FREEDOM|CNCO.

By yonaftglo

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¿Sientes que casi toda tu vida se ha tratado de sostenerte a ti mismo, de aguantar y seguir dando pelea? Para... More

•antes de leer•
Prólogo.-
U N O
D O S
T R E S
C U A T R O
C I N C O
S E I S
S I E T E
O C H O
N U E V E
D I E Z
O N C E
D O C E
T R E C E
C A T O R C E
Q U I N C E
D I E C I S I E T E
D I E C I O C H O
D I E C I N U E V E (PARTE 1)
D I E C I N U E V E (Parte 2)
V E I N T E
V E I N T I U N O
V E I N T I D Ó S
V E I N T I T R É S
V E I N T I C U A T R O
V E I N T I C I N C O
V E I N T I S É I S
V E I N T I S I E T E
V E I N T I O C H O
V E I N T I N U E V E

D I E C I S É I S

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By yonaftglo


—¿Me pueden decir por qué parece que le ponen más entusiasmo a las clases de baile que a las clases de canto que les doy? —preguntó con el ceño fruncido.

—Porque tú nos caes mal —soltó Christopher en su dirección.

—Vos a mí también me caes mal, ¿y querés que te diga a qué otra persona le caes mal?—sonrió sabiendo que Chris estaba bromeando y ella también quería bromear. Y en las bromas ella siempre era la mejor.

El castaño abrió sus ojos como platos y negó con susto. Los demás lo miraron y rieron sin entender del todo lo que estaba pasando pero el que reía a carcajadas era Erick.

—Hablando en serio, nos piden desde arriba que nos empeñemos más en el baile...

—Para dar más show al show. —asintió Zabdiel interrumpiendo a Richard.

—¿Y entonces qué mierda hago yo acá?

—Pregúntale a los de arriba.—Joel se encogió de hombros.

—Y con "los de arriba" nos referimos a Clara, Ali..., Walter, quizás.—susurró Erick.

Madison rodó los ojos.—La verdad es que ellos me pagan para hacer mi trabajo y aunque en cierto punto me encantaría hacer nada, me veo en la obligación de darles clases.—explicó.—Y la verdad es que me gustaría que todos y cada uno de ustedes se mejoren cada día a sí mismos. Pero también es verdad que si ninguno le pone de su empeño, no vamos a llegar a ningún lado con las clases. —Miró a los cinco con detenimiento tratando de ver sus expresiones. Erick estaba cabizbajo jugando con sus dedos; Richard y Zabdiel la miraban con atención entendiendo cada punto que planteaba la argentina; y Chris y Joel asentían como niños pequeños.—Lo tienen que hacer principalmente por ustedes mismos, chicos. Para superarse a sí mismos y seguir dejando su marca, su esencia, esa bonita sensación que antes hacía que las personas tengan ganas de cantar con ustedes y de que ustedes les sigan cantando a ellos —Sonrió.

—Deberías trabajar haciendo tarjetas motivacionales, eh.—Soltó Christopher.

—¡Chris, me cortaste el momento!—reprochó con un deje de gracia.

—Bueno, perdón.—rio.—Tú sigue.

—No, ahora ya se me fue toda la inspiración...

—¿Qué se supone que están haciendo que no oigo voces cantando?—preguntó una nueva voz en el salón. Una voz que ya todos conocían a la perfección y que la mayoría del tiempo solo se hacía oír cuando alguien estaba haciendo las cosas mal.

Madison dio media vuelta sobre su propio eje para poder mirar a Alison, quien tenía a sus espaldas a Danna –que miraba todo como si fuese nuevo para ella totalmente desorientada-. La rubia elevó una ceja en dirección a la morena, seguramente con la intención de que alguna respuesta a su pregunta llegara lo antes posible.

—¡Hola, Alison! Buen día, espero que tu mañana esté yendo espectacular.—habló con ironía exagerada. La nombrada rodó los ojos y tuvo intensiones de replicar algo pero la morena no la dejó.—Resulta que entraste al salón justo en la mitad de nuestro descanso de cinco minutos.

—Solo quería decirte que tu clase terminará antes.—declaró después de rodar los ojos.—Dentro de veinte minutos a partir de ahora...

