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By aliceindrama

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«Porque, yo no soy ella y tú no eres él. Afortunadamente». Historia dedicada a dos personas, las cuales amo... More

Importante.
Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo diez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo veintitrés.

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By aliceindrama

― ¿¡Qué hiciste ?! ―Exclamó incrédula, Gisela. Exhaló el aire que contuvo, mientras Virginia le contaba con detalles sobre la premier de su película―. Tú no puedes estar hablando en serio.

―Me dio lástima, y ​​accedí ―confesó, encogiéndose de hombros―. Hemos estado intentando, pero nada que ver.

―Es el destino que no quiere ―concluyó Gisela, sacando un cigarrillo de un cajón junto a un mechero. Puso el tabaco en medio de sus labios, y le dio fuego con el yesquero―. ¿Y Carlos? ―Una sonrisa se plantó en el rostro de Virginia―. ¿Cómo vas con él?

―Ahora que estamos juntos, me siento como en las nubes ―expresó con voz cálida, cerrando los ojos al recordar las formas en las que se aman, como se muestra cariño sin necesidad de tocarse y decir algo, sintiendo un vacío en el estómago y las piernas temblarle―. Lo amo, Gisela, lo amo tanto. Mi corazón salta cuando lo ve, mi vuelvo loca si está lejos de mí por tanto tiempo, y me... ―suspiró―, me revienta que sea casado.

― ¿Por qué, simplemente no se divorcian? ―Inquirió, con hastío mientras expulsaba el humo del cigarro―. Ya su niña está grande, bueno; no tan grande, pero perfectamente puede comprender que ya sus padres no necesitan estar juntos, si no se aman, si no hay cariño. Y tú, mi querida hermana; no estás obligado a estar atada a un hombre al cual no amas, ¿bien?

Virginia suspiró, cerrando los ojos con un cansancio mental abrumante. Le quitó el cigarrillo a Gisela, y le dio una fuerte calada.

―Verás, cuando me casé con Augusto, pasé a ser la primera dama del Estado apenas él ganó las elecciones ―explicó, haciendo ademanes nerviosos―, la cosa es que firmé un contrato donde me comprometí a permanecer a su lado hasta que se hagan las reelecciones. ―Gisela, explayó los ojos con absoluta sorpresa y se cubrió la boca con ambas manos―. Sí, no te lo había contado; pero hasta que no se culmine el periodo de la gobernatura, estoy atada a Augusto Fuenmayor.

―Eso les pasa a todas las que actúan por impulso ―espetó con desdén, apagando el ya gastado tabaco―. En serio, estás como mensa, Virginia. Y, las dos sabemos que eres de todo, menos una estúpida. ¿Y ahora?

―En el 2006, se termina ―aclaró, tosiendo un poco―. En todo ese lapso de tiempo, mientras él quiera relanzarse y la cuestión, podré decidir si seguir a su lado, o separarme.

―Si ya accediste a darle hijos, creo que no te vas a divorciar nunca ―concluyó Gisela, lanzándole una mirada reprobadora.

―No sé ni cómo desistir ―agregó, en un hilo de voz. Cuando su mente no estaba ocupada, su conciencia se encargaba de reprocharle lo mala esposa que era, lo infiel y lo que destruía a su paso―. Siento que le he hecho demasiado daño, él no lo merece y yo ni siquiera tengo las agallas para decirle todo.

―Toda acción, tiene su consecuencia, ten esto en cuenta para lo que resta de tu vida, mi hermana ―aconsejó, enseñándole una sonrisa sincera.

―Gracias, hermana, te amo ―contestó Virginia, más tranquila por puesto confesado con Gisela. Estuvieron de pie, una frente a la otra y se abrazaron con cariño.

Pasaron de ese tema tan delicado, a otro con el que ambas empezaron a divertirse un tanto. Virginia le contó con lujo de detalles el encontronazo que tuvo con Viviana, lo que le dijo, que posiblemente esté en lo cierto, pues el karma es patético y muy real. No pudo no alertarse, no asustarse con la idea de perder al hombre que ama, ya ella tenía en claro que Viviana conocía la infidelidad de Carlos, y por un momento se timbró. Ellos dos eran figuras públicas y por cualquier locura, que Viviana en un arranque de celos, dolor y desespero, podrían causar una gran fisura entre los cuatro, afectando y destruyendo la reputación de ella y él.

Pasaron el día con su madre y Ángelo. Augusto se les unió al caer la noche, prepararon una exquisita cena y el ambiente se tornó ameno para todos los presentes. Sin embargo, doña Graciela determinó ciertas actitudes en su hija mayor, que la hicieron recordar las palabras de Gisela aquel día de la boda entre la actriz y el político. Estuvo a punto de detener a Virginia, con el fin de interrogarla, hablar y poder enterarse por su boca que era lo que realmente pasaba por la mente de la morena. Pero, no tuvieron una oportunidad a solas para conversarlo.

