Seduciendo al chef

By Bermardita

73.5K 6.4K 3.1K

Margo es una crítica gastronómica con un paladar difícil de conquistar. Solo Thomas puede satisfacerla en tod... More

SINOPSIS
1. Jugar a enredarse (+18)
2. No eres ella
3. Señorita Moir
4. Enorme culpa
5. Sentimiento familiar
5.5. Platillo favorito
6. Ella es mi ángel
7. Chef royal
7.5. Escenario incierto
8. Increíblemente hermosa
9. Llévame a casa
10. No seas codicioso
10.5. Yo lo seduciré
11. Rendido ante ella
12. Una mujer poderosa y astuta
12.5. Sin puntos grises
14. Amor a medias
15. Juego de seducción
15.5. Autenticidad del chef
16. ¿Amor a primera vista?
17. Besos húmedos

13. Ella era el ojo del huracán.

2.4K 262 202
By Bermardita

Pensaba en ir a casa, pero varios profesores coludidos con algunos estudiantes me convocaron para una reunión de emergencia con la clara intención de "controlar" la actitud altanera de la nueva profesora.

Margo era linda, ¿qué problema podría causar?

―La señorita Moir no conoce los límites, es egocéntrica.

Sí que sí, era linda cuando ponía al mundo bajo los pies.

―Debería controlarse.

Asentí ante esa afirmación. No debería agitar mi corazón en horas de oficina, aunque era bastante divertido y disfrutaba verla sin barreras.

―Se aprovecha de la situación de los niños.

Definitivamente aprovechaba todo tipo de situación. ¡La escena de la oficina era una prueba memorable de la situación; si era ella, podía aprovecharse cuanto quisiera de mi!

―Es orgullosa y arrogante.

¿Verdad? Era uno de sus encantos más destacables.

Asentí incontables veces con orgullo, pero nadie entendió la razón real de mi actitud apacible. Estaba de acuerdo con sus comentarios, sin embargo, no significaba que tomara esas cualidades como si fueran malos al igual que ellos lo hacían. Yo adoraba a Margo porque era así de directa, aunque muchas veces ella no entendía el desastre que le causaba a su entorno.

Ella era el ojo del huracán.

―¿Cuál es el punto? ―pregunté para la sorpresa de muchos.

―Hay que controlarla...

Mmm.

El señor Torresselli lloraría de la rabia si alguien le decía que a su linda nieta la debería atar de manos y pies. Por supuesto, nadie en esta oficina sería capaz de decir tal blasfemia si supieran la verdadera identidad de Margo.

―Que se disculpe y se justifique... ―dijo otro profesor.

―¿Y luego qué? ―volví a cuestionar.

―¿Y luego? ¿A qué se refiere?

Crucé la pierna sobre la otra y los miré con frialdad.

―¿Prefiere que lo explique en términos simples?

Vi al profesor ponerse nervioso.

―Ah, no, director.

―No entiendo la razón de sus comportamientos, señores ―hablé con tranquilidad―. Si quieres mantener una posición privilegiada en este basto mundo, ¿qué tipo de actitud crees que te llevará lejos? ¿No son ustedes también arrogantes y egoístas con sus conocimientos y sus trabajos? No seamos hipócritas.

»A menos que ustedes me estén exigiendo que aumente la remuneración de la señorita Moir, porque a ustedes les parece injusto que la academia le de un pago insuficiente por su trabajo... ―Hice una breve pausa―. ¿Es eso lo sucede? No sabía que tenían un buen sentido de compañerismo y de justicia. ―Reí.

La actitud de Margo era egocéntrica, malhumorada, solía menospreciar a las personas con bastante facilidad; además. el trabajo que ella representaba, necesitaba de una actitud fuerte y precisa, sin darle paso a la inseguridad y confusión.

Si lo pensaba de ese modo, me daban ganas de provocar a Margo para ver sus lindas reacciones. Era tierna.

Quería ir pronto a casa.

Quería verla.

―¿Existe algún otro asunto que deba mencionarse? ―espeté con una actitud cansina.

―No, director.

―Discúlpenos por quitar su valioso tiempo.

―Entonces regresen a salvo a casa, señores ―dije con una sonrisa. Relajé mi cuerpo con más calma, la tensión que acumulé por tonterías se fue disipando.

Luego de que los profesores abandonaran mi oficina, guardé algunos documentos sobre el escritorio, prometiéndome que los retomaría mañana. Caminé al estacionamiento a pasos apresurados.

