[HIATUS] No elegí Enamorarme...

Door A-Malfoy-Potter

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Draco Malfoy es simpático, humilde y inteligente pero ¿sus padres ven eso? ¡claro que no! Nunca ha estado de... Meer

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Aviso importante
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20: LA CÁMARA SECRETA
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capitulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33: EL PRISIONERO DE AZKABAN
Capítulo 34
Capitulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45: EL CÁLIZ DE FUEGO (2)
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
50
51
Capítulo 52
Capítulo 54
Capítulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57 - debemos hablar

Capítulo 53

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Door A-Malfoy-Potter

Los gemelos compartieron una mirada algo preocupada, habían quedado en que Draco los ayudaría con la carta, pero parecía bastante perdido.

- ¿Y qué piensas? - pregunto George.

- Hum... supongo que podría funcionar, si.

- ¿Seguro? - pregunto ahora Fred.

- Completamente.

- Draco...

- Tienes el pergamino al revés - Draco bajo la mirada y le dio vuelta al pergamino.

- Lo sabía - afirmo con un asentimiento.

- Bien, ¿qué te pasa? - Draco lo miró confundido.

- No me pasa nada.

- Draco, estás peor que Fred cuando Hermione lo rechazó.

- Gracias por recordarmelo - dijo con una mueca un muy dolido y ofendido Fred.

- No me pasa nada, chicos - la mirada incrédula sobre el logro hacer que suspiraba, los gemelos sonrieron. Había cedido - quieroinvitaraHarryalbaile.

- ¿Qué?

- Ya lo dije y no lo voy a repetir - reprochó mientras volteaba su cara tratando de hacer que no vieran el sonrojo en su rostro.

- ¿Como esperas que te ayudemos si no lo dices claramente? - Fred le dio un suave golpe en la cabeza, aveces este chico era difícil.

- Quiero... invitar a Harry al baile - el sonrojo aumento en su cara al decirlo.

- ¿Eso es todo? - Draco los miró incrédulo.

- ¿Que si eso es todo? - repitió - no quiero ser rechazado igual que tú.

- Pero Harry no te rechazara a ti - dijo George.

- ¿Como estás tan seguro? - pregunto desesperado, George lo pensó un poco.

- Llamémoslo intuición.

- George, el intuitivo - agrego Fred.

- Ni siquiera se como decírselo...

- Eso es fácil, solo te acercas a él y le dices: "Harry, esto sonará raro..."

- "Pero tú no tienes pareja y yo no tengo pareja..."

- "¿Que tal si vamos juntos?"

- Y si te mira raro usa la escusa de "podemos ir como amigos"

- No lo sé, además su plan es estupido - susurró antes de empezar a leer el pergamino correctamente.

- Solo inténtalo, y si te rechaza, lo cual es poco probable, puedes ir con alguna otra chica o simplemente quedarte aquí, yo estaré contigo para que no te sientas solo.

- ¿No has vuelto a invitar a alguien, verdad?

Fred soltó un jadeo y se llevó la mano dramáticamente a su pecho.

- Solo trataba de animarte.

- Y no tiene pareja - dijo George.

- Bueno, ¿qué día es hoy? ¿Recuerdenle a Fred que lo rechazaron?

- Exactamente- dijeron los otros dos, riéndose.

- Harry, ¿qué te pasa? - pregunto Ron - ¿estás preocupado por qué no tienes pareja?

- Algo así...

- Puedes decirme si eso te hace sentir mejor.

- Es solo que quiero invitar a alguien, pero no se como hacerlo.

- ¿A quién quieres invitar?

-... A Draco - susurro tan bajo que solo el se escucho.

- ¿Qué? - pregunto Ron confundido.

Harry suspiró armandose de valor - a Draco.

Ron sonrió, eso lo sorprendió.

- Solo dile, no le des vueltas, es Draco, claro que aceptará -, Ron nunca había dado consejos, así que, claramente no era el mejor.

- ¿Como estás tan seguro? - pregunto angustiado.

- Solo lo sé, vamos no perderás nada intentándolo.

- ¿No será raro?

- ¿Por qué lo seria? - la expresión que esta a haciendo le daba a entender a Harry que verdaderamente estaba confundido.

- Es solo que en el mundo muggle, es raro ver a dos hombres juntos -, Harry recordaba las miradas de asco que, no solo tía Petunia compartia, si no de la mayoría de personas al rededor cuando vieron a una pareja de dos mujeres

- Que estupidez. Los muggles si que son raros, sentimientos son sentimientos, ¿no?

- Si, supongo.

- Además, si es por eso no lo quieres invitar, no serán los únicos dos hombres juntos que asistan al baile.

- ¿Qué?

- Dean y Seamus también asistirán juntos -, Harry estaba visiblemente sorprendido.

- No lo sabía.

- Además, si lo que te molesta es eso, aquí no es raro, recuerda que estas en el mundo mágico, Harry, no en el muggle, a nadie le importará si vas con un hombre o con una mujer.

- No creo que todos compartan ese pensamiento - sin querer su mente viajo hacia los Slytherin, ¿de verdad no dirian nada de eso? Lo que le preocupaba un poco a Harry era Gael, no porque le importara su opinión, pero a Draco si, eran hermanos después de todo.

Habían pasado dos días desde que ambos habían confesado querer ir con el otro al baile, pero ambos eran tan malos con la palabras que no sabían como decírselo al otro.

Draco suspiro por lo bajo, en un vago intento de darse valor, Fred y George le hacían señas de apoyo desde el otro lado de la sala común.

- Harry, ¿podemos hablar? - por la manera en la que la voz de Draco tembló era obvio que estaba nervioso.

- Claro -, Harry no estaba seguro de que era más raro, si Draco comportándose así o las señales de ánimo por parte de  los gemelos en el fondo.

Subieron a su dormitorio, estaba vacío.

- ¿De qué querías hablar? - pregunto viendo cono Draco trataba de evitarlo.

- Mira... hum, no estoy seguro de cómo decir esto, y sonará completamente raro, pero tú no tienes pareja para el baile, ¿cierto? - Harry asintió, Draco no podía creerlo ¿en serio estaba siguiendo el consejo de esos idiotas? - yo tampoco tengo pareja... ¿q-quieres ir conmigo? - no pudo evitar que su voz temblara un poco.

Harry observó a Draco sorprendido, Draco estaba sonrojado y evitaba su mirada, al poco tiempo siento que sus mejillas también se calentaban un poco, logró formar una sonrisa cuando Draco estaba por hablar de nuevo.

- Me encantaría.

- ¿En serio?

- En serio.

Draco también sonrió, aunque el sonrojo seguía en sus mejillas, ambos estaban felices y si eso no era suficiente, el brillo en los ojos de ambos delataba.

A pesar del sinfín de deberes que les habían puesto a los de cuarto para Navidad, a Harry no le apetecía ponerse a trabajar al final del trimestre, y se pasó la primera semana de vacaciones disfrutando todo lo posible con sus compañeros. La torre de Gryffindor seguía casi tan llena como durante el trimestre, y parecía más pequeña, porque sus ocupantes armaban mucho más jaleo aquellos días. Fred y George habían cosechado un gran éxito con sus galletas de canarios, y durante los dos primeros días de vacaciones la gente iba dejando plumas por todas partes. No tuvo que pasar mucho tiempo, sin embargo, para que los de Gryffindor aprendieran a tratar con muchísima cautela cualquier cosa de comer que les ofrecieran los demás, por si había una galleta de canarios oculta, y George le confesó a Harry que estaban desarrollando un nuevo invento. Harry decidió no aceptar nunca de ellos ni una pipa de girasol. No se le olvidaba lo de Dudley y el caramelo longuilinguo.

- Tienes que admitirlo, lo de Dudley fue ingenioso - había dicho Draco cuando Harry le dijo de sus sospechas en la comida que los gemelos les habían ofrecido esa noche.

En aquel momento nevaba copiosamente en el castillo y sus alrededores. El carruaje de Beauxbatons, de color azul claro, parecía una calabaza enorme, helada y cubierta de escarcha, junto a la cabaña de Hagrid, que a su lado era como una casita de chocolate con azúcar glasé por encima, en tanto que el barco de Durmstrang tenía las portillas heladas y los mástiles cubiertos de escarcha. Abajo, en las cocinas, los elfos domésticos se superaban a sí mismos con guisos calientes y sabrosos, y postres muy ricos. La única que encontraba algo de lo cual quejarse era la amiga de Draco: Fleur Delacour.

- Toda esta comida de «Hogwag» es demasiado pesada - la oyeron decir una noche en que salían tras ella del Gran Comedor (Ron se ocultaba detrás de Harry y de Draco, para que Fleur no lo viera) -. ¡No voy a «podeg lusig» la túnica!

- ¿Con quién vas a ir al baile, Hermione? - Pregunto Ron cuando Fleur se marchó.

Ron le hacía aquella pregunta en los momentos más inesperados para ver si, al pillarla por sorpresa, conseguía que le contestara. Sin embargo, Hermione no hacía más que mirarlo con el entrecejo fruncido y responder:

- No te lo diré. Te reirías de mi - Draco le susurró algo que si la hizo reír con ganas.

- Hermione - exclamó de repente Ron, sorprendido -, tus dientes...

- ¿Qué les pasa?

- Bueno, que son diferentes... Lo acabo de notar.

- Claro que lo son. ¿Esperabas que siguiera con los colmillos que me puso Gael?

- No, lo que quiero decir es que son diferentes de como eran antes de la maldición de Malfoy. Están rectos y... de tamaño normal.

Hermione les dirigió de repente una sonrisa maliciosa, y Harry también se dio cuenta: aquélla era una sonrisa muy distinta de la de antes.

- ¿No se habían dado cuenta? - pregunto Draco.

- Bueno... cuando fui a que me los encogiera la señora Pomfrey, me puso delante un espejo y me pidió que dijera «ya» cuando hubieran vuelto a su tamaño anterior - explicó -, y simplemente la dejé que siguiera un poco. - Sonrió más aún -. A mis padres no les va a gustar. Llevo años intentando convencerlos de que me dejaran disminuirlos, pero se empeñaban en que siguiera con el aparato. Ya saben que son dentistas, y piensan que los dientes y la magia no deberían... ¡Mirad!, ¡ha vuelto Pigwidgeon!

El mochuelo de Ron, con un rollito de pergamino atado a la pata, gorjeaba como loco encima de la barandilla adornada con carámbanos. La gente que pasaba por allí lo señalaba y se reía, y unas chicas de tercero se pararon a observarlo.

-¡Ay, mira qué lechuza más chiquitita!¿A que es preciosa?

- ¡Estúpido cretino con plumas! - masculló Ron, corriendo por la escalera para atraparlo -. ¡Hay que llevarle las cartas directamente al destinatario, y sin exhibirse por ahí!

Pigwidgeon gorjeó de contento, sacando la cabeza del puño de Ron. Las chicas de tercero parecían asustadas.

- ¡Largense de aquí! - les espetó Ron, moviendo el puño en el que tenía atrapado a Pigwidgeon, que ululaba más feliz que nunca cada vez que Ron lo balanceaba en el aire -. Ten, Harry - añadió Ron en voz baja, desprendiéndole de la pata la respuesta de Sirius, mientras las chicas de tercero se iban muy escandalizadas.

Harry se la guardó en el bolsillo, y se dieron prisa en subir a la torre de Gryffindor para leerla.

En la sala común todos estaban demasiado ocupados celebrando las vacaciones para fijarse en ellos. Harry, Draco, Ron y Hermione se sentaron lejos de todo el mundo, junto a una ventana oscura que se iba llenando poco a poco de nieve, y Harry leyó en voz alta:

Querido Harry:

Mi enhorabuena por haber superado la prueba del dragón. ¡El que metió tu nombre en el cáliz, quienquiera que fuera, no debe de estar nada satisfecho! Yo te iba a sugerir una maldición de conjuntivitis, ya que el punto más débil de los dragones son los ojos...

- Eso es lo que hizo Krum - susurró Hermione.

... pero lo que hiciste es todavía mejor: estoy impresionado. Aun así, no te confíes, Harry. Sólo has superado una prueba. El que te hizo entrar en el Torneo tiene muchas más posibilidades de hacerte daño, si eso es lo que pretende. Ten los ojos abiertos (especialmente si está cerca ese del que hemos hablado), y procura no meterte en problemas.

Escríbeme. Sigo queriendo que me informes de cualquier cosa extraordinaria que ocurra.

Sirius

- Lo mismo que Moody - comentó Harry en voz baja, volviendo a meterse la carta dentro de la túnica -. «¡Alerta permanente!» Cualquiera pensaría que camino con los ojos cerrados, pegándome contra las paredes.

- Pero tiene razón, Harry - repuso Hermione -: todavía te quedan dos pruebas. La verdad es que tendrías que echarle un vistazo a ese huevo y tratar de resolver el enigma que encierra.

- ¡Para eso tiene siglos, Hermione! - espetó Ron -. ¿Una partida de ajedrez, Harry?

- Sí, vale - contestó Harry, que, al observar la expresión de Hermione, añadió -: Vamos, ¿cómo me iba a concentrar con todo este ruido? Creo que ni el huevo se oiría.

- Supongo que no - reconoció ella suspirando, y se sentó a ver la partida junto a Draco, que culminó con un emocionante jaque mate de Ron ejecutado con un par de temerarios peones y un alfil muy violento, seguido de eso decidió desafiar a Draco, mala idea porque el rubio terminó ganando y, obviamente Ron solo dijo que había sido suerte.

