El lado oscuro del deseo (sas...

By sasunaru159

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Durante diez años, Naruto le volvió la espalda al pasado, decidiendo aceptar la traición de Sasuke Uchiha y... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 7

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By sasunaru159

Naruto alzó la cara, buscando y encontrando la de Sasuke, fija en la de él.

Levantó la barbilla, sostenida por ese orgullo que lució por conservar

- ¿Es mi hijo, Naruto? -le preguntó.

No replicó, no podía. La verdad se le atoró en la garganta. Todo lo que pasaba era su culpa. Nunca debió irse de allí hacía diez años. Jamás debió permitir que esos malditos Uchihas los intimidaran a él y a su madre. Y ni siquiera debió pensar en abandonar la cabecera de la enferma cuando sabía que no estaba preparado para esa separación.

Las lágrimas le nublaron la vista y la culpa le pasó sobre, los hombros. Gaara y Sai cuidaban bien a Menma, no le pasaría nada.

Era Sasuke quien lo alejaba del hospital, aceptó con amargura. Sasuke la fuerza de su atracción.

-Mira... -se le acercó, sin tocarlo-, hoy ya no podemos ayudarla. Volvamos a casa antes de que se desate la tormenta.

A casa... la frase no le inspiraba nada agradable. Su casa quedaba a varios cientos de kilómetros de distancia, en un sector industrial.

Cruzo el cuarto, recogió sus pertenencias y contempló por última vez a su madre, antes de inclinarse para besarle la mejilla.

-Te quiero mucho, mamá -susurró, luego se enderezó, con la cara cubierta por una máscara de frialdad, para después seguir a Sasuke hasta e ascensor.

Sasuke tenía razón. Empezaba a nevar y eso lo tranquilizó. Significaba que él tendría que concentrarse en el camino resbaloso y no lo interrogaría.

Una vez dentro de la mansión, Naruto se dirigió a las escaleras esperando escapar a su cuarto antes que Sasuke entrara en la casa. Pero no tuvo esa oportunidad

-No tan rápido -la advirtió y el, con un suspiro de derrota volvió para mirarlo-


En el estudio -le indicó y, sin otras palabras lo obedeció. Se quitó el abrigo y se sentó, inclinándose hacia adelante para calentarse las el fuego de la chimenea.

Sasuke lo siguió, también se quitó su grueso abrigo y lo echó sobre una silla.

- ¿Es mi hijo? -repitió la pregunta que él no contestó en el hospital.

-Según la mayoría de las personas, no -soltó una carcajada horrible, recordando esas terribles acusaciones, los desafíos humillantes acerca de si podía determinar de quién era el hijo que llevaba en el vientre; la rabia; la hostilidad, la desconcertante confusión de lo que le sucedía... Volvió a vivir el dolor del rechazo, el miedo paralizador de no saber a dónde ir, cómo lograría mantenerse a la edad de dieciséis años, con un bebé y sin nadie a quien le importara si estaba sano o sí se moría.

-No fue eso lo que te pregunté -lo atajó, con la ira centelleando en los ojos negros-. Trato de averiguar si tú y yo tenemos un hijo del que no sé ni media palabra.

-No, no tienes un hijo del que no sabes ni media palabra -se rió de nuevo y otra vez la risa sonó falsa-. Aunque tengas un hijo cuya existencia alguna vez conociste y del cual quisiste deshacerte en nombre del orgullo familiar -se burló, sarcástico. .

- ¿De qué hablas? -lo observó, sin entender-. Jamás, jamás, induciría a un doncel a robarle a su hijo el derecho a vivir... no importa cuales fueran las circunstancias negativas que la rodearan.

- ¿Ah, no? -se levantó, odiándolo, despreciándolo por su maravillosa habilidad para mentir hasta a sí mismo... a juzgar por su gesto de desconcierto-: ¿Así qué el imponente cheque que me entregaron en tu nombre, para abortar a mi hijo, no tenía nada que ver contigo?

Sasuke se puso de pie de un salto y su rostro se convirtió en una máscara de ira.