Cerca del auto negro, reconocí a Amanda andar a pasos de tortuga en la cercanías con una extraña actitud sospechosa: tenía en las manos un montón de carpetas.

―¿Qué haces? ―Le dije―, ¿aún no te has ido? ¿Te ayudo? ―Me ofrecí con amabilidad.

―Uh, gracias.

Me dio la mitad de los documentos con una sonrisa afable.

―¿A dónde te diriges? ―quise saber.

―Necesito conseguir un taxi.

Hasta donde tenía entendido, Amanda vivía con sus padres en unos residenciales al otro extremo de la ciudad: de haber estado en un lugar cercano al apartamento, me habría ofrecido a llevarla.

―¿Es demasiado pedir un aventón? ―pidió ella, nerviosa.

Demasiado.

Solté un suspiro profundo.

―Solo hasta la carretera principal ―accedí.

―Es suficiente, es más fácil conseguir taxis ahí que aquí.

Esbocé una sonrisa pequeña. Ella tenía razón. La academia era un sitio bastante exclusivo, en donde los estudiantes contaban con sus propios autos o choferes que hacían todo por ellos: el acceso era restringido y raras veces se podía encontrar vehículos como los taxis pasando de largo frente a la academia.

No era un problema para mí, ni para muchos. Así que en varias ocasiones, acompañé a Amanda hasta la carretera, e incluso un poco más allá, por eso llegué a enterarme de sus asuntos familiares. A ella le gustaba platicar mucho, pero la situación era diferente ahora.

Mientras me dirigía al auto, reconocí una cara familiar que salió de un vehículo blanco estacionado a unos metros.

―Director... ―me llamó Roxy, apresurada.

―Uh... ¿qué haces aquí todavía? ―pregunté, confundido―. ¿Y mi esposa?

―Ella quiso esperarlo... ―Roxy miró a Amanda de manera sutil―. Está en el auto.

¿Esperar? ¿Margo me esperó?

Miré a Amanda de reojo, quien noté con una expresión rara, llena de confusión. No importaba.

Volví a cerrar la puerta y me encaminé hacia el auto blanco que estaba estacionado a unos metros. Abrí unas de las puertas traseras del auto, donde encontré a Margo apoyada en el respaldo del asiento con los ojos cerrados. Estaba durmiendo.

Sonreí.

Volví a levantarme y miré a Amanda con suspicacia. Me encaminé en su dirección y le entregué las carpetas.

―Me temo que no podré llevarte.

―¿Qué hay de llevarme a la carretera principal? ―sugirió con una expresión triste.

Le entregaría las llaves de mi auto para que tuviera un transporte, pero la idea quedó descartada de inmediato al caer en cuenta que a Margo no le agradaría esa situación. Me haría meterme en conflictos con ella.

No quería despertarla.

Podría ir a manejar y llevar a Margo a casa; y permitir que Roxy llevara a Amanda hasta su casa, sin embargo, la situación cambiaba si Margo dormía. ¿Y si se caía? ¿Y si se golpeaba la cabeza contra la ventana o algo por el estilo?

Quería que se apoyara en mis hombros.

Era solo un deseo egoísta. También podría llevarla en el asiento del copiloto, pero eso expondría la identidad de Margo frente a Amanda.

―Te pediré un taxi ―concluí. Bloqué la seguridad del automóvil antes de entrar al auto blanco.

―¿Debería despertarla? ―preguntó Roxy, insegura.

―No, maneja despacio.

Al acomodarme en el asiento, noté por la ventana que Amanda se quedaba parada con esa extraña reacción de confusión. Mi atención se desvió en el leve toque que sentí sobre mis hombros: parecía que inconscientemente Margo encontrará un camino a mis brazos.

Su cabeza cayó sobre mi hombro; su expresión se volvió más tranquila y respiraba con calma. Sonreí.

Sí, solo debería admitir que la amaba y ella me amaba de la misma forma. Nuestros sentimientos eran correspondidos. Ella me buscaba, y yo no dejaba de perseguirla. Parecía que, sin importar lo que sucediera, no pararíamos de encontrarnos.

Ella me encantaba, la adoraba.

Parecía que Margo era una mujer invencible para el mundo, pero al mismo tiempo, muy frágil. Era una mujer que podía caer al suelo fácilmente. Cuando abrazaba este cuerpo débil, ¿qué me venía a la mente?

Me incliné levemente hacia su rostro, alzando ligeramente su cabeza por la barbilla, y le planteé un suave beso sobre sus labios de terciopelo. ¿Cómo podía ella ser tan dura y frágil al mismo tiempo?