—¡¿Qué?!—gritó.—Alison, ya van tres veces seguidas que me cortan la clase y este tipo de cosas ya vienen hace rato. ¿Ahora por qué se supone que me sacan tiempo?

—Kyle no puede...

—¡¿De nuevo?!—la interrumpió por segunda vez.—Mirá, con el chabon está todo re bien pero no es mi culpa que no pueda dar su clase completa. Encima ni siquiera son capaces de por lo menos tratar de darme unos minutos más después de que los chicos terminen la clase de baile. Y como si lo que dije no tuviera importancia y sí lo tiene, ustedes tienen el tupé de reprocharme cuando me atraso casi ni siquiera cinco minutos de clase. Pero siempre me cortan mis clases, ¿entendés? ¡esto así me parece que no da, Alison!

—¿Así que ahora la que va a decirme qué es lo que tengo que hacer vas a ser tú?—habló entrecerrado sus ojos y acercándose a paso lento a ella.

—Si es necesario, obvio que lo voy a hacer.—afirmó de igual manera.

—¡Quiero el ambiente calmado, mujeres, por favor!—pidió la voz de Clara mientras esta entraba al salón.

Antes de eso, un silencio tenso se había instalado sobre todos ellos. Los chicos parecían ser simples espectadores, viendo estupefacto aquella escena de las dos mujeres frente a frente mirándose fijamente y sin parpadear, y Danna se había quedado abrazándose a sí misma, debatiéndose entre decir algo para tratar de que la tensión en el ambiente sea menor o quedarse callada para que Alison no se altere a un más.

—Necesito que alguien me explique qué es lo que pasa ahora.—suspiró con pesadez como si estuviera cansada de aquel tipo de situaciones. Pero todos lo estaban.

—Me está diciendo que de nuevo me van a cortar la clase, Clara.—Un nudo se había formado en su garganta ante la impotencia con su voz sonando raposa, sintiendo sobre sí las miradas de todas las personas allí.—Y el problema acá no es exactamente ese, es que después no me dejan recuperar el tiempo perdido y eso es un atraso en la cosecha de los chicos.

—Lo siento, Maddie, pero no podemos hacer más.—le dijo con suavidad.

Las fosas nasales de la argentina se abrían y cerraban con rapidez, una de sus cejas alzada, sus labios fruncidos y su mandíbula tensa demostraban lo furiosa que estaba. Porque claramente, no era la primera vez que le hacían eso. Ni tampoco la segunda o la tercera. Fueron varias veces.

—Bueno, viendo que con esta discusión de mierda ya tiramos más de quince minutos a la concha de la lora…—comentó viendo la hora en su reloj de pulsera. Juntó sus manos al tiempo que daba media vuelta para mirar a sus estudiantes.—la clase termina ahora…

Sin mirar a nadie caminó hasta tomar su bolso –el cual descansaba en el suelo, cerca de los muchachos– y salió casi hecha una bola de furia hasta salir del salón maldiciendo internamente a todo aquel que se le cruzara por enfrente, principalmente a Alison y Clara, que poco a poco le iban cayendo peor.

Cuando Madison estaba enojada solía caminar con pasos largos, rápidos, firmes y ruidosos. Y esta vez no era la excepción. En menos de cinco minutos ya estaba en el sexto piso, sentada junto a la ventana de su habitación con su mandíbula apretada. Simplemente se cuestionaba internamente si Alison y el resto del equipo lo hacían adrede –si realmente lo único que querían era hacer cualquier cosa en su contra– o si lo que en realidad estaba contra ella era la simple casualidad.

 

—Kyle llegará en un momento.—soltó Alison unos segundos después de que Madison saliera del salón.—No se muevan de aquí.—La rubia junto a Clara dieron media vuelta, listas para salir pero al toparse con el cuerpo de la castaña, Alison se detuvo con el ceño fruncido—¿Y tú qué haces aquí?

Danna bajó un poco la barbilla y la miró con ambas cejas alzadas, tratando de cuidar el tipo de palabras que elegía para responderle.

—Mientras estabas camino aquí te dije que yo también tenía que venir para hablar con los chicos sobre el nuevo vestuario.—susurró.

La rubia la miró de arriba abajo.—Está bien, pero no molestes cuando Kyle llegue.

—No.  Señora.

