[HIATUS] No elegí Enamorarme...

By A-Malfoy-Potter

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Draco Malfoy es simpático, humilde y inteligente pero ¿sus padres ven eso? ¡claro que no! Nunca ha estado de... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Aviso importante
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20: LA CÁMARA SECRETA
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capitulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33: EL PRISIONERO DE AZKABAN
Capítulo 34
Capitulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45: EL CÁLIZ DE FUEGO (2)
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
50
51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57 - debemos hablar

Capítulo 38

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By A-Malfoy-Potter

(Contesten  por favor, ¿para ustedes aun es visible el capitulo anterior? Porque a mi me lo marca como borrador)

La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana, el muchacho no se quejó, pero no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2.000, sabía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.

Lo visitó gente sin parar; todos con la intención de infundirle ánimos, Hagrid le envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero.

El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto, Draco, Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche, pero nada de cuanto dijera o hiciese nadie podía aliviar a Harry, porque los demás sólo conocían la mitad de lo que le preocupaba.

No había dicho nada a nadie acerca del Grim, ni siquiera a ellos porque sabía que Ron se asustaría, Draco igual se preocuparía y Hermione se burlaría, el hecho era, sin embargo, que el Grim se le había aparecido dos veces y en las dos ocasiones había habido accidentes casi fatales, la primera casi lo había atropellado el autobús noctámbulo, la
segunda había caído de veinte metros de altura. ¿Iba a acosarlo el Grim hasta la muerte? ¿Iba a pasar él el resto de su vida esperando las apariciones del animal?

Y luego estaban los dementores, Harry se sentía muy humillado cada vez que pensaba en ellos, todo el mundo decía que los dementores eran espantosos, pero nadie se desmayaba al verlos... Nadie más oía en su cabeza el eco de los gritos de sus padres antes de morir.

Porque Harry sabía ya de quién era aquella voz que gritaba, en la enfermería, desvelado durante la noche, contemplando las rayas que la luz de la luna dibujaba en el techo, oía sus palabras una y otra vez, cuando se le acercaban los dementores, oía los últimos gritos de su madre, su afán por protegerlo de lord Voldemort, y las carcajadas
de lord Voldemort antes de matarla... Harry dormía irregularmente, sumergiéndose en sueños plagados de manos corruptas y viscosas y de gritos de terror, y se despertaba sobresaltado para volver a oír los gritos de su madre.

Fue un alivio regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaba obligado a pensar en otras cosas, aunque tuviera que soportar las burlas de Gael Malfoy, Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor, por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry, la mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los dementores, llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

- Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo - explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo - mira a ver quién está, Hermione.

Hermione se asomó al aula.

- ¡Estupendo!

El profesor Lupin había vuelto al aula, ciertamente, tenía aspecto de convaleciente, las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras, sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.

- No es justo, sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?

- No sabemos nada sobre los hombres lobo...

- ¡... dos pergaminos!

- ¿Le dijeron al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? - preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.

Volvió a producirse un barullo.

- Si, pero dijo que íbamos muy atrasados...

- ... no nos escuchó...

- ¡... dos pergaminos!

El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.

- No Sr preocupen. Hablaré con el profesor Snape, no tendrán que hacer el trabajo.

- ¡Oh, no! - exclamó Hermione, decepcionada - ¡Yo ya lo he terminado!

Tuvieron una clase muy agradable, el profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva.

- Atrae a los viajeros a las ciénagas - dijo el profesor Lupin mientras los alumnos tomaban apuntes - ¿ven el farol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces...

El hinkypunk produjo un chirrido horrible contra el cristal.

Al sonar el timbre, todos, Harry entre ellos, recogieron sus cosas y se dirigieron a la puerta, pero...

- Espera un momento, Harry - le dijo Lupin -, me gustaría hablar un momento contigo.

Harry volvió sobre sus pasos y vio al profesor cubrir la caja del hinkypunk.

- Me han contado lo del partido - dijo Lupin, volviendo a su mesa y metiendo los libros en su maletín - y lamento mucho lo de tu escoba. ¿Será posible arreglarla?

- No - contestó Harry -, el árbol la hizo trizas.
Lupin suspiró.

- Plantaron el sauce boxeador el mismo año que llegué a Hogwarts, la gente jugaba a un juego que consistía en aproximarse lo suficiente para tocar el tronco, un chico llamado Davey Gudgeon casi perdió un ojo y se nos prohibió acercarnos, ninguna escoba habría salido airosa.

- ¿Ha oído también lo de los dementores? - dijo Harry, haciendo un esfuerzo. Lupin le dirigió una mirada rápida.

- Sí, lo oí, creo que nadie ha visto nunca tan enfadado al profesor Dumbledore, están cada vez más rabiosos porque Dumbledore se niega a dejarlos entrar en los terrenos del colegio... Fue la razón por la que te caíste, ¿no?

- Sí - respondió Harry, dudó un momento y se le escapó la pregunta que le rondaba por la cabeza - ¿por qué? ¿Por qué me afectan de esta manera? ¿Acaso soy...?

- No tiene nada que ver con la cobardía - dijo el profesor Lupin tajantemente, como si le hubiera leído el pensamiento - los dementores te afectan más que a los demás porque en tu pasado hay cosas horribles que los demás no tienen - un rayo de sol invernal cruzó el aula, iluminando el cabello gris de Lupin y las líneas de su joven rostro - los dementores están entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más oscuros y más sucios, disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto les rodea, incluso los muggles perciben su presencia, aunque no pueden verlos, si alguien se acerca mucho a un dementor; éste le quitará hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso, si puede, el dementor se alimentará de él hasta convertirlo en su semejante: en un ser desalmado y maligno. Le dejará sin otra cosa que las peores experiencias de su vida, y el peor de tus recuerdos, Harry, es tan horrible que derribaría
a cualquiera de su escoba. No tienes de qué avergonzarte.

- Cuando hay alguno cerca de mí... - Harry miró la mesa de Lupin, con los músculos del cuello tensos - oigo el momento en que Voldemort mató a mi madre.

Lupin hizo con el brazo un movimiento repentino, como si fuera a tomar a Harry por el hombro, pero lo pensó mejor, hubo un momento de silencio y luego...

- ¿Por qué acudieron al partido? - preguntó Harry con tristeza.

- Están hambrientos - explicó Lupin tranquilamente, cerrando el maletín, que dio un chasquido - Dumbledore no los deja entrar en el colegio, de forma que su suministro de presas humanas se ha agotado... Supongo que no pudieron resistirse a la gran multitud que había en el estadio, toda aquella emoción... El ambiente caldeado... Para ellos, tenía que ser como un banquete.

- Azkaban debe de ser horrible - masculló Harry
Lupin asintió con melancolía.

- La fortaleza está en una pequeña isla, perdida en el mar. Pero no hacen falta muros ni agua para tener a los presos encerrados, porque todos están atrapados dentro de su propia cabeza, incapaces de tener un pensamiento alegre, la mayoría enloquece al cabo de unas semanas.

- Pero Sirius Black escapó - dijo Harry despacio - Escapó...

El maletín de Lupin cayó de la mesa, tuvo que inclinarse para recogerlo:

- Sí - dijo incorporándose - Black debe de haber descubierto la manera de hacerles frente, yo no lo habría creído posible... En teoría, los dementores quitan al brujo todos sus poderes si están con él el tiempo suficiente.

