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By aliceindrama

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«Porque, yo no soy ella y tú no eres él. Afortunadamente». Historia dedicada a dos personas, las cuales amo... More

Importante.
Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo diez.

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By aliceindrama

La premier asechó, en el club campestre de las colinas de bello monte. 

El barullo del sitio, salía por las ventanas abiertas de la recepción, aunque era un evento privado, mantenían la puerta abierta para dejar entrar los reporteros de diferentes televisoras.

Cada personaje, debía vestir como en la película.

Virginia traía un top color negro, y encima una camisa anudada al ombligo, de rayas azules con blanco. Una falda a juego con la camisa y unos tacones combinados con el top.

Carlos llevaba una camisa azul marino, con una chaqueta negra, un jean color gris y unas botas a juego.

Pasaron a dar algunas entrevistas, comentando matices de sus personajes y lanzando uno que otro spoiler al público.

Martín estuvo toda la tarde ocupado, salía de un micrófono, a fin de entrometerse en otra nota televisiva. Al lado de su mujer, como siempre.

 Entre ellos y la multitud, compartían la estancia intercambiando ideas e informándose en que otras actividades y proyectos entrarían después de culminar ese.

―Ya, quita esa cara, te van a descubrir ―riñó Gisela a su hermana mayor. Cargaba un humor de perros, porque Carlos asistió con su esposa a la premier―. Sabías que eso iba a pasar, es natural.

― ¡Sí, maldita sea, lo sé! ―espetó, apretando la mandíbula―. No es justo, ni para mí, ni para Augusto.

―Hasta que te acordaste, que él está aquí. Anda y comparte con tu novio, es lo mejor que puedes hacer ―recomendó, palmeándole el hombro y dejándola sola.

La actriz dio rumbo a su mesa, y le sonrió afable a su pareja. Se tomaron de las manos, por encima del cristal. Ella un poco incómoda, pero supo disimularlo con una caricia seca en su mejilla.

―Felicidades, cielo ―celebró Augusto, dedicándole una mirada acaramelada―. No sabes cuánto te admiro por lo que haces.

―Muchas gracias por tu apoyo, cariño ―el agradecimiento fue sincero. El "cariño" lo agregó, así no sonar tan vacía―. Y, por estar aquí a mi lado.

―Te quiero tanto... ―La cogió por los cachetes, y la besó frente a mil cámaras que apenas determinaron el encuentro romántico, casi todos los veían y fotografiaban con ternura.

Sin embargo, desde una mesa en particular había una persona que los observaba con decepción y coraje.

― ¿Estás bien? ―inquirió Viviana, frunciendo el ceño.

―Como nunca ―siseó, enarcando una ceja, sin despegar la vista de la pareja que compartían caricias escuálidas.

―Me gustó esta presentación, estuvo buenísima ―le respondió, no muy convencida.

―Sí, gracias ―espetó, alternando la mirada entre su esposa y Virginia, que ahora solo hacía arrumacos con su pareja.

 Quiso creer que no era más que una broma pesada, con ese humor tan negro que se carga. Sin embargo, ya tuvo una prueba con suficiente base, para cancelar que seguía soltera.

¿Lo peor?

No había nada que reclamar.

―El brandy está delicioso ―mencionó Augusto, guiñándole un ojo.

―No me gusta tanto ―agregó ella, sintiendo la penetrante mirada de Carlos a la lejanía―. Prefiero algo más fuerte, no sé.

―No creo que sirvan tequila aquí ―dijo, buscando a algún mesero―. Pero, puedo preguntar.

―Descuida, no es necesario. ―Le acomodó una palmada en el hombro, para que volteara a verla―. Con tu compañía, me basta y me sobra.

―Virginia ―endulzó, besándole la comisura de la boca.

―Hermana, tenemos que hablar ―una Gisela agitada, llega a su mesa y ésta se preocupó―. Urgente.

―Sí, ¿qué pasó? ―preguntó, sentada y alzando la barbilla, así verle sus mejillas sonrosadas.

―Debes verlo en persona ―insistió, explayando sus ojos con clara intención.

―Ya vengo, Augusto. ―Se colocó de pie, y huyó con la rubia lejos del sitio―. Gracias por salvarme.

―Olfateé tu incomodidad ―respondió, hundiendo los hombros―. También, porque he visto a Carlos arder.

― ¿Cómo? ―cuestionó, confundida.

―Desde mi asiento, he podido tener la capacidad de ver a dos personas que se quieren al lado de la persona equivocada. Una de ellas, muriendo de celos en silencio y la otra fingiendo una emoción de la cual es carente.

