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Door aliceindrama

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«Porque, yo no soy ella y tú no eres él. Afortunadamente». Historia dedicada a dos personas, las cuales amo... Meer

Importante.
Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo diez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo cinco.

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Door aliceindrama

Después de la reunión, algunos miembros del elenco se dispersaron por el set, donde se grabaría la mayor parte de la película. Carlos Herrera, afinaba detalles de algunas líneas con los editores del guion. Virginia platicaba muy a gusto con Martín, terminaba de comentarle acerca de la premier de su último trabajo.

―Si quieres, podemos eliminar esto y agregar algo menos brusco ―sugirió Gisela, haciendo ademanes―. Solo si estás de acuerdo.

La hermana menor de Virginia, lo había conocido en esa reunión mañanera. Le pareció que la pelinegra se quedó corta, con la descripción. Ese sujeto le parecía lo más lindo, que vio alguna vez. Enseguida le cayó bien.

―Perfecto ―comunicó, enseñando una sonrisa―. Es que, ya el tono de voz que usaré es rudo. Con esas palabras, la destruiré.

Por inercia, volteó a mirar a Virginia que no salía de conversar con Martín en una esquina del sitio. Estaba de perfil, sus facciones ahora eran más hermosas que antes.

―Solo es actuación ―dijo Gisela.

―Eso no significa que no sientas nada, y ese dialogo no es la excepción ―respondió tajante. La mujer se sonrojó y le revoloteó el corazón, de admiración por él―. Te pareces mucho a Virginia, ¿son parientes?

―Es mi hermana mayor ―contestó, meneando su coleta prensada en el centro de la cabeza.

Carlos abrió los ojos sorprendido. ―Caray. Pareces mayor tú.

―Me lo han dicho ―bajó la mirada a sus pies, un sonido ininteligible del actor la hizo admirarlo de nuevo―. Es por mi contextura, ¿no?

Gisela era cinco años menor que Virginia. Tenía el cabello castaño originalmente, pero se lo tiñó de amarillo, haciéndola parecer rubia. Su tez era blanca, sus ojos color miel y perdió su figura, al decidir que no haría caso a las dietas y empezó a comer como si no hubiera un mañana.

―A decir verdad, si ―confesó. Nunca le gustó mentir―. Eres hermosa, igual que tu hermana. Son muy parecidas.

―En la adolescencia lo éramos más ―comentó, recordando como las confundían entre sus amistades―. Ambas teníamos el cabello castaño.

― ¿Nos vamos, mi hermana? ―Virginia apareció, interrumpiéndolos. Estuvo rato, viéndolos desde su lejanía y quiso saber de qué hablaban. Determinó lo inmersos que estaban en su conversación―. Perdón, no quise ser inoportuna.

―No lo eres, querida ―dijo Gisela, guiñándole un ojo―. Carlos, ha sido un placer. Haré los cambios, y luego lo hablaré con el equipo.

Él les sonrió a las dos y le extendió la mano, para estrecharlas.

―Tendré paciencia. Muchas gracias. ―Giró con sus talones y se despidió con un beso en la mejilla de Virginia, tomándola desprevenida. Tuvo la ventaja de sentir el perfume varonil, embriagándole las fosas nasales―. Que tengan un buen día, nos vemos para las grabaciones.

Se marchó, sin darle tiempo a la pelinegra de reaccionar a su saludo.

Su expresión era incrédula, se mojó con la lengua los labios y reaccionó, porque su hermana la haló por un brazo y la arrastró al estacionamiento.

―Deberías ver tu cara ―bromeó Gisela, quien no paraba de reírse―. Te dejó muda. Creo que él se dio cuenta.

―Cállate, por favor ―espetó, estrujándose la cara con las manos―. No me dio chance de hablar. Se largó, como si nada.

―Sabía que ejerció algo en ti, por eso lo hizo. ―Se encogió de hombros, mientras se subía al puesto de piloto. Virginia la imitó―. Me parece, que le gustas.

― ¿¡Qué cosas dices!? ―exclamó, apretando las manos en forma de puños. Soltó un bramido, luego un suspiro―. ¿Tendrá esposa? ―preguntó, casi en un susurro.

La risa de Gisela estalló en el vehículo, ganándose un golpe de su hermana. Se cruzó de brazos, furiosa.

―Pregúntale en cuanto se vean, de seguro es soltero. Es para ti.

―Yo no voy a hacer eso. Olvídalo.

El automóvil se puso en marcha, ellas seguían clavadas en su discusión por Carlos.

―Es más hermoso en persona ―contestó Gisela. Quería ver la reacción de su hermana―. Me lo como, eh. Que hombre más lindo.

― ¿Perdón? ―escupió, escudriñándola con sus ojos verdes. El color se intensificó, eso pasaba cada vez que sentía coraje―. ¿Te estás escuchando, acaso?