Y con eso ambas mujeres salieron de la gran habitación. Con sus ojos cerrados con suavidad ahora Danna podía por fin respirar con normalidad; tener a Alison cerca la ponía cada vez más incómoda, fuera de lugar y nerviosa y agradecía cuando llegaba a algún lugar y ella no estaba presente –claro que tales lugares eran contados con los dedos de una sola mano- pero eran mejor que nada.

—¿Todavía no te acostumbras a tener cerca a Alison, verdad?—preguntó la voz de Zabdiel.

La castaña abrió sus ojos y dirigió su mirada a ellos viéndolos sentados en el medio del salón a la espera de su instructor de baile.

—Creo que nunca podré acostumbrarme.—dijo con suavidad, encogiendo sus hombros. Zabdiel asintió, ahora mirando hacia otro lado, seguramente no sabiendo si debía decir algo más. Llevando su vista hacia los demás, los encontró de la misma manera mirando hacia cualquier lugar, a excepción de Christopher –que se mantenía cabizbajo.—Chicos, necesito hablar con ustedes.

Erick la observó un momento.—No tiene nada que ver con el nuevo vestuario, ¿verdad?

Danna negó lentamente.—¿Qué pasa, Dan?—cuestionó Richard mirándola preocupado.

—Quería pedirles una disculpa.—Habló, ahora segura de lo que estaba diciendo. A pesar de sonar firme, comenzó a jugar con sus dedos a su espalda, estando nerviosa.—Estos últimos días estuve teniendo algo así como... una pequeña crisis existencial, básicamente estaba teniendo discusiones internas conmigo misma y no me di cuenta de que estaba siendo distante con ustedes. Yo sólo...

—No hagas eso, Dan.—la cortó Joel mirándola con su cabeza ladeada.—Eres un ser humano, no eres de acero; se vale tener sus días buenos y malos.

—Lo sé, Joel pero ustedes no tienen la culpa de eso y además yo sí quiero disculparme. Necesito disculparme, quiero decir.—se corrigió a sí misma.

—Está todo bien, Dan —sonrió Erick con ternura.

—¿Entonces sí aceptan mis disculpas?

—Obvio que sí.—asintió Joel, con una sonrisa. Luego cruzando sus brazos.—Y solo para que lo sepas, me debes unas cuantas chelas.

Danna soltó una carcajada, a la cual la siguieron los chicos. A excepción de Chris, claro, quien aún se mantenía cabizbajo pero al escuchar la risa de la castaña la volvió a ver con sus ojos llenos de un brillo especial.

—Dalo por hecho.—asintió con una sonrisa hacia su amigo rizado.

—Danna, ¿puedo hablar contigo un momento?—habló Christopher despacio luego de haberse puesto de pie y acercarse a ella. —A solas...

Los ojos de la castaña se abrieron de sobremanera, no se esperaba algo como eso y seguía sin saber qué responder luego de casi dos minutos guardando silencio a la espera de que una respuesta aterrizara en su mente. Con desespero miró hacia los chicos, quiénes ahora estaban de pie y calentando frente al espejo enorme en la pared para cuando llegara su instructor de baile, pero logro atraer la mirada de Erick a través del reflejo del espejo. Mantuvieron la mirada por unos cortos segundos hasta que el ojiverde movió ligeramente su cabeza de arriba-abajo, un movimiento apenas notorio que le indicó a la castaña de que entendió su pedido de auxilio.

Soltando un suspiro, Danna volvió a mirar los ojos avellanas que seguían observándola con atención.—Sí, claro —asintió casi sin parpadear.

Los pulmones de Christopher soltaron el aire que aparentemente estaban reteniendo, aguardado su respuesta y él le dedicó una pequeña sonrisa.

—Bien, ven conmigo.—Tomó a la chica de la mano y casi trotando la llevó fuera del salón.

Caminaron por varios pasillos hasta estar cerca de la salida de emergencias del hotel, simplemente para poder tener más privacidad y poder hablar abiertamente de lo que quisieran.

—El que debe pedir disculpas aquí en realidad soy yo. —soltó de repente.

Las cejas de Danna se elevaron al escucharlo hablar tan repentinamente.—Chris, yo...