El día de Navidad, Harry tuvo un despertar muy sobresaltado. Levantó los párpados preguntándose qué era lo que lo había despertado, y vio unos ojos muy grandes, redondos y verdes que lo miraban desde la oscuridad, tan cerca que casi tocaban los suyos.

- ¡Dobby! - gritó Harry, apartándose tan aprisa del elfo que casi se cae de la cama -. ¡No hagas eso! - Harry escucho la risa de Draco a su lado, lo miro mal, Draco trato de calmarse pero volvió a reír al ver la cara de indignación de Harry.

- ¡Dobby lo lamenta, señor! - chilló nervioso el elfo, que retrocedió de un salto y se tapó la boca con los largos dedos -. ¡Dobby sólo quería desearle a Harry Potter feliz Navidad y traerle un regalo, señor! ¡Harry Potter le dio permiso a Dobby para venir a verlo de vez en cuando, señor!

- Sí, muy bien - dijo Harry, con la respiración aún alterada, mientras el ritmo cardíaco recuperaba la normalidad -. Pero la próxima vez sacúdeme el hombro o algo así. No te inclines sobre mí de esa manera...

Harry escucho un jadeo de indignación por parte de Draco.

- Tu me tiras de la cama y el no puede despertarte así.

Harry tomó las gafas que había dejado sobre la mesita de noche y se las puso.

- Eso fue diferente.

- Si como no.

El grito de Harry había despertado a Ron, Seamus, Dean y Neville, y todos espiaban a través de sus colgaduras con ojos de sueño y el pelo revuelto.

- ¿Te ha atacado alguien, Harry? - preguntó Seamus medio dormido.

- ¡No, sólo es Dobby! - susurró Harry -. Vuelve a dormir.

- ¡Ah... los regalos! - dijo Seamus, viendo el montón de paquetes que tenía a los pies de la cama.

Ron, Dean y Neville decidieron que, ya que se habían despertado, podían aprovechar para abrir los regalos. Harry se volvió hacia Dobby, que seguía de pie junto a la cama, nervioso y todavía preocupado por el susto que le había dado a Harry. Llevaba una bola de Navidad atada a la punta de la cubretetera.

- ¿Puede Dobby darle el regalo a Harry Potter? - preguntó con timidez.

- Claro que sí - contestó Harry -. Eh... yo también tengo algo para ti.

Era mentira. No había comprado nada para Dobby, pero abrió rápidamente el baúl y sacó un par de calcetines enrollados y llenos de bolitas. Eran los más viejos y feos que tenía, de color amarillo mostaza, y habían pertenecido a tío Vernon. La razón de que tuvieran tantas bolitas era que Harry los usaba desde hacia más de un año para proteger el chivatoscopio. Lo desenvolvió y le entregó los calcetines a Dobby, diciendo:

- Perdona, se me olvidó empaquetarlos.

Pero Dobby estaba emocionado.

- ¡Los calcetines son lo que más le gusta a Dobby, señor! ¡Son sus prendas favoritas! - aseguró, quitándose los que llevaba, tan dispares, y poniéndose los de tío Vernon -. Ahora ya tengo ocho, señor. Pero, señor... - dijo abriendo los ojos al máximo después de subirse los calcetines hasta las perneras del pantalón corto -, en la tienda se han equivocado, Harry Potter: ¡son del mismo color!

- ¡Como permitiste eso! - mencionó Draco, su voz se escuchaba divertida, abría un pequeño regalo envuelto en papel azul, Harry pasó saliva algo nervioso, no sabia si le gustaría su regalo.

- ¡Harry, cómo no te diste cuenta de eso! - intervino Ron, sonriendo desde su cama, que se hallaba ya cubierta de papeles de regalo -. Pero ¿sabes una cosa, Dobby? Mira, aquí tienes. Toma estos dos, y así podrás mezclarlos con los de Harry. Y aquí tienes el jersey. Le entregó a Dobby un par de calcetines de color violeta que acababa de desenvolver, y el jersey tejido a mano que le había enviado su madre.

Dobby se sentía abrumado.

- ¡El señor es muy gentil! - chilló con los ojos empañados en lágrimas y haciéndole a Ron una reverencia -. Dobby sabía que el señor tenía que ser un gran mago, siendo el mejor amigo de Harry Potter y del señor Draco, pero no sabía que fuera además tan generoso de espíritu, tan noble, tan desprendido...

- Sólo son calcetines - repuso Ron, que se había ruborizado un tanto, aunque al mismo tiempo parecía bastante complacido -. ¡Ostras, Harry! - Acababa de abrir el regalo de Harry, un sombrero de los Chudley Cannons -. ¡Qué guay! - Se lo encasquetó en la cabeza, donde no combinaba nada bien con el color del pelo.

Dobby le entregó entonces un pequeño paquete a Harry, que resultó ser... un par de calcetines.

- ¡Dobby los ha hecho él mismo, señor! - explicó el elfo muy contento -. ¡Ha comprado la lana con su sueldo, señor!

El calcetín izquierdo era rojo brillante con un dibujo de escobas voladoras; el derecho era verde con snitchs.

- Son... son realmente... Bueno, Dobby, muchas gracias - le dijo Harry poniéndoselos, con lo que Dobby estuvo a punto otra vez de derramar lágrimas de felicidad.

- Ahora Dobby tiene que irse, señor. ¡Ya estamos preparando la cena de Navidad! - anunció el elfo, y salió a toda prisa del dormitorio, diciendo adiós a los otros al pasar.

Harry volteó otra vez hacia Draco, pero el aún no abría su regalo, fue entonces que se dio cuenta de que el tenía unos calcetines con el mismo estilo que los de el, sin embargo uno era gris con dragones y otro era verde con pequeños ciervos, Draco levantó la cabeza al sentir que lo miraban, miró a Harry confundido, el solo nego con una pequeña sonrisa para volver a sus regalos.

Los restantes regalos de Harry fueron mucho más satisfactorios que los extraños calcetines de Dobby, con la obvia excepción del regalo de los Dursley, que consistía en un pañuelo de papel con el que batían su propio récord de mezquindad. Harry supuso que aún se acordaban del caramelo longuilinguo. Hermione le había regalado un libro que se titulaba Equipos de quidditch de Gran Bretaña e Irlanda; Ron, una bolsa rebosante de bombas fétidas; Sirius, una práctica navaja con accesorios para abrir cualquier cerradura y deshacer todo tipo de nudos, y Hagrid, una caja bien grande de chucherías que incluían todos los favoritos de Harry: grageas multisabores de Bertie Bott, ranas de chocolate, chicle superhinchable y meigas fritas. Estaba también, por supuesto, el habitual paquete de la señora Weasley, que incluía un jersey nuevo (verde con el dibujo de un dragón: Harry supuso que Charlie le había contado todo lo del colacuerno) y un montón de pastelillos caseros de Navidad, al abrir el regalo de Draco se encontró con hermoso collar en forma de ciervo, simplemente no tenía palabras, el collar era perfecto en todo sentido de la palabra, tenía pequeños detalles que lo hacían un poco más realista, se puso el collar en ese momento y volteó para ver a Draco.

Draco por su parte estaba con una hermosa sonrisa en su cara, la pequeña caja que antes estaba envuelta descansaba a su lado y los aretes de color esmeralda estaban delicadamente en una mano, mientras la otra sostenía un pequeño papelito escrito apresuradamente.

Tal vez no es el mejor regalo, tal vez no te guste, pero no puedo el evitar pensar en ti al momento en que los vi, venían con unos parecidos, pero de color gris (los cuales tengo yo pero aún no me los pongo).

Harry.

Ambos ignoraban la charla que se había formado entre sus demás compañeros, en su burbuja, en ese momento eran solo ellos dos y eso estaba bien.

Harry, Draco y Ron encontraron a Hermione en la sala común y bajaron a desayunar juntos. Se pasaron casi toda la mañana en la torre de Gryffindor, disfrutando de los regalos, y luego bajaron al Gran Comedor para tomar un magnífico almuerzo que incluyó al menos cien pavos y budines de Navidad, junto con montones de petardos sorpresa.

Por la tarde salieron del castillo: la nieve se hallaba tal cual había caído, salvo por los caminos abiertos por los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons desde sus moradas al castillo. En lugar de participar en la pelea de bolas de nieve entre Harry y los Weasley, Hermione prefirió contemplarla, y a las cinco les anunció que volvía al castillo para prepararse para el baile.

-Pero ¿te hacen falta tres horas? -se extrañó Ron, mirándola sin comprender. Pagó su distracción recibiendo un bolazo de nieve arrojado por George que le pegó con fuerza en un lado de la cabeza-. ¿Con quién vas? - le gritó a Hermione cuando ya se iba; pero ella se limitó a hacer un gesto con la mano y entró en el castillo.

No había cena de Navidad porque el baile incluía un banquete, así que a las siete, cuando se hacía dificil acertar a alguien, dieron por terminada la batalla de bolas de nieve y volvieron a la sala común del castillo. La Señora Gorda estaba sentada en su cuadro, acompañada por su amiga Violeta, y las dos parecían estar algo piripis. En el suelo del cuadro había un montón de cajitas vacías de bombones de licor.

- ¡«Cuces de lolores», eso es! -dijo la Señora Gorda con una risita tonta en respuesta a la contraseña, mientras les abría para que pasaran. Harry, Draco, Ron, Seamus, Dean y Neville se pusieron la túnica de gala en el dormitorio, todos un poco cohibidos, pero ninguno tanto como Ron, que se miraba en la luna del rincón con expresión de terror. Su túnica se parecía más a un vestido de mujer que a cualquier otro tipo de prenda, y la cosa no tenía remedio. En un desesperado intento de hacerla parecer más varonil, utilizó un encantamiento seccionador en el cuello y los puños. No funcionó mal del todo: al menos se había desprendido de las puntillas, aunque el trabajo no resultaba perfecto y los bordes se deshilachaban mientras bajaba la escalera.

- No me cabe en la cabeza que haya conseguido a una de las chicas más
guapas del curso -susurró Dean.

-Magnetismo animal -replicó Ron de mal humor, tirándose de los hilos sueltos de los puños.

- Vamos Ron, tenemos que ver el lado positivo de esto

- ¿Y cuál es el lado positivo, Draco? - pregunto sin creer lo que había escuchado.

- Eh, ¿combina con tus ojos? - evidentemente no encontró una mentira mejor.

Harry miró la túnica que Draco tenía puesta, era casi idéntica a la suya pero en un tomo azul claro, le quedaba realmente bien.

La sala común tenía un aspecto muy extraño, llena de gente vestida de
diferentes colores en lugar del usual monocromatismo negro. Lavander 
aguardaba a Ron al pie de la escalera.

- Parvati te espera abajo - dijo antes de dar media vuelta y salir de la sala común.

- Bien - contestó Ron, mirando a su alrededor-. ¿Dónde está Hermione?
Draco se encogió de hombros y le dijo a Harry:

-¿Quieres que bajemos?

- Claro - contestó algo nervioso, aunque empezaba a creer que Ron tenía razón, nadie los miraba raro.

Fred le guiñó un ojo a Harry cuando éste pasó a su lado para salir por el
hueco del retrato.

También el vestíbulo estaba abarrotado de estudiantes que se arremolinaban en espera de que dieran las ocho en punto, hora a la que se abrirían las puertas del Gran Comedor. Los que habían quedado con parejas pertenecientes a diferentes casas las buscaban entre la multitud. Ron se dirijo hacia donde se encontraban Parvati y Padma, si bien Parvati había aceptado de buena gana, ahora no parecía muy entusiasmada.

-Hola -saludó Parvati, estaba verdaderamente guapa, tal vez Ron lo hubiera dicho si ella no lo mirara de arriba abajo, o cuando sus oscuros ojos se detuvieron en el cuello y los puños deshilachados de la túnica de gala de Ron, era por eso o por la simple razón de que Ron no la estaba viendo a ella.

- Hola - contestó Ron sin mirarla, pues seguía buscando entre la multitud-. ¡Oh, no...!

Se inclinó un poco para ocultarse detrás de Harry y Draco porque pasaba por allí Fleur Delacour, imponente con su túnica de satén gris plateado y acompañada por Roger Davies, el capitán del equipo de quidditch de Ravenclaw. Cuando pasaron, Ron volvió a enderezarse y a mirar por encima de las cabezas de la multitud.

-¿Dónde estará Hermione? -repitió.

Llegaron unos cuantos de Slytherin subiendo la escalera desde su sala común, que era una de las mazmorras. Gael iba al frente. Llevaba una túnica negra de terciopelo con cuello alzado, y Harry pensó que le daba aspecto de cura. De su brazo iba Astoria Greengrass, con una túnica de color azul con muchos volantes. Tanto Crabbe como Goyle iban de verde: parecían cantos rodados cubiertos de musgo, y, como Harry se alegró de comprobar, ninguno de ellos había logrado encontrar pareja.

Gael había empezado a burlarse de Draco, según el era porque era demaciado patético para tener pareja para el baile.

- Tengo pareja - dijo vaga y tranquilamente Draco, luego apunto hacia Harry con un movimiento de cabeza - es el.

Como Harry había temido, Gael quedó en shock por unos momentos antes enviarle a Draco una mirada llena de asco, pero el lo ignoró ahora, solamente  le sonreía a Harry.

