Seduciendo al chef

Oleh Bermardita

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Margo es una crítica gastronómica con un paladar difícil de conquistar. Solo Thomas puede satisfacerla en tod... Lebih Banyak

SINOPSIS
1. Jugar a enredarse (+18)
2. No eres ella
3. Señorita Moir
4. Enorme culpa
5. Sentimiento familiar
5.5. Platillo favorito
6. Ella es mi ángel
7. Chef royal
7.5. Escenario incierto
8. Increíblemente hermosa
9. Llévame a casa
10. No seas codicioso
11. Rendido ante ella
12. Una mujer poderosa y astuta
12.5. Sin puntos grises
13. Ella era el ojo del huracán.
14. Amor a medias
15. Juego de seducción
15.5. Autenticidad del chef
16. ¿Amor a primera vista?
17. Besos húmedos

10.5. Yo lo seduciré

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Oleh Bermardita

Inquieta, me removí ante un brusco movimiento; abrí los ojos despacio, notando que algo me apretaba alrededor de la cintura.

Alcé la mirada, somnolienta; vi a Thomas durmiendo a mi lado. Su cuerpo fornido se apretaba a mí por detrás con delicadeza en un abrazo gentil. Thomas trazaba leves círculos en mi abdomen con una mano, mientras que la otra permanecía aprisionada bajo mi cabeza. Me giré y le devolví el abrazo con fuerza.

―Buenos días ―dije.

Él me sonrió de vuelta, volviendo hacia mí.

―Hola, ¿dormiste bien?

Asentí, soltando un bostezo.

―Duerme un poco más, yo me preparé para ir a trabajar. ¿Qué te gustaría desayunar?

Al notar que se desenredaba de mí, hice una mueca. No quería que se fuera, deseaba quedarme en cama un poco más con él. Apreté mi abrazo más, no queriéndolo dejar ir.

―Tendré una degustación en pocas horas, así que prefiero comer algo liviano. Solo fruta está bien.

―¿Segura?

―Sé que se te está haciendo tarde, pero... ¡ahg! quiero dormir más.

Él soltó una pequeña risa.

Al final lo dejé ir. Por culpa de mi abuelo, en los últimos años había aprendido a ser caprichosa, todo lo quería y deseaba, él se encargaba de dármelo. Bueno, no todo, porque tan pronto mencionaba a un hombre, empezaba a sermonearme.

Thomas me dejó un beso en la frente antes de salir de la cama y caminar al cuarto de baño. Tenía la intención de levantarme, pero cambiarme al lugar vacío que dejó Thomas a mi lado fue mi perdición. Su aroma particular estaba impregnado en las sábanas, con la intención de pretender sentirlo cerca, me quedé ahí; era como un tranquilizante que terminó por inducirme a un dulce sueño.

Algo húmedo en la frente me despertó.

―Perdón, te desperté ―se disculpó Thomas, arrepentido―. ¿Estarás cuando vuelva?

―Sí. ―Aunque eso dependía a qué hora salía Thomas de trabajar.

―Dejé frutas sobre la mesa y un par de sándwich, recuerda comerlos.

―De acuerdo.

¿Cuánto tiempo me quedé dormida? Debería estar corriendo ahora. Thomas ya se había duchado, luciendo un apuesto con ese traje retro azul que lo hacía ver elegante. Se veía guapísimo. Quería tenerlo sobre mi cama todo el día.

Parpadeé un par de veces, debería levantarme. Se me hacía tarde.

La costumbre de no tener nada programado en las mañanas me hizo olvidar que mi nuevo trabajo y horario cambió en el momento en que decidí jugar en la academia. Significaba que mi día empezaba en el mismo momento que Thomas; de hecho, viéndolo de otra forma, debería ser antes.

Maldición.

Thomas no sabía que yo era la señorita Moir. En el pasado, siempre usé el apellido de mi madre para presentarme, así que Thomas no debería haber intuido que la señorita Moir era yo, a menos que hubiera hurgado en mis documentos legales. Puesto que el tema no surgió ayer, olvidé mencionarlo; además, ni siquiera preguntó a profundidad por qué estaba en el banquete.

Me apresuré rápido, me di una ducha fugaz y me vestí con el primer conjunto que el personal de la tienda me preparó con antelación. Empaqué el desayuno que preparó Thomas en un topper pequeño.

Luego salí al pasillo, entrando a la primera puerta que saltaba a la vista. Lo bueno de este apartamento era la fácil estructura y el acceso inmediato al ascensor, pero bajé al estacionamiento por error.

¡Malditas costumbres!

El abuelo tenía chofer personal; a los lugares donde iba con él, si me perdía, solo debía tratar de ir al estacionamiento para ubicar un llamativo auto, y pedir que me llevaran a cualquier lado. Incluso con Thomas la situación era bastante similar, en el pasado me dio un par de cerebros no estropeados.

Este error, por primera vez, fue un acierto bueno.

―Señora Lozano, por aquí. ―La voz de una mujer me sorprendió, su forma de dirigirse a mí era extraña.

―¿Me hablas a mí?

―Por supuesto, usted es la única esposa del señor Thomas Lozano.