- Usted ahuyentó en el tren a aquel dementor - dijo Harry de repente.

- Hay algunas defensas que uno puede utilizar - explicó Lupin - pero en el tren sólo había un dementor, cuantos más hay, más difícil resulta defenderse.

- ¿Qué defensas? - preguntó Harry inmediatamente - ¿puede enseñarme?

- No soy ningún experto en la lucha contra los dementores, Harry, más bien lo contrario...

- Pero si los dementores acuden a otro partido de quidditch, tengo que tener algún arma contra ellos.

Lupin vio a Harry tan decidido que dudó un momento y luego dijo:

- Bueno, de acuerdo, intentaré ayudarte, pero me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre, tengo mucho que hacer antes de las vacaciones. Elegí un momento muy inoportuno para caer enfermo.

Con la promesa de que Lupin le daría clases antidementores, la esperanza de que tal vez no tuviera que volver a oír la muerte de su madre, y la derrota que Ravenclaw infligió a Hufflepuff en el partido de quidditch de finales de noviembre, el estado de ánimo de Harry mejoró mucho, Gryffindor no había perdido todas las posibilidades de ganar la copa, aunque tampoco podían permitirse otra derrota, Wood recuperó su energía obsesiva y entrenó al equipo con la dureza de costumbre bajo la fría llovizna que persistió durante todo el mes de diciembre, Harry no vio la menor señal de los dementores dentro del recinto del colegio, la ira de Dumbledore parecía mantenerlos en sus puestos, en las entradas.

Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha, dentro del castillo había ambiente navideño, el profesor Flitwick, que daba Encantamientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban, los alumnos comentaban entusiasmados sus planes para las vacaciones. Ron y Hermione habían decidido quedarse en Hogwarts, y aunque Ron dijo que era porque no podía aguantar a Percy durante dos semanas, y Hermione alegó que necesitaba utilizar la biblioteca, no consiguieron engañar a Harry: se quedaban para hacerle compañía y él se sintió muy agradecido, Draco no pasaba la navidad con su familia, así que de igual manera la pasaría en el castillo.

Para satisfacción de todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.

- ¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! - dijo Hermione - ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!

Resignado a ser el único de tercero que no iría, Harry le pidió prestado a Wood su ejemplar de El mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes modelos, en los entrenamientos había montado en una de las escobas del colegio, una antigua Estrella Fugaz muy lenta que volaba a trompicones; estaba claro
que necesitaba una escoba propia.

La mañana del sábado de la excursión, se despidió de Draco (que misteriosamente esta vez no se quejó), Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de Gryffindor, habla empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y
silencioso.

- ¡Pss, Harry!

Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

- ¿Qué hacen? - preguntó Harry con curiosidad -  ¿Cómo es que no están camino de Hogsmeade?

- Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos - le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente - entra aquí...

Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de Fred y George, George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.

- Un regalo navideño por adelantado, Harry - dijo.

Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante, era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado, no tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de Fred y George, lo miró con detenimiento.

- ¿Qué es?

- Esto, Harry, es el secreto de nuestro éxito - dijo George, acariciando el pergamino.

- Nos cuesta desprendernos de él - dijo Fred - pero anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.

- De todas formas, nos lo sabemos de memoria, tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.

- ¿Y para qué necesito un pergamino viejo? - preguntó Harry.

- ¡Un pergamino viejo! - exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente -explícaselo, George.

- Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero.. y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... -Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran sido inocentes alguna vez - bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvimos un pequeño problema con Filch.

- Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.

- Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...

- ... castigo...

- ... de descuartizamiento...

- ... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».

- No me digan... - dijo Harry sonriendo.

- Bueno, ¿qué habrías hecho tú? - preguntó Fred - George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y tome... esto.

- No fue tan malo como parece - dijo George - creemos que Filch no sabía utilizarlo, probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.

- ¿Y saben utilizarlo?

- Si - dijo Fred, sonriendo con complicidad - esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.

- Me están tomando el pelo - dijo Harry, mirando el pergamino.

- Ah, ¿sí? ¿Te estamos tomando el pelo? - dijo George.

Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció:

- Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña, se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino, luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior, palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:

Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
proveedores de artículos para magos traviesos
están orgullosos de presentar
EL MAPA DEL MERODEADOR

Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos, pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta, estupefacto, Harry se inclinó sobre el , una mota de la esquina superior izquierda, etiquetada con el nombre del
profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero, la Señora Norris, patrullaba por la segunda planta, y Peeves se hallaba en aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos, y mientras los ojos de Harry recorrían los pasillos que conocía, se percató de otra cosa: aquel mapa mostraba una serie de pasadizos en los que él no había entrado nunca, muchos parecían conducir...

- Exactamente a Hogsmeade - dijo Fred, recorriéndolos con el dedo - hay siete en total, ahora bien, Filch conoce estos cuatro - los señaló - pero nosotros estamos seguros de que nadie más conoce estos otros. Olvídate de éste de detrás del espejo de la cuarta planta, lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero ahora está completamente bloqueado, y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo haya utilizado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada, pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes, lo hemos atravesado montones de veces, y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja tuerta.

- Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta - suspiró George, señalando la cabecera del mapa - les debemos tanto...

- Hombres nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de la ley - dijo Fred solemnemente.

- Bien - añadió George - no olvides borrarlo después de haberlo utilizado.

- De lo contrario, cualquiera podría leerlo - dijo Fred en tono de advertencia.

- No tienes más que tocarlo con la varita y decir: «¡Travesura realizada!», y se quedará en blanco.

- Así que, joven Harry - dijo Fred, imitando a Percy admirablemente -, pórtate bien.

- Nos veremos en Honeydukes - le dijo George, guiñándole un ojo.

Salieron del aula sonriendo con satisfacción,
Harry se quedó allí, mirando el mapa milagroso, vio que la mota de tinta que correspondía a la Señora Norris se volvía a la izquierda y se paraba a olfatear algo en el suelo. Si realmente Filch no lo conocía, él no tendría que pasar por el lado de los
dementores, pero incluso mientras permanecía allí, emocionado, recordó algo que en una ocasión había oído al señor Weasley: «No confíes en nada que piense si no ves dónde tiene el cerebro.»

Aquel mapa parecía uno de aquellos peligrosos objetos mágicos contra los que el señor Weasley les advertía, «Artículos para magos traviesos...» Ahora bien, meditó Harry, él sólo quería utilizarlo para ir a Hogsmeade, no era lo mismo que robar o atacar a alguien... Y Fred y George lo habían utilizado durante años sin que ocurriera nada
horrible.

Harry recorrió con el dedo el pasadizo secreto que llevaba a Honeydukes.

Entonces, muy rápidamente, como si obedeciera una orden, enrolló el mapa, se lo escondió en la túnica y se fue a toda prisa hacia la puerta del aula, la abrió cinco centímetros, no había nadie allí fuera, con mucho cuidado, salió del aula y se colocó detrás de la estatua de la bruja tuerta.

¿Qué tenía que hacer? Sacó de nuevo el mapa y vio con asombro que en él había aparecido una mota de tinta con el rótulo «Harry Potter», esta mota se encontraba exactamente donde estaba el verdadero Harry, hacia la mitad del corredor de la tercera planta, Harry lo miró con atención, su otro yo de tinta parecía golpear a la bruja con la varita, rápidamente, Harry extrajo su varita y le dio a la estatua unos golpecitos, nada ocurrió. Volvió a mirar el mapa. Al lado de la mota había un diminuto letrero, como un bocadillo de tebeo, decía: «Dissendio.»