Se abrieron las puertas principales de roble, y todo el mundo se volvió para ver entrar a los alumnos de Durmstrang con el profesor Karkarov. Krum iba al frente del grupo, acompañado por una muchacha preciosa vestida con túnica azul a la que Harry no conocía. Por encima de las cabezas pudo ver que una parte de la explanada que había delante del castillo la habían transformado en una especie de gruta llena de luces de colores. En realidad eran cientos de pequeñas hadas: algunas posadas en los rosales que habían sido conjurados allí, y otras revoloteando sobre unas estatuas que parecían representar a Papá Noel con sus renos.

En ese momento los llamó la voz de la profesora McGonagall:

-¡Los campeones por aquí, por favor!

Harry se empezó a poner nervioso,otra vez.

Harry y Draco se encaminaron hacia donde estaba McGonagall mientras Ron y Parvati se alejaban. Sin dejar de hablar, la multitud se apartó para dejarlos pasar. La profesora McGonagall, que llevaba una túnica de tela escocesa roja y se había puesto una corona de cardos bastante fea alrededor del ala del sombrero, les pidió que esperaran a un lado de la puerta mientras pasaban todos los demás: ellos entrarían en procesión en el Gran Comedor cuando el resto de los alumnos estuviera sentado. Fleur Delacour y Roger Davies se pusieron al lado de las puertas: Davies parecía tan aturdido por la buena suerte de ser la pareja de Fleur que apenas podía quitarle los ojos de encima. Cedric y Cho estaban también junto a Harry, quien no los miró ya que el solo miraba a Draco. Entonces volvió a mirar a la chica que acompañaba a Krum. Y se quedó con la boca abierta.

Era Hermione.

Pero estaba completamente distinta. Se había hecho algo en el pelo: ya no lo tenía enmarañado, sino liso y brillante, y lo llevaba recogido por detrás en un elegante moño. La túnica era de una tela añil vaporosa, y su porte no era el de siempre, o tal vez fuera simplemente la ausencia de la veintena de libros que solía cargar a la espalda. Ella también sonreía (con una sonrisa nerviosa, a decir verdad), pero la disminución del tamaño de sus incisivos era más evidente que nunca. Harry se preguntó cómo no se había dado cuenta antes.

-¡Hola, Harry! -saludó ella-. ¡Hola, Draco!

Draco le sonrió, claro, el ya sabía con quien venía Hermione, probablemente el era el único que no estaba confundido, aunque los tres tuvieron que tratar de ignorar las miradas confundidas cuando se abrieron las puertas del Gran Comedor, el club de fans de la biblioteca pasó por su lado con aire ofendido, dirigiendo a Hermione miradas del más intenso odio. Astoria Greengrass la miró con la boca abierta al pasar con Gael, que ni siquiera fue capaz de encontrar un insulto con el que herirla. Ron, sin embargo, pasó por su lado sin mirarla.

Cuando todos se hubieron acomodado en el Gran Comedor, la profesora McGonagall les dijo que entraran detrás de ella, una pareja tras otra. Lo hicieron así, y todos cuantos estaban en el Gran Comedor los aplaudieron mientras cruzaban la entrada y se dirigían a una amplia mesa redonda situada en un extremo del salón, donde se hallaban sentados los miembros del tribunal. Al verlos entrar sus miradas también estaban algo confundidas, pero solo eso, no había desprecio en sus ojos.

(Vámonos al mundo mágico 🏃‍♀️)

Habían recubierto los muros del Gran Comedor de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro lleno de estrellas. En lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para unas doce personas.

Mientras Harry y Draco se esforzaban por no caer ante los nervios que sentían. Al acercarse a la mesa vio a Ron y a Parvati. Ron observaba pasar a Hermione con los ojos casi cerrados; Parvati parecía estar de mal humor.

Dumbledore sonrió de contento cuando los campeones se acercaron a la mesa principal. La expresión de Karkarov, en cambio, recordaba más bien a la de Ron al ver acercarse a Krum y Hermione. Ludo Bagman, que aquella noche llevaba una túnica de color púrpura brillante con grandes estrellas amarillas, aplaudía con tanto entusiasmo como cualquiera de los alumnos. Y Madame Maxime, que había cambiado su habitual uniforme de satén negro por un vestido de seda suelto de color azul lavanda, aplaudía cortésmente. Pero faltaba el señor Crouch, como no tardó en notar Harry. El quinto asiento de la mesa estaba ocupado por Percy Weasley.

Cuando los campeones y sus parejas llegaron a la mesa, Percy retiró un  poco la silla vacía que había a su lado, mirando a Harry. Éste entendió la indirecta y se sentó junto a Percy, que llevaba una reluciente túnica de gala de color azul marino, y lucía una expresión de gran suficiencia.

- Me han ascendido - dijo Percy antes de que a Harry le diera tiempo a preguntarle y con el mismo tono que hubiera empleado para anunciar su elección como gobernador supremo del Universo -. Ahora soy el ayudante personal del señor Crouch, y he venido en representación suya.

- ¿Por qué no ha venido él? - a decir verdad no le importaba, pero no quiera escucharlo hablar de calderos.

-Lamento tener que decir que el señor Crouch no se encuentra bien, nada bien. No se ha encontrado bien desde los Mundiales. No me sorprende: es el exceso de trabajo. No es tan joven como antes. Aunque sigue siendo brillante, desde luego: su mente si que es la misma de siempre. Pero la Copa del Mundo resultó un fiasco para el Ministerio, y además el señor Crouch sufrió un revés personal muy duro a causa del comportamiento indebido de su elfina doméstica, Blinky o como se llame. Como era natural, él la despidió inmediatamente después del incidente; pero, bueno, aunque se las apaña, como yo digo, la verdad es que necesita que lo cuiden, y me temo que desde que ella no está en la casa su vida es mucho menos cómoda. Y a continuación tuvimos que preparar el Torneo, y luego vinieron las secuelas de los Mundiales, con esa repelente Skeeter dando guerra. Pobre hombre, está pasando unas Navidades tranquilas, bien merecidas. Estoy satisfecho de que supiera que contaba con alguien de confianza para ocupar su lugar.

Harry y Draco estuvieron muy tentados a preguntarle si el señor Crouch ya había dejado de llamarlo Weatherby, pero se contuvieron.

Aún no había comida en los brillantes platos de oro; sólo unas pequeñas minutas delante de cada uno de ellos. Harry tomo la suya y miro a su alrededor. No había camareros.Observó que Dumbledore leía su menú con detenimiento y luego le decía muy claramente a su plato:

- ¡Chuletas de cerdo!

Y las chuletas de cerdo aparecieron sobre él. Captando la idea, los restantes comensales también pidieron a sus respectivos platos lo que deseaban. Harry le echó una mirada a Hermione para ver qué le parecía aquel nuevo y más complicado sistema de cena, que seguramente implicaría más trabajo para los elfos. Pero, por una vez, Hermione no parecía acordarse de la P.E.D.D.O.: estaba absorta en su charla con Viktor Krum, y ni siquiera parecía ver lo que comía.

Harry se dio cuenta de que hasta entonces no había oído hablar a Viktor, pero en aquel momento lo estaba haciendo, y con mucho entusiasmo.

- Bueno, «nosotrros» tenemos también un castillo, no tan «grrande» como éste, ni tan «conforrtable», me «parrece» -le decía a Hermione-. Sólo tiene «cuatrro» pisos, y las chimeneas se «prrenden» únicamente por motivos mágicos. Pero los terrenos del colegio son aún más amplios que los de aquí, aunque en «invierrno» apenas tenemos luz, así que no los «disfrrutamos» mucho. «Perro» en «verrano» volamos a «diarrio», «sobrre» los lagos y las montañas.

- ¡Para, para, Viktor! - dijo Karkarov, con una risa en la que no participaban sus fríos ojos-. No sigas dando más pistas, ¡o tu encantadora amiga sabrá exactamente dónde se encuentra el castillo!

Dumbledore sonrió, no sólo con la boca sino también con la mirada.

- Con todo ese secretismo, Igor, se podría pensar que no quieres visitas.

-Bueno, Dumbledore -dijo Karkarov, mostrando plenamente sus dientes amarillos-, todos protegemos nuestros dominios privados, ¿verdad? ¿No guardamos todos con celo los centros de saber en que se aprende lo que nos ha sido confiado? ¿No tenemos motivos para estar orgullosos de ser los únicos conocedores de los secretos de nuestro colegio? ¿No tenemos motivos para protegerlos?

- ¡Ah, yo nunca pensaría que conozco todos los secretos de Hogwarts, Igor! - contestó Dumbledore en tono amistoso -. Esta misma mañana, por ejemplo, me equivoqué al ir a los lavabos y me encontré en una sala de bellas proporciones que no había visto nunca y que contenía una magnífica colección de orinales. Cuando volví para contemplarla más detenidamente, la sala había desaparecido. Pero tengo que estar atento a ver si la vuelvo a ver: tal vez sólo sea accesible a las cinco y media de la mañana, o aparezca cuando la luna está en cuarto creciente o menguante, o cuando el que pasa por allí tiene la vejiga excepcionalmente llena.

Harry resopló mirando su plato de gulasch. Percy fruncía el entrecejo, pero Harry hubiera jurado que Dumbledore le había guiñado un ojo.

Mientras tanto, Fleur Delacour criticaba la decoración de Hogwarts hablando con Roger Davies.

- Esto no es nada - decía, echando una despectiva mirada a los centelleantes muros del Gran Comedor -. En Navidad, en el palacio de Beauxbatons tenemos «escultugas» de hielo en todo el salón «comedog». «Pog» supuesto, no se «deguiten»: son como «enogmes» estatuas de diamante, «bgillando pog» todos lados. Y la comida es sencillamente «sobegbia». Y tenemos «cogos» de ninfas de «madega» que nos cantan «seguenatas mientgas» comemos. En los salones no hay ni una de estas feas «agmadugas», y si «entgaga» en Beauxbatons un poltergeist lo «expulsaguíamos» de inmediato - añadió, dando un golpe en la mesa con la mano.

Roger Davies la miraba con expresión pasmada, y no acertaba a apuntar con el tenedor cuando pretendía metérselo en la boca. Harry tenía la impresión de que Davies estaba demasiado ocupado mirando a Fleur para enterarse de lo que ella decía.

- Tienes toda la razón - dijo apresuradamente, pegando otro golpe en la mesa con la mano -: de inmediato, sí señor.

A su lado Draco río un poco ante la reacción de Davies, Harry echó una mirada al Gran Comedor. Hagrid se hallaba sentado a una de las otras mesas de profesores. Había vuelto a ponerse el horrible traje peludo de color marrón y miraba a la mesa en que Harry se encontraba. Harry lo vio saludar con la mano, y que Madame Maxime, con sus cuentas de ópalo que brillaban a la luz de las velas, le devolvía el saludo.

Hermione le enseñaba a Krum a pronunciar bien su nombre. Él seguía diciendo «Ez-miope».

- Her... mi... o... ne - decía ella, despacio y claro.

- Herr... mio... ne.

- Se acerca bastante - aprobó ella, mirando a Harry y sonriendo.

- Parece que se la están pasando bien - opino Draco.

- Ron no mucho - Draco volteó que ver a Ron, tenía el ceño fruncido mientras miraba a Krum e ignoraba a Parvati, Harry desvió la mirada antes de hablar de tener la atención de Draco otra vez - ¿y tu? Quiero decir, ¿tu también la pasas bien? - Draco le sonrió.

- Estoy contigo, ¿cómo no podría pasarmela bien?

Cuando se acabó la cena, Dumbledore se levantó y pidió a los alumnos que hicieran lo mismo. Entonces, a un movimiento suyo de varita, las mesas se retiraron y alinearon junto a los muros, dejando el suelo despejado, y luego hizo aparecer por encantamiento a lo largo del muro derecho un tablado. Sobre él aparecieron una batería, varias guitarras, un laúd, un violonchelo y algunas gaitas.

Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas. Eran todas melenudas, e iban vestidas muy modernas, con túnicas negras llenas de desgarrones y aberturas. Tomaron sus instrumentos, y Harry, que las miraba con tanto interés que no advertía lo que se avecinaba, comprendió de repente que los farolillos de todas las otras mesas se habían apagado y que los campeones y sus parejas estaban de pie.

Draco le entendió la mano con una sonrisa gentil.

- Se que no te gusta, pero tienes que ir a bailar, así que ¿me concedes esta pieza, Harry? - Harry sonrió tomando su mano, pero estaba claramente nervioso, aunque no tenía en claro si era por el baile o por la compañía de Draco.

Al levantarse, Harry tropezó con la túnica, en lugar de reír, Draco aunque tenía una suave sonrisa gentilmente lo ayudó a estabilizarse y no caer. Las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una melodía lenta, triste. Harry fue hasta la parte más iluminada del salón, evitando cuidadosamente mirar a nadie (aunque vio a Seamus y Dean, que lo saludaban conteniendo un poco la risa), y, al momento siguiente, aunque algo avergonzado, Draco le tomo de la cintura, y el puso sus manos en los hombros de Draco, ambos rogaban internamente para que su sonrojo no fuera tan evidente.