No pudo evitar que su retina se empañara, más si detuvo que empezaran a caer las lágrimas.

―No sé qué mierda estoy haciendo, mucho controlo las ganas de ir a su puesto y gritarle que lo odio por gustarme, que detesto lo bien que me besa, que... ―Las gotas, salían por la impotencia y el dolor causante, proveniente de su confesión―. Está con su mujer y su hija. Esa estabilidad, no se cambia por una tentación de días, eso soy yo para él.

―No lo creo, Virginia ―defendió, secándole las mejillas con ambos pulgares―. Ven, no queremos un escándalo.

La llevó de la mano, hasta los servicios y cerraron la puerta para conversar mejor. Por suerte, solo estaban ellas solas.

―Una tentación, es una palabra sucia sin algún lado que se torne bueno ―explicaba Gisela, haciendo ademanes―. Tú le fascinas, incluso es más grande su cariño por ti, que el tuyo por él. Puedo asegurarlo, con toda la seguridad que no me caracteriza.

―La confusión se apodera de mí, siempre ―rezongó, mordiéndose los labios―. Un día quiero verlo, al otro no. Pero, es básicamente su estado civil. Si no fuera casado...

―Lo está ―afincó―. Bueno, te confieso que no te busqué para que huyas de tu novio.

― ¿Entonces? ―Ladeó la cabeza, escudriñándola.

―Carlos me pidió hablar contigo ―soltó. Apenas escuchó ese nombre, su cuerpo se estremeció y sin dudarlo el corazón se alborotó en su caja torácica―. Está esperándote en un sitio, un cuartito, no sé.

―Y primero, me das una charla de amor y razonamiento ―regañó, ofuscada―. ¡Llévame con él, mujer!

―Disimula, por favor ―pidió, aguantando una risotada.

Salieron del sanitario, como si nada hubiera pasado. Se sonrieron, aunque en el camino se toparon con Augusto.

―Amor ―la besó, tomándola desprevenida―. Comencé a preocuparme, ¿todo bien?

―Genial, es que mi hermana se descompensó ―mintió. Lo único que hacía era mentirle, y eso le preocupó. Él largó una mirada a Gisela y le sonrió con cariño.

― ¿Ya estás mejor? ―preguntó.

―Quería salir a tomar aire, aquí me sofoco ―contestó, sin soltar a Virginia. Se encontraba en medio de los dos. El hombre la sujetaba por los hombros y su hermana por la muñeca―. Virginia se ofreció a acompañarme.

― ¿Te molesta, si te dejo solo un minuto? ―Ejecutó un ademán, para salir librada del agarre de su pareja.

―Sí, he estado solo casi todo el evento ―sonó enojado, y lo acomodó con una carcajada―. No importa, ve tranquila, mi amor. ―Propinó un último beso, y desapareció entre las personas por el espacio.

―Ni yo encuentro la lógica a esto ―habló Gisela, negando con la cabeza.

―Ay, cállate y apóyame.

―Es lo único que hago, por Dios.

Llegaron a un cuarto pequeño, con un cartel pegado a la puerta anunciando que era el de servicio. La morena le dedicó una mirada indecisa a su hermana, pero ésta se encogió de hombros y le señaló el lugar.

―Me da miedo.

―Ah, no. Hemos llegado lejos, no te eches para atrás.

―Déjame sola, vigila que no venga nadie ―ordenó, tocando la puerta.

Gisela le asintió y levantó los pulgares, manifestándole su buena suerte.

―Soy yo ―musitó, esperando que le abrieran. De un tirón, estuvo dentro del reducido espacio y se sintió segura bajo ese perfume y esos brazos fuertes, que la apretujaban―. Hola.

―Pensé que no vendrías ―le dijo, juntando sus frentes y a su vez entrelazando los dedos.

―No me lo perdería ―contestó, buscando alejarse y lográndolo―. Pero, solo quiero decirte que regreses a la mesa con tu esposa e hija. Que, aunque me dijiste que nunca olvidarías aquella noche en la hacienda, donde me dijiste que te gustaba y yo te correspondí, cuando nos besamos... ―Su psiquis le traicionó un segundo, haciéndola cerrar los ojos y suspirando―. Yo te suplico, te ruego que continúes tu vida como si eso no hubiera pasado, que yo haré lo mismo.

―Y te lo repito, me gustas demasiado, solo si... ―resopló, hallando las mejores palabras―. No. No puedo hacer nada, estás con tu novio y ni siquiera sé por qué estoy contigo aquí.