—No, primero escúchame, por favor.—pidió, interrumpiéndola—Me he dado cuenta, o mejor dicho, me ayudaron a que me dé cuenta, que hice mal, muy mal, en suponer que tú querías ese beso al igual que yo. No pregunté si querías ese beso; y tampoco tú me habías dado anteriormente alguna señal de que sí lo querías como para que yo luego me justificara con eso, aunque tampoco sería una justificación razonable. Tampoco quería que luego de eso nuestra relación se volviera incómoda o distante, porque realmente nuestra relación era bonita antes de que me diera ese ataque de estupidez. Fui un hijo de puta cuando te dije todo eso porque realmente no lo sentía pero en realidad dejé que mi estado de ebriedad me ganase y dije cosas que realmente no quería decir…—pausó.—Sé que te herí y sé que tienes todo el derecho del mundo para estar enfadada conmigo, lo sé en verdad. Y ahora necesito parar de hablar un poco porque no puedo respirar...

La castaña soltó una leve risa antes de negar un poco y encogerse de hombros.—Descuida, ya pasó. En ocasiones siento que soy un poco exagerada...

—No, no lo eres —la interrumpió negando.—Fue culpa mía, en verdad...soy un estúpido de mierda y…

—Pues te perdono, Chris.—susurró interrumpiéndolo y mostrándole una pequeña sonrisa.—Solo quiero que sepas que eso no se va a volver a repetir, ¿de acuerdo? Me refiero al beso, porque en serio estuvo mal y no quiero que nuestra amistad vuelva a joderse.

—Sí, sí. De acuerdo.—asintió de prisa con una sonrisa en su rostro.—Te aseguro que no se va a repetir. A menos que tú quieras, claro, yo no tengo problema y estaría más que encantado.—Danna le dedicó una mirada de advertencia.—Es broma…—soltó riendo.—pero si tú quieres no es broma.

—¡Christopher!

Él se echó a reír.—Ya.

(…)

—¡Dios mío, que esto sea un sueño! ¡Dios mío, que esto sea una puta pesadilla! —escuchó la voz de Madison apenas entró a la habitación—¡La re puta madre que los re mil parió a todos, hijos de puta!

Danna frunció el ceño al escuchar las palabras de la argentina, sin entender cuál era su enojo y exaltación. Al cerrar la puerta de la habitación tras de sí misma, se encontró con la figura con cabellera oscura de su amiga, de espaldas a ella, golpeando la ventana al ritmo de cada palabra que pronunciaba.

—Maddie, ¿qué pasó?—preguntó preocupada, dando pequeños pasos dudosos para poder acercarse sólo un poco a ella.

Los hombros de la nombrada se relajaron por un segundo mientras daba media vuelta para encontrarse con los ojos amielados de su amiga, quien la miraba con la cabeza ladeada esperando a su respuesta.

—Me pasa que vengo teniendo un día del orto y ni siquiera son las tres de la tarde, eso me pasa.—Su voz sonó dura a los oídos de la castaña, mientras la argentina cruzó sus brazos y había hablado mirando a otro lugar que no sea su amiga.

—Y... ¿qué te parece si te acompaño a tener un día del orto...como tú dices?

La morena miró a sus ojos y una pequeña sonrisa se instaló en sus labios al oír a Danna decir aquello.—Si querés te cuento, pero no me parece justo que tengas un día del orto vos también.—hablo suavemente, sus cejas dejaron de estar unidas.

—Eso depende de lo que me cuentes.—aseguro encogiendo sus hombros.

—Bueno, como si no fuese poco que Alison me cae como el ogete, y que Clara me está empezando a caer mal, aparte de que pareciera que me hacen la existencia imposible a propósito, cuando llegué a la habitación me llamaron del complejo de apartamentos en el que vivo y me dijeron que ya no puedo vivir ahí...

—¿Qué?—la interrumpió Danna.—¡¿Por qué?!

—La verdad es que no sé. Según el pelotudo del dueño, debo no sé cuántos alquileres, le dije que es mentira y hasta tengo los papeles que comprueban que sí los pagué.—habló ahora de nueva cuenta con su ceño fruncido.—Y no sé qué bicho de mierda le pico, pero algo me dice que aunque tenga mil pruebas, él va a estar buscándole la quinta pata al gato y va a poner alguna excusa para echarme.—se encogió de hombros como si eso no le importara en los mínimo. Sí lo hacía. Dio media vuelta y reposó su frente sobre el vidrio de la ventana—. Al pajero ese nunca le caí bien.