"¿Por qué estás dormida? Desearía que me devolvieras el beso."

¿Qué tenía en la mente?

Oh, cierto.

Realmente quería protegerla.

―Usted... ―habló Roxy para mi disgusto―... en serio adora a su esposa.

―No seas molesta ―farfullé, incómodo.

―Oh, lo siento. ―Nerviosa, ella regresó su atención directo a la carretera.

Solté un suspiro de alivio. La curiosidad de la gente era... molesta. Comenzaba a creer por qué a Margo no le gustaba relacionarse con los demás. A ella le gustaba ir al punto y no pensar en que debía platicar con su chofer para tener una relación amena.

Cuando llegamos al apartamento, Margo seguía sin dar indicios para despertar.

―Da una vuelta más ―ordené.

―Ah, sí.

Justo al terminar la segunda vuelta, entrando al estacionamientos subterráneo del edificio, ella despertó por la ligera bajada del camino.

―¿Dónde estamos? ―preguntó, somnolienta.

―En casa ―respondí.

Ella reaccionó al instante.

―¿Por qué no me despertaste? ―Ella se limpió la cara con rapidez y sin delicadeza. La tomé de las manos y le acaricié la zona bajo sus ojos enrojecidos por ese brusco tacto.

―No quería hacerlo.

―Quedamos en que me despertarías cuando Thomas apareciera. ―Se dirigió a Roxy, molesta.

Al ver que estaba un poco molesta, tomé su barbilla con suavidad y le dejé un beso casto, tomándola desprevenida. Reí ante la actitud tímida que adoptó de pronto.

―Mmm ―balbuceó, haciendo un divertido mohín.

Reí.

―Escuché lo que hiciste con tus alumnos hoy ―dije, sacando el tema a relucir para calmar su molestia. Contuve una carcajada al notar su linda reacción tras el beso sorpresivo y cambiar rápidamente a una expresión inquieta.

Solo Margo era capaz de cobrar de esa manera.

―Tu hermana arruinó mis negocios ―espetó.

―¿Es así?

Eso querría decir que hablaba muy en serio. Ese tema llegó a mis oídos no por Alice, de hecho, ella salió bien limpia en este asunto al no advertirme de nada; Alice dejó que un séquito de profesores me tomaran desprevenidos.

Quería seguir preguntando al respecto, pero en ese momento, mi atención se desvió hacia Roxy cuando apagó el auto.

―Ve a casa con cuidado ―le dije a Roxy.

―¿Vendré mañana en la mañana? ―quiso saber ella.

―Sí ―respondí.

―Feliz noche.

Al dar la vuelta, Margo se volvió hacia atrás para mirar a Roxy.

―Feliz tarde.

―Gracias, igualmente, señora Lozano..

Cuando entramos al ascensor, ella me preguntó sobre el auto y le conté lo que había pasado.

―¿No le pasará nada si lo dejas ahí? ―

―No.

―¿Estás molesto? ―quiso saber ella de pronto―. Ya sabes, sobre mi primera clase....

―No, fue divertido.

―Hablaba muy en serio ―aclaró.

―Te creo.

Ella se rio con timidez. Tan pronto llegamos al piso correcto, Margo se quitó los tacones altos y anduvo descalza por el apartamento hasta llegar a la cama.

―Estoy más cansada de lo que creí.

―¿Quieres bañarte?

―Sí.

―Prepararé la ducha y toallas limpias. ¿Aún quieres ir de compras? ―pregunté.

―Sí, quiero ir, Necesito una secadora, zapatos, ropa anterior y todas esas cosas. No quiero traer nada de la casa de mi abuelo porque armará una escándalo y no me dejará venir. Además, habrá días en los que me quedaré a dormir con él, así que necesito mis cosas allá y otras aquí.

La idea de compartirla con su abuelo no era agradable, pero no podía ignorar lo que su familia quería hacer y lo que ella deseaba.

―Está bien.

Arreglé las cosas necesarias con naturalidad para que ella se duchara sin preocuparse por nada más.

Minutos después, mientras esperaba a que Margo saliera, busqué entre las cajas que tenía apiladas algún zapato cómodo que Margo pudiera usar ahora. En las cosas que dejó Margo años atrás debería tener algo útil.

Deberíamos organizarnos pronto, comprar varias cosas, mudarnos a un lugar más amplio, ocuparnos de esos asuntos de pareja. Se sentía más complicado ahora que cuando recién nos casamos. Sin embargo, se sentía bien.

