Cartas de la chica girasol...

By KafLamedh

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"Sonríe, porque alguien te quiere en secreto. Atentamente, la chica girasol". Así suelen terminar las cartas... More

Sinopsis
🌻Capítulo 1🌻
🌻Capítulo 2🌻
🌻Capítulo 3🌻
🌻Capítulo 4🌻
🌻Capítulo 5🌻
🌻Capítulo 6🌻
🌻Capítulo 7🌻
🌻Capítulo 8🌻
🌻Capítulo 9🌻
🌻Capítulo 10🌻
🌻Capítulo 12🌻
🌻Capítulo 13🌻
🌻Capítulo 14🌻
🌻Capítulo 15🌻
🌻Capítulo 16🌻
🌻Capítulo 17🌻
🌻Capítulo 18🌻
🌻Capítulo 19🌻
🌻Capítulo 20🌻
🌻Capítulo 21🌻
🌻Capítulo 22🌻
🌻Capítulo 23🌻
🌻Capítulo 24🌻
🌻Capítulo 25🌻
🌻Capítulo 26🌻
🌻Capítulo 27 - Final🌻
🌿Epílogo🌿
🌼ANDREA🌼
🥀MANOLO🥀
❤️ Juguemos ❤️
Curiosidades
FanArts

🌻Capítulo 11🌻

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By KafLamedh

A veces, lo más difícil de las decisiones no es, a diferencia de lo que muchos puedan pensar, el tomarlas, sino llevarlas a cabo. Sobre todo, cuando la curiosidad y la impaciencia forman parte de tu anatomía, como es mi caso.

Hace unos días decidí que me daría un tiempo para dejar fluir las cosas de manera natural y esperar alguna respuesta por parte del Chico Olivo.

No obstante, se me ha hecho muy difícil no ir yo misma pidiendo una explicación sobre el collar, aunque sé que hacer eso sería algo estúpido de mi parte.

Esta última semana he intentado alejarme de los problemas, entiéndase: Manuel y Román. He usado mi fuerza de voluntad para alejarme de ellos, sin embargo, eso no significa que no nos hayamos visto. No hemos encontrado en los pasillo del centro comercial, pero nuestras charlas no han pasado de un saludo rápido, para entonces seguir nuestros caminos.

Mi única distracción ha sido Andrea, que al parecer está disfrutando molestarme por mi inquietud.

—Vamos, Mirasol, anímate —dice Andrea, interrumpiendo mis pensamientos—. Vas a espantar a los clientes con esa cara, y aún no llega Halloween como para andar por ahí disfrazados de fantasmas, asustando a todo el mundo.

Hago un mohín sobre el mostrador al escucharla. Ella me ignora y comienza a bailar al ritmo de: "Yo quiero contarle, mi hermano, un pedacito de la historia negra, de la historia nuestra, y dice así...". Se acerca hasta mí entre risas para intentar hacerme bailar, lo cual funcionaría si yo no tuviera dos pies izquierdos.

—¿Y esa emoción que cargas? ¿Tú escuchando salsa? —pregunto extrañada, levantándome del asiento dispuesta a hacer el ridículo un rato con mi amiga.

—Nada —Ella encoge un hombro restándole importancia—. La vida es muy corta, Marisol, como para andar por ahí amargada y desilusionada porque la gente no te escribe.

—No seas tan sutil, chama. Cuidado y no capto que la punta era para mí —replico con sarcasmo y ella saca la lengua.

—Pero sabes que tengo razón —agrega con superioridad, encogiendo el hombro nuevamente—. Además, tengo una buena corazonada, todo va a estar bien. Sólo quita esa cara de espanto —pide en tono de súplica y orden.

—Vale, está bien —me rindo levantando mis manos y sonriendo con exageración—. ¿Feliz?

—Ajá, pero tampoco me hagas muecas como que el niño de Karate Kid, que yo no soy Jackie Chan —dice entre risas.

Meneo la cabeza y me alejo de ella, dispuesta a jugar un rato en la computadora. A pesar de ser viernes, no hay tanto movimiento en el local, sólo un par de clientes vinieron unas horas antes y se fueron apresuradamente.