Entre tanto, en casa de la familia Herrera - Rodríguez, los ánimos estaban caldeados, y en cualquier instante un problema del tamaño del mundo estallaría.

Mientras que Viviana, sospechaba lo que Carlos podría decirle en los últimos días, o muy probable en los próximos minutos. Cristina, terminaba de realizar el deber del colegio y acomodaba su mochila, con las libretas de las asignaturas que vería al día siguiente en clases. Su cumpleaños número nueve estaba cerca, y la emoción la rebasaba. No obstante, conocía no con tanta profundidad la situación en la que se encontraban sus padres. Las discusiones se hacían más constantes, su padre encerrado en su despacho, escribiendo cosas en un cuadernillo que ansiaba leer, su madre llorando sin cesar y deambulando por la cocina con una taza de vidrio, llena de café, o té. Nunca opinaba nada, la psicóloga del colegio; que conocía más o menos la situación ―porque se la platicó un día que no paraba de pensar en esa molesta pelea que escuchó de sus padres―, le aconsejó que no interviniera en esos asuntos, ya que eran cosas de adultos, y que sea la decisión que tomen que deberá respetarla. Al cabo rato, terminó todo y acomodó su cama, se metió bajo las sabanas y encendió la televisión. Por suerte, su caricatura favorita estaba siendo transmitida y se divirtió observándola. Sus ojos le pasaban, y empezaron a cerrarse poco a poco hasta dormirse por completo.

Carlos, bebía tequila en su despacho y anotaba escritos románticos en su libreta. La tenue música invadía las cuatro paredes. Dejó el caballito vacío a un lado, ni cerca estaba de la ebriedad, sabía controlar muy bien el alcohol; lanzó un bostezo y cerró el bolígrafo, acomodándolo en un porta lápices. Su psiquis, cerró la libreta y la guardó en su cajón bajo llave. Llevaba la mitad de las hojas, plasmándole sus sentimientos recién horneados desde el fondo de su cálido corazón.

Cogió impulso para lo que estaba a punto de hacer, la decisión que cambiaría el rumbo de su vida de ahora en adelante. Salió del estudio, y buscó a su esposa en la sala de estar, pero ahí no estaba. Caminó a la cocina, pero la pulcritud le indicó que hace rato se había marchado del sitio. Subió al segundo piso, caminó por el pasillo y dio un vistazo a la recamara de su hija, entró y le plantó un beso en la frente; sobó su cabello y cerró la puerta con cuidado al evacuar. Llegó a su habitación, encontrando a Viviana casi dormida.

―Hola ―musitó, sentándose sobre el colchón, de su lado de la cama, hundiendo un poco la zona.

La mujer, se destapó la cobija hasta su abdomen y se incorporó.

―Hola ―respondió, soñolienta―. ¿Qué pasa?

―Necesitamos hablar ―soltó, contrayendo un poco el rostro―. Es importante.

―Dime, creo que estoy preparada para lo que sea ―contestó, resignada. Intuía lo que podía salir de la boca de su marido.

―Quiero el divorcio.

Viviana, escuchó a la lejanía aquellas palabras tan dolorosas, cual daga clavándose en su pecho; un pitido agudizó sus tímpanos y su cuerpo tembló, al igual que su labio inferior. Lo sabía, ¡maldita sea que sí !, pero escucharlo tan crudo, tal real, terminó por destrozarle lo poco que le quedaba de corazón.

―Yo ... no sé qué decirte ―musitó―, ¿estás seguro? ―Sollozó, soltando suspiros y jadeos ahogados en sus propias lágrimas amargas.

―Demasiado seguro, Viviana. Me estoy portando fatal contigo, y para nada lo mereces ―confesó, lo que ella ya tenía en cuenta, solo que lo amaba y se negaba a mirar más allá de ese amor―. No quiero seguir causándote más daños.

―Es por ella, ¿verdad? ―Cuestionó, casi sin aliento, el llanto no dejaba que articulara algo.

Después de pensarlo por dos segundos, Carlos asintió.

―Me enamoré de otra mujer, y no creo que este matrimonio tenga alguna solución ―masculló, dándose la vuelta y observando como ese brillo doloroso aumentaba en sus ojos color café, ya no era felicidad, sino una tristeza que era posible no se fuera en mucho tiempo.

―No sabes lo patético que suenas, Carlos Herrera ―espetó, con la voz más gruesa que le salió―. Pero, la vida se encargará de darles una buena lección.

―Mi abogado tramitará todo mañana, quiero hacer esto lo más rápido posible. ―Se incorporó, con las manos sudándole y la tensión aumentando―. Perdóname, Viviana.

―Salte de aquí, y te encargas tú de Cristina, rómpele tú el corazón ―escupió con un desprecio increíble, volvió a sumergirse bajo las sábanas y apagó la luz.