¿En qué momento deberíamos hacerlo? Ambos teníamos poco tiempo de sobra.

¡Oh, una zapatilla negra!

Esto debería servir por el momento.

Todo marchaba bien, pero cuando Margo salió de la ducha, con la expresión llena de horror, sentí que mi corazón se hacía añicos.

Ver el rostro desencajado de Margo, como si hubiera visto un fantasma horrible, sentí que el momento de felicidad se me deslizaba de entre las manos. Preocupado, la encontré a mitad de camino, pero ella solo me apartó de su camino, buscando con desesperación algo.

―¿Qué sucede? ―pregunté.

Ella miraba a los lados, sin saber donde ubicar su vista.

―Cariño...

Sus labios temblaban, parecía romper en llanto, pero no lo hacía, quizá era ¿miedo?

No lo comprendía, me dolía verla así.

―Uh, aumm ―balbuceó apenas con dificultad―. Quiero dormir. ¿Puedes abrazarme un momento?

Se veía indefensa ahora, atormentada, débil. Esta era la fragilidad que quería proteger, la seguridad que una vez mi padre y yo destrozamos en el pasado. Todo indicaba que nuestros planes habían cambiado. Me acerqué a ella y la abracé con fuerza, la cargué en mis brazos y la llevé a la cama, la senté en la orilla.

―Déjame secarte el cabello primero.

Ella no me miró y desvió la mirada a un lado, evitando el contacto visual directo.

Realmente necesitábamos organizarnos. No tenía una secadora en el apartamento, así que solo me quedó restregar con suavidad la toalla sobre el cabello de Margo. Luego fui por una de mis camisas, ella se lo colocó con cuidado antes de que ella misma se acomodara en la cama y se cubriera con las sábanas.

Margo mencionó que la abrazara, pero su actitud indiferente parecía indicar que la dejara sola y no la molestara. ¿Se estaba ocultando de mí?

No de nuevo.

Me quité la camisa, dejando al descubierto el tórax para mi comodidad; me acomodé bajo las sábanas al lado de ella. Margo no hizo nada más que quedarse quieta. quería avanzar, pero no sabía hasta qué punto podía presionarla.

Probé con pasar mi mano por su cintura y atraerla a mi regazo, Margo solo fue indiferente.

―Date la vuelta ―le dije.

―No.

―Quiero verte.

Ella no respondió.

―¿Puedo abrazarte? ―cuestioné.

Margo soltó un suspiro cansino.

―No preguntes, solo hazlo.

Contuve las ganas de reír.

―¡Ay, Margo! ―Suspiré―. ¿Qué voy a hacer contigo?

Ella comenzó a girarse por su cuenta y me abrazó por la cintura mientras murmuraba en un hilo de voz apenas audible.

―Solo... no me sueltes.

No iba a hacerlo. Le acaricié el cabello tratando de tranquilizarla, sin presionarla demasiado. No tenía el número de sus hermanos para preguntar si sabían algo, así que ahora solo me quedaba esperar que Margo me lo contara en otro momento.

No dormí en ningún momento, vigilé el sueño profundo de Margo hasta las seis de la tarde. La mano que dejé debajo de su cabeza como almohada ahora se quejaba de dolor. La removí con lentitud para acomodarla, lo que ocasionó que se despertara por completo.

La abracé contra mi pecho de vuelta para que no se levantara, ella por suerte, levantó la cabeza y me miró.

―¿Qué hora es?

―Casi a las seis.

―Es tarde.

―¿Cómo te sientes?

―Uhm, estoy bien ―respondió.

―¿Segura? ¿Puedo confiar en ti?

Ella rio.

―Bueno, quizá no tengo ánimos para ir a comprar ahora.

―Podemos ir otro día, tranquila.

Ella se levantó de pronto para mi sorpresa.

―Panqueques ―comentó, sonriendo como una niña pequeña que espera a ser premiada―. Tengo buenos recuerdos con los panqueques que preparas. Y...

―¿Y?

Se acercó y me dejó un beso profundo que me robó el aliento.

―¿Sirve como pago?

―Mmm. ―Ese beso me descolocó―. Ya que las cosas han acabado así, vamos a rectificar.

―¿Qué?

―El pago. Si me gusta o no...

La volví a besar, esta vez con más intensidad y traté de extender el tiempo tanto como era posible para sentirla antes de que se nos acabara el aliento.

―¿No es suficiente? ―murmuró contra mis labios.