El silencio abrazó la habitación. Madison al parecer había acabado con su relato y Danna aun procesaba cada palabra y pensaba en qué debía decir. De no ser porque estaban en tour y por ende se la pasaban de hotel en hotel, la morena no tendría dónde dormir.

—Maddie...—La morena se volteó a verla, ahora su rostro no mostraba expresión alguna.—¿Qué te parece si te vienes a vivir conmigo?—sugirió con una sonrisa mostrando sus dientes.

—Dan…—comenzó diciendo, con sus cejas alzadas y sus ojos como platos.— no sé si esté bien eso. No quiero ser una carga y tampoco es que te conté esto para que me digas eso, no quiero que lo hagas por lástima o por obligación. Yo en serio que...

—No digas eso. Yo por ti jamás podría sentir algo así como la lástima, ni siquiera aunque lo intentara.—frunció un poco su ceño.—Lo digo porque de verdad quiero hacerlo, me parece muy bonita la idea de compartir apartamento contigo y yo creo que estamos acostumbradas a convivir juntas ya que nos la pasamos casi las veinticuat...

No pudo terminar de hablar, de repente la figura de Madison estaba acercándose a ella para poder envolverla con sus brazos en un cálido y apretado abrazo que la hizo sentirse bien. Solo fue cuestión de pocos segundos para que ella también la envolviera con sus brazos y sonreír soltando un suspiro aliviado.

—Gracias, Danna.—Sonrió y luego susurró:—Te quiero mucho, amiga.

La castaña sonrió aún más, sus ojos cristalizándose por unos segundos. —Yo a ti también te quiero, amiga.

Una noche de insomnio. Una noche de muchas de insomnio. Claramente no era la primera. Ni la segunda. Y dudaba mucho que fuese la última. En los últimos años sus noches eran prácticamente iguales –sin importar en qué país se encontrara o si estaba durmiendo en una cama, en un sofá o en suelo–: llegar a la habitación luego de un día agitado; tomar una ducha y tirarse a la cama, a tratar de dormir; el sueño no llegando a él; y a raíz de eso, muchos pensamientos asomando en su cabeza.

La mayoría de la veces optaba por ponerse sus audífonos y ver alguna película o serie para distraerlo de cualquier pensamiento negativo –los cuales llegaban en avalanchas y tapaban los pocos pensamientos positivos que podría tener–, pero solía dejar de prestarle atención a lo que estaba tratando de ver y simplemente se dedicaba a escuchar esa voz negativa en su cabeza. A veces, incluso, veía series por toda la noche con tal de que las malas escenas en su cabeza se apoderaran de él.

Ahora, incluso habiendo intentado mirar una película y darse una segunda ducha –siendo más de las cuatro de la madrugada–, seguía sin poder pegar un ojo. No quería despertar a Zabdiel, no otra vez, así que bajó de la cama y se calzó unas zapatillas sin molestarse en atar sus agujetas. Caminó despacio y delicadamente por la habitación, dejando su celular en la mesita de noche y tratando de hacer el menor ruido posible, hasta estar fuera de la habitación y sentarse en el pasillo junto a su puerta, luego de cerrarla.

Cerró sus ojos y cruzó sus piernas, dejando reposar sus manos en su regazo. Bufó incontables veces mientras se dedicaba a pensar en diferentes maneras de hacer que el sueño se apodere de él, sin tener algún resultado en absoluto. Sus dedos comenzaron a jugar entre sí mientras elevaba sus cejas y comenzaba a tararear la letra de una canción que aún desconocía pero sería una nueva tarea para resolver mientras Morfeo decidiera abrazarlo al menos por unas pocas horas.

—¿Erick? —susurró alguien.

Ni bien su nombre pronunciado por alguien más llegó a sus oídos no pudo evitar asustarse por el repentino sonido ajeno y abrir los ojos como platos. Se encontró a Madison de pie, en diagonal a él, mirándolo a ella expectativa de algo, como si esperara alguna explicación. Su cabello estaba revuelto y vestía un pantalón morado con estampado de unicornios junto con una remera sin mangas roja –lo que supuso que era su pijama–, acompañada de una cara adormilada.

—Madison, casi me desmayo del susto que me diste.—soltó el ojiverde, llevando su mano hacia su pecho y sintiendo los acelerados latidos de su corazón.