- ¡Dissendio! - susurró Harry, volviendo a golpear con la varita la estatua de la bruja.

Inmediatamente, la joroba de la estatua se abrió lo suficiente para que pudiera pasar por ella una persona delgada. Harry miró a ambos lados del corredor, guardó el mapa, metió la cabeza por el agujero y se impulsó hacia delante, se deslizó por un largo trecho de lo que parecía un tobogán de piedra y aterrizó en una tierra fría y húmeda, se puso en pie, mirando a su alrededor, estaba totalmente oscuro, levantó la varita, murmuró
¡Lumos!, y vio que se encontraba en un pasadizo muy estrecho, bajo y cubierto de barro, levantó el mapa, lo golpeó con la punta de la varita y dijo: «¡Travesura realizada!» El mapa se quedó inmediatamente en blanco, lo dobló con cuidado, se lo guardó en la túnica, y con el corazón latiéndole con fuerza, sintiéndose al mismo tiempo emocionado y temeroso, se puso en camino.

El pasadizo se doblaba y retorcía, más parecido a la madriguera de un conejo gigante que a ninguna otra cosa, Harry corrió por él, con la varita por delante, tropezando de vez en cuando en el suelo irregular.

Tardó mucho, pero a Harry le animaba la idea de llegar a Honeydukes, después de una hora más o menos, el camino comenzó a ascender, jadeando, aceleró el paso, tenía la cara caliente y los pies muy fríos.

Diez minutos después, llegó al pie de una escalera de piedra que se perdía en las alturas, procurando no hacer ruido, comenzó a subir, cien escalones, doscientos... Perdió la cuenta mientras subía mirándose los pies... Luego, de improviso, su cabeza dio en algo duro, parecía una trampilla, aguzó el oído mientras se frotaba la cabeza, no oía nada, muy despacio, levantó ligeramente la trampilla y miró por la rendija.

Se encontraba en un sótano lleno de cajas y cajones de madera, salió y volvió a bajar la trampilla, se disimulaba tan bien en el suelo cubierto de polvo que era imposible que nadie se diera cuenta de que estaba allí, Harry anduvo sigilosamente hacia la escalera de madera, ahora oía voces, además del tañido de una campana y el
chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse.

Mientras se preguntaba qué haría, oyó abrirse otra puerta mucho más cerca de él, alguien se dirigía hacia allí.

- Y toma otra caja de babosas de gelatina, querido. Casi se han acabado - dijo una voz femenina.

Un par de pies bajaba por la escalera, Harry se ocultó tras un cajón grande y aguardó a que pasaran, oyó que el hombre movía unas cajas y las ponía contra la pared de enfrente, tal vez no se presentara otra oportunidad...

Rápida y sigilosamente, salió del escondite y subió por la escalera, al mirar hacia atrás vio un trasero gigantesco y una cabeza calva y brillante metida en una caja, Harry llegó a la puerta que estaba al final de la escalera, la atravesó y se encontró tras el mostrador de Honeydukes, agachó la cabeza, salió a gatas y se volvió a incorporar.

Honeydukes estaba tan abarrotada de alumnos de Hogwarts que nadie se fijó en Harry, pasó por detrás de ellos, mirando a su alrededor; y tuvo que contener la risa al imaginarse la cara que pondría Dudley si pudiera ver dónde se encontraba, la tienda estaba llena de estantes repletos de los dulces más apetitosos que se puedan imaginar,
Cremosos trozos de turrón, cubitos de helado de coco de color rosa trémulo, gruesos caramelos de café con leche, cientos de chocolates diferentes puestos en filas, había un barril enorme lleno de alubias de sabores y otro de Meigas Fritas, las bolas de helado levitador de las que le había hablado Ron, en otra pared había dulces de efectos especiales: el chicle droobles, que hacía los mejores globos (podía llenar una habitación
de globos de color jacinto que tardaban días en explotar), la rara seda dental con sabor a menta, diablillos negros de pimienta («¡quema a tus amigos con el aliento!»); ratones de helado («¡oye a tus dientes rechinar y castañetear!»); crema de menta en forma de sapo («¡realmente saltan en el estómago!»); frágiles plumas de azúcar hilado y caramelos que estallaban.

Harry se apretujó entre una multitud de chicos de sexto, y vio un letrero colgado en el rincón más apartado de la tienda («Sabores insólitos»), Draco Ron y Hermione estaban debajo, observando una bandeja de pirulíes con sabor a sangre, Harry se les acercó a hurtadillas por detrás.

- Uf, no, Harry no querrá de éstos, creo que son para vampiros - decía Hermione.

- ¿Y qué te parece esto? - dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.

- No creo que le gusten - dijo Draco.

- Aún peor - dijo Harry, colaborando lo dicho por el rubio.

A Ron casi se le cayó el bote.

- ¡Harry! - gritó Hermione - ¿Qué haces aquí? ¿Cómo... como lo has hecho...?

- ¡Ahí va! - dijo Ron muy impresionado - ¡Has aprendido a materializarte!

- Por supuesto que no - dijo Harry.

- Te lo dieron ya, ¿cierto? - pregunto Draco, Harry asintió.

- ¿Que? ¿te dieron que? - pregunto Ron curioso.

Harry bajó la voz para que ninguno de los de sexto pudiera oírle y les contó lo del mapa del merodeador.

- ¿Por qué Fred y George no me lo han dejado nunca? ¡Son mis hermanos!

- ¡Pero Harry no se quedará con él! - dijo Hermione, como si la idea fuera absurda - se lo entregará a la profesora McGonagall. ¿A que sí, Harry?

- ¡No! - contestaron Draco y Harry al unísono. 

- ¿Estás loca? - dijo Ron, mirando a Hermione con ojos muy abiertos - ¿Entregar algo tan estupendo?

- ¡Si lo entrego tendré que explicar dónde lo conseguí! Filch se enteraría de que Fred y George lo tomaron.

- Pero ¿y Sirius Black? - susurró Hermione - ¡podría estar utilizando alguno de los pasadizos del mapa para entrar en el castillo! ¡Los profesores tienen que saberlo!

- No puede entrar por un pasadizo - dijo enseguida
Harry - hay siete pasadizos secretos en el mapa, ¿verdad? Fred y George saben que Filch conoce cuatro,  en cuanto a los otros tres... uno está bloqueado y nadie lo puede atravesar; otro tiene
plantado en la entrada el sauce boxeador; de forma que no se puede salir; y el que acabo de atravesar yo..., bien..., es realmente difícil distinguir la entrada, ahí abajo, en el sótano... Así que a menos que supiera que se encontraba allí...

Harry dudó. ¿Y si Black sabía que la entrada del pasadizo estaba allí? Ron, sin embargo, se aclaró la garganta y señaló un rótulo que estaba pegado en la parte interior de la puerta de la tienda:

POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA

Se recuerda a los clientes que hasta nuevo aviso los dementores patrullarán las calles cada noche después de la puesta de sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de Hogsmeade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por lo tanto, que los ciudadanos finalicen las compras mucho antes de que se haga de noche.

¡Felices Pascuas!