―Claro. Estoy adulando a un actor, diciendo la verdad sobre su atractivo físico. ¿Tiene algo de malo?

―Para nada. No me hagas caso.

―Ay, hermanita...

Virginia realizó una mueca y maldijo. Ni siquiera, sabía con certeza lo que pasaba con su interior ahora mismo. No tuvo oportunidad, así entablar alguna charla con él, que se moría por hacerlo. Su voz, le era música para sus oídos. Verlo le gustaba, su presencia lograba intimidarla un poco, era un sujeto agradable. Desgraciadamente, la reunión solo se dio para que Martín presentara entre ellos al elenco completo y se arreglaran unos mínimos detalles.

Una vez que llegaron a casa, recibieron una llamada de una amiga de Virginia. Las invitó a salir, pero Gisela no quería ir.

―Entonces yo tampoco voy ―mencionó ella, colgando la llamada y tumbándose en el sofá con su hermana.

―Deberías. Así te despejas un rato ― la incitó―. ¿A dónde van?

―No acepté, le dije que lo pensaría. Pero, a un bar, con unos amigos de Georgina ―completó, diciendo el nombre de su amiga. Llevaba largo rato sin verla.

―Distráete con ellos, anda ―le insistía, porque tal vez era lo que ella necesitaba, a fin de terminar de sufrir por Francisco. Que, últimamente no había llorado, ni lo sacaba a flote en sus conversaciones.

―Solo si vienes conmigo ―acondicionó la propuesta, seguido de un puchero al que Gisela no se pudo negar.

―Está bien, niña. ¡Cómo eres de fastidiosa!

Se lanzó a abrazarla y le dio un beso en la mejilla.

―Gracias por todo, Gisela.

―Te quiero, güerita. ―Le devolvió el beso, junto con un abrazo apretado.

(***)

Llegaron al bar, y al instante el bullicio y el alarde de las personas fastidió a las hermanas Moreno. De todas formas, entraron allí y con forzando la mirada, lograron divisar a Georgina con algunos hombres alrededor. Aseguraron que eran los dichosos amigos, que mencionó por llamada.

―Hola, chicas. Bienvenidas ―saludó a ambas, con un beso―. Que gusto verlas.

―Hola, Geo ¿cómo te va? ―respondió Gisela, cohibida. Si bien Georgina era muy buena amiga de las dos, se llevaba mejor con Virginia, le gustaba ser reservada, su única mejor amiga era su hermana y para ella era más que suficiente. Le sonrió y tomó asiento en una silla, colocó su cartera en otra que estaba a su lado.

―Bien, gracias. ―Dirigió su mirada a la otra mujer―. ¡Hola, amiga!

―Georgina ―la saludó de vuelta, y acompañó a su hermana, sentándose donde antes estuvo la bolsa de Gisela.

La mujer regresó a su asiento. Presentó a sus tres amigos hombres, con sus dos amigas. Los seis, se fundieron en una plática agradable. Por un lado, pidieron bebidas y botanas para acompañar la velada. En un punto, Gisela se excusó que debía ir al baño, Georgina con anterioridad, bailaba en la pista con sus dos amigos. Virginia quedó sola en la mesa, con un sujeto que le parecía buena persona.

― ¿A qué te dedicas? ―inquirió ella, dando un trago a su Martini.

―Trabajo en el ayuntamiento, pero me lanzaré como candidato para la gobernación ―contestó, haciendo un mohín―. ¿Tú, eres actriz?

― ¿Has visto mi trabajo? ―cuestionó sorprendida. Aunque no debería de estarlo, es una figura pública muy reconocida.

―No, pero tuve la oportunidad de verte en el Show de Saralegui ―confesó. Una noche, que le tocó quedarse arreglando unos papeles para su jefe, miró el programa con unos compañeros.

―Ah ―dijo.

―Seguro eres excelente actriz ―la aduló, cosa que la sonrojó. Esbozó una sonrisa sincera.

―Por supuesto ―afirmó. Si no lo fuera, no estaría en donde está ahora―. ¿Cómo te está yendo con tu campaña?

―Difícil, como soy nuevo en eso, tengo que hacer la publicidad yo mismo ―expresó, con ojos cansados―. Vine para despejar mi mente, pero mañana sigo con ello.

―Espero que ganes ―animó. Le causó ternura su expresión. Quiso adularlo más, darle porras, por suerte se contuvo.

―Y yo espero, contar con tu voto a favor.

―Claro que sí.

Se carcajearon, en ese momento apareció una Georgina sudada y con una sonrisa abierta.

― ¡Qué bueno que se conozcan! ―chilló la mujer, dando aplausos y saltitos.

― ¿Dónde quedaron los otros dos? ―preguntó Augusto, incómodo.