―¿Quién eres?

―Roxy, su chofer, ¿no me recuerda? ―dijo ella.

Lo pensé bien y...

―Mmm no te recuerdo bien, pero ¡las albóndigas! ―exclamé con alegría. Mi desilusión se fue de manera paulatina, ¿me habré confundido?―. ¿o no? ―agregué.

Ella rio.

―No importa.

―¿Qué haces aquí?

―Su esposo me pidió que la esperara aquí, dijo que usted podría salir y necesitar un auto para movilizarse.

Otro acierto por parte de Thomas, siempre podía entenderme.

―Bien, vámonos a la academia Lozano.

―Será un gusto llevarla.

Ahora que lo pensaba bien, Roxy debería ser la misma chica que me ayudó a preparar una cena para Thomas. ¿Lo era o no lo era?

Me costaba recordar su rostro, más ahora que no lo podía ver.

―¿Cómo está? ―preguntó ella.

Arrugué la frente ante esas formalidades y esa amabilidad, solo quería un chofer que me llevara al sitio sin hablar ni tratar de relacionarse conmigo. Las relaciones sociales eran molestas; si Roxy era la misma mujer de antes, recordaba que había intentado llevarme bien con ella porque Thomas lo había sugerido, pero ahora realmente no quería hacerlo.

―Bien ―respondí, tajante.

Roxy soltó una risa incómoda, no volvió a hablar en absoluto durante el trayecto.

Al Llegar, pedí ayuda a un estudiante que andaba de paso por el estacionamiento. Pedí que me llevara a un número de salón específico que Alice me proporcionó antes de firmar un contrato, sucedió antes de encontrarme con Thomas en el banquete. La primera persona con quien quería hablar era con Thomas, pero su hermana y su madre me capturaron primero.

Dos mujeres de cabelleras rubias muy llamativas permanecían de pie al final del pasillo; frente a ellas, un hombre de cabello negro saltaba a la vista. ¿Thomas?

Mis pasos se apresuraron, haciendo más ruido de lo que habitualmente haría con estos tacones.

Como resultado, la atención se volvió hacia mí, haciendo que los presentes se voltearan en mi dirección. Me sentí nerviosa. Tan pronto me acerqué, sentí una escalofrío subir por mi espalda, haciéndome estremecer. Al elevar la vista, noté a Thomas con una expresión molesta.

Me metí en problemas.

―Perdón, llego tarde.

Alice era fácil de reconocer. Su cabello corto, pegado a su cráneo la hacía destacar entre las demás; y ese lunar justo debajo del ángulo de su ojo izquierdo era su esencia para mí.

Noté a Alice codear de manera disimulada a Thomas mientras le murmuraba algo.

―¡Cállate! ―siseó Thomas, malhumorado.

―¿Le hice perder el tiempo, director? ―me dirigí a Thomas con una voz suave y avergonzada. Me acerqué a él y tiré un poco de su traje―. Mi esposo despertó cariñoso esta mañana, dijo que estaba bien que durmiera un rato más.

Thomas soltó un suspiro, contrariado y lleno de incredulidad. Tenía una expresión muy complicada de descifrar.

―Señorita Moir, ¿eh? ―balbuceó―. Ven a mi oficina cuando termines de dar la clase.

Quería hablar con él, pero se veía indignado, así que lo dejé ir esta vez.

―¿Está muy molesto? ―le pregunté a Alice.

―Contigo no, querida ―habló otra mujer en lugar de Alice. Por su voz, pude advertir que era la señora Lozano, Eleonora―. Gracias por venir, ya no sabíamos cómo calmarlo.

―No puede estar muy molesto. ―Solté una pequeña risa.

―No te lo imaginas, se calmó cuando te vio.

¿Calmado? No sentí que fuera de ese modo.

―De todos modos, ¿prepararon lo que les pedí? ―me dirigí a las mujeres, notando entonces a otra mujer rubia con papeles en las manos―. ¿Tú.... eres?

Mi suegra y Alice voltearon a la dirección de mi mirada.

―¿Quién eres? ―dijo Eleonora, molesta.

―¿Por qué sigues aquí? ―le preguntó Alice sin amabilidad alguna. Bueno, yo no era la adecuada para criticar su carácter. Restándole importancia al asunto, agregó―. Ella solo es la asistente de Thomas, no es importante.

―Como sea, ¿está todo listo? ―inquirí.

―Generalmente no haríamos esto en la academia, pero como fue una petición tuya, accedí e hice los arreglos necesarios. Alice te guiará al salón.

―Está bien.

Temía que al ser una solicitud tardía no pudiera cumplirse. En este momento agradecí tener a la madre del director de mi lado para realizar este tipo de actividades, no sabía si Thomas estaría de acuerdo y tampoco tenía idea de cuánto era el presupuesto en general; de hecho, no tenía idea de eso. Puesto que la señora Lozano accedió sin buscar pretextos, asumí que podrían suplir los requerimientos.

Entré al salón luego de una breve presentación de Alice Lozano. Siguiendo mis indicaciones, ocultó mi identidad como señorita Torresselli y como la señora Lozano.