-Espera un momento... -tiró del brazo de naru para mantenerlo inmóvil, frente a él-. Jamás te envié un cheque -siseó- ni escribí o autorice. Por lo tanto, deja de convertirme en el asesino de ese indefenso.

-Pues eso es precisamente lo que te considero -se mofo.

-Escúchame, Naruto. - si naru pensaba que lo sacudía una agresión ardiente, la rabia de Sasuke la opacaba. Sus dedos le lastimaban el brazo mientras agregaba-: ¡No permitiré que me hables de ese modo! ¡Maldición adoraba el suelo que pisabas!

Una vez creyó ese apasionado juramento. No volvería a hacerlo.

-Me niego a discutirlo -exclamó, zafándose de su mano para acercarse a la chimenea, temblando tanto, que tuvo que abrazarse para controlarse.

El también necesitó un momento para dominarse y naru escuchó que aspiraba con fuerza, antes de insistir, en voz baja y cargada de emoción:

- ¿El hijo que escondiste en algún rincón de esta tierra olvidada de Dios... es mío,

o no?

¡No! quiso gritarle, con toda la fuerza de sus pulmones. No es tuyo, ni ahora, ni

nunca.

Pero sólo continuo contemplando el fuego, con los ojos ardiendo corno carbones. Y, dentro de él, diez años de amarga desilusión, subían a la superficie de su ser, manteniéndolo tembloroso y tenso, como un volcán a punto de explotar, haciéndolo desear gritar, golpear, mutilarlo, como él alguna vez lo mutiló. Intentó mentirle, para sentir un gozo indescriptible al negarle el derecho de llamar hijo a Menma. ¿Por qué debía mentir acerca de la concepción de Menma? Era hijo de él y lo enorgullecía ser su papi... no importaba lo que sintiera el padre respecto a la parte que Salió en esa procreación.

Giró sobre sus talones, con las pupilas llameantes de odio y dijo, con los dientes apretados:

-Sí, es tu hijo... aunque él ni siquiera sepa quién es su padre.

Su reacción lo sorprendió: en lugar de llamarlo mentiroso, o exigirle que justificara esa afirmación ofreciéndole pruebas irrefutables; en vez de poner en duda su habilidad de saber quién era el padre de su hijo, observó que palidecía y que su rostro se contorsionaba en un gesto inhumano; como naru jamás vio en la cara de otro hombre.

-Te podría estrangular, Naruto... -susurró, ronco-. Me encantaría poner mis manos alrededor de tu hermoso cuello y sofocarte. ¿Cómo te atreves a esconder a un hijo de mi carne, a un hijo de mi sangre, durante diez malditos años, para que yo no lo conozca?

Alarmado por la violencia que lo sacudía, retrocedió y su tacón chocó contra el enrejado de bronce de la chimenea, casi haciéndolo perder el equilibrio. Sasuke estiró una mano y lo pescó del hombro para enderezarlo, casi triturándole los huesos.

- ¿Tienes miedo, eh? -Se burló, entrecerrando los ojos hasta convertirlos en una ranura de plata-. Me agrada, mi pequeño tormento. Porque, ¡por Dios!, tienes razón para temerme.

La hostilidad brilló en la mirada de Naruto, que no bajó los ojos, retándolo, mientras sus recriminaciones secretas los mantenían rígidos, listos para lastimarle.

-Es mi hijo, Sasuke -le aclaró, con un derecho de posesión tan evidente que lo estremeció-. ¡Mío! ¿Oíste? La única parte que tú proporcionaste para crearlo fue una breve eyaculación, de animal en celó.

La bofetada lo obligó a callarse.

-No vuelvas a degradar su existencia de esa forma de nuevo -le advirtió, escupiéndolo con su desprecio.

La mejilla le ardía y sus labios le latían donde su pulgar los golpeó. Sasuke se apartó de él, dándole la espalda para tratar, con enorme esfuerzo, de controlar la violencia de su temperamento, mientras el dolor y la humillación le devolvían la cordura a Naruto.