―En la pista, consiguiendo ligues. ―Le guiñó un ojo. El hombre recordó la condición de su jefe, tenía que ponerse a buscar cuanto antes a una mujer para el casorio.

― ¿Y Gisela? ―cuestionó, paseando la vista alrededor.

―Aquí. Tuve que ir al servicio ―se excusó, tomando su asiento―. Me quiero ir, Virginia ―murmuró a su oído―. Mañana tengo trabajo, y tú también, creo.

―Yo no. Sin embargo, te acompaño, vámonos.

Se tomaron de la mano y se incorporaron. Virginia se bebió de sopetón el poquito de alcohol etílico en la copa, la regresó a la mesa. Se despidió de todos, cuando iba a continuar su camino un agarre la detuvo.

― ¿Nos vemos después? ―Augusto la veía expectante.

―Sí ―sonrió, se acercó y le plantó un beso en la mejilla―. Adiós.

―Necesito su número celular ―exclamó, en cuanto la vio desaparecer a la salida.

―Con calma, compadre ―advirtió Georgina, chupándose un limón, en el proceso arrugó la cara―. Está saliendo de una relación desastrosa.

―Con más razón, yo curaré sus heridas.

―Lo superó poco a poco, pero sigue doliendo. Puedo verlo en su rostro.

― ¿Me lo darás o no? ―Augusto comenzaba a impacientarse. La actriz le gustó, y al parecer a ella también le gustó él. Pudo mostrarse sin barreras con ella, le sirvió la salida y bastante. Conoció a la indicada para llevar al altar, antes de las elecciones.

―Cálmate, si lo haré. Permíteme tu móvil.

Augusto se lo entregó, y ella guardó el contacto, se lo regresó y éste le agradeció.

―Voy con los otros, ya vuelvo.

Georgina le asintió y llamó al mozo, para pedirle otra botella de tequila.

(***)

Llegó el día, en el que empezarían las grabaciones de la película.

Carlos bajaba del auto, que se estacionó en la entrada al canal. Se despidió por última vez de Viviana, y cerró la puerta. Con las manos en los bolsillos, entraba, hasta que sintió que una mirada lo aniquilaba.

―Virginia ―saboreó su nombre, estiró sus labios en una sonrisa matadora. De esas que se reservaba para ella. Un momento. ¿Desde cuándo se reserva sonrisas, para ella? Se esfumó la pregunta, en el segundo que le fue correspondida.

―Hola, Carlos. Buenos días. ―Agitó la mano en su dirección.

Seguían caminando al ascensor, con el fin de subir al set de grabación. El corazón de ella, revoloteó y los nervios se instalaron en la boca de su estómago. Una vez más, las palabras del vidente retumbaron en su cabeza. Apretó los labios, no quería soltar un improperio. Cada vez que se lo encontraba, o su traicionero subconsciente lo arrastraba a sus pensamientos, recordaba a Salomón.

"Hay bigote o chivera".

Lo admiró, desde que se bajaba y se despedía de alguien hace unos minutos, sintió curiosidad por saber quién lo llevaba hasta su sitio de trabajo. Pero, sería descortés y muy mal visto indagar en una vida que no era la suya.

― ¿Estás bien? ―le preguntó él, ya que habían llegado al piso indicado y ella no reaccionaba. Carlos frunció el ceño.

―Sí, lo siento ―se disculpó con una sonrisa de lado―. Vamos a trabajar.

Llegaron juntos al foro, entonces Martín les sonrió complaciente.

―Mis protagonistas maduros ―vociferó, sentado en su silla de dirección―. No tenemos tiempo, vayan a prepararse que toca un día de arduas escenas.

Carlos determinó a Virginia y ella abrió un poco los ojos, luego soltó una risotada y caminó a su camerino. Él la siguió, también le tocaba ir al suyo.

―Qué casualidad, puerta con puerta ―comentó ella, en medio del pasillo. Sacó su llave―. Bueno, nos vemos ahorita.

―Seguro.

Ambos se adentraron en sus camerinos, soltando el aire que estuvieron conteniendo.

Carlos no creía en las casualidades, aseguraba que existía la causa y el efecto. Presentía que Virginia sería importante para él, como una amiga, claro.

Aunque, sus pensamientos la noche anterior no la formaban como una simple amiga. Se cansó de reprenderse, pero fue en vano seguía retorciéndose con su imagen y lo hermosa que era.

Se toparon nuevamente, en el set que simulaba ser la habitación principal de una hacienda.

La película se trataba, de una mujer que vivía con una de las familias más ricas del condado. Su padre, un hombre recio y autoritario la obliga a casarse con un hombre malvado y frívolo, luego de haber matado a su novio. Poco a poco el sujeto se enamora de aquella mujer―Virginia―, quién nunca le corresponde por la manera tan despiadada de tratarla.

