El lado oscuro del deseo (sas...

Por sasunaru159

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Durante diez años, Naruto le volvió la espalda al pasado, decidiendo aceptar la traición de Sasuke Uchiha y... Más

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 12

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Por sasunaru159

Sasuke tenía razón. Resultó interesantísimo. Siempre fue un amante imaginativo y excitante quien, con sus enseñanzas tempranas, despertó en Naruto una sed incontrolable por alcanzar la perfección. Pero esa noche sobrepasó a todas las demás; arqueó su cuerpo sobre el de él, gozando con sus pieles resbalosas, mientras Sasuke lo sostenía y le besaba el pecho. El vapor, el calor, el aroma dulce y perturbador del sudor limpio los permeaba y sus jadeos se acompañaban del siseo salaz del agua sobre los carbones ardientes, levantando nubes de vapor que los envolvían, para que todo culminara en un lento y profundo, clímax sensual mejor que cualquiera de los que hasta ese momento habían compartido.

Y después, cuando cargó su cuerpo exhausto entre sus brazos para llevarlo a la ducha, se apoyó contra su pecho y él lo acuno, besándolo bajo el agua, sin que ese beso se coloreara de sexualidad por vez primera desde que eran amantes. Sasuke lo miró con fijeza, permaneciendo bajo la cascada tibia, forzándolo a darse cuenta de lo que negaba a pesar de que volvieron a unir sus vidas.

-Te amo, Naruto -sus palabras confirmaron lo que confesaba sus ojos-. Siempre te amé y siempre te amaré. Si lo prefieres, no me creas. Pero mi amor siempre estará aquí, esperándote. Te amo y no hay nada que tú o yo podamos hacer para sofocar ese sentimiento.

Y, por extraño que le pareciera, le creyó. Sin embargo, ¿qué clase de hombre era aquel que, amándolo de esa manera, lo abandonó cuando más lo necesitaba?

Sasuke esperó, observándolo luchar con sus confusas emociones que se reflejaban en su rostro. La intensidad de su mirada le rogaba que correspondiera, pero Naruto sólo bajó los párpados, incapaz de comprometerse de nuevo, a pesar de que lo amaba. No se atrevía. Porque si Sasuke lo traicionaba por segunda ocasión, sabía que no sobreviviría al dolor de ese engaño.

¿Disminuiría su amor si no se lo confesaba?, inquirió una vocecilla impaciente dentro de su cerebro. No, se contestó, vacío. Pero al menos, esa vez, conservaría su orgullo.

El silencio entre ambos se extendió, volviéndose largo y pesado. El único movimiento en la habitación provenía del siseo de la ducha que enviaba una cascada de agua sobre los hombros de Sasuke, salpicando el rostro hinchado de Naruto donde recibió los besos de Sasuke, los pezones oscuros, tensos, erectos, llamándolo, llamándolo siempre.

Como si lo supiera, él los tomó entre sus manos, sopesándolos, igual que hizo años atrás cuando se amaron por vez primera. Y las lágrimas llenaban los ojos de Naruto ansiando, indefenso, lo que un día fue, mientras los recuerdos le aplastaba el corazón. Sasuke inclinó la cabeza y lo lamió y Naru se irguió de nuevo, con las pupilas fijas, inmóviles, al ver que una luz parecía salir de Sasuke.

-Te amo -repitió él-. Sólo Dios sabe cómo lo resistiré si no logro que te enamores de mí. Pero no puedo negarlo: te amo -y su boca cubrió la de él, tibio, temblando bajo el poder de sus propias emociones. Después lo soltó, se volvió, desviando la cabeza y, sin otra palabra, lo dejó solo, temblando bajo la ducha.

Esperaba que él se encerrara en su concha después de esa admisión, pero no lo hizo. Ni siquiera cuando Naru entró en el dormitorio, media hora más tarde, con expresión precavida para acercarse a la cama. Estaba recostado, contemplando el techo y en el momento en que lo vio sonrió y le tendió una mano, invitándolo a reunirse con él en la cama.

Esa noche Naruto lloró como nunca hasta que ya no le quedaron lágrimas, mientras él lo abrazaba con fuerza, sin decirle nada, acariciándole la cabeza hasta que se durmió, exhausto, sumiéndose en un sueño profundo y sin imágenes.

