Used to You - Volkacio AU

By empanadanapo

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Un día lluvioso, volviendo del trabajo, el comisario Volkov se encuentra un pequeño gato que adopta como suyo... More

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 20.5 ~ +18
Parte 21
Parte 22
Epílogo
Extra
Extra 3

Extra 2

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By empanadanapo

Alisando el cuello de su camisa y evaluando si usar o no una corbata, Volkov miraba de reojo a su compañero a través del espejo, el hombre de cresta lila yacía sentado a la orilla de la cama con el teléfono móvil pegado a la oreja y con expresión acomplejada.

- La niñera canceló la cita - le informó el de la cresta al ruso luego de terminar la llamada.

Volkov colgó la corbata azulada en el espejo de cuerpo completo, y caminó hasta sentarse junto a Horacio.

- ¿Y qué hacemos? No podemos dejarlos solos - preguntó el peligris.

- Pues... - pensó por unos segundos - Sólo se me ocurre una solución la verdad -

Desbloqueando el teléfono entre sus manos, accedió a la agenda de contactos hasta llegar a la letra C. Seleccionó el número y aproximó la bocina a su oreja, esperando tan solo un par de pitidos hasta que una voz ronca se escuchó del otro lado.

- ¿Qué pasa? - le cuestionó Conway de inmediato.

Horacio bufó en silencio y sonrió ligeramente, llamarlo siempre era toda una historia.

- Necesitamos tu ayuda. - dijo yendo directamente al grano - Íbamos a salir con Viktor, pero la niñera canceló la cita y ya no tenemos quien cuide a los niños - explicó.

- ¿Salir a dónde? - le interrogó husmeando.

Horacio suspiró.

- Daremos una vuelta, cenaremos fuera, ya sabes, una cita como una pareja casada - contestó destacando el último punto.

Últimamente habían dedicado todo su tiempo a sus hijos y al pequeño nuevo integrante anaranjado que había llevado Mateo a la casa, lo amaban con todo su ser, pero era una bola de energía agotadora que se potenciaba con los niños, y creyeron que era tiempo de una tarde a solas.

- Hmm - fue la única respuesta del hombre canoso.

Horacio sonrió intentando enmascarar la irritación, siempre se hacía de rogar.

- Bueno, si no quieres lo entiendo, no te preocupes, puedo llamar a... -

- Llego en 30 minutos - le interrumpió Conway, cortando la llamada sin esperar una respuesta de vuelta.

Horacio no pudo evitar reír, sabía que amaba a los niños, eran como sus nietos, los hermanos lograban sacar su punto blando y amable como nadie sabía hacerlo.

Se volteó rápidamente hacia el ruso que lo miraba expectante, las ligeras líneas que se dibujaban en su frente al levantar las cejas lo hacían verse más maduro, y a Horacio le encantaba, no podía creer como con cada año que pasaba le atraía más y más.

- Solucionado, - le informó con una sonrisa - no se cancela nada -

En respuesta Volkov asintió con la cabeza y se levantó para seguir con su dilema de la corbata.


Los treinta minutos pasaron muy rápido, mientras Volkov se cercioraba que Amalia comiera su cena y Horacio le explicaba a Mateo que volverían en la noche, sonó el timbre de la puerta principal. Amalia se levantó de su silla ignorando los regaños de su padre y Mateo se excusó adecuadamente para encontrarse con su hermana en la puerta y adoptar un saludo militar. Horacio y Volkov no entendían nada, el ruso miró al moreno buscando explicaciones, pero en respuesta solo pudo encogerse de hombros, claramente era cosa de Conway. Sin ni un poco de paciencia, el hombre de canas abrió la puerta e ingresó como si de su casa se tratase, y lo primero que buscaron sus ojos fueron los niños sonrientes que lo esperaban muy ordenados uno al lado del otro, Conway no contuvo su sonrisa orgullosa.

- Nombres y edades - les ordenó ajustando sus lentes de sol.

- Amalia Pérez Volkov, 11 años - enunció la niña con una pequeña.