—Perdón—susurró recargando su peso en la pared a sus espaldas.

—¿Qué haces aquí a estas horas?—cuestionó mirándola.

—Vengo de recepción.—señaló tras ella, al elevador—.Llamaron y dijeron algo sobre alguna habitación no paga, pero cuando bajé me dijeron que habían llamado a la habitación que no era.—encogió sus hombros—.¿Y vos?—Lo miró a de pies a cabeza. Se puso de cuclillas y dejó caer su cuerpo sobre su trasero para poder sentarse frente al ojiverde y reposar su espalda en la pared, de nuevo—. Pareciera que hace rato que estás acá... ¿Cómo estás?

Los ojos de Erick quedaron en los suyos, como casi todas las veces que la miraba, los ojos que le decían que no iban a juzgarlos fuera lo que fuera lo que le dijera.

Suspiró y negó un poco.—¿De nuevo no podés dormir? —susurró. Erick asintió y trató de sonreír, acción que se vio más como una mueca—. Bueno, hoy no tengo vino para convidarte.—bromeó haciéndolo reír.

—Descuida...

—¿Y si salís a caminar? —sugirió—. A mí siempre me ayudó.

—Siéndote sincero, no me gusta caminar solo...

—¿Y quién te dijo que ibas a salir solo?—lo interrumpió, elevando una ceja y dedicándole una sonrisa cómplice. Erick se la devolvió.

—¿Me acompañas?

—Obvio que te acompaño.

Ambos se pusieron de pie, justo en ese momento escuchar una voz femenina en la lejanía, lo que hizo que se pusieran alerta. Erick había comenzado a caminar hacia el elevador cuando aquella voz se hizo cada vez más clara, dándose cuenta de que la mismísima Alison Berger había despertado y comenzado a caminar hacia la puerta que daba al pasillo. Pasillo en el cual estaban ellos dos. Ellos dos, que no podían si quiera hablar fuera de las clases de canto. Ellos dos, quienes deberían estar dormidos a esas horas de esa madrugada.

Al percatarse de que su manager estaba cada vez más cerca de salir al pasillo, el ojiverde se paralizó por un momento, entonces Madison lo tomo del antebrazo y lo jaló hacia el lado contrario al que él estaba caminando, estaba vez para doblar en la esquina, hacia el pasillo que llevaba a las escaleras de emergencia. De un segundo al otro, ambos se detuvieron y se inclinaron para mirar por el pasillo; la figura de Alison se había asomado por su puerta y miraba a todos lados y a ninguno en particular, seguramente había oído la voz de alguno de ellos dos mientras habían estado allí. Con rapidez, y antes de que ella pudiera verlos, volvieron a estabilizarse y siguieron su caminata rápida para bajar las escaleras y terminar saliendo del hotel por la salida trasera, esa en donde nunca había nadie a la espera de nada. A menos que seas alguien que quiera huir de algo o alguien. Como ellos.

Al estar fuera del hotel, se detuvieron en seco. Su respiración parecía trabajosa, pero ninguno se sentía cansado. Ambos se miraron al mismo tiempo y luego de estar varios segundos con sus ojos conectados sin mostrar nada en sus rostros, comenzaron a reír. Madison negó con diversión y lo llevó de la mano hacia la acera, saltándose cuando llegaron a ella.

La noche era cálida aunque húmeda, ya que había llovido la noche anterior, así que ninguno se quejó por no tener abrigo. Miraban las vidrieras de los locales, se deleitaban con los simples sonidos de la noche; de los coches en otras calles, las ruedas de los coches al pasar sobre los charcos de agua, las bocinas, alguna que otra música lejana, sus pasos por el suelo que caminaban.

—¿Sabes...? Esto de caminar me gusta... —soltó suavemente luego de más de veinte minutos de silencio.

—A mí también me gusta —asintió sonriendo.

—Pero yo creo que solo me gusta porque tú me estás acompañando. —completó su propia oración.

Madison lo miró, analizando su rostro. Entonces le sonrió. Y él también a ella, bajando la mirada hacia sus pies.

—¿Entonces te sentís mejor? —cuestionó.

—Sí, te lo aseguro. —asintió.

—¿Me querés contar qué pasó o preferís que sigamos caminando en silencio? —volvió a cuestionar, esta vez con más suavidad.