Al día siguiente, Sasuke sacó a colación el tema de la fiesta, dándole a Naruto la lista de las personas que deseaba invitar. Al ver el nombre de Sakura, se desconcertó y la incomodidad que sentía por la frialdad con que respondió a la declaración de su amor, desapareció bajo una ola de celos amargos. ¿Así que Sakura seguía siendo una parte agradable de su vida?

-Tú eres el que debías llamar por teléfono para invitar a estas personas -afirmó, con petulancia-. Después de todo, son tus amigos, no míos.

-Pero tú eres mi esposo -replicó, arrogante-. Telefonea mientras yo le doy a Menma su clase de artística -le ordenó y salió del cuarto, dejándolo que rabiara a solas.

Durante el resto del día, y de la semana, el evitó a Sasuke como si tuviera una enfermedad contagiosa. Habiendo cumplido con su cometido se encerró en el taller que Sasuke le preparó y se puso a trabajar en los diseños para la siguiente temporada, dibujando con un empeño tenaz, hasta que casi se le caían los ojos por el esfuerzo realizado y los dedos se le agarrotaron de tanto coser y cortar telas. Después visitaba a su madre y encontraba tiempo para caminar con Menma, aumentando su resentimiento al notar como los dos progresaban bajo el cuidado innegable de Sasuke.

Pero las noches le pertenecían a su esposo y él siempre estaba allí, sonriéndole, retándolo a que se escaparan, poniendo en práctica nuevas tácticas, con una mirada juguetona. Cerrar la puerta de su habitación significaba una noche de amor en que Sasuke sometería los sentidos de Naruto, con una especie de ternura dolorosa que laceraba su vulnerable corazón. Lo enamoraba, sólo así debía describirse, lo enamoraba con el dulce, dulcísimo sabor de su amor apasionado.

Los invitados empezaron a llegar a las tres; el primer auto pasó frente, a la casa del conserje y se estacionó cerca de la entrada de la mansión.

-Kiba Inozuka será el primero en llegar - Sasuke, observando junto a Naruto desde la ventana del estudio y reconociendo el coche azul oscuro-. Esto resultará muy interesante -agregó, con un toque de humor seco-. Ven -le pidió antes que él le preguntara qué significaba ese comentario crítico. Lo tomó de la mano y la puso sobre el ángulo de su brazo-. Ya es hora de que mostremos un frente unido. ¿Menma? - a su hijo, que se concentraba en mostrarse tan tranquilo como su padre, cuando quizá estaba más inquieto que Naruto por la prueba a la que se enfrentarían.

Por lo menos sabía que estaba muy elegante, se consoló Naruto, mientras los tres caminaban hacia el vestíbulo para recibir a sus invitados. Naruto mismo confeccionó el vestido que usaba, durante las horas que evitó a Sasuke, en su taller, con una seda de fina textura, cuello alto, manga larga y un corte que moldeaba su figura hasta las redondas curvas de la rodilla. Sasuke le echó una mirada y brilló de orgullo, admirándolo con esa cálida sensualidad que le decía que gozaría mucho desvistiéndolo, después. Y él se mordió el interior de su labio para impedirse responder a ese llamado.

Al llegar al vestíbulo, Menma permaneció al lado de su padre, contemplando a Kiba Inozuka y a su esposa y al niño que los acompañaba.

- ¡Sasuke! -Kiba se acercó para saludar al anfitrión, con un gesto tan abierto y cordial que Naruto se permitió una sonrisita, aceptando que, lejos de ser enemigos jurados, los dos parecían haberse convertido en buenos amigos... lo cual sólo lo confundió más puesto que Sasuke estuvo convencido de que el huyó por culpa de Kiba.

-Pues -Kiba se volvió hacia Naruto-, he aquí a nuestra precioso Naru, devuelta a casa; al lugar que le pertenece -la vieja mirada traviesa, que solía conmoverlo, brilló en sus pupilas y su corazón se contrajo al recordar la atracción letal de ese hombre.

-Hola, Kiba -saludó con cierta reserva, todavía dudando de los motivos que Sasuke tenía al invitar a Kiba esa tarde y evocando los rumores destructivos que provocaron hacía diez años; ambos, Sasuke y su madre, los mencionaron, lo cual significaba que los chismes pulularon en aquel entonces.

Pero Kiba sonreía sin segundas intenciones al tomarle la mano y llevársela, en son de broma, a los labios. Entonces Naruto descubrió que se relajaba y correspondió con una cálida sonrisa.

