Parte 14

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Después de la insistencia de Horacio, ambos se pusieron a trabajar, Volkov lavaba minuciosamente los platos y la cubertería, mientras el de cresta los secaba y guardaba, antes de notarlo sus cuerpos ya estaban rosandoce por la cercanía. Una vez terminó con lo suyo, con el corazón aun en la mano y las pulsaciones por minuto en una cifra estratosférica, miró hacia su izquierda, donde Horacio trabajaba muy concentrado en lo que hacía, sus ojos seguían viéndose hermosos y brillantes, amaba esa característica que tenían de verse como totalmente distintos a la luz que a la sombra, como si fuesen dos colores completamente diferentes según el día, su piel tersa era igual de radiante, con pecas esparcidas en toda su extensión que formaban constelaciones desconocidas sobre su rostro, sus rojos labios satinados que se separaban de vez en cuando para dejar ver su lengua, que solía asomarse cuando estaba muy concentrado.

Tenerlo tan cerca era una tortura, solo quería eliminar la distanca que los separaba por completo, y verlo tan perfecto haciendo su trabajo a solo centímetros no ayudaba. Invadido de repente por todos esos sentimientos, secó sus manos en el paño de cocina que había enganchado a su pantalón y lo lanzó a la encimera, apoyándose en la misma después. Horacio se sobresaltó ligeramente por el repentino gesto y dejó lo que estaba haciendo para evaluar si Volkov estaba bien.

- ¿Qué pasó? ¿Estas bien? - preguntó buscando su rostro con la mirada.

- No, no estoy bien - dijo girándose hacia él - No quiero que pienses que solo te invité a quedarte para esto, ni quiero asustarte por ir muy rápido, pero ya no se como pedirtelo, por favor, déjame besarte -

Horacio inmediatamente rió a carcajadas, era tan dramático, pero le encantaba, le parecía extremadamente adorable como intentaba ser tan respetuoso cuando Horacio estaba tratando de hacerle entender que una situación de ese estilo era lo mejor que podía pasarle. Sin temor ni vergüenza, rodeó al ruso por la cintura sosteniendo su mirada de frustración.

- Claro que puedes hacerlo, solo pídemelo y ya - le aseguró.

En cuanto obtuvo la respuesta positiva, el comisario posó sus manos en su rostro de inmediato, podía sentir en su piel el ligero vello facial que había sido afeitado hace unos días, dando una pausa, analizó su rostro como si estuviese intentando contar las pecas esparcidas en él, pasó su mano por el cabello que apenas comenzaba a mostrar raices rubias y memorizó a través del tacto la forma de su mandíbula.

Al mismo tiempo, Horacio solo podía admirar la expresión suave y amable del hombre que sostenía su rostro, su pálida y perfecta piel, sus ojos tormentosos, el color rosado pálido de sus labios, como las sombras suavizaban sus facciones y la música se volvía más distante.

Ambos acortaron la distancia poco a poco hasta que sus labios se sus unieron tiernamente, primero fue solo un toque, un pequeño beso en los labios seguido de una pequeña risa que desató las mariposas en sus estómagos, pero inmediatamente se acercaron otra vez para tener más de la miel que había tocado sus bocas y los había dejado prendados, necesitando más.

Antes de darse cuenta, sus respiraciones dificultosas eran una sola, y sus manos descansaban relajadas sobre sus cuerpos que fluían a la perfección, la única interrupción de aquella sintonía fué para separar sus labios y juntar sus frentes, la conexión eléctrica que habían formado sus ojos era casi visible, y al momento de acariciar el rostro de Horacio con su pulgar, Volkov creyó haber sentido un verdadera chispa, sin necesidad de palabras ambos sabían lo que querían, y se evidenciaba cada vez que se inclinaban para probar sus labios una vez más.

Nada parecía tener la capacidad de interrumpirlos, excepto un fuerte maullido que provino de un felino reclamando que ya era hora de irse a dormir. Rápidamente separaron sus rostros y miraron al gato que esperaba que su humano se fuera a la habitación de una vez por todas. Dejando escapar unas despreocupadas risas, sus ojos, aún brillantes y con las pupilas dilatadas por lo que había ocurrido hace solo segundos, se volvieron a encontrar.

- Creo que es hora de irme a casa - comentó sosteniendo su mirada.

Volkov asintió sin ser capaz de mover sus pupilas de su rostro, pero al percatarse de que aún tenía al hombre cautivo entre sus brazos lo dejó ir, aumentando el rubor que ya se alojaba en sus mejillas.

A pesar de la lucha silenciosa con Amane, ambos salieron por la puerta para subirse al vehículo de Volkov y conducir hacia el edificio de Horacio, esa vez el ruso no dudó un solo segundo en tomar su mano cuando esta estaba libre, el sentimiento de cercanía y confianza había aumentado, y esperaba que no se fuera nunca más.

En cuanto el comisario aparcó en la acera y apagó el motor, sostuvo con fuerza la mano del copiloto, sabía que debía bajarse del auto, pero ninguno de los dos quería. Formando círculos con sus dedos en la pálida mano que sostenía la suya, Horacio pensó en que ojalá la vida fuese siempre así, con la persona que le gustaba sosteniendo fuertemente su mano, con mariposas atravesando el aire nocturno y una chispa apareciendo cada vez que sus ojos se encontraban, tan solo los dos en medio de la noche esperando al día siguiente sin ningún apuro, pero inevitablemente debían separarse por lo menos esa noche, porque el mundo no se detendría por ellos aunque lo deseasen con todo su corazón.

- Me tengo que ir - le susurró el más joven.

- Lo sé - le respondió sin mover un solo músculo.

Horacio rió y aproximó el dorso de la mano del ruso hacia sí, para depositar un beso y luego posarla en su pecho, justo sobre su corazón.

- Nos vemos, ¿Si? -

- Ajá - asintió el ruso embobado e hipnotizado con sus ojos.

El de la cresta tomó la iniciativa y separó sus manos, muy a su pesar, para abrir la puerta y bajar del coche. Antes de voltearse y caminar hacia el edificio le regaló una última sonrisa y un gesto de despedida con la mano, para luego ingresar por la puerta y desaparecer hasta el día siguiente.

Used to You - Volkacio AUWhere stories live. Discover now