Volvió a capturar mis labios con agresividad y lleno de frenesí. La sentí cambiar de posición y noté que ella se sentaba a horcajadas sobre mis caderas. Dejé de responder a sus actos cuando noté lo que ella quería hacer.

―Es suficiente ―dije, apresurado.

―Ah, mmm, ¿si? ―respondió, confundida.

La aparté con gentileza de mi regazo y la dejé en la cama, con el semblante lleno de confusión.

―Si quieres panqueques, tendrás panqueques ―dije.

Con el brazo adolorido, me levanté y me guíe a la cocina. Por suerte, tenía ingredientes para preparar unos simples panqueques. Mientras mezclaba la harina y todo lo necesario, recordé la última vez que le preparé a Margo unos panqueques.

Ella trabajaba en ese restaurante de segunda categoría cuando a ella, al igual que hoy, se le antojó comer panqueques. No pensé en nada más que complacerla en ese momento, sin pensar que obtendría un preciado recuerdo de ella y grabaría en mi memoria que el ambiente ameno el cocina podía ocurrir.

Con Margo, experimenté y averigüé un sin fin de sensaciones y cree recuerdos preciosos con ella que eran difíciles olvidar.

Al revisar la alacena, noté que solo tenía miel, sin ningún ingrediente viable para improvisar una mermelada. Debería salir a hacer compras, con Margo de regreso, era indispensable tener ingredientes en la cocina.

Al ver que Margo seguía sin levantarse de la cama, le llevé en una bandeja un plato de cuatro panqueques y una taza de café preparado a su gusto, luego de ver que en el refrigerador no tenía nada de jugo.

―Come ―le dije.

―Gracias. ―Margo recibió gustosa la bandeja. Esa sonrisa era pago suficiente―. Come conmigo.

―Bueno.

Corté los panqueques en pequeños trozos que ella devoraría en un solo bocado, fui generoso al echarle miel y le extendí un trozo a Margo, al que ella recibió con emoción sin poner excusas. Esperé que fuera de su agrado.

―Es tal como lo recuerdo ―dijo ella feliz―. Está delicioso. Extrañé esto, en serio.

Masticó feliz y recibió otro pedazo. No fui más feliz en mi vida que en este momento, escucharla murmurar llena de satisfacción, expresando en su rostro lo mucho que apreciaba mi cocina sin ocultar nada.

Quería alimentarla, consentirla, permitir que ella comiera bien.

Margo terminó de comer y se bajó de la cama.

―¿Te sientes mejor? ―quise saber.

Ella se detuvo un breve momento antes de responder.

―Eh, sí, no pasa nada ―murmuró, insegura―. Estoy bien.

Ella me ocultaba algo importante, y muy en el fondo, sabía lo que era.

No importaba cuanto aparentara estar bien, las heridas de lo que ocurrió hacía tres años siempre nos perseguiría por el resto de nuestras vidas. La culpa solo aumentaría por cada deseo egoísta que tuviera, por cada vez que se me permitiera ser codicioso con ella.

Por otro lado, el gran pecado de mi padre no lo borraría nadie, ni siquiera yo. 

Finalmente vuelvo con otro capítulo, lamento la demora. 

¿Hay alguien aquí con vida?

¿Extrañan al Thomas coqueto? 

¿Les gustaría verlo una vez más?

Este Thomas es encantador, pero sabemos que nos hace falta su lado atrevido... ¿o solo yo lo extraño? 

¿Les gustó el capítulo?

¿Qué les pareció?

¿Qué le pasará a nuestra bella Margo? 

¿Qué pretenderá Amanda?

¿Qué le sucede a Thomas?

No piensen que daremos un paso atrás. Tendrán mejores explicaciones en la siguiente parte; luego esperen con ansias el capítulo 15 para descubrir algunas cosillas que explicarán mejor el primer libro <3

Alguien nos honrará con su presencia en el siguiente cap. 

GRACIAS POR LEERME <3

Continue Reading

You'll Also Like

248K 8.8K 69
holiii, está es una historia obviamente de rivari la cual cuenta con partes +18 así que si no te gusta mucho la idea puedes cambiar capitulo, por si...
439K 30.5K 32
Tercer libro de la serie amores de la mafia [EN PROCESO] Crecer como la hija de uno de los capos de Italia solo tiene una ventaja -tener un matrimoni...
2.9M 187K 101
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
524K 35K 40
Las mentiras envenenaron los corazones de aquellas dos personas malditas. Lu va en su 4to año en Hogwarts. Parecía que su vida iba normal, claro, su...