Siempre fue un hombre guapo y en ese sentido no había cambiado, notó Naruto. Conservaba el cabello castaño y las facciones bronceadas por el sol del qué trabaja al aire libre. Como rival de Sasuke en sus años de juventud; fue el único, según el punto de vista de Naruto, que realmente lo puso en peligro de ser desbancado.

-Así que al fin lo atrapaste -murmuró, travieso; cubriendo a Sasuke con una mirada pícara.

-E intento mantenerlo en ese estado -le advirtió Sasuke-. Así que no coquetees con mi esposo, Inozuka.

- ¿Cómo está eso de que mi marido coquetea con alguien? -interpuso una voz aguda.

Sasuke se rió y abrazó a una pelinegra pequeña, besándole las mejillas.

-Sólo le doy un consejo sano, querida Hinata...

- ¿Hinata?-Naruto abrió mucho los ojos para contemplar a la señora que, hasta ese momento, permanecía oculta tras su corpulento esposo. La mujer se desembarazó de los brazos de Sasuke y se volvió para sonreírle a Naruto.

-La misma que viste y calza -confirmó- pero, si no te importa, Naru, preferiría que no te involucraras con mi hombre en esta ocasión, aunque siempre le gustaste.

Naruto se ruborizó hasta la raíz de los cabellos, pues esa censura lo cortaba justo cuando acababa de convencerse de que se preocupaba sin razón y al desconcertarse, retrocedió un paso, para refugiarse en la curva protectora del brazo de Sasuke.

De pronto, su amiga de los años escolares, pareció retractarse.

- ¡Maldición, Naru, no lo dije en serio! -exclamó.

-Así habla la bocona de mi mujer -se mofó Kiba, ganándose una mirada helada de la aludida antes que Hinata se adelantará para tomar las dos manos de Naruto.

-No lo dije en sentido literal, tonto -lo regañó, contrita-. Dios del cielo... Kiba y Sasuke arreglaron ese asunto hace años.

¿Ah, sí? pensó Naruto, parpadeando para despejarse la mente.

-Antes que me case con este tonto; te lo aseguro -insistió Hinata-. O jamás hubiera caminado con él una calle; mucho menos a lo largo de la nave central de la iglesia la mañana de nuestra boda -cubrió a su marido con su desdén, antes de fijar sus hermosos ojos perlas en Naruto, suplicándole que la disculpan-. ¡Era una broma! Eso es todo-le explicó- ¡Una broma!

-De todos modos ten cuidado, Naruto -intervino Kiba, seco-, sus bromas son peores que sus sarcasmos.

- ¡Oh, Cállate! -Le ordenó su esposa-. ¡Dios, me siento muy mal!-gimió, dirigiéndose a Naruto-. Aunque jamás pensé que tú supieras algo de esto, pues...

-Naruto, te presento a nuestro hijo, Kiba -la interrumpió de nuevo su esposa, en un tono que ruborizó a la pobre mujer-. El, gracias al cielo, heredo las cualidades de su padre y no se parece en lo más mínimo a la deslenguada de su madre.

-Sí, me parezco -protestó una voz infantil, lanzándole a Kiba una mirada igual a la de Hinata, momentos antes, de modo que Naruto no pudo evitar sonreír-. Soy igual a mi mamá... siempre me lo dices.

- ¿Olvide mencionar que mi familia obtuvo el certificado de locura del pueblo?

-bromeó Kiba, cuchicheando al oído de Naruto. Él se volvió, pero éste sonreía con los ojos, sin la menor señal de agresión en sus pupilas.

-Menma -con destreza presentó al niño al grupo, poniéndole las manos con firmeza sobre los hombros-, estas personas son el señor y la señora Inozuka y este es su hijo

-los presentó, para terminar con orgullo-. Nuestro hijo Menma.

-Dios bendito -exclamó Hinata, estudiando a Menma-. Este chico es idéntico a Sasuke, Kiba... y sólo podría ser su hijo.

-Gracias -sonrió Sasuke y se inclinó para murmurar-. Aquí es donde tú entras; muchacho.

Después de contemplar a su padre durante unos segundos, Menma avanzó.