Le colocaron los micrófonos, por debajo de la ropa. Gisela había llegado tarde, pero logró ver la escena. Una fuerte, por cierto. Virginia terminó de confirmar lo buen actor que era, lograron acoplarse a la secuencia, causando una buena impresión a Martín. Al final, aplaudió y se levantó a felicitarlos.

―Es difícil grabar esto, pero lo han hecho fenomenal ―profirió, palmeándole el hombro a Carlos, mientras que a la mujer le sonreía―. Después quiero hablar con ustedes.

El productor se encaminó a buscar a los demás, para continuar con sus tomas.

― ¿Qué querrá, Martín? ―cuestionó, yéndose a quitar los tacones por un rato. Continuarían hasta el anochecer, pero por ahora tenía diez minutos de receso.

―Puede que hablar sobre nuestros personajes ―comunicó, restándole importancia. Quedaron frente a frente, en el pasillo que da a los camerinos.

― ¿Vas a comer?

―Aún no. Debo repasar mis líneas, con lo del cambio que se hizo...

―Entonces iré yo, nos vemos al rato.

―Así será.

Virginia se dio media vuelta, mordiéndose el labio inferior ejerciendo mucha fuerza. Entró un instante al camerino, se cambió los zapatos por unas sandalias y caminó a la cafetería.

Ansiaba platicar con Carlos, pero se dio cuenta que la rechazó con sutileza. No le creyó lo del guion. Se decepcionó por aquello, pensó que también le era correspondida su atracción.

¿¡Atracción?! No, ninguna atracción. Quise decir, amistad, si eso.

En cuanto llegó, la misma sensación de esta mañana regresó a invadirla, porque lo vio sentado en una mesa, con dos bandejas y unas hojas. No sabía el motivo, pero sonrió con emoción demás. Se acercó a grandes zancadas y sin ser invitada se sentó con él.

― ¿No ibas a estudiar?

―Me asustaste ―dio un salto, por la aparición―. Lo hago. ―Le señaló el libreto y ella asintió―. Solo que, me pareció muy descortés dejarte comer sin compañía. Entonces, pedí comida para ambos, espero no te moleste.

―Oh, gracias ―le dijo, sin dejar de sonreír. Adquirió esa costumbre, pero solo cuando estaba con él―. Esto huele bien.

―La pizza siempre huele bien.

―Buen provecho, Carlos ―habló, mientras mordía su pedazo y cerraba los ojos para deleitarse con el sabor de la salsa y el queso―. No, esto está buenísimo.

―Ni que lo digas ―concordó, pues ya el trozo iba a la mitad.

― ¿Cómo supiste que querías ser actor? ―inquirió ella de pronto. La necesidad casi imperiosa de conocerlo más, le tocaba el sistema.

―Desde joven, empecé haciendo teatro en la localidad. Luego, llegué aquí y solo he tenido pocos papeles. Este es mi primer protagónico, lo disfruto como nunca.

―El teatro es maravilloso ―le mencionaba, sin dejar de mirarlo. El color de sus ojos se conectaba con los de ella. Era como si se llamaran, como si fuera una obligación mantenerle la mirada. Su cabeza no giraba a ningún otro lado, cuando estaba con él. Se fijó en ello, cuando lo conoció esa mañana lluviosa.

― ¿Y tú? ―preguntó, interesado en su vida. La corriente eléctrica de aquel día, volvió a su torrente. Tampoco dejó de mirarla nunca.

―Soy actriz desde muy joven ―confesó, haciendo a un lado la bandeja de comida vacía―. Comencé con un programa de animación. Luego, fui a castings para películas y logré quedar en algunas con personajes mínimos. Hasta que me dieron mi primer protagónico, y heme aquí.

―Me alegro mucho. Eres demasiado talentosa.

―Lo mismo digo de ti.

Carlos pensó dos veces lo que estaba a punto de preguntarle. Conocía sobre su ruptura, pero quería saber si ya estaba ennoviada otra vez.

― ¿Tienes pareja?

―No. Por ahora ―Sugestiva lo miró. Cosa que alarmó a Carlos―. ¿Tú, tienes?

―Una esposa y una hija.

Virginia se les cayó a pedazos el semblante afable que formó, a medida que avanzaba su conversación. Ingenuamente creyó que él era soltero, que el destino se lo puso a ella, como en la predicción. Pero no, era un hombre ajeno, prohibido. Descartó que fuera aquel de bigote y chivera.

―Genial ―disimuló la mala sensación, usando sus técnicas de actriz.

Se instaló un silencio entre ellos, un poco incómodo. Carlos supo que la había regado, contempló la forma en que su actitud cambió y se regañó por eso. El celular de Virginia empezó a sonar, la excusa perfecta para huir, pidió permiso y se marchó de allí lo más rápido que pudo. Él también se incorporó y volvió a su camerino, a terminar de aprovechar su tiempo restante en estudiar el guion. 



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