Erick suspiró.

—Solo los mismos pensamientos negativos que suelen atacarme en la noche. —se encogió de hombros, como si lo que dijera no importara en lo absoluto—. ¿Sabes algo...? Unos meses después de que CNCO se creara, yo encontré un video en YouTube; era un hombre que decía ser periodista de espectáculo y ese tipo de cosas. En verdad el video no tenía muchas visitas, pero el título me llamó mucho la atención. "CNCO, ¿la nueva banda de chicos próximos a ser estrellas mundiales?" —imitó alguna voz de locutor—. Había sido un bonito título si el video fuese igual de bonito. Pero una de las tantas cosas feas que dijo ese hombre que me quedaron grabadas en la cabeza fue que había dos posibles finales para nosotros cinco. —Suspiró e hizo una pausa, recordando el momento en el que él mismo había reproducido aquel video frente a sus ojos—. Terminaríamos siendo cinco chicos egocéntricos, mimados y caprichosos. O simplemente cinco chicos hundiéndose en el lío mental que causa la industria de la música.

—Hey, Erick...

—Y sabes, yo no me considero un chico egocéntrico, ni mimado o caprichoso, pero puedo admitir que esto me trae mal hace ya un tiempo...

—Erick, yo creo que tendrías que hablar con alguien.—habló con delicadeza, pero sonando segura de lo que decía—.Buscar ayuda de profesionales es lo mejor que podrías hacer. Y yo n...

—Mad —la interrumpió Erick, mirando frente a ellos.

—No me cortes, estoy hablando en serio —Frunció su ceño—. Te decía que yo no creo que sea...

—¡Maddie! —volvió a interrumpirla. La argentina frunció aún más su ceño.

—¡Idiota, no me grites y te dije que no me cortes!

—Hay que correr. —soltó tomándola del antebrazo.

—¿Qué? Pero si ya corrimos para salir del hotel, no...

—Mira ahí —señaló hacia enfrente. Donde un camión se acercaba a ellos por el asfalto y por cada lugar de él por el que pasaba lograba salpicar grandes cantidades de agua hacia la acera. Acera por la cual ellos estaban caminando.

—¡Mierda, corré! —soltó con desespero.

Los pies de ambos fueron rápidos y comenzaron a correr para llevarle la delantera al camión, el cual pareciera que iba cada vez con más velocidad. Erick miró hacia un lado, a donde estaba Madison corriendo con tanta desesperación, entonces comenzó a reír al ver su rostro. La morena giro su mirada y al escuchar su carcajada comenzó a reír de igual manera, haciendo su que la velocidad de ambas disminuyera un poco. Fueron unos varios metros después que el camión logró sobrepasarlos, haciendo que una cantidad enorme de agua cayera sobre ellos.

La risa en ambos no cesó, viéndose con los cabellos en la frente y sobre el rostro, la tela de sus pijamas ahora un poco más pegadas a sus cuerpos y con un poco de frío colándose por sus espaldas.

Al verse con tales pintas, decidieron volver al hotel –esta vez tratando de no hacer ruido para que nadie despertase. Unos pocos quince minutos pudieron llegar y cada uno ya estaba por entrar en su habitación, las calles quedaban casi una frente a la otra.

—Oye, Mad... —susurró Erick con una sonrisa, antes de entrar. La nombrada, que estaba haciendo lo mismo, se volteó hacia él—. Gracias.

Ella sonrió y negó un segundo.

—La que tiene que agradecer soy yo. Tuve un día de mierda, y ni siquiera te diste cuenta de que me estabas ayudando. —guardó silencio, casi por milésima vez en la madrugada, admirando la sonrisa que ahora Erick le estaba regalando—. Hiciste que mi día de mierda ahora termine siendo bonito, Er. Gracias.

Y con eso, la morena entró a su habitación sin dejar de sonreír.

Erick seguía mirando con alegría aquella puerta cuando se dio cuenta de que ya debía entrar a su habitación. Se dio una ducha rápida y decidió irse a la cama. Sin darse cuenta ni recordó que hace casi una hora atrás no había podido pegar un ojo. Apenas había tocado con su cabeza la almohada cuando cayó en un profundo sueño. Un sueño tan profundo como hace mucho no tenía.

Y aun así, la sonrisa en sus labios no se deshizo.

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