- ¿Te gustaría tomar un refresco de naranja? -preguntó

- ¿De naranja? Seguro -el otro niño se encogió de hombros y los dos se alejaron, arrastrando los pies, incómodos. Naruto los observó con el miedo natural de un papi que deja que su criatura se adentre en territorio desconocido. Ese temor se reflejaba en la manera en que sus blancos dientes mordían su labio inferior.

-No te preocupes, Naru... -lo tranquilizó Hinata-. Quizá nos consideren locos de atar en el pueblo, pero no malvados. Dales cinco minutos y se pondrán a destrozar tu casa, acabando con todo.

-Sí apuesto a que tienes razón... -clavó sus ojos inquietos en Hinata, que lo observaba con gravedad, hasta que al fin sonrió un poco.

-No era mi intención molestarte. De hecho, ansiaba volver a hablar contigo, después de todos estos años y...

-Vamos, Hinata -un suave tirón regresó a la pequeña esposa de Kiba a su lugar; al lado de su marido-, los demás invitados están llegando y nosotros nos hemos convertido en las estrellas de este espectáculo, monopolizando la acción. Así que avanza, querida, e inclina la cabeza con cortesía, como te enseñaron a hacer en ocasiones como esta...

-Estoy inclinando la cabeza, lo estoy haciendo -le informó Hinata a Kiba, indignada, caminando hacia la bandeja de cócteles, listos para saborearse-. Nos veremos más tarde, Naru -le gritó por encima del hombro- y entonces hablaremos...

-Así se portaba en la escuela -comentó Naruto, confuso, mientras los observaba alejarse, todavía discutiendo, aunque sin separarse ni un centímetro.

Después de contemplar a su padre durante unos segundos, Menma avanzó.

-Entonces, no te sentiste ofendido -preguntó Sasuke, en tono ligero.

-No -lo miró y volvió a sonreír-. Pues, quizá un poco, al principio -y luego agregó, con torpeza-. Sasuke... acerca de lo de Kiba y de mí...

-Después, cariño -lo atajó, fijando su atención en el siguiente grupo de personas que llegaba.

Y sus explicaciones debieron esperar o, como se dijo minutos más tarde, quizá se interrumpieron antes que se pusiera en ridículo, tratando de defender algo que nunca sucedió.

Por lo tanto, alzó la barbilla, con una sombra de reto en sus pupilas azules que lo ayudó a salir del paso durante la hora siguiente, mientras los invitados de Sasuke llegaban y se los presentaba con actitud formal. El hecho de que Sakura no hubiera perturbado con su presencia la reunión, ponía los nervios de punta a Naruto, en tanto que, colgado del brazo de su esposo, se mezclaba con sus huéspedes, creando lo que él propuso desde el inicio de su matrimonio: un frente unido.

Reconoció a algunas personas, a las que trató hacía diez años, a otras no. Y descubrió, al formar parte de los grupos que charlaban, por qué Sasuke los invitó. Todos eran personas agradables, ansiosas de darle la bienvenida en su círculo selecto, aunque sólo fuera por consideración a Sasuke.

La llegada de Sakura ensombreció la fiesta. Y, por vez primera, Naruto se preguntó qué indujo a su esposo a invitarla cuando resultaba obvio que todos los presentes se sentían incómodos como el por la presencia de esa mujer. Los invitados se lanzaban miradas significativas y más de uno se puso tenso.

Sakura portaba un exquisito vestido de seda, de diseño exclusivo, que concordaba con el tono de su piel. Se detuvo unos instantes en la puerta del estudio esperando que notaran su presencia y sólo cuando todos los ojos se posaron en su deslumbrante figura, Naruto se dio cuenta de cuánto le exigió Sasuke al pedirle que fuera a la mansión para saludar a su esposo

Llegaba como la perdedora y no había ni una persona en ese cuarto que no fuera consciente de ello. Sin embargo, levantó el rostro, conservó la calma y al final permitió que su mirada se posara en Naruto y Sasuke, ofreciéndoles una sonrisa, además de sus mejores deseos, sin que su voz sonara amarga.

-Así se hace -la felicitó Sasuke con ironía, mientras se alejaba de la pareja, clavando las pupilas en las curvas ondulantes de su invitada. -Enséñales que no te importa un comino.

-No seas sarcástico -susurró Naruto, irritado-. Le costó trabajo venir a tu casa y no puedo decir que para mí fue fácil aceptar que tu ex amante y yo estuviéramos bajo el mismo techo.