No era tan terrible como había temido, pensó Harry, si bien Draco le había enseñado como bailar, en ese momento olvidaba algunas cosas, (sin molestarse en lo más mínimo Draco lo corregía) obviamente, prefería bailar en la seguridad de la sala común. Miraba por encima de la gente, que muy pronto empezó a unirse al baile, de forma que los campeones dejaron de ser el centro de atención. Neville y Ginny bailaban junto a ellos: vio que Ginny hacia muecas de dolor con bastante frecuencia, cada vez que Neville la pisaba. Dumbledore bailaba con Madame Maxime. Era tan pequeño para ella, que apenas llegaba con la punta de su alargado sombrero a hacerle cosquillas en la barbilla, pero ella se movía con bastante gracia para el tamaño que tenía. Ojoloco Moody bailaba muy torpemente con la profesora Sinistra, que parecía temer a la pata de palo, sus ojos volvieron a buscar a los de Draco, sin planearlo ambos se perdieron en los ojos del contrario.

-Bonitos calcetines, Potter -le dijo Moody al pasar a su lado, viendo con  su ojo mágico a través de la túnica de Harry.

No obtuvo respuesta por parte del chico, parecía bastante entretenido con la persona que tenía enfrente.

Su baile se encontró interrumpido por el trémolo final de la gaita. Las Brujas de Macbeth dejaron de tocar, los aplausos volvieron a retumbar en el Gran Comedor y Harry inmediatamente susurró.

- Vamos a sentarnos, ¿vale?

- Seguro.

Pasaron por al lado de George y Angelina, los cuales bailaban de forma tan entusiasta que la gente se apartaba por miedo a resultar herida, y se acercaron a la mesa en que estaban Parvati y Ron.

- ¿Qué hay? - le preguntó Harry a Ron, sentándose y abriendo una botella de cerveza de mantequilla.

Ron no respondió. No quitaba ojo a Hermione y a Krum, que bailaban cerca de ellos. Parvati estaba sentada con las piernas y los brazos cruzados,moviendo un pie al compás de la música. De vez en cuando le dirigía una mirada asesina a Ron, que no le hacía el menor caso, al cabo de unos minutos se le acercó un chico de Beauxbatons para preguntarle si quería bailar con él.

-No te importa, ¿verdad, Ron? -le preguntó Parvati.

-¿Qué? -dijo Ron.

-Olvídalo -le espetó Parvati, y se marchó con el chico de Beauxbatons.

No volvió al terminar la canción. Hermione se acercó y se sentó en la silla que Parvati había dejado. Estaba un poco sofocada de tanto bailar.

- Hola - la saludó Harry y Draco. Ron no dijo nada.

- Hace calor, ¿no? - comentó Hermione abanicándose con la mano -. Viktor acaba de ir por bebidas.

- ¿Viktor? - dijo Ron con furia contenida -. ¿Todavía no te ha pedido que lo llames «Vicky»?

Hermione lo miró sorprendida.

- ¿Qué te pasa? - le preguntó.

- Si no lo sabes, no te lo voy a explicar - replicó Ron mordazmente.

Hermione interrogó con la mirada a Harry y a Draco, que solo se alzaron un poco los hombros.

- Ron, ¿qué...?

- ¡Es de Durmstrang! - soltó Ron -. ¡Compite contra Harry! ¡Contra Hogwarts! Tú, tú estás... -Ron estaba obviamente buscando palabras lo bastante fuertes para describir el crimen de Hermione - ¡confraternizando con el enemigo, eso es lo que estás haciendo!

Hermione se quedó boquiabierta.

- ¡No seas idiota! - contestó al cabo -. ¡El enemigo! No comprendo... ¿Quién era el que estaba tan emocionado cuando lo vio llegar? ¿Quién era el que quería pedirle un autógrafo? ¿Quién tiene una miniatura suya en el dormitorio?

Ron prefirió no hacer caso de aquello.

- Supongo que te pidió ser su pareja cuando los dos estaban en la biblioteca.

- Lo cual fue bastante incómodo considerando que yo estaba con ellos - le susurró Draco a Harry.

- Sí, así fue - respondió Hermione, y sus mejillas, que estaban ligeramente subidas de color, se pusieron de un rojo brillante -. ¿Y qué?

- ¿Qué pasó? ¿Intentaste afiliarlo a la P.E.D.D.O.?

- ¡No, nada de eso! ¡Si de verdad quieres saberlo, me dijo que había ido a la biblioteca todos los días para intentar hablar conmigo, pero que no había conseguido armarse del valor suficiente!

Hermione dijo esto muy aprisa, y se ruborizó tanto que su cara adquirió el mismo tono que la túnica de Parvati.

- Sí, bien, eso es lo que él dice - repuso Ron.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- ¡Pues está bien claro! Él es alumno de Karkarov, ¿no? Sabe con quién vas... Intenta aproximarse a Harry, obtener información de él, o acercarse lo bastante para gafarlo.

Hermione reaccionó como si Ron le acabara de pegar una bofetada. Cuando al fin habló, le temblaba la voz.

- Para tu información, no me ha preguntado nada sobre Harry, absolutamente nada.

Inmediatamente Ron cambió de argumento.

- ¡Entonces es que espera que lo ayudes a desentrañar el enigma del huevo! Supongo que durante esas encantadoras sesiones de biblioteca se  han dedicado a pensar juntos...

- ¡Yo nunca lo ayudaría a averiguar lo del huevo! - replicó Hermione,  ofendida -. Nunca. ¡Cómo puedes decir algo así...! Yo quiero que el Torneo lo gane Harry, y Harry lo sabe, ¿o no?

- Tienes una curiosa manera de demostrarlo - dijo Ron de forma despectiva.

- ¡Se supone que la finalidad del Torneo es conocer magos extranjeros y hacer amistad con ellos! -repuso Hermione con voz chillona.

- ¡No, no lo es! - gritó Ron -. ¡La finalidad es ganar!

La gente empezaba a mirarlos.

-Ron -dijo Harry en voz baja-, a mí no me parece mal que Hermione
haya venido con Krum...

- En realidad, a nadie le parece mal - apoyo Draco.

Pero Ron tampoco les hizo caso.

- ¿Por qué no te vas a buscar a Vicky? - dijo -. Seguro que se pregunta dónde estás.

- ¡No lo llames Vicky! - Hermione se puso en pie de un salto y salió como un huracán hacia la zona de baile, donde desapareció entre la multitud. Con una mezcla de ira y satisfacción en la cara, Ron la vio irse.

-¿Dónde está Herr... mío... ne? - preguntó una voz. Krum acababa de acercarse a la mesa con dos cervezas de mantequilla.

-Ni idea -respondió Ron con brusquedad, levantando la vista hacia él-. ¿Se te ha perdido?

Krum volvía a tener su gesto hosco.

- Se fue hacia haya - contestó Draco sin importarle la mala mirada de Ron.

- Te has hecho amigo de Viktor Krum ¿eh, Ron? -Percy se les había acercado y hablaba frotándose las manos y haciendo ademanes pomposos -. ¡Estupendo! Ésa es la verdadera finalidad del Torneo, ¿sabes?, ¡la cooperación mágica internacional!

Para disgusto de Ron, Percy se apresuró a ocupar el sitio de Parvati. En aquel momento la mesa principal se hallaba vacía: el profesor Dumbledore bailaba con la profesora Sprout; Ludo Bagman, con la profesora McGonagall; Madame Maxime y Hagrid ocupaban un buen espacio mientras valseaban por entre los estudiantes, y al profesor Karkarov no se lo veía por ningún lado. Cuando terminó la siguiente pieza todo el mundo volvió a aplaudir, y Harry vio que Ludo Bagman besaba la mano de la profesora McGonagall y regresaba entre la multitud, hasta que lo abordaron Fred y George.

- ¿Qué creen que hacen, molestando a los miembros del Ministerio? - refunfuñó Percy, mirando con recelo a Fred y George-. No hay respeto...

Pero Ludo Bagman se desprendió de Fred y George enseguida y, viendo a Harry, le hizo un gesto con la mano y se scercó a la mesa.

- Espero que mis hermanos no lo hayan importunado, señor Bagman - le dijo Percy de inmediato.

- ¿Qué? ¡No, en absoluto, en absoluto! - repuso Bagman -. No, sólo querían decirme algo sobre esas varitas de pega que han inventado. Me han preguntado si yo podría aconsejarlos sobre mercadotecnia. Les he prometido ponerlos en contacto con un par de conocidos míos en la tienda de artículos de broma de Zonko...

A Percy aquello no le hizo ninguna gracia, y Harry estuvo seguro de que se lo contaría a su madre en cuanto llegara a su casa. Daba la impresión de que los planes de Fred y George se habían hecho más ambiciosos de un tiempo a aquella parte, si esperaban vender al público.

Bagman abrió la boca para preguntarle algo a Harry, pero Percy lo distrajo.

- ¿Qué tal le parece que va el Torneo, señor Bagman? Nuestro departamento está muy satisfecho. Por supuesto, fue lamentable el contratiempo con el cáliz de fuego - miró fugazmente a Harry -, pero desde entonces parece que todo ha ido bien, ¿no cree?

- ¡Ah, sí! - dijo Bagman muy alegre -, todo ha resultado muy divertido. ¿Cómo le va al viejo Barty? Qué pena que no haya podido venir.

- ¡Ah, sin duda el señor Crouch no tardará en volver a la carga! -repuso Percy imbuido de importancia-. Pero, mientras tanto, estoy más que deseoso de mejorar las cosas. Por supuesto, no todo consiste en asistir a bailes... -Rió despreocupadamente-. Me las he tenido que ver con asuntos de todo tipo que han surgido en su ausencia. ¿No ha oído que han pillado a Alí Bashir intentando meter de contrabando en el país un cargamento de alfombras voladoras? Y luego hemos estado intentando que los transilvanos firmen la Prohibición universal de los duelos. Tengo una entrevista con el director de su Departamento de Cooperación Mágica para el año nuevo...

-Vamos a dar una vuelta -le susurró Draco a Harry-. Huyamos de aquí...

Pretextando que iban a buscar más bebida, Harry y Draco dejaron la mesa, rodearon la zona de baile y salieron al vestíbulo. La puerta principal estaba abierta, y mientras bajaban la escalinata de piedra distinguieron el centelleo de las luces de colores repartidas por la rosaleda. Una vez abajo, se encontraron rodeados de arbustos, caminos serpenteantes y grandes estatuas de piedra. Se oía el rumor del agua, probablemente de una fuente. Aquí y allá había gente sentada en bancos labrados. Harry y Draco tomaron uno de los caminos que zigzagueaba entre los rosales.

- ¿Estas bien? - pregunto Harry cuando Draco se quedó viendo el esplendor de la luna.

- Claro, solo pensaba que la luna esta hermosa hoy.*

Harry elevó la vista y solo confirmó lo que Draco decía, la luna brillaba adornando el cielo nocturno con una infinita suma de estrellas haciéndole compañía, una infinita paz le lleno inmediatamente, algo que solo la presencia de Draco lograba, una sonrisa se plasmó en  su cara.

- ¿Sabes Draco? En este momento estoy en...

Antes de terminar su oración oyeron una voz tan conocida como desagradable:

-¡No puedes negar lo que está pasando, Severus! -La voz de Karkarov sonaba nerviosa y muy baja, como si estuviera tomando precauciones para que nadie pudiera oírlo -. Ha empezado a ser cada vez más evidente durante los últimos meses, y estoy preocupado de verdad, no lo puedo negar...

- Entonces, huye - dijo la voz de Snape -. Huye: yo te disculparé. Pero yo me quedo en Hogwarts.

Snape y Karkarov doblaron la esquina. Snape llevaba la varita en la mano, e iba golpeando los rosales con una expresión de lo más malvada. Muchos de los rosales proferían chillidos, y de ellos surgían unas formas oscuras.

- ¡Diez puntos menos para Hufflepuff, Fawcett! - gruñó Snape, cuando una chica pasó corriendo por su lado -. ¡Y diez puntos menos para Ravenclaw, Stebbins! - añadió cuando pasó tras ella un chico -. ¿Y qué ustedes dos? - preguntó al toparse de improviso con Draco y Harry. Karkarov, según notó Harry, pareció asustado de verlos allí. Se llevó nerviosamente la mano a la perilla y empezó a ensortijarse el pelo con un dedo.

- Solo estábamos paseando.

-¡Sigan paseando, entonces! -gruñó Snape, y los rozó al pasar con su larga capa negra, que se hinchaba tras él.

Karkarov lo siguió apresuradamente. Harry y Draco prosiguieron su camino.

- ¿Por qué estará tan preocupado Karkarov? - le pregunto Draco, a decir verdad tenía una leve idea de que pasaba, pero el esperaba que no fuera eso.

- ¿Y desde cuándo él y Snape se tratan de tú? - dijo Harry pensativamente.

Acababan de llegar hasta una estatua grande de piedra que representaba a un reno del que salían los surtidores de una alta fuente. Sobre un banco de piedra se veía la oscura silueta de dos personas muy grandes que contemplaban el agua a la luz de la luna. Y luego Harry oyó hablar a Hagrid:

- Lo supe en cuanto te vi - decía él, con la voz extrañamente ronca.