Cuando se acaba la canción "La Rebelión", Andrea coloca una música más suave y se sienta a mi lado en el mostrador para descansar, al mismo tiempo que comienza a jugar con su teléfono. Yo intento ignorarla, pero el hecho de que le esté sonriendo como una tonta a la pantalla mientras teclea no es normal en ella.

—¿Y a ti qué bicho te picó? —le pregunto curiosa, levantando una ceja.

Ella hace un ademán con su mano e ignora mi pregunta.

—Hola, chicas, ¿cómo están? —saluda una voz desde la puerta de la tienda. Me sobresalto al escuchar a Román.

—Hola —me apresuro a responderle levantándome de mi asiento, haciendo el peor esfuerzo por esconder mi emoción. «Ni Darcy fue tan obvio cuando Lizzie llegó a Netherfield Park»—. Román, no escuché la campanilla por la música. Estamos bien, ¿y tú?

«Tú estás muy bien», pienso al verlo.

Él se encuentra aún en la entrada, con las manos en los bolsillos de sus jeans. La chaqueta marrón oscuro que trae puesta hace que su cabello se vea más castaño que rubio, resaltando el azul de sus ojos.

Román me regala una sonrisa encantadora, y yo no tardo en corresponderla, aunque rápidamente me muerdo el labio inferior tratando de que no me delante mis nervios.

—¿Puedo pasar? —pregunta con timidez, señalando el interior de la tienda.

— Claro, pasa —Hago un ademán para invitarlo a acercarse—. Estás en tu casa, ¿no es cierto Andrea?

Esta vez me dirijo a mi amiga, quién es testigo mudo de la escena. Una sonrisa extraña se dibuja en su rostro, pero es el sonido de un nuevo mensaje en su teléfono lo que hace que esta de ensanche aún más. Yo entrecierro los ojos al verla.

«Alguien me va a tener que dar algunas explicaciones más tarde».

—Hola, Román —saluda Andrea después de levantar la vista de su celular—. Es una verdadera sorpresa verte —Yo detecto el sarcasmo en la voz de mi amiga. Sólo espero que él no lo note—. Cuéntanos, ¿qué novedad te trae por aquí? ¿Algún regalo para una chica especial? —Andrea pregunta esto viéndome a mí.

Román abre la boca para responderle, pero Andrea lo ignora cuando una nueva notificación llega a su teléfono. Ella levanta la vista para darme un vistazo antes de teclear nuevamente en su celular.

—Me van a disculpa, pero tengo que hacer algo —dice Andrea, levantándose y recogiendo sus cosas rápidamente—. No te importa quedarte solo con Marisol, ¿verdad, Román? —pregunta dirigiéndose a él. Román niega con la cabeza—. De todas maneras, vuelvo pronto. No se vayan a portal mal. Y si lo hacen, al menos inviten.

Dicho eso, Andrea se marcha, dejándome confundida, sin tener idea de qué le pasa, pero prefiero ignorarla un rato y poner mi atención en el chico que está conmigo.

—¿Hice algo que la incomodara? —pregunta Román, casi tan confundido como yo.

—No, nada de eso —Le restó importancia con un ademán—. La única conclusión posible es que ella está loca, ¿qué se le puede hace? Pero así la amamos.

Me encojo de hombros, sin más nada qué decir al respecto, y Román imita mi gesto.

—Ven, cuéntame, ¿cómo has estado esta semana? ¿Mucho trabajo en la heladería? —pregunto para hacer algo de conversación.

Román y yo nos acercamos a la barra, y lo invito a tomar asiento a mi lado.

—Sí, algo. Aunque esta semana ha estado algo floja, por eso pude escaparme un rato antes del almuerzo sin que mi jefa se molestara por ausencia —confiesa Román. Yo hago una mueca; su jefa no me cae bien desde el día en que la vi gritarle a él.

—No es tan mala como parece —defiende Román. Por lo visto, mis ojos hablaron de más—. Es exigente, es cierto, pero también es una buena jefa. Hasta me dio la oportunidad de ir a la universidad mientras trabajo, ajustándose al horario de las clases, ¿no te parece genial? —declara evidentemente feliz.

—Sí, por supuesto que sí. ¿Ya decidiste que vas a estudiar? —digo con genuina curiosidad.

—Adivina, ¿de qué carrera tengo cara? —pregunta divertido, girando su rostro para que pueda verlo de perfil.