Virginia apretó las manos, en forma de puños y contuvo con fuerza el nudo en la garganta.

―Es lo más cuerdo que has dicho. Por favor, retírate.

Carlos le dirigió su mirada triste, achinando los ojos, solo un poco.

― ¿No quieres saber, por qué te cité aquí? ―demandó, conociendo la respuesta.

La actriz alzó el mentón, y trató de pegarse del montón de cosas que tapaban la pared.

―Si ―afirmó.

―Para despedirme ―declaró, moviendo una pierna―. Mi esposa quiere salir del país, y accedí a complacerla.

La garganta de la mujer se cerró, y prefirió que él le lanzara un puñetazo que esa confesión.

―Ah...Ohm... Fantástico, felicidades, que les vaya bien ―masculló, aflorando una sonrisa falsa, cargada de furia―. ¿Más nada que agregar?

―No.

―Ni siquiera, tenías que decirme. Esto no me incumbe, Carlos.

―Creí que eras mi amiga, y te interesaba ―dijo, arrepintiéndose al acto.

―Por favor ―bufó―, a los amigos no se les cuenta muchas cosas, ni se besan. Buenas noches.

―Buenas noches, excelente trabajo en el rodaje.

Virginia creyó con suma ingenuidad, que se besarían, que reafirmarían esa atracción fatal que sentían el uno por el otro. No obstante, la realidad les golpeó en todo el rostro, haciéndolos reaccionar. 

Ambos tenían una vida, muy ajena a sus deseos ocultos de estar juntos.

Porque, vamos, Virginia consiguió pareja por el despecho de saber que Carlos ya hubo contraído nupcial con la rubia que tenía por esposa. Porque, más de una vez en la oscuridad de sus noches imaginaron paisajes que no ocurrirían jamás.

― ¿Todo bien? ―inquirió Gisela, cuando su hermana llegó a ella con un semblante desastroso. La preguntó estuvo demás.

―No ―negó, aguantando las lágrimas―. ¿Podemos ir a casa?

 ―Sabes que es imposible, al menos no ahora. Augusto está esperando por ti, es mejor que vayas.

―Claro, Augusto, mi novio... ―rezongó.

Entre tanto, el político salía del sanitario secándose las manos con una toalla de bolsillo. Con su vista en el amplio salón, buscaba a una cabellera larga, color azabache y no divisó a una mujer que pasaba por el lugar.

― ¡Lo siento! ―expresó, apenado. La sostuvo por los brazos, para que ella no cayera.

―Descuida, también me distraje ―respondió Viviana, frunciendo el entrecejo.

¿De dónde lo conozco?

Su mente le martilló con la pregunta. Estaba segura, de haberlo visto antes. Se sonrieron un segundo, y continuaron su camino.

Se adentró al baño, vació su vejiga y regresó a la mesa. Carlos se había retirado, diciéndole que haría una entrevista a las afueras. No quiso ir a buscarlo, aunque moría de ganas. Su mirada se suavizó, una vez que lo advirtió acercándosele.

― ¿Cómo te fue? ―Su esposo se sentó, frente a ella y suspiró.

―Bien, Martín me ocupó más de la cuenta ―comunicó, haciéndole cariñitos a su hija.

Viviana deseó indagar más, porque el carácter de Carlos había cambiado considerablemente. Optó por sonreírle en silencio.

Mientras que, en la mesa de Virginia la pareja comentaba la recién desaparición de ella, por culpa de Gisela, quien quiso mostrarse enferma para que Augusto creyera el motivo de la ausencia de su hermana.

― ¿Seguro está bien? ―insistía el hombre de cara larga.

―Que sí, despreocúpate. ―Le acarició la mejilla. Apreció su preocupación, ya que era autentica.

Martín Alonso, dedicó junto a su elenco completo y entre lágrimas, brindis y nuevas promesas culminó la premier, prometiendo un éxito mundial.

De camino a su casa, Viviana le platicaba a su esposo sobre el desconocido con el cual chocó. Llevaba a su bebé en brazos, secándole con sus dedos las gotas de sudor que le caían por la frente.

―Descríbelo, haz memoria, no sé... ―sugería, conduciendo con cansancio y decepción.

No era seguro viajar, la rubia solo lo mencionó, más él no acertó contestarle una respuesta decisiva.

―Tenía el cabello negro, era de piel oscura y... su quijada era larga ―comentó, torciendo la boca―. Era raro, pero sé que lo hemos visto.

―No recuerdo.

Diez minutos después, Viviana recordó a alguien y lo sacó a flote.