- ¿Mi ex qué? -se mofó y luego se rió al ver la expresión azorada de Naruto, antes de plantarle un beso en la mejilla. Salió del estudio para ver cómo estaban los niños, encerrados en la sala posterior, donde se habían retirado los muebles y colocado una serie de juegos para mantenerlos entretenidos. Naru lo contempló como tonto, sabiendo que había recibido una buena reprimenda sin que Sasuke murmurara una sola palabra de reproche.

Sin embargo, aún mientras hervía la rabia en silencio, queriendo correr tras él y pedirle una explicación, sus ojos se lo comían, admirando la gracia felina con que se movía, la intensa sensualidad de su largo cuerpo, cubierta por el manto de una sofisticación urbana, que engañaba a los incautos. Sasuke era un hombre posesivo, primitivo y autoritario. Un animal de rapiña.

-Cuidado... no descubras tus sentimientos -le aconsejó una voz a su lado y Naruto giró para toparse con Hinata que le sonreía-. Ocúltalos -le pidió, con fingida solemnidad-. Aquí hay una o dos arpías a quienes les encantaría clavarte un puñal por la espalda-entonces, sus hermosos ojos se tornaron serios, ensombreciéndose-. Perdona mi sinceridad, Naru, pero nuestra querida Sakura te causará problemas. Siempre se ha entrometido en todo lo que concierne a Sasuke. Lo considera su propiedad exclusiva desde que yo recuerdo, y no entiendo por qué cambiará de opinión por el simple hecho de que ahora se haya casado.

Las emociones se anudaron en su interior y Naruto se quedó quieto durante un segundo, tratando de contenerlas, pero incapaz de sofocar la ira cálida que lo invadía. Los celos lo agobiaron, lo mismo que una furia profunda, hacia el hombre con quien se había casado por alentar a Sakura, invitándola a su hogar ese día.

Resultaba evidente que Sasuke gozaba con tener a sus mujeres y donceles a sus pies, pensó enojado, y tomó la decisión firme de no volver a permitírselo.

-Oye... ¿qué es eso de que tú eres Kyubi? -el tono admirativo de Hinata lo trajo de nuevo al presente y se pegó una sonrisa amable en la cara.

-Increíble que el insignificante Naru Uzumaki tuviera éxito en la vida, ¿no te parece? -se burló de sí.

-Yo lo calificaría de desconcertante -replicó Hinata con sinceridad-. En la escuela odiabas hasta ensartar una aguja. Así que, ¿cómo lograste amasar una fortuna con tus vestidos?

-Por necesidad -suspiró y sus ojos se oscurecieron por un momento - al recordar esos años cuando cualquier trabajo de costura significaba un poco de dinero extra-. Simple necesidad. Debía mantenerme y lo único que podía hacer en casa, mientras cuidaba a Menma, era coser. Y no olvides que, lo odiara o no, mi madre me obligaba a ayudarla a remendar nuestra ropa y la de esta casa -sus ojos recorrieron el elegante estudio, evocando las veces que se sentó allí durante horas, reparando con una paciencia infinita las pesadas cortinas de damasco o pegando parches pequeñísimos, con puntadas invisibles, sobre un mantel de lino y encaje. Quizá se portaba como un chico osado y medio salvaje, pero también cumplía con sus obligaciones y así aprendió a sentirse orgulloso de sus labores manuales.

- ¿El vestido que llevas es un Kyubi? -preguntó Hinata observando a Naruto con envidia.

- ¿Quieres ver la etiqueta? -Se rió y luego confesó-: No, lo hice esta semana.

Repetí un viejo modelo que vuelve cada año por sus líneas clásicas y simples.

-Quizá el modelo no sea de última moda, pero convierte tu figura en algo espectacular -afirmó Hinata.

-Gracias -Naruto volvió a reír, con tanta naturalidad que varias personas lo miraron, entre ellas Sasuke y Sakura, ambos entrecerrando los ojos para evaluarlo-. Podría hacerte uno, si quieres -le ofreció.

- ¿A mí? -los ojos perlas se abrieron, azorados-. ¡No puedo darme el lujo de comprar un Kyubi! -se ahogó. No -su envidia se traslucía-, los modelos exclusivos no son para mí; acabarían con el sueldo de mi esposo. Lo cual es una desgracia, en mi opinión, pues tengo dificultades para encontrar algo que me guste por culpa de mi estatura -se quejó-. Todo me queda demasiado largo, demasiado ancho, o...