Harry y Draco se quedaron de piedra. Daba la impresión de que no debían interrumpir aquella escena... Harry miró a su alrededor y hacia atrás por el camino, y vio a Fleur Delacour y Roger Davies medio ocultos en un rosal cercano. Le dio una palmada a Draco en el hombro y los señaló con un gesto de cabeza, indicándole que podrían escabullirse fácilmente por aquel lado sin ser notados (Fleur y Davies parecían muy entretenidos), Draco asintió, pero antes de que lograran escabullirse la voz de Hagrid se hizo más cercana, obligandolos a esconderse con el reno.

-¿Qué es lo que supiste, «Hagguid»? -le preguntó Madame Maxime, con un evidente ronroneo en su suave voz.

Decididamente, Harry no quería escuchar aquello: sabía que a Hagrid le horrorizaría que lo oyeran (porque a él le pasaría lo mismo). Si hubiera podido, se habría tapado los oídos con los dedos y se habría puesto a canturrear bien fuerte, pero no era posible. En vez de eso, intentó interesarse en un escarabajo que caminaba por la espalda del reno, pero el escarabajo no conseguía ser lo bastante atrayente para que se dejaran de oír las palabras de Hagrid, cambio de pensamiento y empezó a juguetear con el collar de ciervo, lo pasaba entre sus dedos tratando de memorizar sus patrones, pero no conseguía apretar la voz de Hagrid.

- Supe... supe que eras como yo... ¿Fue tu madre o tu padre.

- Eh... no entiendo lo que «quiegues decig», Hagrid.

- En mi caso fue mi madre - explicó Hagrid en voz baja-. Fue una de las últimas de Gran Bretaña. Naturalmente, no la recuerdo muy bien... Me abandonó, ya ves. Cuando yo tenía unos tres años. No era lo que se dice del tipo maternal. Bueno, lo llevan en su naturaleza, ¿no? No sé qué fue de ella... Tal vez haya muerto.

Madame Maxime no decía nada. Y Harry, a pesar de si mismo, apartó los ojos del escarabajo y echó un vistazo por encima de las astas del reno, escuchando... Nunca había oído a Hagrid hablar de su infancia.

- A mi padre se le partió el corazón cuando ella se fue. Mi padre era muy pequeño. Con seis años yo ya podía levantarlo y ponerlo encima del aparador si me enfadaba. Solía hacerlo reír... - La voz de Hagrid era profunda, pero de repente cambió porque lo embargó la emoción. Madame Maxime escuchaba sin moverse, según parecía con la vista fija en la fuente plateada-. Mi padre me crió... pero murió, claro, justo después de que yo vine al colegio. Entonces, me las tuve que apañar por mí mismo. Aunque Dumbledore fue una gran ayuda: fue muy bueno conmigo... -Hagrid sacó un pañuelo grande de seda de lunares y se sonó la nariz muy fuerte-. Bueno... en fin... basta de hablar de mí. ¿Y tú? ¿De qué parte te viene?

Pero Madame Maxime acababa de ponerse repentinamente en pie.

- Hace demasiado «fguío» - dijo, pero el tiempo no era tan frío como su voz -. Me «paguece» que voy a «entgag».

- ¿Eh? - exclamó Hagrid, sin entender -. ¡No, no te vayas! ¡Yo no... nunca había conocido a otro!

- ¿«Otgo» qué, exactamente? - preguntó Madame Maxime, con un tono gélido.

Harry y Draco le hubieran aconsejado a Hagrid que no respondiera. Oculto en la sombra, Harry apretó los dientes, esperando contra toda esperanza que no lo hiciera, pero de nada valía.

- ¡Otro semigigante, por supuesto! - repuso Hagrid.

- ¡Cómo te «atgueves»! - gritó Madame Maxime. Su voz resonó en el silencioso aire de la noche como la sirena de un barco. Tras él, Harry oyó a Fleur y Roger caerse de su rosal-. ¡Jamás en mi vida me han insultado así! ¿Semigigante? Moi? Yo... ¡yo soy de esqueleto grande!

Se marchó furiosa. A medida que pasaba, apartando enojada los arbustos, se levantaban en el aire benjambres de hadas multicolores. Hagrid permaneció sentado en el banco, mirándola. Estaba demasiado oscuro para ver su expresión. Luego, aproximadamente un minuto después, se levantó y se fue a grandes zancadas, no de regreso al castillo sino atravesando los oscuros terrenos de camino a su cabaña.

- Vamos - le dijo Harry a Draco en voz muy baja -, vámonos.

Draco asintió.

- ¿Por qué Madam Maxime se indignó tanto? - una vez más estaba revelando su ignorancia respecto del mundo mágico. Criado con los Dursley, había muchas cosas que todos los magos conocían y que para él continuaban siendo un secreto, aunque aquellas revelaciones se iban haciendo menos frecuentes conforme iba pasando cursos.

- Te lo explicaré dentro - contestó Draco en voz baja -. Vamos...

Fleur y Roger Davies habían desaparecido, probablemente metiéndose en algún hueco aún más íntimo entre los arbustos. Harry y Draco volvieron al Gran Comedor. Parvati y Padma estaban sentadas a una mesa distante, entre una multitud de chicos de Beauxbatons, y Hermione seguía bailando con Krum, Ron no se veía por ningún lado. Harry y Draco ocuparon una mesa bastante alejada de la zona de baile.

-¿Y? -le preguntó Harry a Draco-. ¿Cuál es el problema con los gigantes?

-Bueno, que son muy, agradables... - Draco se esforzó por hallar las palabras adecuadas

- ¿Y eso qué más da? - observó Harry -. ¡Hagrid sí que lo es!

-Ya lo sé, pero no me sorprende que lo mantenga en secreto, a muchos no les gustaría enterarse.

- Pero ¿qué problema hay porque su madre fuera una giganta? -inquirió Harry.

- Bueno, a nosotros no nos preocupa porque lo conocemos - dijo Draco -. Pero... los gigantes son muy fieros, Harry. Como Hagrid dijo, lo llevan en su naturaleza. Son como los trols: les gusta matar; todo el mundo lo sabe. Pero ya no queda ninguno en Gran Bretaña.

- ¿Qué les ocurrió?

- Bueno, se estaban extinguiendo, y luego los aurores mataron a muchos. Pero se supone que quedan gigantes en otros países... la mayor parte ocultos en las montañas.

- No sé a quién piensa Maxime que engaña - comentó Harry, observando a Madame Maxime sentada sola en la mesa principal, con aspecto muy sombrío -. Si Hagrid es un semigigante, ella desde luego también lo es. Esqueleto grande... Sólo los dinosaurios tienen un esqueleto mayor que el de ella.

Harry y Draco se pasaron el resto del baile en su rincón hablando sobre los gigantes y otros temas triviales, sin ningunas ganas de bailar, a decir verdad no había otro lugar en el que quisieran estar, la compañía del contrario siempre habia sido suficiente, sin embargo, en algunos momentos sus conversaciones eran interrumpidas por algunas chicas que les pedían bailar con ellas.

Cuando a la medianoche terminaron de tocar Las Brujas de Macbeth, todo el mundo les dedicó un fuerte aplauso antes de emprender el camino hacia el vestíbulo. Muchos se quejaban de que el baile no durara más, pero Harry estaba muy contento de irse a la cama, si bien no había disfrutado el baile como los demás, no había sido terrible para nada, pero estaba algo cansado.

Fuera, en el vestíbulo, Harry y Draco vieron a Hermione despedirse de Krum antes de que volviera al barco. Ella les sonrió y siguió subiendo, probablemente también estaba cansada, Harry y Draco la siguieron, pero a mitad de la escalinata Harry oyó que alguien lo llamaba:

- ¡Eh... Harry!

Era Cedric Diggory. Harry vio que Cho lo esperaba abajo, en el vestíbulo.

- ¿Sí?

Parecía que Cedric no quería decir nada delante de Draco, así que éste se encogió de hombros, parecía un poco malhumorado, no subió toda la escalinata pero era una distancia prudente para que el no escuchara.

- Escucha... - dijo Cedric en voz muy baja -. Te debo una por haberme dicho lo de los dragones. ¿Tu huevo de oro gime cuando lo abres?

- Sí - contestó Harry.

- Bien... toma un baño, ¿vale?

- ¿Qué?

- Que tomes un baño y... eh... te lleves el huevo contigo, y... eh... reflexiona sobre las cosas en el agua caliente. Te ayudará a pensar... Hazme caso.

Harry se quedó mirándolo.

- Y otra cosa - añadió Cedric -: usa el baño de los prefectos. Es la cuarta puerta a la izquierda de esa estatua de Boris el Desconcertado del quinto piso. La contraseña es «Frescura de pino». Tengo que irme... Me quiero despedir.

Volvió a sonreír a Harry, el le devolvió la sonrisa y Cedric bajó la escalera apresuradamente hasta donde estaba Cho.

Draco le sonrió al momento en que llegó a su lado.

- ¿Que pasa? - pregunto Draco cuando lo miro con el ceño fruncido, Harry nego levemente con la cabeza, ¿Cedirc le estaba tomando el pelo cuando le dijo eso?

- Te lo cuento después - Draco asintió y siguieron caminando en un silencioso peor cómodo silencio.

La Señora Gorda y su amiga Violeta dormitaban en el cuadro. Harry y Draco tuvieron que gritar «¡Luces de colores!» para despertarlas, y cuando lo hicieron se mostraron muy enfadadas. Entraron en la sala común y vieron a Hermione y Ron envueltos en una violenta disputa. Se gritaban a tres metros de distancia, los dos rojos como tomates.

- Bueno, pues si no te gusta, ya sabes cuál es la solución, ¿no? -gritó Hermione; el pelo se le estaba desprendiendo de su elegante moño, y tenía la cara tensa de ira.

- ¿Ah, sí? - le respondió Ron -, ¿cuál es?

- ¡La próxima vez que haya un baile, pídeme que sea tu pareja antes que ningún otro, y no como último recurso!

Ron movió la boca sin articular ningún sonido, como una carpa fuera del agua, mientras Hermione se daba media vuelta y subía como un rayo la escalera que llevaba al dormitorio. Ron se volvió hacia Harry.

- Bueno - balbuceó, atónito -, bueno... ahí está la prueba... Hasta ella se da cuenta de que no tiene razón.

Harry no le contestó. Estaba demasiado contento de haber vuelto a ser amigo de Ron para decir lo que pensaba justo en aquel momento. Pero sabía que Hermione tenía mucha más razón que él.

- Hermione tiene muchas más razón que tu - Draco contesto justo lo que el había pensado. Ron lo miro indignado.

Regresaron al dormitorio, todos parecían algo cansados, Seamus y Dean bastante contentos, antes de acostarse Harry se le quedó viendo a Draco. La túnica de gala enserio le quedaba bien.

Todos se levantaron tarde el 26 de diciembre. La sala común de Gryffindor se encontraba más silenciosa de lo que había estado últimamente, y muchos bostezos salpicaban las desganadas conversaciones. El pelo de Hermione volvía a estar tan enmarañado como siempre, y ella confesó que había empleado grandes cantidades de poción alisadora; «pero es demasiado lío para hacerlo todos los días», añadió con sensatez mientras rascaba detrás de las orejas a Crookshanks, que ronroneaba.

Ron y Hermione parecían haber llegado al acuerdo de no tocar más el tema de su disputa. Volvían a ser muy amables el uno con el otro, aunque algo formales. Draco y Harry los pusieron al tanto de la conversación entre Madame Maxime y Hagrid, Hermione no pareció encontrar tan sorprendente la noticia de que Hagrid era un semigigante, Ron por su lado estaba algo nervioso.

- Bueno, ya me lo imaginaba - dijo encogiéndose de hombros -. Sabía que no podía ser un gigante puro, porque miden unos siete metros de altura. Pero, la verdad, esa histeria con los gigantes... No creo que todos sean tan horribles. Son los mismos prejuicios que tiene la gente contra los hombres lobo. No es más que intolerancia, ¿verdad?

Daba la impresión de que a Ron le hubiera gustado dar una respuesta mordaz, pero tal vez no quería empezar otra discusión, porque se contentó con negar con la cabeza cuando Hermione no lo veía.

Había llegado el momento de pensar en los deberes que no habían hecho durante la primera semana de vacaciones. Una vez pasado el día de Navidad, todo el mundo se sentía desinflado. Todo el mundo salvo Harry, que otra vez comenzaba a preocuparse.

El problema era que, una vez terminadas las fiestas, el 24 de febrero parecía mucho más cercano, y aún no había hecho nada para descifrar el enigma que encerraba el huevo de oro. Así pues, empezó a sacar el huevo del baúl cada vez que subía al dormitorio; lo abría y lo escuchaba con atención, esperando que algo cobrara sentido de repente. Trataba de pensar a qué le recordaba aquel sonido, aparte de a una treintena de sierras musicales, pero nunca había oído nada que se le pareciera. Cerró el huevo, lo agitó vigorosamente y lo volvió a abrir para comprobar si el sonido había cambiado, pero no era así. Intentó hacerle al huevo varias preguntas, gritando por encima de los gemidos, pero no le respondía. Incluso tiró el huevo a la otra punta del dormitorio, aunque no creyó que fuera a servirle de nada.

Harry no olvidaba la pista que le había dado Cedric, pero no logro que el sentimiento de que el tenía que descifrarlo se fuera, además le parecía que, si de verdad Cedric hubiera querido echarle una mano, habría sido algo más explícito. Él, Harry, le había explicado qué era exactamente a lo que se iba a enfrentar en la primera prueba... mientras que la idea que Cedric tenía de justa correspondencia consistía en aconsejarle que se tomara un baño. Y así llegó el primer día del segundo trimestre, y Harry se fue a clase con el habitual peso de los libros, pergaminos y plumas, más el peso en el estómago de la preocupación por el enigma del huevo, como si también lo llevara de un lado a otro.