- ¿Lo ves? - dijo Ron en voz baja - me gustaría ver a Black tratando de entrar en Honeydukes con los dementores por todo el pueblo, de cualquier forma, los propietarios de Honeydukes lo oirían entrar, ¿no? Viven encima de la tienda.


- Sí, pero... - Parecía que Hermione se esforzaba por hallar nuevas objeciones - mira, a pesar de lo que digas, Harry no debería venir a Hogsmeade porque no tiene autorización, ¡Si alguien lo descubre se verá en un grave aprieto! Y todavía no ha anochecido: ¿qué ocurriría si Sirius Black apareciera hoy? ¿Si apareciera ahora?

- Pues que las pasaría moradas para localizar aquí a Harry - dijo Ron, señalando con la cabeza la nieve densa que formaba remolinos al otro lado de las ventanas con parteluz. Vamos, Hermione, es Navidad. Harry se merece un descanso.

Hermione se mordió el labio, parecía muy preocupada.

- ¿Me vas a delatar? - le preguntó Harry con una sonrisa.

- Claro que no, pero, la verdad...

- ¿Has visto las Meigas Fritas, Harry? - preguntó Ron, tomándole del brazo y llevándoselo hasta el tonel en que estaban - ¿Y las babosas de gelatina? ¿Y las píldoras ácidas? Fred me dio una cuando tenía siete años, me hizo un agujero en la lengua, recuerdo que mi madre le dio una buena tunda con la escoba - Ron se quedó pensativo, mirando la caja de píldoras - ¿Crees que Fred picaría y tomaría una cucaracha si le dijera que son cacahuetes?

- No pasara nada, Herm - aseguro Draco siguiendo a los otros dos.

Después de pagar los dulces que habían tomado, salieron los tres a la ventisca de la calle.

Hogsmeade era como una postal de Navidad, las tiendas y casitas con techumbre de paja estaban cubiertas por una capa de nieve crujiente, en las puertas había adornos navideños y filas de velas embrujadas que colgaban de los árboles.

A Harry le dio un escalofrío, a diferencia de Draco, Ron y Hermione, no había tomado su capa, subieron por la calle, inclinando la cabeza contra el viento, Ron y Hermione gritaban con la boca tapada por la bufanda.

Draco puso su bufanda al rededor del cuello de Harry, sabia que no seria mucho pero ayudaría un poco, Harry sonrió ante el gesto y Draco camino un poco más de prisa, nadie lo noto pero el leve color en sus mejillas y nariz no eran precisamente por el frío.

(¿Pueden basarse ya, par de idiotas?)

- Ahí está correos.

- Zonko está allí.

- Podríamos ir a la cabaña de los gritos.

- Les propongo otra cosa - dijo Ron, castañeteando los dientes - ¿qué tal si tomamos una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas?

A Harry le apetecía muchísimo, porque el viento era horrible y tenía las manos congeladas, así que cruzaron la calle y a los pocos minutos entraron en el bar.

Estaba calentito y lleno de gente, de bullicio y de humo, una mujer guapa y de buena figura servía a un grupo de pendencieros en la barra.

- Ésa es la señora Rosmerta - dijo Ron - voy por las bebidas, ¿eh? - añadió sonrojándose un poco.

Harry y Hermione se dirigieron a la parte trasera del bar; donde quedaba libre una mesa pequeña, entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea, Ron regresó cinco minutos más tarde con tres jarras de caliente y espumosa cerveza de mantequilla.

- ¡Felices Pascuas! - dijo levantando la jarra, muy contento.

Harry bebió hasta el fondo, era lo más delicioso que había probado en la vida, y reconfortaba cada célula del cuerpo.

Una repentina corriente de aire lo despeinó, se había vuelto a abrir la puerta de Las Tres Escobas, Harry echó un vistazo por encima de la jarra y casi se atragantó.

El profesor Flitwick y la profesora McGonagall acababan de entrar en el bar con una ráfaga de copos de nieve, los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas: era Cornelius Fudge, el ministro de Magia, en menos de un segundo, Draco, Ron y Hermione obligaron a Harry a agacharse y esconderse debajo de la mesa, empujándolo con las manos, chorreando cerveza de mantequilla y en cuclillas, empuñando con fuerza la jarra vacía, Harry observó los pies de los tres adultos, que se acercaban a la barra, se detenían, se daban la vuelta y avanzaban hacia donde él estaba.

Hermione susurró:

- ¡Mobiliarbo!

El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos.

Mirando a través de las ramas más bajas y densas, Harry vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se sentaban.

Luego vio otro par de pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó una voz femenina:

- Una tacita de alhelí...

- Para mí - indicó la voz de la profesora McGonagall.

- Dos litros de hidromiel caliente con especias...

- Gracias, Rosmerta - dijo Hagrid.

- Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

- ¡Mmm! - dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.

- El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

- Gracias, Rosmerta, querida - dijo la voz de Fudge - estoy encantado de volver a verte, tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...

- Muchas gracias, señor ministro.

Harry vio alejarse y regresar los llamativos tacones, sentía los latidos del corazón en la garganta, ¿Cómo no se le había ocurrido que también para los profesores era el último fin de semana del trimestre? ¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaba tiempo para volver a entrar en Honeydukes a hurtadillas si quería volver al colegio aquella noche... A la pierna de Hermione le dio un tic.

- ¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? - dijo la voz de la señora Rosmerta.

Harry vio girarse la parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca, luego dijo en voz baja:

- ¿Qué va a ser; querida? Sirius Black, me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

- Sí, oí un rumor - admitió la señora Rosmerta.

- ¿Se lo contaste a todo el bar; Hagrid? - dijo la profesora McGonagall enfadada.

- ¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? - susurró la señora Rosmerta.

- Estoy seguro - dijo Fudge escuetamente.

- ¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? - dijo la señora Rosmerta - me espantaron a toda la clientela, me fatal para el negocio, señor ministro.

- Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti - dijo Fudge con incomodidad - pero son precauciones necesarias... Son un mal necesario, acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los
terrenos del castillo.

- Menos mal - dijo la profesora McGonagall tajantemente.

- ¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

- Bien dicho, bien dicho - dijo el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.

- De todas formas - objetó Fudge -, están aquí para defendernos de algo mucho peor, todos sabemos de lo que Black es capaz...

- ¿Saben? Todavía me cuesta creerlo - dijo pensativa la señora Rosmerta - de toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado... Quiero decir, lo recuerdo cuando era un raño en Hogwarts, si me hubieran dicho entonces en qué se iba a convertir; habría creído que habían tomado demasiado
hidromiel.

- No sabes la mitad de la historia, Rosmerta - dijo Fudge con aspereza - la gente desconoce lo peor.

- ¿Lo peor? - dijo la señora Rosmerta con la voz impregnada de curiosidad - ¿Peor que matar a toda esa gente?

- Desde luego, eso quiero decir - dijo Fudge.

- No puedo creerlo ¿Qué podría ser peor?

- Dices que te acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta - susurró la profesora McGonagall - ¿sabes quién era su mejor amigo?

- Pues claro - dijo la señora Rosmerta riendo ligeramente - nunca se veía al uno sin el otro, ¡La de veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír, ¡Un par de cómicos, Sirius Black y James Potter!

A Harry se le cayó la jarra de la mano, produciendo un fuerte ruido de metal, Ron le dio con el pie.