-Lo siento... -musitó, con remordimiento. Aunque nada más fuera en eso, él tenía razón. No debía degradar la existencia de su hijo.

Se volvió para mirarlo y luego apartó la vista, clavándola en sus pies. Metió las manos en los bolsillos y el silencio se extendió entre ellos, cargado de una tempestad de emociones demasiado complicadas para entenderlas.

-Llámalo -le ordenó de pronto, acercándose a él, amenazador.

- ¿Qué?-preguntó, alelado, abriendo los ojos por el asombro.

-Telefonéale -repitió, pescándolo del brazo para arrastrarlo hasta el escritorio-.

Llama a nuestro hijo -le ladró-. Supongo que tienes el medio de ponerte en contacto con él. ¿Y bien? -le puso el auricular en las manos. ¡Hazlo! ¡Quiero oír su voz!

Temblando, consciente de que Sasuke mantenía el control sobre sí por un hilo y seguro de que lo golpearía de nuevo si no tenía cuidado, empezó a marcar y logró comunicarse con la casa de Gaara.

Le dolía la garganta y se le cerraba por las lágrimas. El sonido del timbre cesó y escuchó la voz de Gaara por la línea.

-Hola, Gaara -lo saludó y debió toser para aclararse la garganta-. ¿C-cómo está

Menma?

-A punto de acabar con el pobre de Sai -le informó, sin que su amigo se

percatara de la emoción que agudizaba la voz de Naruto-. Fueron a patinar sobre hielo hoy, como estaba planeado. El pobre de Sai aterrizó sobre su espalda y Menma tuvo que sacarlo de la pista muerto de cansancio.

-Dile que quiero hablar con él -ni siquiera pudo reírse con Gaara.

- ¿Pasa algo malo, Naru? -preguntó el, de repente.

-No -le aseguró, abriendo los ojos azules para contener las lágrimas-. ¡Todo está bien!. Llama a Menma, por favor. Necesito hablar con él.

-Seguro... -bromeó Gaara, sin creerle ni una palabra. Pero lo obedeció y Naruto la oyó gritar el nombre del niño.

-Así que Menma era el amante responsable, ¿eh? -Se mofó Sasuke, recorriéndolo con los ojos-. ¡Maldito! ¡Le hablabas a mi hijo dos veces al día usando mi teléfono! ¡Maldito!

-repitió, asqueado.

- ¡papi! -Naruto parpadeó al oír la vocecilla familiar y la tensión que lo invadía empezó a repicar en su cerebro-. ¿el tío Gaara te contó lo del tío Sai? -Rió, sin imaginar que su papi se moría de la pena al otro lado de la línea-. Te lo juro, fue lo más gracioso del mundo. De repente se pone a patinar, con mucha confianza y me dice: "Quédate allí, Menma, viejo, mientras yo...

Ya no oyó más. Sasuke le arrancó el teléfono de la mano y se quedó quieto, observando la cara del hombre mientras escuchaba la voz de su hijo por vez primera, palideciendo con cada segundo que pasaba, con la emoción pintada en sus facciones.

Entonces vio, con sobresalto, que Sasuke alzaba la vista para acusarlo; sus ojos se llenaron de lágrimas y su boca tembló, sofocando una emoción que rompía su compostura en mil pedazos.

Le entregó el auricular y lo contempló tambalearse, como un borracho, para dejarse caer sobre una silla, hundiendo la cabeza entre sus manos.

-De cualquier modo- concluyó Menma con un entusiasmo ingenuo-, logre que volviera a patinar y que no se cayera de nuevo. La próxima vez que vayamos, llevaré un cojín para amarrárselo en el trasero; ¡Ay! -su carcajada resonó en la cabeza de Naruto. Una parte de mente registró que Sai debió darle un coscorrón al niño para que no se vanagloriara demasiado y otra seguía fija en Sasuke-. ¿Cuándo regresarás, papi?