Todavía había una gruesa capa de nieve alrededor del colegio, y las ventanas del invernadero estaban cubiertas de un vaho tan espeso que no se podía ver nada por ellas en la clase de Herbología. Con aquel tiempo nadie tenía muchas ganas de que llegara la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, aunque, como dijo Ron, los escregutos seguramente los harían entrar en calor, ya fuera por tener que cazarlos o porque arrojarían fuego con la suficiente intensidad para prender la cabaña de Hagrid.

Sin embargo, al llegar a la cabaña de su amigo encontraron ante la puerta a una bruja anciana de pelo gris muy corto y barbilla prominente.

- Dense prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana -les gritó al verlos acercarse a través de la nieve.

- ¿Quién es usted? - le preguntó Harry mirándola fijamente -. ¿Dónde está Hagrid?

- Soy la profesora Grubbly-Plank - dijo con entusiasmo -, la sustituta temporal de vuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.

- ¿Dónde está Hagrid? - repitió Harry.

- Está indispuesto - respondió lacónicamente la mujer. Hasta los oídos de Harry llegó una risa apenas audible pero desagradable. Se volvió. Estaban llegando Gael Malfoy y el resto de los de Slytherin. Todos parecían contentos, y ninguno se sorprendía de ver a la profesora Grubbly-Plank.

- Por aquí, por favor - les dijo ésta, y se encaminó a grandes pasos hacia el potrero en que tiritaban los enormes caballos de Beauxbatons.

Harry, Draco, Ron y Hermione la siguieron volviendo la vista atrás, a la cabaña de Hagrid. Habían corrido todas las cortinas. ¿Estaba allí Hagrid, solo y enfermo?

- ¿Qué le pasa a Hagrid? - preguntó Harry, apresurándose para poder alcanzar a la profesora Grubbly-Plank.

- No te importa - respondió ella, como si pensara que él trataba de molestar.

- Sí me importa - replicó Harry acalorado -. ¿Qué le pasa?

La bruja no le hizo caso. Los condujo al otro lado del potrero, donde descansaban los caballos de Beauxbatons, amontonados para protegerse del frío, y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello.

Muchas de las chicas exclamaron «¡oooooooooooooh!» al ver al unicornio.

- ¡Qué hermoso! - susurró Lavender Brown -. ¿Cómo lo atraparía? ¡Dicen que son sumamente difíciles de atrapar!

El unicornio era de un blanco tan brillante que a su lado la nieve parecía gris. Piafaba nervioso con sus cascos dorados, alzando la cabeza rematada en un largo cuerno.

- ¡Los chicos que se echen atrás! - exclamó con voz potente la profesora Grubbly-Plank, apartándolos con un brazo que le pegó a Harry en el pecho -. Los unicornios prefieren el toque femenino. Que las chicas pasen delante y se acerquen con cuidado. Vamos, despacio...

Ella y las chicas se acercaron poco a poco al unicornio, dejando a los chicos junto a la valla del potrero, observando.

En cuanto la profesora se alejó lo suficiente para no oírlos, Harry se dirigió a Draco y Ron.

- ¿Qué creen que le pasa? ¿No habrá sido un escreg...?

- No, nadie lo ha atacado, Potter, si es lo que piensas -intervino Gael con voz suave-. No: lo que pasa es que le da vergüenza que vean su fea carota.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Harry.

Gael metió la mano en un bolsillo de la túnica y sacó una página de periódico.

- Aquí tienes - dijo -. No sabes cómo lamento tener que enseñártelo, Potter.

Sonreía de satisfacción mientras Harry cogía la página, la desplegaba y la leía. Draco, Ron, Seamus, Dean y Neville miraban por encima de su hombro. Se trataba de un artículo encabezado con una foto en la que Hagrid tenía pinta de criminal.

- ¿Que hiciste? - susurro Draco con tono algo preocupado.

EL GIGANTESCO ERROR DE DUMBLEDORE

Albus Dumbledore, el excéntrico director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, nunca ha tenido miedo de contratar a gente controvertida, nos cuenta Rita Skeeter, corresponsal especial. En septiembre de este año nombró profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras a Alastor Ojoloco Moody, el antiguo auror que, como todo el mundo sabe, es un cenizo y además se siente orgulloso de serlo; una decisión que causó gran sorpresa en el Ministerio de Magia, dado el bien conocido hábito que tiene Moody de atacar a cualquiera que haga un repentino movimiento en su presencia. Aun así, Ojoloco Moody parece un profesor bondadoso y responsable al lado del ser parcialmente humano que ha contratado Dumbledore para impartir la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Rubeus Hagrid, que admite que fue expulsado de Hogwarts cuando cursaba tercero, ha ocupado el puesto de guardabosque del colegio desde entonces, un trabajo en el que Dumbledore lo ha puesto de forma fija. El curso pasado, sin embargo, Hagrid utilizó su misterioso ascendiente sobre el director para obtener el cargo adicional de profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, por encima de muchos candidatos mejor cualificados.

Hagrid, que es un hombre enorme y de aspecto feroz, ha estado utilizando su nueva autoridad para aterrorizar a los estudiantes que tiene a su cargo con una sucesión de horripilantes criaturas. Mientras Dumbledore hace la vista gorda, Hagrid ha conseguido lesionar a varios de sus alumnos durante una serie de clases que muchos admiten que resultan «aterrorizadoras».

«A mí me atacó un hipogrifo, y a mi amigo Vincent Crabbe le dio un terrible mordisco un gusarajo», nos confiesa Gael Malfoy, un alumno de cuarto curso. «Todos odiamos a Hagrid, pero tenemos demasiado miedo para decir nada.»

No obstante, Hagrid no tiene intención de cesar su campaña de intimidación. El mes pasado, en conversación con una periodista de El Profeta, admitió haber creado por cruce unas criaturas a las que ha bautizado como «escregutos de cola explosiva», un cruce altamente peligroso entre mantícoras y cangrejos de fuego. Por supuesto, la creación de nuevas especies de criaturas mágicas es una actividad que el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas siempre vigila de cerca. Hagrid, según parece, se considera por encima de tales restricciones insignificantes.

«Fue sólo como diversión», dice antes de apresurarse a cambiar de tema.

Por si esto no fuera bastante, El Profeta ha descubierto recientemente que Hagrid no es, como ha pretendido siempre, un mago de sangre limpia. De hecho, ni siquiera es enteramente humano. Su madre, revelamos en exclusiva, no es otra que la giganta Fridwulfa, que en la actualidad se halla en paradero desconocido.

Brutales y sedientos de sangre, los gigantes llegaron a estar en peligro de extinción durante el pasado siglo por culpa de sus luchas fratricidas. Los pocos que sobrevivieron se unieron a las filas de El-que-no-debe-ser-nombrado, y fueron responsables de algunas de las peores matanzas de muggles que tuvieron lugar durante su reinado de terror.

En tanto que muchos de los gigantes que sirvieron a El-que-no-debe-ser-nombrado cayeron abatidos por aurores que luchaban contra las fuerzas oscuras, Fridwulfa no se hallaba entre ellos. Es posible que se uniera a una de las comunidades de gigantes que perviven en algunas cadenas montañosas del extranjero. Pero, a juzgar por las travesuras que comete en las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas, el hijo de Fridwulfa parece haber heredado su naturaleza brutal.

Lo curioso es que, como todo Hogwarts sabe, Hagrid mantiene una amistad íntima con el muchacho que provocó la caída de Quien-ustedes-saben, y con ella la huida de la propia madre de Hagrid, como del resto de sus partidarios. Tal vez Harry Potter no se halle al corriente de la desagradable verdad sobre su enorme amigo, pero Albus Dumbledore tiene sin duda la obligación de asegurarse de que Harry Potter, al igual que sus compañeros, esté advertido de los peligros que entraña la relación con semigigantes.

Harry terminó de leer y alzó los ojos hacia Draco y Ron, que contemplaban boquiabiertos la página del periódico.

- ¿Cómo se ha enterado? - susurró Ron

Pero no era eso lo que preocupaba a Harry.

- ¿Qué quieres decir con eso de «todos odiamos a Hagrid»? -le espetó a Gael -. ¿Qué son todas estas mentiras acerca de que a ése - y señaló a Crabbe - le dio un terrible mordisco un gusarajo? ¡Ni siquiera tienen dientes!

Crabbe se reía por lo bajo, muy satisfecho de sí mismo.

- Bien, creo que esto debería poner fin a la carrera docente de ese zoquete - declaró Gael con ojos brillantes -. Un semigigante... ¡Y pensar que yo suponía que se había tragado una botella de crecehuesos cuando era joven! A los padres esto no les va a hacer ninguna gracia: ahora todos tendrán miedo de que se coma a sus hijos - termino y empezó a reír.

- ¡Mald...!

- ¡Harry, no!

- ¿Estáis atendiendo, por ahí?

La voz de la profesora Grubbly-Plank llegó hasta ellos; las chicas se arracimaban en torno al unicornio, acariciándolo. Harry sentía tanta ira que el artículo de El Profeta le temblaba en las manos mientras se volvía con la mirada perdida hacia el unicornio, cuyas propiedades mágicas enumeraba en aquel instante la profesora en voz alta, para que los chicos también se enteraran.

- ¡Espero que se quede esta mujer! - dijo Parvati Patil al terminar la clase, cuando todos se dirigían hacia el castillo para la comida-. Esto se parece más a lo que yo me imaginaba de Cuidado de Criaturas Mágicas: criaturas hermosas como los unicornios, no monstruos...

- ¿Y qué me dices de Hagrid? - replicó Harry enfadado, subiendo la pequeña escalinata.

- ¿Hagrid? - contestó Parvati con dureza-. Puede seguir siendo guardabosque, ¿no?

Desde el baile, Parvati se había mostrado muy fría con Harry. Éste reconocía que Ron no se había mostrado para nada atento o interesado con su compañera de baile; pero, después de todo, ella no lo había pasado nada mal. De hecho, le contaba a todo el mundo que estuviera dispuesto a escucharla que se había citado con el chico de Beauxbatons en Hogsmeade el siguiente día que tuvieran permiso para ir allí.

- Ha sido una buena clase - comentó Hermione cuando entraron en el Gran Comedor -. Yo no sabía ni la mitad de las cosas que la profesora Grubbly-Plank nos ha dicho sobre los unic...

- ¡Mira esto! - la cortó Harry, y le puso bajo la nariz el artículo de El Profeta. Hermione leyó con la boca abierta. Reaccionó exactamente igual que Ron.

-¿Cómo se ha podido enterar esa espantosa Skeeter? ¿Cren que se lo diría Hagrid?

- No - contestó Harry, que se abrió camino hasta la mesa de Gryffindor y se echó sobre una silla, furioso -. Ni siquiera nos lo dijo a nosotros. Supongo que le pondría de los nervios que Hagrid no quisiera decirle un montón de cosas negativas sobre mí, y se ha dedicado a hurgar para desquitarse con él.

- Tal vez lo oyó decírselo a Madame Maxime durante el baile - sugirió Hermione en voz baja.

- ¡Harry y Draco la hubieran visto en el jardín! - objetó Ron -. Además, se supone que no puede volver a entrar en el colegio. Hagrid dijo que Dumbledore se lo había prohibido...

- A lo mejor tiene una capa invisible - dijo Harry, sirviéndose en el plato un cazo de guiso de pollo, con tanta furia contenida que lo salpicó por todas partes -. Es el tipo de cosas que haría ¿no?: ocultarse entre los arbustos para espiar a la gente.

- ¿Como tú y Draco, te refieres? - preguntó Hermione.

- ¡ no pretendíamos oír! -repuso Draco -. ¡No nos quedó otro remedio! ¡Además, el estaba hablando sobre la giganta de su madre donde cualquiera podía oírlo!

- Tenemos que ir a verlo - dijo Harry -. Esta noche, después de Adivinación. Para decirle que queremos que vuelva... ¿Tú quieres que vuelva? - le preguntó a Hermione.

- Yo... bueno, no voy a fingir que no me haya gustado este agradable cambio, tener por una vez una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas como Dios manda... ¡pero quiero que vuelva Hagrid, por supuesto que sí! - se apresuró a añadir Hermione, temblando ante la furiosa mirada de Harry.

Draco le tomo la mano por debajo de la mesa, su dedo pulgar rozaba levemente los nudillos de Harryz, en un intento de calmarlo.

De forma que esa noche, después de cenar, los cuatro volvieron a salir del castillo y se fueron por los helados terrenos del colegio hacia la cabaña de Hagrid. Llamaron a la puerta, y les respondieron los atronadores ladridos de Fang.

- ¡Somos nosotros, Hagrid! - gritó Harry, aporreando la puerta -. ¡Abre!

No respondió. Oyeron a Fang arañar la puerta, quejumbroso, pero ésta diguió cerrada. Llamaron durante otros diez minutos, y Ron incluso golpeó en una de las ventanas, pero no obtuvieron respuesta.

- ¿Por qué nos evita? - se lamentó Hermione, cuando finalmente esistieron y emprendieron el regreso al colegio -. Espero que no crea que a nosotros nos importa que sea un semigigante.