- Exactamente - dijo la profesora McGonagall -  Black y Potter, cabecillas de su pandilla, los dos eran muy inteligentes, excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca hemos tenido dos alborotadores como ellos.

- No sé - dijo Hagrid, riendo entre dientes - Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás.

- ¡Cualquiera habría dicho que Black y Potter eran hermanos! - terció el profesor Flitwick - ¡Inseparables!

- ¡Por supuesto que lo eran! - dijo Fudge - Potter confiaba en Black más que en ningún otro amigo, nada cambió cuando dejaron el colegio, Black fue el padrino de boda cuando James se casó con Lily, luego fue el padrino de Harry, Harry no sabe
nada, claro. Ya te puedes imaginar cuánto se impresionaría si lo supiera.

- ¿Porque Black se alió con Quien Ustedes Saben? - susurró la señora Rosmerta.

- Aún peor; querida... - Fudge bajó la voz y continuó en un susurro casiinaudible - los Potter no ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos, Dumbledore, que luchaba incansablemente contra Quien Tú Sabes, tenía cierto número de espías,
uno le dio el soplo y Dumbledore alertó inmediatamente a James y a Lily, les aconsejó
ocultarse. Bien, por supuesto que Quien Tú Sabes no era alguien de quien uno se pudiera ocultar fácilmente, Dumbledore les dijo que su mejor defensa era el encantamiento Fidelio.

-,¿Cómo funciona eso? - preguntó la señora Rosmerta, muerta de curiosidad.

El profesor Flitwick carraspeó.

- Es un encantamiento tremendamente complicado - dijo -  que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente, la información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto, y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián secreto opte por divulgarlo, mientras el guardián secreto se negara a hablar, Quien Tú Sabes podía registrar el
pueblo en que estaban James y Lily sin encontrarlos nunca, aunque tuviera la nariz
pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja.

- ¿Así que Black era el guardián secreto de los Potter? - susurró la señora Rosmerta.

- Naturalmente - dijo la profesora McGonagall - James Potter le dijo a Dumbledore que Black daría su vida antes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pensando en ocultarse él también... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado, él
mismo se ofreció como guardián secreto de los Potter.

- ¿Sospechaba de Black? - exclamó la señora Rosmerta.

- Dumbledore estaba convencido de que alguien cercano a los Potter había informado a Quien Tú Sabes de sus movimientos - dijo la profesora McGonagall con voz misteriosa - de hecho, llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando
teníamos un traidor que pasaba información a Quien Tú Sabes.

- ¿Y a pesar de todo James Potter insistió en que el guardián secreto fuera Black?

- Así es - confirmó Fudge - y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el encantamiento Fidelio...

- ¿Black los traicionó? - musitó la señora Rosmerta.

- Desde luego, Black estaba cansado de su papel de espía, estaba dispuesto a declarar abiertamente su apoyo a Quien Tú Sabes, y parece que tenía la intención de hacerlo en el momento en que murieran los Potter. Pero como sabemos todos, Quien Tú Sabes sucumbió ante el pequeño Harry Potter, con sus poderes destruidos,completamente debilitado, huyó, y esto dejó a Black en una situación incómoda, su amo había caído en el mismo momento en que Black había descubierto su juego, no tenía otra elección que escapar...

- Sucio y asqueroso traidor - dijo Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio.

- Chist - dijo la profesora McGonagall.

- ¡Me lo encontré - bramó Hagrid -, seguramente fui yo el último que lo vio antes de que matara a toda aquella gente! ¡Fui yo quien rescató a Harry de la casa de Lily y James, después de su asesinato! Lo saqué de entre las ruinas, pobrecito, tenía una herida grande en la frente y sus padres habían muerto... Y Sirius Black apareció en aquella moto voladora que solía llevar, no se me ocurrió preguntarme lo que había ido a hacer allí, no sabia que él había sido el guardián secreto de Lily y James, pensé que se había enterado del ataque de Quien Ustedes Saben y había acudido para ver en qué podía ayudar, estaba pálido y tembloroso. ¿Y saben lo que hice? ¡ME PUSE A
CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO! - exclamó Hagrid.

(¡Él no es el asesino! ¡Él hubiera cuidado a Harry como un hijo y Harry hubiera crecido con una infancia normal y con alguien que verdaderamente lo quería! ¡Sirius hubiera muerto antes de traicionar a sus amigos! lo siento, tenia que desahogarme).

- Hagrid, por favor - dijo la profesora McGonagall -, baja la voz.

- ¿Cómo iba a saber yo que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Lily y a James? ¡Lo que le turbaba era la suerte de Quien Ustedes Saben! Y entonces me dijo: «Dame a Harry, Hagrid. Soy su padrino. Yo cuidaré de él...» ¡Ja! ¡Pero yo
tenía órdenes de Dumbledore y le dije a Black que no! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de sus tíos, Black discutió, pero al final tuvo que ceder, me dijo que cogiera su moto para llevar a Harry hasta la casa de los Dursley, «No la necesito ya», me dijo, tendría que haberme dado cuenta de que había algo raro en todo
aquello, adoraba su moto, ¿por qué me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto deja demasiadas huellas, es muy fácil de seguir, Dumbledore sabía que él era el guardián de los Potter. Black tenía que huir aquella noche, sabía que el Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero ¿y si le hubiera entregado a Harry, eh? Apuesto a que lo habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su mejor amigo! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni nadie que le importe...

Tras la perorata de Hagrid hubo un largo silencio, luego, la señora Rosmerta dijo con cierta satisfacción:

- Pero no consiguió huir; ¿verdad? El Ministerio de Magia lo atrapó al día siguiente.

- ¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros...! - dijo Fudge con amargura - no fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter, enloquecido de dolor; sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de los
Black, él mismo lo persiguió.

- ¿Pettigrew...? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? - preguntó la señora Rosmerta.

- Adoraba a Black y a Potter. Eran sus héroes - dijo la profesora McGonagall - no era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él, pueden imaginarse cómo me pesa ahora... - su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.

- Venga, venga, Minerva - le dijo Fudge amablemente - Pettigrew murió como un héroe, los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black, dicen que sollozaba: «¡A Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudiste...?» Y entonces sacó la varita, aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.

La profesora McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:

- ¡Qué chico más alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en los duelos, tenía que habérselo dejado al Ministerio...

- Les digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas... Lo habría descuartizado, miembro por miembro - gruñó Hagrid.

- No sabes lo que dices, Hagrid - dijo Fudge con brusquedad - nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorralado, en aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la
Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente, nunca, nunca lo olvidaré, todavía a veces sueño con ello, un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado alcantarillas, había cadáveres por todas partes, Muggles gritando, y Black allí, riéndose, con los
restos de Pettigrew delante... Una túnica manchada de sangre y unos... unos trozos de su
cuerpo

La voz de Fudge se detuvo de repente, cinco narices se sonaron.

- Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta - dijo Fudge con la voz tomada - a Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.

La señora Rosmerta dio un largo suspiro.

- ¿Es cierto que está loco, señor ministro?

- Me gustaría poder asegurar que lo estaba - dijo Fudge - ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo, el asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido, sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black, la mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos, han perdido el juicio... Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía Black, estuvo hablando conmigo con total sensatez, fue desconcertante, me dio la impresión de que se aburría, me preguntó si había acabado de leer el periódico, tan sereno como se puedan imaginar; me dijo que echaba de menos los crucigramas, sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él, y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿saben? Tenía dementores ante la puerta día y noche.