Carlos, echó un resoplido grave y huyó a una de las tantas habitaciones que contiene su casa.

Esa noche, Viviana derramó más lágrimas que en toda su vida, tratando de comprender como había cambiado su vida. Pensó en los momentos lindos, los amargos y en todo lo que debería que afrontar con su hija de ahora en adelante.

(***)

El Show de Saralegui, consistía en invitar a los artistas del momento para entrevistarlos, hacer algunas dinámicas y por supuesto, aumentar el ranking del programa.

La Mujer del Retrato, estaba en pleno apogeo, cada miembro del elenco dio vida a personajes inolvidables que marcaron la vida de muchos fanáticos y que cada tanto anhelaban una transmisión por algún canal de películas. Los protagonistas, Virginia y Carlos, fueron invitados a dicho programa, con el fin de conseguir una exclusiva directamente de ellos, contando acerca de sus momentos divertidos y fatales dentro del set de grabación.

Con antelación les anunciaron sobre aquello, y ellos estudiaron las preguntas y se prepararon para lo que contestarían. Saralegui, la mujer que conduce el programa; sugirió que siguieran acompañados de sus respectivas parejas, solo para hacer más animada y jugosa la entrevista.

Virginia y Carlos, más allá de estar frustrados por tener compañía adicional en el show, se regocijaron con la idea de volverse a encontrar, su amor iba más allá de algún impedimento, y eso estaban a punto de demostrarlo sin darse cuenta.

Media hora antes, todos se encontraron detrás de cámaras, se saludaron con cariño y algunos formaron su propio grupito para conversar. Carlos y Augusto, tomaron distancia al igual que Viviana y Victoria, el desprecio era palpable. Carlos y Virginia, fingieron un saludo seco, con un abrazo que no duró más de dos segundos y un beso en la mejilla.

Cuando prepararon todo, los técnicos llevaron a Augusto y Viviana entre el público, primera fila; y entró Saralegui con una sonrisa a esperar que le dieran la señal. Tomó asiento en su sillón verde aceituna, y habló totalmente desprendida:

―Pues sí, después de este tremendo final de La Mujer del Retrato,todavía se quedará con el gusto de seguir disfrutando de sus personajes favoritos ―el acento boricua le salía tan natural. Ni todos los años, residenciada en otro país cambiaron su modo de expresarse―. Prepárense, porque esta noche nos vamos a dar tremendo banquete Hoy van a estar con nosotros, Virginia Moreno y Carlos Herrera, ―al mencionar este último nombre las mujeres presentes enloquecieron y soltaron gritos emocionados. El aludido, tras bastidores, sonrió junto a Virginia ―, Las personas gritaban todavía más, causando risas a los mencionados y sus acompañantes―. Les cuento una cosa, si las protagonistas de las películas son las que más sufren, ¿verdad ?, esta desbordó la copa, porque María se pasó un montón de años en la cárcel por un crimen que no cometió y tuvo que ser la madrastra de sus propios hijos, ¡y encima, sus cuñadas de le hicieron la vida de cuadritos! Vamos a recibir con un fuerte aplauso, el que ella se merece, a la primera actriz, ¡estado tan joven !, que le dio vida a un personaje inolvidable: Virginia Moreno ―exclamó, mientras el sitio estallaba en aplausos y silbidos ensordecedores.

La pelinegra entró con una sonrisa genuina, lanzando besos y saludos al público. Vestía una camiseta de tirante, con encaje en los bordes, de color blanca con estampado de animal print , un pantalón negro un tanto acampanado en las botas y unos tacones cerrados, no tan altos. Se soltó el cabello, rizándolo un poco en las puntas. Tomó asiento en el sofá indicado, y se unió a Saralegui.

―Bueno, señoras y señores ―volvió a hablar la conductora―, si hay que pasar todos esos años en la cárcel para volver a reencontrarse con un macho como Esteban, a mí, a mí, Cristina Saralegui, ¡que me llevan presa!

― ¡Qué bárbaro! ―Exclamó, soltando una risotada Virginia.

―Aunque diga que no es ningún galán, todas sabemos que sí lo es, con ustedes nuestro querido Carlos Herrera ―presentó Saralegui, entonces las mujeres se levantaron dando griteríos y aplaudiendo sin final―. ¡Carlos! ―Se saludaron con un cálido abrazo.

Él entró, con energía recargada, ataviado en una camisa de botones negra, con los tres primeros desatados, un pantalón del mismo color y unos zapatos combinando. El cabello desordenado, dando la sensación de estar relajado.

―Qué público tan bonito, muchas gracias ―contestó Carlos, sonriendo. Se sentó a un lado de Virginia, quien no dejaba de apreciarlo maravillada.