Pero parecía que a Hagrid sí le importaba, porque no vieron ni rastro de él en toda la semana. No hizo acto de presencia en la mesa de los profesores a las horas de comer, no lo vieron ir a cumplir con sus obligaciones como guardabosque, y la profesora Grubbly-Plank siguió haciéndose cargo de las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas. Gael se relamía de gusto siempre que podía.

- ¿Se ha perdido su amigo el híbrido? - le susurraba a Harry siempre que había algún profesor cerca, para que éste no pudiera tomar represalias -. ¿Se ha perdido el hombre elefante?

Había una visita programada a Hogsmeade para mediados de enero. Hermione se sorprendió mucho de que Harry pensara ir.

- Pensé que querrías aprovechar la oportunidad de tener la sala común en silencio - comentó -. Tienes que ponerte en serio a pensar en el enigma.

- ¡Ah...! Creo... creo que ya estoy sobre la pista - mintió Harry.

- ¿De verdad? - dijo Hermione, impresionada-. ¡Bien hecho!

La sensación de culpa le provocó un retortijón de tripas, pero no hizo caso. Después de todo, todavía le quedaban cinco semanas para meditar en el enigma, y eso era como cinco siglos. Además, si iba a Hogsmeade, tal vez pudiera encontrarse con Hagrid y persuadirlo de que volviera.

Él, Draco, Ron y Hermione salieron del castillo el sábado, y atravesaron el campo húmedo y frío en dirección a las verjas. Al pasar junto al barco anclado en el lago, vieron salir a cubierta a Viktor Krum, sin otra prenda de ropa que el bañador. A pesar de su delgadez debía de ser bastante fuerte, porque se subió a la borda, estiró los brazos y se tiró al lago.

- ¡Está loco! - exclamó Harry, mirando fijamente el renegrido pelo de Krum cuando su cabeza asomó en el medio del lago -. ¡Es enero, debe de estar helado!

- Hace mucho más frío en el lugar del que viene - comentó Hermione -. Supongo que para él está tibia.

- Sí, pero además está el calamar gigante - señaló Ron. No parecía preocupado, más bien esperanzado.

Hermione notó el tono de su voz, y le puso mala cara.

- Es realmente majo, ¿sabes? - dijo ella -. No es lo que uno podría pensar de alguien de Durmstrang. Me a dicho que esto le gusta mucho más.

Ron no dijo nada. No había mencionado a Viktor Krum desde el baile, pero el 26 de diciembre Harry había encontrado bajo la cama un brazo en miniatura que tenía toda la pinta de haber sido desgajado de alguna figura que llevara la túnica de quidditch del equipo de Bulgaria.

Mientras recorrían la calle principal, cubierta de nieve enfangada, Harry estuvo muy atento por si vislumbraba a Hagrid, y propuso visitar Las Tres Escobas después de asegurarse de que éste no estaba en ninguna tienda.

La taberna se hallaba tan abarrotada como siempre, pero un rápido vistazo a todas las mesas reveló que Hagrid no se encontraba allí. Desanimado, Harry fue hasta la barra con Ron y Hermione, le pidió a la señora Rosmerta tres cervezas de mantequilla, y lamentó no haberse quedado en Hogwarts escuchando los gemidos del huevo de oro.

- Pero ¿es que ese hombre no va nunca a trabajar? - susurró Hermione de repente -. ¡Miren!

Señaló el espejo que había tras la barra, y Harry vio a Ludo Bagman allí reflejado, sentado en un rincón oscuro con unos cuantos duendes. Bagman les hablaba a los duendes en voz baja y muy despacio, y ellos lo escuchaban con los brazos cruzados y miradas amenazadoras.

Harry se dijo que era bastante raro que Bagman estuviera allí, en Las Tres Escobas, un fin de semana, cuando no había ningún acontecimiento relacionado con el Torneo y, por lo tanto, nada que juzgar. Miró el reflejo de Bagman. Parecía de nuevo tenso, tanto como lo había estado en el bosque aquella noche antes de que apareciera la Marca Tenebrosa. Pero en aquel momento Bagman miró hacia la barra, vio a Harry y se levantó.

- ¡Un momento, sólo un momento! - oyó que les decía a los duendes, y Bagman se apresuró a acercarse a él cruzando la taberna -. ¡Harry! ¿Cómo estás? - lo saludó; había recuperado su sonrisa infantil -. ¡Tenía ganas de encontrarme contigo! ¿Va todo bien?

- Sí, gracias - respondió Harry.

- Me pregunto si podría decirte algo en privado, Harry - dijo Bagman -. ¿Nos podríais disculpar un momento?

- Eh... vale - repuso Ron, y se fue con Hermione y Draco en busca de una mesa.

Bagman condujo a Harry hasta el rincón de la taberna más alejado de la señora Rosmerta.

- Bueno, sólo quería felicitarte por tu espléndida actuación ante el colacuerno húngaro, Harry - dijo Bagman -. Fue realmente soberbia.

- Gracias - contestó Harry, pero sabía que aquello no era todo lo que Bagman quería decirle, porque sin duda podía haberlo felicitado delante de Draco, Ron y Hermione.

Sin embargo, Bagman no parecía tener ninguna prisa por hablar. Harry lo vio mirar por el espejo a los duendes, que a su vez los observaban a ellos en silencio con sus ojos oscuros y rasgados.

- Una absoluta pesadilla - dijo Bagman en voz baja al notar que Harry también observaba a los duendes -. Su inglés no es muy bueno... Es como volver a entendérselas con todos los búlgaros en los Mundiales de quidditch... pero al menos aquéllos utilizaban unos signos que cualquier otro ser humano podía entender. Estos parlotean duendigonza... y yo sólo sé una palabra en duendigonza: bladvak, que significa «pico de cavar». Y no quiero utilizara por miedo a que crean que los estoy amenazando. - Se rió con una risa breve y retumbante.

- ¿Qué quieren? - preguntó Harry, notando que los duendes no dejaban  de vigilar a Bagman.

- Eh... bueno... - dijo Bagman, que de pronto pareció muy nervioso -. Buscan a Barty Crouch.

- ¿Y por qué lo buscan aquí? - se extrañó Harry -. Estará en el Ministerio, en Londres, ¿no?

- Eh... en realidad no tengo ni idea de dónde está -reconoció Bagman -. Digamos que... ha dejado de acudir al trabajo. Ya lleva ausente dos semanas. El joven Percy, su ayudante, asegura que está enfermo. Parece que ha estado enviando instrucciones por lechuza mensajera. Pero te ruego que no le digas nada de esto a nadie, porque Rita Skeeter mete las narices por todas partes, y es capaz de convertir la enfermedad de Barty en algo siniestro. Probablemente diría que ha desaparecido como Bertha Jorkins.

- ¿Se sabe algo de Bertha Jorkins? - preguntó Harry.

- No - contestó Bagman, recuperando su aspecto tenso -. He puesto a alguna gente en su busca - «¡A buena hora!», pensó Harry -, y todo resulta muy extraño. Hemos comprobado que llegó a Albania, porque allí se vio con su primo segundo. Y luego dejó la casa de su primo para trasladarse al sur a visitar a su tía. Pero parece que desapareció por el camino sin dejar rastro. Que me parta un rayo si comprendo dónde se ha metido. No parece el tipo de persona que se fugaría con alguien, por ejemplo... Pero ¿qué hacemos hablando de duendes y de Bertha Jorkins? Lo que quería preguntarte es cómo te va con el huevo de oro.

- Eh... no muy mal - mintió Harry. Pero, al parecer, Bagman se dio cuenta de que Harry no era sincero.

- Escucha, Harry - dijo en voz muy baja -, todo esto me hace sentirme culpable. Te metieron en el Torneo, tú no te presentaste, y... - su voz se hizo tan sutil que Harry tuvo que inclinarse para escuchar - si puedo ayudarte, darte un empujoncito en la dirección correcta... Siento debilidad por ti... ¡La manera en que burlaste al dragón! Bueno, sólo espero una indicación por tu parte.

Harry miró la cara de Bagman, redonda y sonrosada, y los azules ojos de bebé, completamente abiertos.

- Se supone que tenemos que descifrarlo por nosotros mismos, ¿no? - repuso, poniendo mucho cuidado en decirlo como sin darle importancia y que no sonara a una acusación contra el director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

- Bueno, sí - admitió Bagman -, pero... En fin, Harry, todos queremos que gane Hogwarts, ¿no?

- ¿Le ha ofrecido ayuda a Cedric? - Bagman frunció levemente el entrecejo.

- No, no lo he hecho - reconoció -. Yo... bueno, como te dije, siento debilidad por ti. Por eso pensé en ofrecerte...

- Bueno, gracias - respondió Harry -, pero creo que ya casi lo tengo... Me faltan un par de días.

No sabía muy bien por qué rechazaba  a ayuda de Bagman. Tal vez fuera porque era para él casi un extraño, y aceptar su ayuda le parecía que estaba mucho más cerca de hacer trampas que si se la pedía a Draco, Ron, Hermione o Sirius.

Bagman parecía casi ofendido, pero no pudo decir mucho más porque en ese momento se acercaron Fred y George.

- Hola, señor Bagman - saludó Fred con entusiasmo -. ¿Podemos invitarlo?

- Eh... no - contestó Bagman, dirigiéndole a Harry una última mirada decepcionada -. No, muchachos, muchas gracias.

Fred y George se quedaron tan decepcionados como Bagman, que miraba a Harry como si éste lo hubiera defraudado.

- Bueno, tengo prisa - dijo -. Me alegro de verlos a todos. Buena suerte, Harry.

Salió de la taberna a toda prisa. Los duendes se levantaron de las sillas y fueron tras él. Harry se reunió con Draco, Ron y Hermione.

- ¿Qué quería? - preguntó Ron en cuanto Harry se sentó.

- Quería ayudarme con el huevo de oro - explicó Harry.

- ¡Eso no está bien! - exclamó Hermione muy sorprendida -. ¡Es uno de los jueces! Y además, tú ya lo tienes, ¿no?

- Eh... casi - repuso Harry.

- ¡Bueno, no creo que a Dumbledore le gustara enterarse de que Bagman intenta convencerte de que hagas trampa! - opinó Hermione, con expresión muy reprobatoria -. ¡Espero que intente ayudar igual a Cedric!

- Pues no. Se lo he preguntado - respondió Harry.

- ¿Y a quién le importa si a Diggory lo están ayudando? - dijo Ron. Draco en su interior pensaba igual.

- Esos duendes no parecían muy amistosos - comentó Hermione, sorbiendo la cerveza de mantequilla -. ¿Qué harían aquí?

- Según Bagman, buscar a Crouch - explicó Harry -. Sigue enfermo. No ha ido a trabajar.

- A lo mejor lo está envenenando Percy - sugirió Ron -. Probablemente piensa que, si Crouch la palma, a él lo nombrarán director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

Hermione le dirigió a Ron una mirada que quería significar «no se bromea sobre esas cosas», y dijo:

- Es curioso que los duendes busquen al señor Crouch... Normalmente tratarían con el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.

- Pero Crouch sabe un montón de lenguas - le recordó Harry -. A lo  mejor buscan un intérprete.

- ¿Ahora te preocupas por los duendecitos? - inquirió Ron -. ¿Estás pensando en fundar la S.P.A.D.A.,o algo así? ¿La Sociedad Protectora de los Asquerosos Duendes Atontados?

- Ja, ja, ja - replicó Hermione con sarcasmo -. Los duendes no necesitan protección. ¿No se han enterado de lo que ha contado el profesor Binns sobre las revueltas de los duendes?

- No - respondieron al unísono Harry y Ron.

- Yo si - contesto Draco elevando un poco los hombros.

- Bueno, pues son perfectamente capaces de tratar con los magos - dijo Hermione sorbiendo más cerveza de mantequilla -. Son muy listos. No son como los elfos domésticos, que nunca defienden sus derechos.

- ¡Oh! - exclamó Ron, mirando hacia la puerta.

Acababa de entrar Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica amarillo plátano y las uñas pintadas de un impactante color rosa, e iba acompañada de su barrigudo fotógrafo. Pidió bebidas, y junto con su fotógrafo pasó por en medio de la multitud hasta una mesa cercana a la de Harry, Draco, Ron y Hermione, que la miraban mientras se acercaba. Hablaba rápido y parecía muy satisfecha por algo.

- ... no parecía muy contento de hablar con nosotros, ¿verdad, Bozo? ¿Por qué será, a ti qué te parece? ¿Y qué hará con todos esos duendes tras él? ¿Les estaría enseñando la aldea? ¡Qué absurdo! Siempre ha sido un mentiroso. ¿Estará tramando algo? ¿Crees que deberíamos investigar un poco? El infortunado ex director de Deportes Mágicos, Ludo Bagman... Ése es un comienzo con mucha garra, Bozo: sólo necesitamos encontrar una historia a la altura del titular.

- ¿Qué, tratando de arruinar la vida de alguien más? - preguntó Harry en voz muy alta.

Algunos se volvieron a mirar. Al ver quién le hablaba, Rita Skeeter abrió mucho los ojos, escudados tras las gafas con incrustaciones.

- ¡Harry! - dijo sonriendo -. ¡Qué divino! ¿Por qué no te sientas con nos...?

- No me acercaría a usted ni con una escoba de diez metros - contestó Harry furioso -. ¿Por qué le ha hecho eso a Hagrid?