—A ver...

Tomo su mentón para evaluarlo por un momento; él cierra los ojos al sentir mis manos. Es la primera vez que estoy tan cerca de él y que puedo ver tantos detalles de su rostro. A pesar de que casi toda su piel está cubierta de pecas, sobre sus labios resaltan dos lunares de un color más café que el resto. También puedo notar que su entrecejo se arruga un poquito cuando tiene los ojos cerrados, como si estuviera luchando por mantenerlos así. Sus pestañas son de un color marrón oscuro, largas y rizadas.

«¿Por qué todos los hombres tienen pestañas envidiables?».

Sus labios rosados tienen un color más oscuro en el borde, como si estuvieran dibujados.

«Si fuera chica, eso tampoco lo tendría».

—Entonces —Román interrumpe mis pensamientos—, ¿qué crees que voy a estudiar?

—Sin duda, Comunicación Social —digo sin demora—. Pienso que te podrías ver bien frente a las cámaras.

Román abre los ojos, se aleja de mí y me mira con una mezcla de asombro y terror. Cualquiera diría que vio a un fantasma por su expresión.

—No... yo... no lo creo —tartamudea un poco al decir esas palabras.

—Hey, todo está bien —digo poniendo mis manos sobre las suyas—. ¿Qué pasó? ¿Dije algo malo?

Él muerde su labio inferior y baja la cara, ocultándose de mi mirada, por lo que dejo de hace contacto visual y giro mi vista hacia unos papeles que están en el escritorio debajo de la barra.

—Es que... —susurra Román—. No me gusta hablar en público —confiesa avergonzado, aún cabizbajo—. De sólo pensarlo, me dan náusea.

—Vaya, con tal no vayas a hacer como Mia Thermopolis, de "El diario de una princesa", todo estará bien —digo para romper la tensión. Román capta la referencia y arruga la nariz.

—En realidad... —dice con una mueca.

—Oh, no —Tapo mi boca con una mano, y aunque trato de controlar la risa, me es muy difícil. Román se gira para verme entrecerrando los ojos.

—No es gracioso, Marisol —regaña Román en un tono enfadado.

Yo aspiro hondo, intentando controlarme. «Inhala, exhala. Inhala, exhala».

—Vale, ya —digo más calmada—. Lo siento, no debí reírme —Bajo mi cabeza y me oculto detrás de mí cabello, pero el estallido de risa de Román hace que me gire para verlo de frente.

—¿En serio creíste que me había sentido mal por eso? —pregunta entre risas.

—Pues, sí, Román —afirmo—. El pánico escénico no debería ser algo para reírse —digo, aunque la risa está a punto de salir de mi boca.

Román vuelve a reír, mostrando sus dientes por completo. Su sonrisa es una de las cosas que más me gustan de él. Es capaz de iluminar todo a su alrededor cuando sonríe, y es imposible no corresponderle cuando lo hace.

—¿Qué? —pregunta Román.

—Nada, es que me encanta verte reír, ya te lo he dicho antes —respondo sin pensar.

Román frunce el ceño y levanta la mirada como tratando de recordar en qué momento le dije eso, y yo caigo en cuenta de mi error: nunca me dije eso en persona, sólo por cartas.

—Eh, creo que no —dice rascando su cabeza—, pero gracias. Mi mamá dice que saqué la sonrisa de mi tío.

Yo asiento y trato de cambiar de tema.

—Entonces, ¿qué vas a estudiar por fin? —pregunto, retomando nuestra conversación inicial.

—¡Ah! Cierto, no te dije. Quiero ser veterinario —dice con orgullo.

—Vaya, Román. Eso es genial —comento con alegría—. Es una labor muy noble. Y tú tienes un gran corazón, estoy segura de que los animalitos te amarán.

Román me muestra su sonrisa en respuesta.

—¿Te gusta mucho los animales? ¿Tienes mascotas, Marisol? —pregunta.

Esta pregunta me agarra fuera de base, y muerdo mi labio inferior en señal de vergüenza.

—Sí me gustan...

—Ni suenas muy convencida —recrimina Román—. ¿Tuviste una mala experiencia o algo?