Al entrar al salón, mi rostro se volvió inexpresivo y escuché varios comentarios de los estudiantes. Alcancé a escuchar que me tomaban como una mujer de cara bonita, que no importaba si enseñaba bien o no, pero que les bastaba verme durante las clases. ¿Qué significado tenían esas palabras?

Ineptos incompetentes.

Personas mediocres.

―Soy la señorita Moir ―empecé a decir con voz segura y alta unos grados―. En mi clase solo tengo dos reglas inquebrantables. La primera regla es para mí; y la segunda es para ustedes.

Silencio en el salón. En esta posición alta alcanzaba a ver a todos, sin ocultar ningún rincón del salón.

―La primera regla... ―Tomé un marcador sobre el escritorio y me giré a escribir una sola palabra―. Identificación ―mencioné mientras escribía― . No la que proporciona la academia, ustedes lo harán. Corten un pedazo de papel blanco, le escriben su nombre favorito, lo empastan para evitar accidentes y con un gancho, lo cuelgan aquí... ―Señalé la zona de la ropa sobre el corazón―. Si alguien no tiene identificación, no tiene derecho a entrar a mi clase.

―¿Es necesario? Podríamos portar la identificación de la academia ―comentó un listillo entre el montón.

―Si alguien no sigue estas simples instrucciones, no tiene derecho a entrar a mi clase ―repetí con una sonrisa.

―¿Y la segunda regla?

―Secreto ―dije―. Lo que les diga de manera individual, guárdenlo para ustedes. Pueden compartirlo a su mejor amigo, pero eso no garantiza que este mejor amigo no se lo diga a su otro mejor amigo. ―Reí―. Queda entre ustedes. Si quieren pasar vergüenza, entonces pueden decirlo. Como dije, esta regla lo pensé por ustedes, en realidad no me importa.

Varios murmullos se elevaron al aire tras esas palabras. Sin perder mi buen ánimo de hoy, seguí hablando.

―Bien, nos vamos a trasladar de salón solo por hoy. Las instrucciones las daré cuando estemos ahí. Caminen con cuidado y en silencio.

Al final, luego de que Alice les dijera a dónde dirigirse y cuando todos abandonaron el salón, Dustin me sorprendió al aparecer a mi lado.

―¿Qué? ―le dije a Dustin al notar su mirada desaprobatoria.

―No llegaste anoche. ¿Qué sucede contigo?

―Me fui con Thomas, ¿no lo viste también?

―Creí que sería solo por un momento.

―Es mi esposo después de todo, quedarme con él no es tan extraño como crees. En fin, ¿qué haces aquí en vez de seguir a tus compañeros?

Ahora que lo pensaba, no esperaba que Dustin estuviera en la primera clase que iba a tener; este salón era de segundo año, pero no me detuve a pensar mucho.

―¿Por qué no te pones un abrigo largo?

¿Eh?

―¿Qué quieres decir? No hace frío.

―¡Hazme caso! ―exclamó lleno de disgusto―. Es incómodo escuchar lo que dicen.

Miré a Alice de reojo para preguntar si podía comprender lo que este niño trataba de decir; sin embargo, solo la noté analizar mi cuerpo con una sonrisa en la cara. Comencé a sentirme incómoda.

―Ahora que lo pienso ―dijo ella―, ¿por qué Thomas no te dijo nada? Con su feo carácter y por cómo te cuida, me sorprende que no te dijera nada con este atuendo que llevas hoy.

―¿Qué tiene? Me gusta ―dije, analizando de pies a cabeza.

Llevaba los mismos tacones que llevaba ayer en la fiesta; unos jeans ajustados y una blusa que tenía un escote que acentuaba de manera sutil mis pechos. La particularidad de esta prenda era que resaltaba mi trasero y mis curvas.

¿Era demasiado para el primer día? ¿No era adecuado?

De pronto, sentía vergüenza, solo quería sentirme cómoda y complacerme con vestir pantalones luego de no usarlos por mucho tiempo.

―No es fuera de lugar ―dijo Alice, sonriendo―, solo es un poco sexy. Si yo, siendo mujer, no puedo evitar voltear a verte un par de veces, no puedo imaginar lo que debe sentir alguien del sexo opuesto.

―Uh...

―Te ves poderosa ―agregó con un guiño.

Bien. Poderosa...

Sonreí.

¿Qué opinará Thomas? Con estas observaciones, sin los comentarios de Alice no me habría dado cuenta de algo curioso.

¿Podría ser que...?

Una idea cruzó por mi mente.

Ayer Thomas se escapó de mis esfuerzos, ¿y si lo molestaba un poco hoy? Sería como devolverle todas las veces que me provocó en el pasado.

Si él no me seducía, yo lo seduciré. 

Ayer no publiqué capítulo, estuve sin energía eléctrica :(

Por cierto, ¿vieron el spoiler que les publiqué en instagram?  

Apareció nuestra suegra <3

¿Qué habrá pensado Thomas luego de ver a Margo? 

Vamos a descubrirlo en el próximo capítulo. 

Gracias por leerme. 

PD. El capítulo anterior tenía menos comentarios que los otros, me pone triste :(

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