- Mateo Pérez Volkov, 14 años - le siguió su hermano imperturbable.

Mientras Conway abría la boca para dar una nueva instrucción, Horacio interrumpió el espectáculo.

- Descansen - les ordenó su padre al mismo tiempo que Volkov se llevaba a Amalia a la cocina para terminar su cena.

- Bah - se quejó el hombre de cabello canoso.


Viktor vio la hora en su reloj de muñeca, ya eran las siete, debían salir dentro de la media hora siguiente para completar el itinerario conjunto que habían armado, pero Amalia se rehusaba a comer, la emoción de la llegada de su abuelo era demasiada y comer se había convertido en un obstáculo, le dejaría el desafío a Conway, dejarle más tareas era algo que disfrutaba, era una especie de venganza sana por los disgustos que alguna vez le había hecho pasar.

- El gato debe comer antes de las 8, a las 9 máximo Amalia debe estar en cama, Mateo puede quedarse un tiempo más, pero se irá a dormir a la hora que le digas, Amalia no puede comer nada más si no termina de cenar... - le instruía Volkov al superintendente retirado, quien lo miraba con expresión irritada y malhumorada.

- Si, si, me lo repites cada vez que los cuido - le contestaba Conway con la esperanza de que se fueran rápido.

- Se nos hace tarde - le susurró Horacio al ruso para sacarlo de su eterna lista de órdenes y salir de una vez por todas.

Hace mucho no tenían una cita de verdad y quería aprovechar la noche lo más posible; su primera parada en la lista era el planetario, tenían un hermoso evento de proyección a las 8, y el observar las estrellas junto al ruso le parecía un panorama interesante, a las 9:30 tenían una reservación en un restaurante elegido por Volkov y por ultimo, si les quedaba tiempo, darían un pequeño paseo a pie alrededor del barrio antes de volver a casa, era algo simple, pero Horacio estaba muy emocionado.

Se despidieron varias veces más, hasta que el mayor cerró la puerta casi a la fuerza tras de ellos, no necesitaba más rodeos ni quería gritarles frente a los niños, era extraño, jamás pensó que volvería a sentirse así, parte de una familia, aun cuando no fuera exactamente la suya.

En cuanto ambos hombres atravesaron el portón de fierro montados en su vehículo, el hombre retirado dio media vuelta y se enderezó de manera autoritaria.

- Me dijeron que un soldado no quería comer... - comenzó buscando con la mirada a la pequeña que amaba jugar a los militares con su abuelo.