Naruto saltó, sorprendido por esa pregunta, atontado a tal grado que le resultaba imposible contestar con lógica. Giró para estudiar la figura contraída de Sasuke, intentando recobrarse. Se le acercó y él se puso tenso, esperando que volviera a arrebatarle el teléfono para decirle a Menma quién era y tachar a su papi de malvado y mentiroso. El miedo lo estrujó, quemándole la espina dorsal, como un espasmo. Escuchó el sonido del vidrió sobre vidrio y comprendió, con una intensa sensación de alivio, que Sasuke se servía una copa.

-Mira, Menma... -logró ordenar la niebla de su mente-, aquí ha nevado mucho y no puedo saber cuándo regresaré...

- ¡Te lo dije! -exclamó, encantado-. ¿No te lo dije?

-Sí -sonrió, a pesar de la tensión de sus músculos faciales-. Sí, me lo dijiste -y, por alguna razón, las lágrimas lo ahogaron-. Te extraño mucho, mi amor... -murmuró-. Lamento este retraso. -

-No te preocupes -declaró, con magnanimidad, pero Naruto adivinó la desilusión en su voz-. Supongo que tendré que soportar al tío Gaara y al tío Sai unos días más

-bromeo con las dos personas que lo escuchaban junto a él.

Se despidieron y el contempló de nuevo a Sasuke, encogido en la silla, con un vaso medio vacío en la mano.

Se mordió el labio, incierto, y se sentó frente a él, sabiendo que eso sólo fue el principio.

-Dime su nombre... su nombre completo -exigió, sin levantar la cabeza.

-Menma... Sasuke Uzumaki -respondió, en voz baja.

-Pues, supongo que es algo, por lo menos -comentó, sacudiendo la cabeza-.

¿Cuándo nació? -continuó. -.

-E-en marzo -tartamudeó-. Cumplirá diez años el veinte de marzo. -

Sasuke asintió, registrando la información. Se llevó el vaso a los labios y bebió, tenso. Naruto esperaba comprendiendo que Sasuke todavía luchaba por controlar sus emociones.

- ¿A quién se parece? -

Se le llenaron los ojos de lágrimas; las preguntas lo agobiaban y no podía soportarlas.

-A ti-susurró-. Se parece a ti -inclinó la cabeza, tratando de que el pasado no lo destrozara.

-Dios del cielo -lo oyó suspirar, ronco-, ¿qué te hice para que a apartaras a mi hijo de mi lado, hace diez años?

El levantó la cabeza, con los ojos tristes por el sufrimiento que le causaba esa burla.

-Yo te escribí, Sasuke -le recordó, desesperado-. Me miras como si hubiera cometido un terrible crimen en tu contra... te escribí diciéndote que estaba embarazado. ¡Tienes que recordarlo! -Y de repente Naruto le lanzó toda su amargura, atacándolo-: Te rogué que volvieras a casa y me ayudaras. Y tú, ni siquiera te molestaste en contestarme.

- ¿Una carta? -Su rostro mostró una terrible confusión-. Yo no recibí carta tuya

-asentó.

- ¡Oh... deja de fingirte inocente! -Lo acusó, asqueado con ese asunto-. ¡Claro que la recibiste! Tú...

- ¿Estás seguro de que la enviaste por correo? -se mofó, cínico.

-Sí, desde luego -recordaba el día con claridad. Llovía y acababa de recibir la respuesta positiva a su prueba de embarazo. Le escribió en un papel y un sobre especial de correo aéreo, suplicándole que volviera, describiéndole su miedo, porque no sabía qué hacer. Luego corrió bajo la lluvia para meterla al buzón, al pie de la cabina Entonces, Sakura lo alcanzó. "Por el amor del cielo, Naru... ¿qué haces corriendo bajo la lluvia?'' No le prestó atención a sus sarcasmos, pues su preocupación ocupaba todos sus pensamientos.

-Tengo que llevar esta carta al buzón -le contestó, sin detenerse. El auto que conducía Sakura mantenía la misma velocidad que él, con el vidrio bajado para que su rival pudiera seguirse mofando de él.

-No seas estúpido -se rió, extendiendo una mano por la ventana-. Dame esa carta y yo la meteré al buzón. Te ahogarás si te quedas afuera más tiempo.

