H I D D E N ©✔

By aliceindrama

7.5K 2.6K 1.9K

«Porque, yo no soy ella y tú no eres él. Afortunadamente». Historia dedicada a dos personas, las cuales amo... More

Importante.
Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo diez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo cuatro.

325 124 35
By aliceindrama

1999.

La lluvia torrencial, terminó por atorar a Virginia en un tráfico increíble. La mujer soltaba improperios, porque otra vez llegaría tarde a su encuentro con Martín. Corría la segunda semana de enero, y luego de las festividades decembrinas, todos debían regresar a su monótona vida laboral. Le lanzó un golpe al volante, oprimiendo sin querer la corneta, largó un bufido y echó el asiento para atrás.

―Maldito tráfico, coño ―escupía sin cohibirse, rodó los ojos claramente molesta y no tuvo más remedio que cruzarse de brazos y esperar que la fila avanzara. Lo bueno de la situación, era que solo quedaban dos cuadras para llegar al canal.

Destapó la guantera y cayeron varios documentos, se carcajeó con maldad. Algunos eran cartas escritas a puño y letra por Francisco, las recogió y las puso en el puesto de copiloto. Apenas encontrara un basurero, las tiraría. Entre esos, halló un folleto de esos que repartieron en la premier de su última película. Lo volvió a leer, amando en el proceso las buenas críticas que recibieron. Fue todo un éxito a nivel nacional e internacional. Muchas personas la felicitaron, porque agigantó su carrera con ese protagónico y no pensaba detenerse.

Ahora se dirigía a la oficina de su amigo Martín Alonso, iba a reencontrarse con él, a fin de platicar sobre un nuevo proyecto. Su hermana Gisela, era una excelente escritora, entonces en esa película, ella tenía que ver con el guion. Virginia lo leyó completo, le gustó el papel principal, el villano. Se pintaba como un desalmado, sucio y varonil sujeto que maltrataba sin siquiera pesarle la conciencia a su esposa, la protagonista que, si llegaba a aceptar sería ella.

Por suerte, la cola avanzó y celebró con un gritillo. Terminó de conducir hasta su destino, aparcó y subió por las escaleras de emergencia. El ascensor dejó de funcionar ese día.

Una Virginia cansada y jadeante, tocaba sin aliento la puerta de madera del despacho del productor. Como pudo de peinó el cabello con las manos, y secó el sudor que le perlaba la frente. Las mejillas las tenía calientes y rojas, además que su color de piel no ayudaba mucho, se marcaba por todo y por nada también.

Escuchó una respuesta afirmativa y entró, vociferando unos buenos días.

― ¡Feliz año, mi amiga! ―exclamó Martín, levantándose de su silla y yéndola a abrazar.

―Igual para ti, colega. Deseo lo mejor, para este año ―contestó, dándole un beso en la mejilla.

Tomaron asiento frente a frente.

―Bueno, Carlos llegó, pero fue a buscar café ―avisó, ya que la observó ojeando por el espacio―. Viene ahora.

―Me atoré en un tráfico, disculpa la tardanza ―se excusó, haciendo una mueca.

―Me lo imaginé, esta lluvia atrasa muchas cosas.

La pelinegra asintió, encogiendo los hombros.

―Los pedí sin azúcar... ―Carlos entraba sin tocar, cuando un aroma que no distinguió cuando llegó en la mañana, lo hizo callar―. Buenos días ―dijo. Frunció el ceño y Martín supo que debía hacer las debidas presentaciones. Le quitó los vasos llenos de café, de las manos y los colocó en el escritorio.

―Virginia, él es Carlos Herrera ―expresó, inexplicablemente nervioso. La vista que tenía Carlos, era de una espalda erguida y una cabellera negra cayendo hasta las caderas―. Carlos, ella es Virginia Moreno. 

Escuchó su nombre completo, y se incorporó. El corazón se le aceleró sin razón alguna, se dio media vuelta y lo vio.

La boca se le secó, el pulso corría deprisa, empezó a sudar frío y las piernas le temblaban.

No. No podría ser ese el hombre.

Pero, ¿y sí?