Subieron por las colinas de Vinewood hasta llegar a la más alta, donde se situaba el planetario de la ciudad, era una estructura semiesférica de color crema con una abertura rectangular en el techo, solía ser un observatorio, pero la falta de dinero provocó que las instalaciones cerrarán, sin embargo, el edificio se reutilizó en algo que pudiera enseñarle a la población sobre espacio y las estrellas aunque no pudieran verlas a través de un telescopio, el lugar no era muy grande y no había mucha gente, lo cual lo volvía mas perfecto todavía. La entrada era por un pasillo techado de cristal, que tenía a los costados una escultura para cada planeta del sistema solar, con una mención especial de Plutón. La iluminación era tenue y surgía especialmente desde detrás de estas estructuras, a excepción del conjunto de bombillas de estilo Edison que colgaban del techo de cristal a distintas alturas para imitar un cielo estrellado. Volkov no podía dejar de admirar la iluminación del techo bajo la oscuridad del cielo nocturno, mientras que Horacio veía los planetas aferrado firmemente al brazo de su esposo, entraron juntos al edificio principal y siguieron la alfombra roja que los debía guiar a la atracción principal. Caminaron por un estrecho pasillo hasta llegar a una gran habitación abierta de forma circular donde se supone debía estar el telescopio del ex-observatorio, pero en su lugar había un proyector con forma de dodecaedro; una barandilla de color negro los separaba de éste y los limitaba a un amplio pasillo que se convertía en filas de asientos conforme se alejaban del centro de la habitación. Para ese espectáculo en específico no era necesario estar sentados, pues uno mismo debía recorrer toda la circunferencia del lugar con los ojos en las paredes y el techo, sonaba como algo muy romántico, por eso el lugar contenía casi exclusivamente parejas, cada una envuelto en su propio mundo, sin importarles en lo más mínimo quién más estaba ahí. El reloj dio las 8 en punto y las luces de la habitación se apagaron, de las bocinas camufladas en las paredes comenzó a surgir música clásica suave y finalmente, el proyector en el centro de la habitación se encendió, llenando el techo y parte de las paredes de astros y constelaciones que brillaban claras y hermosas en la oscuridad, estas no tardaron en comenzar a girar lentamente, viajando por la habitación acompañadas del dulce piano de la música, Horacio se quedó sin aliento, era realmente hermoso, no podía dejar de observar la habitación, descubriendo nuevas constelaciones mientras tomaba fuertemente la mano de su amado. Ver la emoción del moreno era suficiente para el ruso, pero no podía negar que la vista y la ambientación era perfecta, de cierta forma creía que el planetario merecía más reconocimiento, pero el pensamiento de que ese lugar podía ser un secreto para ambos también se acomodaba en su corazón. Con el pulgar acarició la mano que tomaba la suya firmemente, llamando inmediatamente la atención del de la cresta con un sobresalto, estaba tan ensimismado en la belleza que lo rodeaba que se había olvidado de la que tomaba su mano, Horacio le sonrió ampliamente y acercó su cuerpo al suyo, a lo que Volkov deslizó suavemente una mano alrededor su cintura, quería tenerlo más cerca, sabía que estaban en público, pero nadie los veía realmente, podía darse el lujo de observar el artificial cielo estrellado abrazado al cuerpo de su pareja como todo el resto lo hacía. En respuesta, Horacio se acurrucó en el cuerpo de su amado mientras las mariposas invadían su estómago, no importaba cuánto tiempo pasara, eso no iba a cambiar, siempre lograba que las mariposas aparecieran una y otra vez, cualquiera diría que era una maldición, pero no era más que la prueba de que seguía locamente enamorado. Le señaló una por una las sus constelaciones favoritas mientras estas viajaban por el techo del edificio, dieron un par de vueltas mientras hablaban de la hermosa exhibición de los planetas en la entrada, y se sentaron uno al lado del otro en las butacas más cercanas a la pared, observando en silencio como el proyector giraba y grababa aquellas luces en sus retinas.

- Esto es realmente hermoso - susurró Horacio mientras tomaba su mano y se acomodaba sobre su hombro.

Volkov asintió y estrujó su mano, para después dejar un beso en su cabello y apoyar su cabeza en la suya, dejando que la música invadiera sus oídos, y el calor del hombre a su lado llenara su corazón, no sabía hasta qué punto podría soportar tanta felicidad, creía que en cualquier momento su corazón estallaría, aunque por fuera se veía tan calmado y frío como siempre, pero Horacio sentía como su corazón latía en sincronía con el suyo a grandes volúmenes, o por lo menos así le gustaba pensar que ocurría.


Mientras tanto en casa, Conway escuchaba atentamente los problemas que Mateo exponía seriamente ante él, creía que un hombre tan sabio y responsable como él sería capaz de resolverlos.

- Yo quiero llamarla Mandarina, digo, es lógico, ¿No? Tiene los colores de una mandarina pelada, y es pequeña como una -

- Ajá - respondió el mayor escuchando atentamente.

- Pero Amalia quiere llamarla Pelusa porque lo vio en la tele, ni siquiera es peluda, tiene el pelo corto, ¡No tiene sentido! - reclamó mientras sostenía al felino entre sus manos.

- Entiendo...- respondió Conway llevando la mano derecha a su barbilla.

La verdad no lo entendía, solo era un gato, ¿Cuál era la importancia?

- ¿Por qué no le pongo yo un nombre? Así no ganan, ni pierden - ofreció como solución.