- Pero ¿qué pretende al fugarse? - preguntó la señora Rosmerta - ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunirse con Quien Usted Sabe, ¿verdad?

- Me atrevería a afirmar que es su... su... objetivo final - respondió Fudge evasivamente - pero esperamos atraparlo antes, tengo que decir que Quien Tú Sabes, solo y sin amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse...

Hubo un sonido hueco, como cuando el vidrio golpea la madera, alguien había dejado su vaso.

- Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo.

Todos los pies que había ante Harry volvieron a soportar el cuerpo de sus propietarios, la parte inferior de las capas se balanceó y los llamativos tacones de la señora Rosmerta desaparecieron tras el mostrador, volvió a abrirse la puerta de Las
Tres Escobas, entró otra ráfaga de nieve y los profesores desaparecieron.

- ¿Harry?

Las caras de Ron y Hermione se asomaron bajo la mesa, los dos lo miraron fijamente, sin saber qué decir.

Draco parecía igual de impactado que Harry, había perdido un poco de color y su mente era un revuelo de pensamientos, hasta que recordó lo que suponía que era lo que Gael había dicho.

Flashback

- ¿Quién es él, mamá? - preguntó uno de los pequeños rubios que no superaban los cuarto años, los pequeños sostenían un álbum de fotos.

La foto en particular tenía a cinco personas, dos hombres y tres mujeres, al que el pequeño de ojos grises apuntaba era a alguien que parecía no querer salir en la foto.

- Oh, veras Draco... Él es tú... - comenzó su madre con una pequeña sonrisa.

- Ya no es nadie para esta familia - interrumpió el mayor de los Malfoy haciendo que la mirada de los menores se posar en él - nos traiciono.

Draco vio como la pequeña sonrisa de su madre desaparecía.

- ¿Pero quién es? - insistió con curiosidad.

- Eso ahora ya no importa - dijo fríamente Lucius - se hizo amigo de las personas que no debía, y aun peor se hizo padrino de ese pequeño Harry Potter - dijo con odio - además nunca nadie nos informo que el estaba en las tropas así que dudo que sea verdad.

Fin del flashback.

Harry no sabía muy bien cómo se las había apañado para regresar al sótano de Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en el castillo, lo único que sabía era que el viaje de vuelta parecía no haberle costado apenas tiempo y que no se daba muy clara cuenta de lo que hacía, porque en su cabeza aún resonaban las frases de la conversación que acababa de oír.

¿Por qué nadie le había explicado nada de aquello? Dumbledore, Hagrid, el señor Weasley, Cornelius Fudge... ¿Por qué nadie le había explicado nunca que sus padres habían muerto porque les había traicionado su mejor amigo?

Draco, Ron y Hermione observaron intranquilos a Harry durante toda la cena, sin atreverse a decir nada sobre lo que habían oído, y Draco aunque había recordado eso, ¿ya de que serviría? Además Percy estaba sentado cerca, cuando subieron a la sala común atestada de gente, descubrieron que Fred y George, en un arrebato de alegría motivado por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas, Harry, que no quería que Fred y George le preguntaran si había ido o no a Hogsmeade, se fue a hurtadillas hasta el dormitorio vacío y abrió el armario, echó todos los libros a un lado y rápidamente encontró lo que buscaba: el álbum de fotos encuadernado en piel que Hagrid le había regalado hacía dos
años, que estaba lleno de fotos mágicas de sus padres, se sentó en su cama, corrió las cortinas y comenzó a pasar las páginas hasta que...

Se detuvo en una foto de la boda de sus padres, su padre saludaba con la mano, con una amplia sonrisa, el pelo negro y alborotado que Harry había heredado se levantaba en todas direcciones, su madre, radiante de felicidad, estaba tomada del brazo de su padre. Y allí... aquél debía de ser, el padrino. Harry nunca le había prestado atención.

Si no hubiera sabido que era la misma persona no habría reconocido a Black en aquella vieja fotografía, su rostro no estaba hundido y amarillento como la cera, sino que era hermoso y estaba lleno de alegría, ¿Trabajaría ya para Voldemort cuando sacaron aquella foto? ¿Planeaba ya la muerte de las dos personas que había a su lado? ¿Se daba cuenta de que tendría que pasar doce años en Azkaban, doce años que lo dejarían irreconocible?

«Pero los dementores no le afectan - pensó Harry, fijándose en aquel rostro agradable y risueño - no tiene que oír los gritos de mi madre cuando se aproximan demasiado...»

Harry cerró de golpe el álbum y volvió a guardarlo en el armario, se quitó la túnica y las gafas y se metió en la cama, asegurándose de que las cortinas lo ocultaban de la vista.

Se abrió la puerta del dormitorio.

- ¿Harry? - preguntó la dubitativa voz de Ron.

Pero Harry se quedó quieto, simulando que dormía, oyó a Ron que salía de nuevo y se dio la vuelta para ponerse boca arriba, con los ojos muy abiertos, sintió correr a través de sus venas, como veneno, un odio que nunca había conocido, podía ver a Black riéndose de él en la oscuridad, como si tuviera pegada a los ojos la foto del álbum, veía,
como en una película, a Sirius Black haciendo que Peter Pettigrew (que se parecía a Neville Longbottom) volara en mil pedazos, oía (aunque no sabía cómo sería la voz de Black) un murmullo bajo y vehemente: «Ya está, Señor, los Potter me han hecho su guardián secreto...» Y entonces aparecía otra voz que se reía con un timbre muy agudo, la misma risa que Harry oía dentro de su cabeza cada vez que los dementores se le
acercaban.

Al cabo de tal vez diez minutos, otra persona entro al dormitorio.

- ¿Harry? - esta vez era la voz de Draco, de igual manera guardo silencio - no tienes que fingir que estas dormido conmigo porque se que no lo estas - aseguro mientras se acercaba a su cama pero sin abrir las cortinas - entiendo si no quieres hablar, sólo quiero que sepas que estaré para lo que necesites, no tienes que fingir ser fuerte en momentos como estos, y mucho menos conmigo, Harry, escucharme, si algún día necesitas a alguien para hablar, o un hombro en el cual llorar, o simplemente alguien que este a tu lado, creo que esta de más decirte que estaré aquí, nunca pensaré menos de ti si te necesitas derrumbar de vez en cuando, no tienes que cargar con todo tu sólo, ¿esta bien?

Harry guardo silencio sin saber que decir.

- Te dejaré dormir - dijo empezando a caminar hacia la salida - pero si necesitas algo, en serio no dudes en buscarme.

- Harry..., tienes un aspecto horrible.

Harry no había podido pegar el ojo hasta el amanecer, al despertarse, había hallado el dormitorio desierto, se había vestido y bajado la escalera de caracol hasta la sala común, donde no había nadie más que Ron, que se comía un sapo de menta y se frotaba el estómago, Draco, que leía un libro y Hermione, que había extendido sus deberes por tres mesas.

- ¿Dónde está todo el mundo? - preguntó Harry

- ¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no te acuerdas? - preguntó Ron,mirando a Harry detenidamente - es ya casi la hora de comer,  pensaba ir a despertarte dentro de un minuto.

Harry se sentó en una silla al lado del fuego, al otro lado de las ventanas, la nieve seguía cayendo, Crookshanks estaba extendido delante del fuego, como un felpudo de pelo canela.