-O demasiado, punto -terminó Naruto con simpatía y una comprensión que adquirió a través de años de trabajar para mujeres cuya estatura y figura salían de las tallas normales-. Pero, en serio, Hinata -ya su mente de diseñador estudiaba el cuerpo de su amiga cubriéndolo con telas ligeras, suaves, moldeándolas para que se adaptaran a la figura femenina-, tengo una preciosa seda en mi taller, en el primer piso, que se vería sensacional en ti.

- ¡No puedo pagarla, Naruto! -repitió Hinata, suspirando.

- ¿Qué importa la marca? -Los ojos azules descartaron ese detalle con desprecio-. Es sólo un tramo de seda, que cuesta trescientas veinte libras esterlinas. Yo te coseré el vestido por el precio de la tela y, si quieres, después compras la etiqueta de Kyubi y se la pones.

- ¿No estaremos cometiendo un crimen? -preguntó Hinata, con los ojos como platos.

-Yo soy Kyubi -replicó Naruto, arqueando las cejas-, ¡y hago lo que me da la gana con mis etiquetas!

Ambos compartieron una carcajada amistosa y una vez más los invitados se volvieron para contemplar a esos dos jóvenes, gozando de su compañía. Sasuke sonrió,

satisfecho, y luego se volvió, justo a tiempo para pescar a Sakura fulminando a Naruto con los ojos.

- ¿Qué preferirías -continuó Naruto, tentándola, divertido-, algo suave y sofisticado que te haría verte como una duquesa, o algo pegadito, muy, muy sensual, que dejaría a Kiba babeando?

-Oh -reflexionó Hinata-, dejemos a Kiba babeando -decidió al instante-. Es algo que siempre quise ver.

-Entonces... - -lanzó una mirada conspiradora alrededor del estudio y luego se volvió hacia Hinata. Ese gesto devolvió a su amiga a los años en que tal expresión significaba una travesura que los metería en problemas-, escapémonos de aquí y corramos a revisar los diseños en mi estudio... regresaremos antes que se den cuenta.

Diez minutos más tarde, bajaban por la escalera, riéndose entre ellos. El diseño que Naruto inventó para la pequeña pelinegra resultó tan asquerosamente sensual que Hinata se sonrojó.

-No sólo babeará -exclamó, encantada-. También se le saldrá el corazón por la boca, pobrecito.

- ¿Qué traman? -preguntó una voz profunda y ambos se sobre saltaron, con la culpabilidad pintada en sus caras, al descubrir a Kiba observándolos, al pie de la escalera.

- ¿Qué crees? -Indagó su esposa, con inocencia-. ¿Qué hacen todas las mujeres y donceles cuando desaparecen unos minutos? Conspiran para verse más bonitas y poderlos conquistar a ustedes, pedantes engreídos.

-Más bien, esposos subyugados -bromeó Kiba y luego pescó a su esposa por el brazo para agregar, seco-: Estás cometiendo el mismo error de nuevo, querida. Monopolizas a la estrella.

-Ya sé, ya sé... asiente y camina, asiente y camina -suspiro, mirando a Naruto con un gesto que significaba, "ya ves quién manda en mi casa"

Naruto se rió un poco mientras la pareja se alejaba, sintiéndose más contento en la mansión de lo que hubiera estado desde que se mudara a Thornley. El y Hinata fueron amigos íntimos en la escuela. Y resultaba agradable descubrir que los años no habían alterado esa compatibilidad de caracteres. Lo hacía sentirse bien en su interior y reacio agradeció a Sasuke que organizara la fiesta. De pronto comprendió que lo hizo con esa sola meta y no con la intención de ver cómo él y Kiba reaccionaban al encontrarse frente a frente

Tal aceptación le aligeró el corazón y todavía sonreía cuando se dirigió al arco ornado que separaba el frente de la parte trasera de la casa, con el propósito de ir a ver a los niños. Pero apenas entró en la penumbra del vestíbulo cuando el sonido de unas voces que provenían de la biblioteca de Sasuke, lo detuvo. Cambió de dirección y se paró junto a la puerta entreabierta.

Lo que escuchó la heló.

- ¿Cómo descubrió ese tonto que nunca envié su maldita carta? La voz de Sakura poseía una nota burlona.

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