Después de pensarlo un tiempo, observó a su hermana que fingía sin mucho éxito que no estaba escuchando la conversación, al final terminaron accediendo los dos. Conway miró a la pequeña alimaña con ojos azules que brillaban inocentes, ¿Cómo se le ponía nombre a un gato?

- Hmm... Se llamará... Aka... - ¿De verdad estaba nombrando un gato en honor a una AK47? - Sip, tiene cara de Aka - declaró rendido.

Los ojos de los niños se iluminaron y en sus rostros aparecieron de inmediato radiantes sonrisas, su gata por fin tenía nombre, y les parecía uno grandioso.


El tiempo pasó rápidamente, la cena no fue nada muy especial, tenían platos deliciosos, y era un lugar muy elegante, pero no se comparaba con la sensación de caminar juntos bajo el cielo nocturno tomados de la mano, definitivamente eso era mejor. En cuanto terminaron de cenar, decidieron dar una vuelta por un parque cercano, todo estaba iluminado por farolas, y no se percibía una sola alma, ya eran alrededor de las once de todas formas, era normal que se encontraran solos en ese helado lugar. Horacio capturó la mano de Viktor en cuanto pudo y la sostuvo dentro del bolsillo de su chaqueta para evitar que se enfriasen, aunque en realidad el ruso estaba acostumbrado a tener las manos heladas, por alguna razón siempre las había tenido así, pero agradecía el esfuerzo que su pareja hacía. Caminaron por el sendero de cemento sin ningún rumbo en específico, y justo bajo la luz de una farola, Horacio se detuvo en seco, haciendo que el ruso se detuviera también confundido. Sacó las manos entrelazadas de su bolsillo y capturó rápidamente la otra mano para mirarlo de frente.

- Te amo, ¿Lo sabes? - le susurró el moreno quebrando el silencio nocturno.

Volkov sonrió ligeramente en respuesta, rompiendo ese serio semblante de cristal que siempre llevaba consigo.

- Lo se, - contestó liberando su extremidad para acariciar la mejilla del de cresta suavemente - y yo a ti - le reafirmó agachándose ligeramente para besar su frente.

Colando sus manos por la abertura de su abrigo, Horacio se refugió en su pecho y lo abrazó con firmeza. A veces todo parecía perfecto, demasiado para ser real, había conseguido todo eso que jamás pensó que tendría y más, había superado la influencia de su madre y había adoptado a dos hermosos niños por los cuales daría su vida si era necesario, y todo junto al hombre que amaba, no necesitaba nada más, solo oler su perfume y enterrar el rostro el su cuello lo volvía loco, era muy feliz, y quería que así fuera para siempre. Volkov apoyó su mentón en la cabeza del más bajo, lo capturó entre la tela de su abrigo y terminó por acercarlo hacia sí mismo lo más que pudo, para finalmente cerrar sus ojos y escuchar su acompasada respiración, lo entendía todo, después de tanto tiempo realmente lo comprendía.


Los niños ya estaban en sus respectivas camas, y la gata recién bautizada como Aka dormía con Mateo, había sido algo cansador, ya no era tan jovial y energético como antes, pero sorprendentemente disfrutaba bastante cuidando a ambos pequeños, Mateo era la viva imagen de Volkov, creía firmemente que así era el ruso cuando niño, aunque realmente no lo conoció hasta que fue un adulto. Amalia era una interesante mezcla de ambos, tenía la energía y gran parte de la personalidad de Horacio, pero en ocasiones llegaba a mostrar una frialdad muy característica de Viktor, en especial al tomar decisiones que ella consideraba importantes, intentaba analizar la situación en base a sus parámetros aleatorios, pero mientras lo hacía tomaba una actitud calculadora de completa seriedad.

El ruido de la llave en la cerradura lo distrajo de sus pensamientos, miró el reloj en su muñeca, eran casi las doce, sí que se habían tomado su tiempo.