- Es verdad que no tienes buen aspecto, ¿sabes? - dijo Hermione, mirándole la cara con preocupación.

- Estoy bien - dijo Harry.

- Escucha, Harry - dijo Hermione, cambiando con Ron una mirada - debes de estar realmente disgustado por lo que oímos ayer, pero no debes hacer ninguna tontería.

- ¿Como qué? - dijo Harry

- Como ir detrás de Black - dijo Ron, tajante.

Harry se dio cuenta de que habían ensayado aquella conversación mientras él estaba dormido. No dijo nada.

- No lo harás. ¿Verdad que no, Harry? - dijo Hermione.

- Porque no vale la pena morir por Black - dijo Ron, él único que parecía no querer hablar era Draco, el cual no había pronunciado palabra desde que había bajado.

Harry los miró, no entendían nada.

- ¿Saben qué veo y oigo cada vez que se me acerca un dementor? - Ron y Hermione negaron con la cabeza, con temor - oigo a mi madre que grita e implora a Voldemort, y si ustedes escucharan a su madre gritando de ese modo, a punto de ser asesinada, no lo olvidarían fácilmente, y si descubrieran que alguien que en principio era amigo suyo la había traicionado y le había enviado a Voldemort...

- No puedes hacer nada - dijo Hermione con aspecto afligido - los dementores atraparán a Black, lo mandarán otra vez a Azkaban... ¡y se llevará su merecido!

- Ya oíste lo que dijo Fudge, a Black no le afecta Azkaban como a la gente normal. No es un castigo para él como lo es para los demás.

- Entonces, ¿qué pretendes? - dijo Ron muy tenso - ¿Acaso quieres... matar a Black?

- No seas tonto - dijo Hermione, con miedo - Harry no quiere matar a nadie, ¿verdad que no, Harry?

Harry volvió a quedarse callado, no sabía qué pretendía, lo único que sabía es que la idea de no hacer nada mientras Black estaba libre era insoportable.

- Tu hermano sabe algo - dijo de pronto - ¿se acuerdan de lo que me dijo en la clase de Pociones? «Pero en tu caso, yo buscaría venganza. Lo cazaría yo mismo.»

- ¿Vas a seguir el consejo de Gael y no el nuestro? - dijo Ron furioso - escucha... ¿sabes lo que recibió a cambio la madre de Pettigrew después de que Black lo matara? Mi padre me lo dijo: la Orden de Merlín, primera clase, y el dedo de Pettigrew dentro de una caja, fue el trozo mayor de él que pudieron encontrar, Black está loco, Harry, y es muy peligroso.

- El padre de Malfoy debe de haberle contado algo - dijo Harry, sin hacer caso de las explicaciones de Ron - pertenecía al círculo de allegados de Voldemort - bien, tal vez estaba pasando un poco la raya teniendo en cuenta que Draco estaba presente, hablara con ellos o no, eran su familia.

- Llámalo Quien Tú Sabes, ¿quieres hacer el favor? - repuso Ron enfadado.

- Entonces está claro que los Malfoy sabían que Black trabajaba para Voldemort...

- ¡Y a Malfoy le encantaría verte volar en mil pedazos, como Pettigrew! Contrólate, lo único que quiere Malfoy es que te maten antes de que tengan que enfrentaros en el partido de quidditch.

- Harry, por favor - dijo Hermione, con los ojos brillantes de lágrimas -, sé sensato, Black hizo algo terrible, terrible, pero no... no te pongas en peligro, eso es lo que Black quiere... Estarás metiéndote en la boca del lobo si fueras a buscarlo, tus padres no querrían que te hiciera daño, ¿verdad? ¡No querrían que fueras a buscar a Black!

- No sabré nunca lo que querrían, porque por culpa de Black no he hablado con ellos nunca - dijo Harry con brusquedad.

- Yo no estaría tan seguro de lo de Black - susurro Draco, inmediatamente las tres miradas se pasaron en él.

- ¿A que te refieres?

- Ayer - comenzó sin saber bien como decirlo - recordé algo, tal vez eso era lo a lo que Gael se refería, no es mucho lo que recuerdo, pero era mi padre diciendo algo de... Black.

- ¿Y? ¿que era lo que decía? - pregunto Harry impaciente.

- Gael y yo estábamos viendo un álbum de fotos, llegamos a una donde había alguien que no conocíamos, le pregunte a mi madre y cuando estaba por contestar mi padre dijo «Eso ahora ya no importa se hizo amigo de las personas que no debía, y aun peor se hizo padrino de ese pequeño Harry Potter, además nunca nadie nos informo que el estaba en las tropas así que dudo que sea verdad

- ¿Quieres decir que tal vez Black no...? - Harry dejo su pregunta en el aire.

- No lo sé, tal vez sea una posibilidad, podría preguntarle a Gael, ya sabes, tal vez me diga algo, claro que seria después, supongo que también se fue.

Hubo un silencio en el que Crookshanks se estiró voluptuosamente, sacando las garras, el bolsillo de Ron se estremeció.

- Mira - dijo Ron, tratando de cambiar de tema -, ¡estamos en vacaciones! ¡Casi es Navidad! Vamos a ver a Hagrid, no le hemos visitado desde hace un montón de tiempo.

- ¡No! - dijo Hermione rápidamente - Harry no debe abandonar el castillo, Ron.

- Sí, vamos - dijo Harry incorporándose - ¡Y le preguntaré por qué no mencionó nunca nada de esto!

Seguir discutiendo sobre Sirius Black no era lo que Ron había pretendido.

- Podríamos echar una partida de ajedrez - dijo apresuradamente - o de gobstones, Percy dejó un juego.

- No. Vamos a ver a Hagrid - dijo Harry con firmeza.

Así que recogieron las capas de los dormitorios y se pusieron en camino, cruzando el agujero del retrato («¡En guardia, felones, malandrines!»), recorrieron el castillo vacío y salieron por las puertas principales de roble.

Caminaron lentamente por el césped, dejando sus huellas en la nieve blanda y brillante, mojando y congelando los calcetines y el borde inferior de las capas, el bosque prohibido parecía ahora encantado, cada árbol brillaba como plata y la cabaña de Hagrid parecía una tarta helada.

Ron llamó a la puerta, pero no obtuvo respuesta.

- No habrá salido, ¿verdad? - preguntó Hermione, temblando bajo la capa.

Ron pegó la oreja a la puerta.

- Hay un ruido extraño - dijo - Escuchen. ¿Es Fang?

Harry, Draco y Hermione también pegaron el oído a la puerta, dentro de la cabaña se oían unos suspiros de dolor.

- ¿Piensan que deberíamos ir a buscar a alguien? - dijo Ron, nervioso.

- ¡Hagrid! - gritó Harry, golpeando la puerta -  Hagrid, ¿estás ahí?

Hubo un rumor de pasos y la puerta se abrió con un chirrido, Hagrid estaba allí, con los ojos rojos e hinchados, con lágrimas que le salpicaban la parte delantera del chaleco de cuero.

- ¡Lo han oído! - gritó, y se arrojó al cuello de Harry

Como Hagrid tenía un tamaño que era por lo menos el doble de lo normal, aquello no era cuestión de risa, Harry estuvo a punto de caer bajo el peso del otro, Draco, Ron y Hermione lo rescataron, tomaron a Hagrid cada uno de un brazo y lo metieron en la cabaña, con la ayuda de Harry Hagrid se dejó llevar hasta una silla y se derrumbó sobre la mesa, sollozando de forma incontrolada, tenía el rostro lleno de lágrimas que le goteaban sobre la barba revuelta.