―Creo que era el sujeto del restaurante, el de la charla política.

― ¿Cómo recordaste a ese hombre? 

―Por su cara. Lo que no entiendo, es que hacía en un lugar así.

―En dado caso, que sea él. ―Con ayuda de una llave a control, presionó un botón y la puerta del garaje se abrió, permitiéndole el acceso a su estacionamiento personal.

―Ahora si estoy segura que sea. ―La mujer, zafó el cinturón de seguridad y con cuidado salió del coche, ya cuando Carlos detuvo el vehículo.

― ¿Por qué tan interesada, en ese tipo? ―cuestionó, arrugando la frente.

―Me extraña que un político, esté en premieres de películas. Solo es eso.

―Bueno, quizá necesitaba realzar su campaña, como lo dijo aquella noche. 

Se encogió de hombros, y terminaron de entrar a casa.

 A su vez, Virginia daba vueltas en su cama con un insomnio repentino.

 ¿No quieres saber, por qué te cité aquí?

Si.

Para despedirme.

Dolió.

Dolió, y mucho.

 Sin embargo, era una realidad elocuente y puntiaguda.

Se desarropó hasta los pies, de repente el calor la invadió. Cerró los ojos, y al instante se apoyó en la palma de sus manos y adoptó una posición cómoda, enterrando su columna en el espaldar de la cama y sus nalgas sobre el colchón. Pasó una mano por su frente, rascándola.

Con Carlos no pasó nada. Se repetía siempre.

Lo del bigote y la chivera, debía dejarlo atrás. Eso solo la lastimaba, porque se aferró a esa predicción, luego de su debacle en la relación con Francisco. Confió en que, ese hombre llegaría para salvarla y llevarla con él. Aquello fue solo una ilusión.

Su destino era Augusto, una buena persona, que se preocupa por ella y su familia, atento, cariñoso y detallista. ¿Le gustaba? Si, le...

 No, a quien engaño, él no me gusta, para nada.

Esa voz interna, presente para hacernos recordar nuestros verdaderos sentimientos.

El punto, era que ya su relación pasó a una más formal, que conociera a su mamá es un gran paso. No pensaba en matrimonio, la idea le asustaba.

 No se habían acostado, pero compartieron en más de una ocasión besos candentes y una que otra caricia vacía. Las sentía rusticas y secas, como la rama de un árbol.

En cambio, con el actor compartió una borrachera, par de canciones y muchos besos sensibles. También una charla en un jardín, con aroma a zarzamoras, Martini y champán, con motivo de las almas gemelas; y por si fuera poco, ¡se besaron igualmente!

Sonrió al memorizarlo.

Flashback.

Discúlpame tu a mí dijo, lamiéndose los labios.

¿Por qué? Frunció el ceño, tratando de ubicarse a su lado. Carlos no se lo permitió, apretujándola.

Por esto.

Acto seguido, estampó sus labios con los femeninos.

Virginia abrió los ojos, pero de inmediato los cerró disfrutando del contacto caliente y húmedo de su boca. Le agarró las mejillas, y se acomodó mejor en su regazo. Succionó su labio inferior y se lo mordió. Las manos de Carlos, permanecieron siempre perdidas en la melena color negra de la mujer.

No, esto está mal la pelinegra, repitió la misma actitud.

 Carlos la miró fulminante y ella se carcajeó. La música de fondo, adornaba el momento, a pesar de sonar distorsionada.

Sí, ya sé que tienes novio le siguió la corriente.

No lo decía por eso.

¿Entonces...?

Alguien puede vernos, ven. Le tomó la mano, y con sigilo llegaron dentro de la casa.

Se sonrieron cómplices, y continuaron su faena en un rincón de la sala de estar.

Fin del Flashback.

 Jamás lo olvidaría, se aseguraría de no hacerlo.

No obstante, el ciclo ya lo tenía que cerrar. La película se acabó, llevándose consigo falsos sentimientos de dos actores principales.

O eso era lo que quería creer, que era falso y pasajero. La cosa es, que su corazón bombeaba con fuerza y su estómago se encogía con tan solo pensarlo, estiraba los labios en una sonrisa y trazaba caminos desde su mentón hasta la comisura de su boca, recordando cada beso que en medio de su inconciencia y desorden se dieron.

Negó con la cabeza, tratando de borrar sus lagunas.

Regresó a su posición anterior, y apretó los ojos, logrando suavizar su semblante hasta quedarse dormida.


N/A:

Felizzz cumple a mi Gerita, ily so much. Gracias por el apoyo. 

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