―Hola... ―carraspeó―. Hola, mucho gusto.

Se rozaron los dedos, si acaso una leve caricia que los hizo retroceder. La corriente eléctrica, les recorrió por el torrente sanguíneo, causándoles miles de sensaciones inexplicables e inadmisibles. Se escudriñaron milimétricamente, obviando su alrededor y creyéndose los únicos presentes en aquella sala. Virginia se permitió sonreírle al hombre de bigote y chivera frente a ella, no sabía si era él, pero por ahora el destino estaba haciendo de las suyas, poniéndole a ese sujeto.

―Carlos Herrera. Un placer, señorita ―habló, estremeciéndola toda, desubicándole el sistema nervioso―. Gran actriz.

Nunca la había visto actuando, solo la vez pasada en el noticiero y le pareció muy atractiva. El pensamiento le cambió, ahora que la tenía en vivo y directo. Era perfecta, su cintura menuda, piel blanca, propia muñeca de porcelana, y los ojos verdes esmeralda. Le devolvió la sonrisa, y sin saberlo, le aceleró el corazón a la pelinegra. Sintió la necesidad de llenarla de halagos, como si de una obra de arte se tratase.

―El placer es mío ―dijo de vuelta, regresando la seriedad a su semblante―. Muchas gracias. ―Se estrecharon las manos, fingiendo en esta ocasión no estar pasando por una tormenta―literalmente, porque la lluvia se intensificaba, chocando en las ventanas del despacho―, tanto interna como externa. Batallaban en seguir con el agarre o soltarse de una buena vez.

Martín aplaudió, así sacarlos de su ensimismamiento. Dieron un leve salto, zafándose de un solo golpe. Virginia bajó la mirada.

―Sigo aquí, eh ―bromeó el productor, soltando una risotada―. A lo que venimos. Les digo que el proyecto, está asociado con el vicepresidente de los premios de la academia. Cabe la posibilidad, que para el año 2000 entremos en los nominados para mejor película.

Carlos no quitaba la vista de Virginia, cosa que la tenía nerviosa.

―Le entro, mi amigo ―contestó ella, segura de sí misma―. ¿Cuándo nos reunimos todo el elenco?

―Gracias por el apoyo, Virginia ―sinceró Martín Alonso, guiñándole un ojo―. ¿Carlos? ―lo llamó, al determinar lo nublado que estaba por la belleza de esa mujer.

―Cuenta conmigo ―enfatizó, sonriente―. Estoy dentro.

¡Esa voz!

Carlos Herrera la terminaría aniquilando, solo por el timbre de voz tan grave que se cargaba.

Virginia lo admiró por encima del hombro, estaba de perfil, la luz de la bombilla de pegaba en los ojos, haciendo que resaltara su color verdoso. Tragó saliva y quitó la vista de él.

Su reunión acabó diez minutos después, pues terminaron de leer algunas líneas del libreto y aclarar dudas que atacaban a ambos. Gisela se reuniría con el equipo técnico, mientras que Martín estaría con todo el elenco la semana que viene.

Al salir, se despidieron del productor y por un momento lograron estar muy cerca uno del otro. Chocaron en la puerta, quisieron huir al mismo tiempo y se toparon en el marco.

―Adelante ―cedió Carlos, señalando la salida con una mano. La pelinegra afloró una sonrisa y salió primero, sin siquiera voltear a verlo.

El aire había empezado a faltarle y no podía darse el lujo de flaquear, no ante ese hombre que claramente le movió el piso.

A su vez, Carlos caminaba al ascensor, para bajar al estacionamiento. Estaba muy seguro, que la extraña aura que se formó en la oficina ella también la sintió. Los nervios no los disimuló, al menos él los notó.

Ya dentro de su carro, Virginia soltó un largo suspiro. Rio incrédula y hasta se mordió los labios, agarró su móvil y le marcó a su hermana, encendió el motor y dio marcha al apartamento.

―Estoy yendo a casa ―le decía, concentrada en la carretera. El teléfono, lo tenía entre el oído y un hombro―. ¡Debo contarte algo! ¡Vas a morir! ―gritaba, dañando casi casi, el aparato auditivo de Gisela.