Como no quería confiarle esa carta a nadie, excepto al buzón, Naruto titubeó un momento; pero la lluvia arreciaba, estaba nerviosísimo y mareado así que debió apretarse el estómago para no vomitar. Le tendió la carta y Sakura sonrió, condescendiente; antes de alejarse, prometiéndole cumplir con su cometido. Naruto se quedó en el mismo sitio, las gotas de agua caían de su cabello y su nariz, para observar que el auto se detenía en la curva del camino. Sakura lo saludó con un ademán, salió del coche y puso la carta en el buzón.

¡Desde luego que la carta fue enviada! Una nueva ola de desprecio la sacudió. El padre de Sasuke lo confirmó cuando lo mandó llamar a la mansión y empezó a insultarlo una semana después, afirmando que su hijo negaba cualquier responsabilidad en ese embarazo y que si intentaba chantajear a Sasuke para que se casara con él, se arrepentiría... pues ningún hijo suyo se casaría con un pequeño prostituto, que tenía fama de entregarse a cualquier chico de la zona que se lo pidiese.

- ¡Claro que la envié! -repuso, mordaz-. Y tú la recibiste.

- ¿Cómo puedes estar seguro de eso? -lo retó.

-Lo sé, es todo -insistió, necio, porque no quería inmiscuir a un muerto en ese asunto.

-De acuerdo... -contuvo su ira con esfuerzo-. Supongamos que existió una carta, que la enviaste, como afirmas, y ¿que se te ha ocurrido alguna vez que quizá no la recibí?

-No -apretó la boca y Sasuke lo miró cómo si no creyera lo que es taba sucediendo.

-Piensa, Naruto -lo urgió, con paciencia-. ¿Cuándo, en todos los años que nos conocimos, te fallé?

Tú eres mi caballero andante, mi campeón, y yo tu dama en aprietos, el eco de su voz le llegó a los oídos y las lágrimas le humedecieron los ojos al verse como un adolescente feliz, que él bajaba de un muro de piedra, demasiado alto para librar de un salto.

¿Cuándo dejarás de asustarme, Naruto? ¿No sabes lo vital que eres para mí propia existencia?

Todo fue una equivocación... volverse amantes, la consecuencia de ese amor que trajo más problemas y desilusiones de los que Naruto hubiera sufrido en su corta vida.

Pero el no debió huir. Lo sabía con una certeza que ahora aceptaba con la madurez de la experiencia. Y Sasuke se habría enfrentado a sus responsabilidades en lugar de permitir que su padre lo sacara de ese lío.

-Ahora ya no importa lo que te responda -se puso de pie, endureciendo su corazón contra ese hombre-, porque ya pasó el momento de enderezar entuertos

-enfatizó, cansado-. Quizá creamos un hijo, Sasuke, pero realmente no eres su padre. En cuanto a Menma se refiere, ha vivido feliz sin ti. Y sobrevivirá sin conocerte.

-Oh, así lo crees, ¿verdad? -Ágil, como un gato tras su presa, se enderezó de un salto-. Entonces, permíteme aclararte, malvado egoísta, que mi hijo conocerá a su padre -lo asió, acercándolo a su cara de modo que no le quedó más remedio que presenciar la fuerza de su decisión grabada en sus pupilas-. Me debes diez años de su vida. ¡Diez años! ¡Y los recuperaré, maldita sea, los recuperaré a toda costa! Y mi hijo vivirá aquí, lo tendré viviendo aquí, conmigo, en menos de una semana. Y tú puedes irte al infierno, para lo que me importa.

Si esa amenaza no fue suficiente para lanzarlo a un remolino de pánico ciego, el beso que le plantó con crueldad en los labios, lo logró. Aplastó su delgado cuerpo contra él, rodeándolo con sus brazos, igual a dos tenazas, y sus manos se hundieron en la mata de su cabello, impidiéndole mover la cabeza con la violencia del beso.

-No... -Gimió cuando él apartó la boca por un breve momento-. Por favor, no...