La pareja atravesó el marco de la puerta de la mano, y en cuanto lo vió, Horacio le regaló una sonrisa radiante. De inmediato, Conway les hizo un breve resumen del estado de las cosas, fingiendo una gran irritación por todo el trabajo realizado.

- Muchas gracias, nos salvaste, te debemos una - le agradeció el moreno de inmediato.

- Si, si, - le quitó importancia el myor mientras caminaba hacia la puerta - ya me quería ir, vaya si se tomaron su tiempo - gruñó casi de forma natural.

Mientras el hombre abría la puerta y se despedía, Volkov se ofreció a acompañarlo a su vehículo, Conway lo miró extrañado, pero accedió a ser escoltado por el más alto. Volkov lo siguió hasta el garaje a solo unos pasos de distancia, y cuando el hombre de canas se volteo para cuestionar sus acciones, Viktor se enderezó y escondió las manos detrás de su espalda.

- Creo que por fin lo entendí - le informó el ruso sin ningún contexto.

- De qué hablas - le pidió explicaciones el mayor.

- ¿Recuerda todas esas veces que me dijo que tenía que sentar cabeza, y formar una familia? -

- Ajá -

- Ahora lo entiendo, entiendo porque me lo decía... - su voz se cortó por un momento, tomó aire profundamente y siguió - Ahora lo comprendo, tener a alguien a quien amas a tu lado, formar una familia, convivir con gente por la que literalmente daría mi vida... Sólo el pensamiento de perderlo todo me mantiene despierto en las noches - siguió mientras sus ojos se humedecían - Yo... lo siento tanto Conway, yo de verdad lo siento -

Las lágrimas rodaban por sus mejillas, solo pensar en perder a los que amaba destrozaba su corazón, de repente solo pensar en el dolor por el que pasó Conway le llegaba como un choque eléctrico, el no habría sido capaz de soportarlo, ni siquiera era completamente capaz de procesar lo profundo de la herida, casi podía ver el corazón roto en pedazos en el pecho de su ex jefe, sentía que no lo había comprendido lo suficiente, pero ahora lo hacía, ahora entendía todo.

Conway sonrió amargamente.

- No llores, anda - le intentó animar mientras estrujaba su hombro - Aprovecha la hermosa familia que tienes, sé feliz por mi, por ti, por Horacio, por Mateo y Amalia. Tienes muchas razones para ser feliz, no te desveles pensando en lo peor, disfruta lo que tienes - le aconsejó.

Volkov asintió y secó sus lágrimas.

- También quería decirle, que mientras todo esto exista - dijo señalando la casa donde su familia dormía - usted tendrá a quienes llamar familia, usted es como un padre para mi, es parte de esta familia y siempre lo será -

Con la mano en el hombro del peligris, observó sus ojos aún húmedos, una familia, ¿Realmente merecía algo así? La verdad era que no valía la pena pensar en ello con tanta profundidad, solo le quedaba aprovechar cada segundo que le quedaba, su sueño siempre había sido morir, ya le había perdido el miedo al infierno hace un buen tiempo, pero no desperdiciaria la pequeña oportunidad que se le presentaba de ser feliz, había pasado demasiados años martirizandose, ya no tenía porqué hacerlo más.

- Buenas noches, - se despidió el ex superintendente mientras se montaba a su vehículo - te esperan adentro -

Ingresó a la habitación matrimonial, Horacio lo esperaba con la luz de noche encendida.

- ¿Todo en orden? - le preguntó con un deje de preocupación al ver sus ojos levemente enrojecidos.

Volkov caminó pesadamente hasta llegar a la cama y se lanzó a ella, rodeando a Horacio con sus brazos para atraerlo hacia sí.

- Todo en orden - le aseguró con voz cansada.

Horacio sonrió y acarició sus cabellos grises, sin decir una palabra más, apagó la luz de noche y acercó al gran ruso a su pecho, donde no tardó en quedarse profundamente dormido, el moreno no se demoró en seguirlo, perdió la consciencia mientras contaba en su cabeza una a una las canas que se asomaban en la fina cabellera de su pareja. 

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