puedes dormir? ¿O por qué estás aquí sentado?

—Me duele un poco la cabeza.—admitió en voz baja. Aunque mentía.

Decir que le dolía cabeza era solo una pequeña arma para no tener que decir que le dolía el puto corazón por ser tan hijo de puta.

—Entiendo.—musitó en voz baja.—Er… ¿Está…todo bien?—preguntó en un hilo de voz.—Es que…no pareces…

—¿Feliz?—cuestionó poniéndose de pie.—Nadie en medio de esta jodida mierda puede ser feliz.—decidió.—Si puedes serlo tú, aprovechalo.

—Erick…

—Porque en lo que a mí respecta, Danna, no tengo ni un solo puto motivo para ser feliz.—anunció.—Mi felicidad se terminó en el puto momento en el que me di cuenta que esto no era en absoluto como me lo contaron, nada es así y una vez que entras en toda esta mierda no vuelves a salir nunca más… ¡nunca!
 

Continue Reading

You'll Also Like

639K 53.2K 167
~SINOPSIS DE LA 1ª PARTE~ Anya Forger, la adorable y telepática niña, se ve envuelta en un enredo de rumores junto con Damian Desmond, el hijo del pr...
192K 10.1K 93
Segunda parte de One Shots - Selección Mexicana La primera parte se encuentra en mi perfil más de 100 One Shots Pequeñas historia de tus futbolistas...
188K 24.1K 117
𝐅𝐀𝐊𝐄 𝐂𝐇𝐀𝐑𝐌 || 𝙴𝚕 𝚎𝚗𝚌𝚊𝚗𝚝𝚘 𝚎𝚜 𝚎𝚗𝚐𝚊ñ𝚘𝚜𝚘, 𝚢 𝚌𝚘𝚗 𝚜𝚞 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎𝚣𝚊 𝚑𝚊𝚛á 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚎 𝚊𝚛𝚛𝚎𝚙𝚒𝚎𝚗𝚝𝚊𝚜. Teen Wolf...
190K 8.9K 41
Un día, dos chicas se encuentran en el metro. Violeta, que acaba de ser abandonada, se está recuperando de un corazón roto, y Chiara está lidiando co...