- ¿Qué pasa, Hagrid? - le preguntó Hermione aterrada.

Harry vio sobre la mesa una carta que parecía oficial.

- ¿Qué es, Hagrid?

Hagrid redobló los sollozos, entregándole la carta a Harry, que la leyó en voz alta:

Estimado Señor Hagrid:

En relación con nuestra indagación sobre el ataque de un hipogrifo a un alumno que tuvo lugar en una de sus clases, hemos aceptado la garantía del profesor Dumbledore de que usted no tiene responsabilidad en tan lamentable incidente.

- Estupendo, Hagrid - dijo Ron, dándole una palmadita en el hombro.

Pero Hagrid continuó sollozando y movió una de sus manos gigantescas, invitando a Harry a que siguiera leyendo.

Sin embargo, debemos hacer constar nuestra preocupación en lo que concierne al mencionado hipogrifo, hemos decidido dar curso a la queja oficial presentada por el señor Lucius Malfoy, y este asunto será, por lo tanto, llevado ante la Comisión para las Criaturas Peligrosas. La vista tendrá lugar el día 20 de abril. Le rogamos que se presente con el hipogrifo en las oficinas londinenses de la Comisión, en el día indicado. Mientras tanto, el hipogrifo deberá permanecer atado y aislado.

Atentamente...

Seguía la relación de los miembros del Consejo Escolar.

- ¡Vaya! - dijo Ron - pero, según nos has dicho, Hagrid, Buckbeak no es malo. Seguro que lo consideran inocente.

- No conoces a los monstruos que hay en la Comisión para las Criaturas Peligrosas... - dijo Hagrid con voz ahogada, secándose los ojos con la manga - la han tomado con los animales interesantes.

Un ruido repentino, procedente de un rincón de la cabaña de Hagrid, hizo que Harry, Draco, Ron y Hermione se volvieran, Buckbeak, el hipogrifo, estaba acostado en el rincón, masticando algo que llenaba de sangre el suelo.

- ¡No podía dejarlo atado fuera, en la nieve! - dijo con la voz anegada en lágrimas - ¡Completamente solo! ¡En Navidad!

Harry, Draco, Ron y Hermione se miraron, nunca habían coincidido con Hagrid en lo que él llamaba «animales interesantes» y otras personas llamaban «monstruos terroríficos».

Pero Buckbeak no parecía malo en absoluto, de hecho, a juzgar por los habituales parámetros de Hagrid, era una verdadera ricura.

- Tendrás que presentar una buena defensa, Hagrid - dijo Hermione sentándose y posando una mano en el enorme antebrazo de Hagrid - estoy segura de que puedes demostrar que Buckbeak no es peligroso.

- ¡Dará igual! - sollozó Hagrid - Lucius Malfoy tiene metidos en el bolsillo a todos esos diablos de la Comisión. ¡Le tienen miedo! Y si pierdo el caso, Buckbeak...

Se pasó el dedo por el cuello, en sentido horizontal. Luego gimió y se echó hacia delante, hundiendo el rostro en los brazos.

- ¿Y Dumbledore? - preguntó Harry.

- Ya ha hecho por mí más que suficiente - gimió Hagrid - con mantener a los dementores fuera del castillo y con Sirius Black acechando, ya tiene bastante.

Draco, Ron y Hermione miraron rápidamente a Harry, temiendo que comenzara a reprender a Hagrid por no contarle toda la verdad sobre Black, pero Harry no se atrevía a hacerlo, por lo menos en aquel momento en que veía a Hagrid tan triste y asustado.

- Escucha, Hagrid - dijo - , no puedes abandonar, Hermione tiene razón, lo único que necesitas es una buena defensa. Nos puedes llamar como testigos...

- Estoy segura de que he leído algo sobre un caso de agresión con hipogrifo - dijo Hermione pensativo - donde el hipogrifo quedaba libre, lo consultaré y te informaré de qué sucedió exactamente.

Hagrid lanzó un gemido aún más fuerte. Harry y Hermione miraron a Ron y Draco implorándoles ayuda.

- Eh... ¿preparo un té? - preguntó Ron. Harry lo miró sorprendido - es lo que hace mi madre cuando alguien está preocupado - musitó Ron encogiéndose de hombros.

Por fin, después de que le prometieran ayuda más veces y con una humeante taza de té delante, Hagrid se sonó la nariz con un pañuelo del tamaño de un mantel, y dijo:

- Tienen razón, no puedo dejarme abatir, tengo que recobrarme...

Fang, el jabalinero, salió tímidamente de debajo de la mesa y apoyó la cabeza en una rodilla de Hagrid.

- Estos días he estado muy raro - dijo Hagrid, acariciando a Fang con una mano y limpiándose las lágrimas con la otra - he estado muy preocupado por Buckbeak y porque a nadie le gustan mis clases.

- De verdad que nos gustan - se apresuró a mentir Hermione.

- ¡Sí, son estupendas! - dijo Ron, cruzando los dedos bajo la mesa - ¿cómo están los gusarajos?

- Muertos - dijo Hagrid con tristeza - demasiada lechuga.

- ¡Oh, no! - exclamó Ron. El labio le temblaba.

- Y los dementores me hacen sentir muy mal - añadió Hagrid, con un estremecimiento repentino - cada vez que quiero tomar algo en Las Tres Escobas, tengo que pasar junto a ellos, es como estar otra vez en Azkaban.

Se quedó callado, bebiéndose el té. Harry, Draco, Ron y Hermione lo miraban sin aliento, no le habían oído nunca mencionar su estancia en Azkaban. Después de una breve pausa, Hermione le preguntó con timidez:

- ¿Tan horrible es Azkaban, Hagrid?

- No te puedes hacer ni idea - respondió Hagrid, en voz baja - nunca me había encontrado en un lugar parecido, pensé que me iba a volver loco, no paraba de recordar cosas horribles: el día que me echaron de Hogwarts, el día que murió mi padre, el día que tuve que desprenderme de Norbert... - Se le llenaron los ojos de lágrimas. Norbert
era la cría de dragón que Hagrid había ganado cierta vez en una partida de cartas - al cabo de un tiempo uno no recuerda quién es, y pierde el deseo de seguir viviendo, yo hubiera querido morir mientras dormía, cuando me soltaron, fue como volver a nacer; todas las cosas volvían a aparecer ante mí, fue maravilloso. Sin embargo, los
dementores no querían dejarme marchar.

- ¡Pero si eras inocente! - exclamó Hermione.
Hagrid resopló.

- ¿Y crees que eso les importa? Les da igual, mientras tengan doscientas personas a quienes extraer la alegría, les importa un comino que sean culpables o inocentes - Hagrid se quedó callado durante un rato, con la vista fija en su taza de té, luego añadió en voz baja -: Había pensado liberar a Buckbeak, para que se alejara volando... Pero ¿cómo se le explica a un hipogrifo que tiene que esconderse? Y... me da miedo transgredir la ley... - los miró, con lágrimas cayendo de nuevo por su  - no quisiera volver a Azkaban.

Esta vez si volví pronto 😎

Att:Malfoy-Potter

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