Rita Skeeter levantó sus perfiladísimas cejas.

- Nuestros lectores tienen derecho a saber la verdad, Harry. Sólo cumplo  con mi...

- ¿Y qué más da que sea un semigigante? - gritó Harry -. ¡Él no tiene nada de malo!

- Harry, trata de cálmate - aconsejo Draco.

Toda la taberna se había sumido en el silencio. La señora Rosmerta observaba desde detrás de la barra, sin darse cuenta de que el pichel que llenaba de hidromiel rebosaba.

La sonrisa de Rita Skeeter vaciló muy ligeramente, pero casi de inmediato  tiró de los músculos de la cara para volver a fijarla en su lugar. Abrió el bolso de piel de cocodrilo, sacó la pluma a vuelapluma y le preguntó:

- ¿Me concederías una entrevista para hablarme del Hagrid que tú conoces?, ¿el hombre que hay detrás de los músculos?, ¿sobre su inaudita amistad y las razones que hay para ella? ¿Crees que puede ser para ti algo así como un sustituto del padre?

Hermione se levantó de pronto, agarrando la cerveza de mantequilla como si fuera una granada.

- ¡Es usted una mujer horrible! - le dijo con los dientes apretados -. No le importa nada con tal de conseguir su historia, ¿verdad? Cualquiera valdrá, ¿eh? Hasta Ludo Bagman...

- Siéntate, estúpida, y no hables de lo que no entiendes - contestó fríamente Rita Skeeter, arrojándole a Hermione una dura mirada-. Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrían los pelos de punta... y casi les iría bien - añadió, observando el pelo de Hermione.

- Vámonos - dijo Hermione -. Vamos, Harry... Draco... Ron.

Salieron. Mucha gente los observó mientras se iban. Harry miró atrás al llegar a la puerta: la pluma a vuelapluma de Rita Skeeter estaba fuera del bolso y se deslizaba de un lado a otro por encima de un pedazo de pergamino puesto sobre la mesa.

- Ahora la tomará contigo, Hermione - dijo Ron con voz baja y preocupada mientras subían la calle, deshaciendo el camino por el que habían llegado.

- ¡Que lo intente! - replicó Hermione con voz chillona. Temblaba de rabia -. ¡Ya verá! ¿Conque soy una estúpida? Pagará por esto. Primero Harry, luego Hagrid...

- No hay que hacer enfadar a Rita Skeeter - añadió Ron nervioso -. Te lo digo en serio, Hermione. Te buscará algo para ponerte en evidencia...

- ¡Mis padres no leen El Profeta, así que no me va a meter miedo! - contestó Hermione, dando tales zancadas que a Harry, Draco y Ron les costaba trabajo seguirla. La última vez que Harry había visto a Hermione tan enfadada, le había pegado una bofetada a Gael Malfoy -. ¡Y Hagrid no va a seguir escondiendo la cabeza! ¡Nunca tendría que haber permitido que lo alterara esa imitación de ser humano! ¡Vamos!

Hermione echó a correr y precedió a sus amigos durante todo el camino de vuelta por la carretera, a través de las verjas flanqueadas por cerdos alados y de los terrenos del colegio, hacia la cabaña de Hagrid.

Las cortinas seguían corridas, y al acercarse oyeron los ladridos de Fang.

- ¡Hagrid! - gritó Hermione, aporreando la puerta delantera-. ¡Ya está bien, Hagrid! ¡Sabemos que estás ahí dentro! ¡A nadie le importa que tu madre fuera una giganta! ¡No puedes permitir que esa asquerosa de Skeeter te haga esto! ¡Sal, Hagrid, deja de...!

Se abrió la puerta. Hermione dijo «hacer el... » y se calló de repente, porque acababa de encontrarse cara a cara no con Hagrid sino con Albus Dumbledore.

- Buenas tardes - saludó el director en tono agradable, sonriéndoles.

- Que... que... queríamos ver a Hagrid - dijo Hermione con timidez.

- Sí, lo suponía- repuso Dumbledore con ojos risueños -. ¿Por qué no entran?

- Ah... eh... bien - aceptó Hermione.

Los tres amigos entraron en la cabaña. En cuanto Harry cruzó la puerta, Fang se abalanzó sobre él ladrando como loco, e intentó lamerle las orejas. Harry se libró de Fang y miró a su alrededor.

Hagrid estaba sentado a la mesa, en la que había dos tazas de té. Parecía hallarse en un estado deplorable. Tenía manchas en la cara, y los ojos hinchados, y, en cuanto al cabello, se había pasado al otro extremo: lejos de intentar dominarlo, en aquellos momentos parecía un entramado de alambres.

-Hola, Hagrid -saludó Harry. Hagrid levantó la vista.

-... la -respondió, con la voz muy tomada.

-Creo que nos hará falta más té -dijo Dumbledore, cerrando la puerta tras ellos.

Sacó la varita e hizo una floritura con ella, y en medio del aire apareció, dando vueltas, una bandeja con el servicio de té y un plato de bizcochos. Dumbledore la hizo posarse sobre la mesa, y todos se sentaron. Hubo una breve pausa, y luego el director dijo:

- ¿Has oído por casualidad lo que gritaba la señorita Granger, Hagrid? - Hermione se puso algo colorada, pero Dumbledore le sonrió y prosiguió:

- Parece ser que Hermione, Draco, Harry y Ron aún quieren ser amigos tuyos, a juzgar por la forma en que intentaban echar la puerta abajo.

- ¡Por supuesto que sí! - exclamó Harry mirando a Hagrid -. Te tiene que importar un bledo lo que esa idio... Perdón, profesor - añadió apresuradamente, mirando a Dumbledore.

- Me he vuelto sordo por un momento y no tengo la menor idea de qué es  lo que has dicho - dijo Dumbledore, jugando con los pulgares y mirando al techo.

- Eh... bien - dijo Harry mansamente-. Sólo quería decir... ¿Cómo pudiste pensar, Hagrid, que a nosotros podía importarnos lo que esa... mujer  escribió de ti?

Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos color azabache de Hagrid y cayeron lentamente sobre la barba enmarañada.

- Aquí tienes la prueba de lo que te he estado diciendo, Hagrid - dijo Dumbledore, sin dejar de mirar al techo -. Ya te he mostrado las innumerables cartas de padres que te recuerdan de cuando estudiaron aquí, diciéndome en términos muy claros que, si yo te despidiera, ellos tomarían cartas en el asunto.

- No todos - repuso Hagrid con voz ronca -. No todos los padres quieren que me quede.

- Realmente, Hagrid, si lo que buscas es la aprobación de todo el mundo, me temo que te quedarás en esta cabaña durante mucho tiempo - replicó Dumbledore, mirando severamente por encima de los cristales de sus gafas de media luna -. Desde que me convertí en el director de este colegio no ha pasado una semana sin que haya recibido al menos una lechuza con quejas por la manera en que llevo las cosas. Pero ¿qué tendría que hacer? ¿Encerrarme en mi estudio y negarme a hablar con nadie?

- Ya... pero tú no eres un semigigante - contestó Hagrid con voz ronca.

- ¡Hagrid, mira los parientes que tengo yo! - dijo Harry furioso -. ¡Mira a los Dursley!

- Bien observado - aprobó el profesor Dumbledore -. Mi propio hermano, Aberforth, fue perseguido por practicar encantamientos inapropiados en una cabra. Salió todo en los periódicos, pero ¿crees que Aberforth se escondió? ¡No lo hizo! ¡Siguió con lo suyo, como de costumbre, con la cabeza bien alta! La verdad es que no estoy seguro de que sepa leer, así que tal vez no fuera cuestión de valentía...

- Vuelve a las clases, Hagrid - pidió Hermione en voz baja -. Vuelve, por favor: te echamos de menos.

Hagrid tragó saliva. Nuevas lágrimas se derramaron por sus mejillas hasta la barba. Dumbledore se levantó.

- Me niego a aceptar tu dimisión, Hagrid, y espero que vuelvas al trabajo el lunes - dijo -. Nos veremos en el Gran Comedor para desayunar, a las ocho y media. No quiero excusas. Buenas tardes a todos.

Dumbledore salió de la cabaña, deteniéndose sólo para rascarle las orejas a Fang. Cuando la puerta se hubo cerrado tras él, Hagrid comenzó a sollozar tapándose la cara con las manos, del tamaño de ruedas de coche. Hermione le dio unas palmadas en el brazo, y al final Hagrid levantó la vista, con los ojos enrojecidos, y dijo:

- Dumbledore es un gran hombre... un gran hombre...

- Sí que lo es - afirmó Ron -. ¿Me puedo tomar uno de estos bizcochos, Hagrid?

- Todos los que quieras - contestó Hagrid, secándose los ojos con el reverso de la mano -. Tiene razón, desde luego; todos tenéis razón: he sido un tonto. A mi padre le hubiera dado vergüenza la forma en que me he comportado... - Derramó más lágrimas, pero se las secó con decisión y dijo -: Nunca os he enseñado fotos de mi padre, ¿verdad? Aquí tengo una...

Hagrid se levantó, fue al aparador, abrió un cajón y sacó de él una foto de un mago de corta estatura. Tenía los mismos ojos negros de él, y sonreía sentado sobre el hombro de su hijo. Hagrid debía de medir entonces sus buenos dos metros y medio de altura, a juzgar por el manzano que había a su lado, pero su rostro era lampiño, joven, redondo y suave: seguramente no tendría más de once años.

- Fue tomada justo después de que entré en Hogwarts - dijo Hagrid con  voz ronca -. Mi padre se sentía muy satisfecho... aunque yo no pudiera ser mago, porque mi madre... Ya saben. Naturalmente, nunca fui nada del otro mundo en esto de la magia, pero al menos no llegó a enterarse de mi expulsión. Murió cuando yo estaba en segundo.

»Dumbledore fue el único que me defendió después de que faltó mi padre. Me dio el puesto de guardabosque... Confía en la gente. Le da a todo el mundo una segunda oportunidad: eso es lo que lo diferencia de otros directores. Aceptará a cualquiera en Hogwarts, mientras valga. Sabe que uno puede merecer la pena incluso aunque su familia no haya sido... bueno... del todo respetable. Pero hay quien no lo comprende. Los hay que siempre están contra uno... Los hay que pretenden que simplemente tienen esqueleto grande en vez de levantarse y decir: soy lo que soy, no me avergüenzo. Mi padre me decía que no me avergonzara nunca, que había quien estaría contra mí, pero que no merecía la pena molestarse por ellos. Y tenía razón. He sido un idiota. Y, en cuanto a ella, no voy a volver a preocuparme, se los prometo. Esqueleto grande... Ya le daré esqueleto grande.

Harry, Draco, Ron y Hermione se miraron nerviosos unos a otros. Harry antes se hubiera llevado de paseo a cincuenta escregutos que admitir ante Hagrid que había escuchado su conversación con Madame Maxime, pero Hagrid seguía hablando, aparentemente inconsciente de haber dicho algo extraño.

- ¿Sabes una cosa, Harry? - dijo, apartando la mirada de la fotografía de su padre, con los ojos muy brillantes -. Cuando te vi por primera vez, me recordaste un poco a mí mismo. Tus padres muertos, y tú te sentías como si no te merecieras venir a Hogwarts, ¿recuerdas? ¡Y ahora mírate! ¡Campeón del colegio! - Miró a Harry un instante y luego dijo, muy serio -: ¿Sabes lo que me gustaría, Harry? Me gustaría que ganaras, de verdad. Eso les enseñaría a todos... que no hay que ser de sangre limpia para conseguirlo. No te tienes que avergonzar de lo que eres. Eso les enseñaría que es Dumbledore el que tiene razón dejando entrar a cualquiera siempre y cuando sea capaz de hacer magia. ¿Cómo te va con ese huevo, Harry?

- Muy bien - dijo Harry -. Genial.

En el entristecido rostro de Hagrid se dibujó una amplia sonrisa.

- Ése es mi chico... Muéstraselo, Harry, muéstrales quién eres. Véncelos.

No era lo mismo mentir a los demás que hacerlo con Hagrid. Aquella tarde Harry volvió al castillo con Draco, Ron y Hermione, incapaz de desvanecer la imagen de la expresión de contento en la cara de Hagrid cuando se lo había imaginado ganando el Torneo. El incomprensible huevo pesaba aquella noche más que nunca en la conciencia de Harry, y, cuando volvió a la cama, se había forjado un propósito muy claro: era ya hora de tragarse el orgullo y ver si la pista de Cedric conducía a alguna parte.

"Gracias y lo siento".

*De acuerdo a Natsume Soseki, autor y crítico literario de la era Meiji, la frase "Tsuki ga kirei desu ne" ("La luna esta hermosa hoy") es equivalente a un "Te amo" japonés.
Para aceptar es un "puedo morir en paz" o "ahora estoy en paz" (la verdad no recuerdo si era en paz o feliz, estoy casi segura que es en paz).
Un rechazo sería un "siempre lo fue"

Siento si el capítulo no es de su agrado o no cumple con sus expectativas también, perdón por no actualizar en casi dos meses (creo), así que espero que aún les guste esta historia, trataré de terminar otro capítulo esta misma semana.

Ahora, algo que a nadie le interesa pero bueno, tengo que levantarme para ir a misa en 3 horas y estoy aquí desvelandome, me costará mucho no dormirme con la voz del padre.

Att:Malfoy-Potter

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