—Uy, ¿por dónde empiezo? A ver —Comienzo a enumerar con mis dedos—. Cuando estaba pequeña, de unos cinco años, una gallina me persiguió por el patio de una vecina y me picoteo la pierna. Luego, en un paseo escolar al zoológico, un pato me mordió una nalga...

—Los patos no muerden, Marisol —me corrige Román.

—Ajá, dile eso a mí nalga —replico yo.

—Sí, es un error común. Pero todas las aves tienen pico y por lo tanto pican, no muerden —explica—. También se ve muchas veces "picadura de serpiente", y las serpientes en realidad muerden, pues tienen dientes, no pico.

Yo giro mis ojos cuando él termina de hablar.

—Cállate, cerebrito —me burlo—. Déjame seguirte contando. Después del "picotazo" del pato —digo esto haciendo las comillas con mis dedos—, me mordió un mono. De hecho, aquí está la cicatriz.

Estiro el dedo índice de mi mano derecha para que vea la marca. Román toma mi mano para verla más de cerca.

—¿Qué hacías tocando un mono? —pregunta él—. Es más, ¿dónde viste a un mono tan de cerca como para que te mordiera?

Román dirige su atención a mí, pero sin soltar mi mano.

—Bueno, eso fue fuera del trabajo de mi papá —sigo relatando—. Un señor estaba parado al lado de su camioneta, y tenía un mono con él. Me acerqué y el mono tomó mi dedo. Me pareció lindo, pero sin previo aviso me mordió.

Hago una mueca de desagrado al recordar ese episodio.

—Sangré un poco y me dolió, pero lo que más sentí fue rabia —prosigo—. El señor debió haberle dicho que el mono era peligroso.

—En eso estoy de acuerdo contigo —dice, esbozando su una sonrisa —. Sí que te han pasado cosas, ¿no? Con razón no te gustan.

—Y aún falta la vez que me escupió una llama o la vez que descubrí que le tengo fobia a las hormigas. Ah, y también soy alérgica a los gatos, a pesar de que siempre he querido adoptar uno—digo, encogiéndome de hombros.

—Eres todo un caso, Marisol. Espero que algún día consigas una mascota que no te muerda, no te aruñe, no te asuste y a la que, en definitiva, no seas alérgica —enumera Román aún sin soltar mi mano.

Nos quedamos en silencio un momento. Román juega con mis dedos mientras yo me debato si decir o no lo que estoy pensando.

—Disculpa por lo que pasó en la feria de comida hace uno días —murmuro al cabo de un rato.

Román me mira sin comprender de qué hablo.

—Cuando nos vimos, que yo estaba con Manuel y tú estabas con tu mamá —aclaro.

Román asiente con la cabeza en respuesta, dando a entender que recuerda ese día.

—Lo dices por lo que dijo Manuel —reconoce Román; yo asiento en respuesta—. No tienes por qué disculparte. Realmente no le di mucha importancia a lo que dijo; tenía cosas más importantes en qué pensar —Su mirada se ilumina al decir esto, haciendo que brote de mí una sonrisa tonta—. Mi mamá la pasó muy bien ese día, y es lo único que me importa.

Oírlo hablar así de su mamá me causa mucha ternura. Es extraño que un chico se exprese de esa manera de sus padres.

—Te llevas muy bien con tu mamá, ¿no? —pregunto.

Román suspira y sonríe, como recordando momentos agradables.

—Sí. Mi mamá es mi mejor amiga —confirma sin dudar—. Siempre ha estado a mi lado, apoyándome. Ha hecho todo lo que ha estado a su alcance por hacerme feliz. Por eso, quiero recompensarla de alguna manera, y necesito un favor tuyo. ¿Me ayudarás? —me pide mirándome a los ojos, apretando ligeramente mi mano.

Su solicitud me sorprende, pero no puedo negarme.

—Cuenta conmigo para lo que necesites —respondo, perdiéndome en el azul de su mirada.

_______________

Hola, mis bellezas. ¿Me extrañaron?

De nuevo, mil gracias por su apoyo.  Gracias por estar aquí con Marisol y sus enredos. Se vienen cosas muy interesantes. ¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Teorías?

Nos vemos pronto. Besos.

PD: ¿Quieren que les dedique un capítulo? Se me ocurrió la idea de dedicarle los próximos capítulos a quienes me han estado apoyando con sus votos y sus comentarios; lo valoro mucho. <3

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