- ¿Por qué no? -lo retó-. Solías maravillarte con mis besos, entregarme en ellos toda la pasión que poseías -le rozó con suavidad los labios, despertando sus sentidos-. Lo nuestro no pudo morir de repente; no lo creo.

Lo besó de nuevo, con dureza y furia; exigiendo- la respuesta que adivinaba estaba allí, escondida entre las cenizas de oscuras represiones. Y casi de inmediato aquellas brasas empezaron a encenderse, a arder mientras movía la boca hacia atrás y hacia adelante, hacia atrás y hacia adelante, alentando el fuego, provocándolo, urgiéndolo a surgir con la llama de la vida, al tiempo que sus manos le masajeaban las sienes.

Se meció, su cuerpo se arqueó apretándose contra la dureza de ese hombre y Sasuke gimió en el fondo de su garganta, las mejillas le ardieron y de pronto, temblando, ahondó el beso y lo llevó, protestando, a través del tiempo al momento en que esas caricias se vivieron.

-Por favor, Sasuke -le rogó, cuando él le pasó sus labios húmedos por la mejilla, hasta encontrar el lóbulo de la oreja-, no vuelvas a hacerlo.

- ¿Piensas que a mí me gusta esto? -Gruñó usando sus manos para ladearle la cabeza y ver el deseo pintado en sus ojos-. Cometiste el peor crimen que puede existir al ocultarme el nacimiento de mi hijo. Pero, ¡que Dios me ayude, Naruto, todavía te deseo, te he anhelado desde que te vi caminar ante mí en la estación de ferrocarril tan frío y elegante que agitaste el fuego en mí porque presentía lo que se ocultaba tras esa fachada -la furia de su cálido aliento le quemó la piel, obligándolo a parpadear bajo una ola de placer- Y esto-su voz sombría se enronqueció al acercar su boca a la de el-; Y es lo único que te salva, Naruto. Haz que te desee y permitiré que conserves a tu hijo. De otro modo, te lo arrebataré y nunca volverás a verlo.

La brutalidad de esa amenaza lo golpeó y gimió, sabiendo que decía la verdad y que lo cumpliría también. Sasuke tenía el poder y el dinero para quitarle a Menma, aunque no tuviera a la justicia de su parte. Y ¿podría atraer a Menma con promesas, deslumbrándolo con lo que todos los niños sueñan y rara vez consiguen? Conocía la vulnerabilidad de su hijo, la peor consistía en no tener padre, como sus amigos.

-Siempre te odiare por esto -exclamo, luchando contra las nubes tormentosas de pasión, mientras él asaltaba sus labios.

-Entonces, ódiame -aceptó, seco-. Porque aunque vivas cien años, jamás me despreciarás tanto como yo, en este momento.

Entonces lo besó, oprimiéndola con la fuerza punitiva de su sensualidad que cesó casi tan pronto como empez6

-Ponte el abrigo -le dijo, mientras él lo miraba con ojos muy abiertos. Él ya se ponía el suyo, como un hombre preparándose para una misión que lo conduciría al infierno, pero decidido a no cambiar de rumbo.

- ¿A... a dónde? -se lamió los labios cálidos y saboreó la dulzura que él dejara con su lengua, tratando de dominarse, de dejar de temblar-. ¿A dónde vamos? -repitió, ansiosa, sin comprenderlo.

-A buscar a mi hijo - le contestó, inconmovible.

- ¡Imposible, Sasuke! -Naruto regresó a la tierra de golpe-. No podemos llegar a Londres esta noche. ¡Está nevando! Nos detendremos en la carretera y... ¡Por el amor del cielo... ! -lo asió del brazo, obligándolo a mirarlo-. ¡Mañana! -le rogó, con los ojos desorbitados pero la voz suave. Sasuke todavía no pensaba con claridad, reflexionó-. Para entonces habrá dejado de nevar y las máquinas habrán limpiado los caminos. Por favor -lo urgió-. Dejémoslo para mañana.

Lo miró, escuchó cada palabra y luego le ordenó, sin modulaciones:

-Ponte tu abrigo, Naruto -intransigente, decidido, quizá un poco loco.

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