Ah, caray, te oyes feliz. Me alegro, hermanita. Aquí te espero, cuídate.

―Te amo, chiquita ―le lanzó un beso por la bocina y colgó, tirando el celular en el asiento de copiloto.

Le subió volumen a la radio, y condujo animada hasta su destino.

Cuando hubo llegado, se sentía rara y no dejaba de pensar en la predicción dicha por Salomón.

―A que no sabes, a quién vi hoy ―le decía a Gisela, quien masticaba un durazno.

―Si no terminas de contarme... ―Rodaba los ojos, bufando con fastidio―. Anda, déjalo ir.

―Al hombre de bigote y chivera ―masculló, de pronto sonando nerviosa. No sabía el porqué, pero su mundo se vio afectado con la presencia de Carlos―. ¿Lo recuerdas?

―Sí, estaba esperando que ese momento llegara, hermana ―exclamó Gisela, esbozando una sonrisa ladeada―. Y, al parecer ya llegó.

―No estoy segura. Que aparezca así sin más, es muy sospechoso. ―Torció la boca en una mueca―. ¿Y si me vio en el Show de Saralegui antes? ¿Y si se dejó el bigote y la chivera, a propósito?

―Que barbaridades dices, y exagerada, además ―Gisela negaba horrorizada―. No digas burradas, ese hombre quizá ni te conocía.

―Me dijo que era gran actriz ―imitó su voz, a lo último―. Es divino... ―susurró, lamiéndose el labio inferior.

―Ah, picarona, ¡te gustó, eh! ―Su hermana la señaló con su dedo acusador, dedicándole una mirada divertida―. ¿Es guapo?

― ¡Guapísimo! Mira, ―Virginia se acomodaba en el sofá, colocando un cojín entre sus piernas y subiendo los pies, para colocarse en posición de indio―. Mide como 1,80 cm. Tiene el cabello negro, es incluso más blanco que yo, sus ojos parecen dos gemas color verde, es delgado y con su bigote y su chivera me ha desubicado.

―Me enamoré ―bromeó Gisela, fascinada por las reacciones de su hermana al describir a semejante hombre―. Es él. Estoy segura que sí.

―No lo sé. Me niego a sucumbir, a los encantos de un hombre. Al menos, por un largo tiempo.

―Sí, te entiendo. Pero, no dejes pasar el tren, Virginia ―le aconsejó, marchándose a su recamara. Parada en el umbral de la puerta, gritó―. Puede ser el indicado, ¿quién sabe?

 (***)

Viviana y Carlos, cenaban en un restaurante de comida típica. A pesar de no percibir el mismo aire matrimonial con su esposa, se esforzó por pasar una velada agradable, su hija estaba aprendiendo a comer sola, sentada en su silla especial que le prestaron en el sitio.

―Gracias por todo, Viviana ―agradeció con una sonrisa, mientras daba sorbos a la bebida.

―De nada, cariño ―le restó importancia―. Lo importante es pasarlo juntos, como la familia que somos.

De pronto, las luces se volvieron tenues y unos focos de color blanco alumbraron en dirección a un escenario pequeño, donde un grupo musical empezó su presentación. Las personas yacientes, aplaudieron cuando escucharon la primera voz, seguida de una guitarra eléctrica.

Carlos y Viviana también aplaudían, Cristina se movía ansiosa en la sillita, a la vez que su mamá le daba la papa frita.

Rato después, un sujeto subió al escenario y tomó el micrófono, dirigió la mirada a los presentes y luego de un carraspeo brindó un discurso político, que atrapó a varias personas.

―Las elecciones gubernamentales se acercan ―recordó. Carlos blanqueó los ojos. Nunca le agradó la política, ni los involucrados. No hay nada más falso que su modestia y su preocupación por el bienestar de la nación―. No olviden votar, para el mes entrante. Muchas gracias, buenas noches.

―Que innecesario discurso ―bramó Carlos, Viviana asintió terminando de darle de comer a su hija―. Igual tendré que votar.

―Todavía falta. Además, hay otros candidatos que elegir ―dijo con simpleza―. No te martirices por eso.