― ¿Cómo fue trabajar juntos, otra vez? ―Preguntó a los dos―. ¿Cómo fue que, reaccionaron cuando se dieron cuenta que volverían a ser parejas? ―Le cedió la palabra a Carlos.

―Para mí, fue una satisfacción enorme, maravillosa que fuera ella quien hiciera la película, ―Virginia sent revolotear a su corazón, mirándolo embobada―, Alguien con quien había trabajado ya, con Virginia ya era alguien muy conocido que compartíamos de nuevo la escena... entonces ya había un camino adelantado, de comunicación, de dialogo y eso es fundamental en este trabajo, se trata de tu compañera, es con quien compartes escenas, a veces de amor, de peleas y que they they have a sólida amistad entre ambos es importante.

―Concuerdo completamente contigo ―dijo Saralegui―. Ahora, yo quiero enseñarles la fogosidad de que desbordan las escenas de pasión entre María y Esteban. Todas las fanáticas, las señoras gritonas, suspiran y desean ser María, pero ¿qué opina el esposo de Virginia? Adelante el señor gobernador del Estado de Florida Augusto Fuenmayor. ―Lo aplaudieron, mientras él sonreía con tanta hipocresía que todos lo notaron―. La gente siempre se pregunta que, si a ti te molestan las escenas de cama, de tu esposa. Queremos saberlo.

―No, la verdad, es que no ―respondió, riendo―. A mí no me dan celos las escenas, yo sé que es trabajo ―hizo una pausa, dándole pie a su para plantarle ideas y palabras fuera de lugar―, digo; si no supiera que fuera trabajo, Cristina; me andaría con esta mujer ―se carcajeó, con frialdad. Virginia contuvo las ganas de vomitar, y Carlos con sutileza le agarró la mano―. Pero, no me da ninguna preocupación ―titubeó―, yo sé que es un asunto profesional y así lo veo. ―Entonces, quiso bromear un poco y exclamó con inocencia fingida―. ¿Y qué le ven a Carlos Herrera, que no tenga yo? ―Se rio, para demostrar que solo se trataba de simple burla.

El público gritó, emocionado y entre Virginia y Carlos se lanzaron unas miradas incrédulas.

¿Cómo era posible que hiciera esa pregunta?

La respuesta era tan obvia ...

Viviana, le lanzó una mirada reprobatoria, ella sabía demás la respuesta a esa pregunta. Antes de que el programa diera por comenzado, aclaró que no quería participar en nada, que solo observaría en silencio.

―Y tú Virginia, cuéntanos, ¿qué sientes al ver estas escenas, lo que te pasó por la mente al enterarte que tu compañero sería el galán de Carlos? ―Preguntó Saralegui.

―Bueno, no lo puedo evitar; me da un poco de nervios verlas y saber que yo hice esto tan incómoda, porque había muchísima gente dentro del set; la sensación era querer que saliera a la primera toma, aunque nos tomamos un montón de tiempo para que saliera la escena que pudo apreciar en la película ―exclamó, sin callarse nada de lo que sintió, emocionada por estar ahí―. Me alegra saber que, les gustó, y cuando vi a Carlos, me emocioné, porque como él antes lo dijo, ya había confianza entre los dos, nos complementamos trabajando juntos y no necesitábamos ensayar tanto, con mirarnos ya sabemos perfectamente lo que pasa por nosotros, lo que sigue.

― ¡Vaya, vaya! ―Dijo Saralegui, sorprendida por semejante confesión―. Cualquiera diría que están enamorados ―se burló, causando más de un corazón acelerado.

Y así continué el programa, entre broma y broma, algunas preguntas, dinámicas e interacción con el público. Finalizó, dejando a todos complacidos y agradecidos por tan bonita invitación.

―Me alegro de que hayas conseguido a tu hombre de bigote y chivera ―sinceró Saralegui, en privado a Virginia―. ¿Estás satisfecha?

―Mucho ―mintió, creyendo que se trataba de Augusto―. Mi esposo es maravilloso.

―Sabes muy bien, que no estoy hablando del gobernador ―farfulló, revoleando los ojos―. Es un hombre maravilloso, hoy lo determiné durante todo el programa.

―No sé de quién hablas entonces ―se desentendió del tema, agachando la mirada y pasándose un mechón de cabello por detrás de la oreja.

―Mira hacia allá ―indicó la mujer y así obedeció ella.

Carlos, firmaba autógrafos a las señoras invitadas en el público. Gran vistazo que se dieron esas dos.

―Yo... ―no sabía ni que decirle, sus mejillas se tornaron carmesí.

―No digas nada, que sea un secreto ―aseguró Cristina Saralegui―. Estoy muy feliz.

Se abrazaron, expresándose cuanto se querían.

En efecto, Carlos Herrera es el hombre de bigote y chivera que el vidente contempló para el año de 1999 a Virginia Moreno.

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