El hombre seguía en el restaurante, charlando con unos tipos que lo acompañaban en una mesa. Vestían de traje, hecho a la medida y con zapatos perfectamente pulidos.

Augusto Fuenmayor, era un candidato por la gobernación de ese estado y necesitaba hacer el mismo su campaña. Nadie estaba creyendo en él, y debía mover sus piezas con ayuda de su asistente. Su porte tal cual un político, vestía y calzaba ropa a la medida, su cabello peinado hacia atrás, color azabache. Piel canela, ojos color café y una cara larga, con el mentón cuadrado.

Terminó cenando en aquel lugar, porque era el único donde le permitieron llevar a cabo su plan de publicidad. Antes pegaron papeles, anunciando su postulación e incitando a las personas a votar por él. Un amigo cercano, le aconsejó que buscara una buena mujer que lo represente, así tendría más oportunidad de ganar. Una primera dama, es vital para vencer a los demás candidatos compitiendo con él. Sabía que ese sitio, era concurrido por la alta sociedad y personas ancladas con el mismísimo presidente. Era ahora o nunca.

Entre la conversación vacía con sus compañeros de oficina, se le fue el tiempo y se excusó con que tenía que ir al servicio. Se acicaló un poco y regresó, cuando uno de los hombres le hace un comentario al oído.

― ¿Has pensado en lo que te dije? ―Se refería a lo de la mujer―. Enero pasa volando, para ese entonces deberías estar casándote.

― ¿Qué? ―exclamó incrédulo―. No. No quiero casarme, es mucho amarre.

―Es el amarre a una mujer, o quedarte sin puesto en la gubernatura ―anunció, sin dejarle mucha opción―. Sabes que, si pudiera ayudarte con eso lo haría. Pero, está en manos del jefe.

―Está bien, me lo pensaré ―contestó, no tan seguro de sus palabras―. Maldito jefe.

Su amigo se encogió de hombros, haciendo una mueca de resignación.

Pronto salieron de allí, subieron a un coche que los dejaría a cada uno en la puerta de su casa. Augusto, solo se reventaba la cabeza pensando en que mujer conquistar, en tiempo récord y llevarla al altar antes de las elecciones. El reloj no paraba, debía darse prisa.

Carlos pagó la cuenta, compró postre para llevar e iba conduciendo rumbo a su hogar.

Por una milésima de segundo, recordó a Virginia en la oficina y su humor mejoró. Había disminuido, por el tipo y su discurso escuálido, pero al pensar en ella sus labios se estiraron en una sonrisa.

― ¿En qué piensas? ―interrumpió Viviana, con los ojos entrecerrados―. ¿En mí?

―Sí ―mintió. Su esposa ya no causaba ese efecto en él, y seguía mirándose hermosa.

Era una rubia alta, pero no más que él. Ojos marrones, piel pálida y cabello ondulado. Delgada. La propia modelo de Victoria Secret.

Pronto llegaron y fueron a acostar a Cristina. Esa noche, Viviana sentía un hambre voraz por hacer el amor con Carlos. Casi una semana que no se tocaban, entonces no pudo negarse. Terminaron entre las sábanas, jadeando y satisfechos. Al fin y al cabo, ambos debían saciar sus necesidades de algún modo.


Feliz añooooo, mis niñas. Por un 2021, lleno de muuucho teki teki, las amo<3.

Continue Reading

You'll Also Like

14.3K 1.6K 18
Tres mujeres. Tres vidas que el destino decidió a cruzar. Tres mundos tan distintos como complejos donde abunda en cada uno de ellos diferentes moti...
2.5K 287 22
una historia con mucho amor, secretos y principalmente misterio Espero que lo disfruten #parejatekila
578 50 20
Un bosque, un misterio, dos mundos... La vida de Lena no ha sido fácil. La muerte de su madre cuando era pequeña y la posterior desaparición de su pa...
6.5K 720 61
Video trailer en el primer capítulo. Creado por @Ainebooks que es una artistaza creando y escribiendo. Mil gracias ❤️ Rocío viaja a Asturias para ree...