•Capítulo 31: Nosotros•

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•Cinco días para el final de las vacaciones•

Sonreí con dulzura al apreciar la bonita escena proyectándose frente a mí. Lizzy, Leo, Thomas y Brad rodeaban la cama de Nate, llenándolo de todo tipo de preguntas. La pequeña rubia que el chico tenía como hermana no se había separado ningún solo segundo de él, recordándole en cada oportunidad que tenía lo mucho que lo había extrañado.

¿Cuánto tiempo llevaba recargada contra el marco de la puerta sólo observándolos? No lo sabía con precisión. Más de treinta minutos, quizá, pero me era imposible despegar la mirada de ellos y dejar de apreciar lo alegre que se veía Nathan por finalmente haber vuelto a casa.

Sí, habíamos llegado a casa de los Hederson hacía tan sólo unas horas. Apenas Nate salió del hospital, decidimos volver a la ciudad y no quedarnos un día más como lo teníamos planeado desde un inicio. Después de lo que había sucedido y de los pocos días que quedaban para el final de las vacaciones, ya no podíamos permanecer en la cabaña de la playa. De todas formas, tarde o temprano tendríamos que regresar.

—Hey, hey, hey, duendecitos, abran paso. Hora de dejar a mi esposo descansar.

Solté una risa por lo bajo en cuanto oí a Steve detrás de mí, quien se aproximó a pasos rápidos en dirección a Nate con una bandeja llena de comida en mano. Brad, Thomas y Leo obedecieron de inmediato al verlo acercarse a la cama, a excepción de Lizzy, que, en su contrario, se recostó junto a su hermano mayor, cruzándose de brazos.

—¿Por qué le dices esposo a mi hermano? —cuestionó ella— Lane se va a poner celosa, es su novia

Una sonrisita traviesa se hizo presente en los labios de Nate y Steve ante las palabras de la menor. Por otro lado, yo, abrí los ojos de par en par al oírla, sorprendida.

—Novia —repitió Nate, observándome divertido— Eso suena muy bonito.

—Bueno, Lane es su novia, yo soy su esposo, ¿qué problema hay con eso? —Intervino Steve, dejando descansar la bandeja sobre el regazo de su mejor amigo—. Ten, esposo, come.

—Ellos no son novios —habló Brad con el ceño fruncido, posando sus ojos en mí— ¿Verdad?

—Que tú no quieras aceptarlo es distinto —canturreó Thomas a su lado, regalándome una dulce sonrisa—. Yo creo que ambos lucen muy lindos juntos, y si eso los hace feliz, adelante... —hizo una pausa, elevando ambas cejas— Por cierto, ¿ya puedo llamarte cuñada?

Reí.

Thomas Hederson es todo lo que está bien en esta vida.

La habitación no tardó en llenarse de sonoras voces por doquier, las que se fueron desvaneciendo con el pasar de los minutos. Los chicos decidieron irse a la planta de abajo para así poder dejar a Nathan descansar, pero, tal y como había sucedido cuando Steve entró, Lizzy parecía no querer moverse y se aferró con fuerza al brazo izquierdo de su hermano.

—Quiero estar con Nate —se quejó ella, haciendo un pequeño puchero—. Yo puedo cuidarlo.

La conexión de hermandad que tenían Nate y Lizzy era de las más bonitas e increíbles que había visto alguna vez. Lizzy era la consentida y la pequeña de Nate. El chico siempre me hablaba de su hermanita como si fuese ese ángel que llegó a iluminar no sólo su vida, sino que la de toda su familia.

—Duendecito, tiene que comer para luego descansar —replicó Steve— ¿No lo ves? El pobre parece un...

—Un... —alargó la pequeña al oír el silencio del chico.

—No lo sé, nunca he sido bueno haciendo comparaciones —Steve se encogió de hombros. Tomó la cuchara que descansaba sobre la bandeja y la llenó con, lo que supuse, era algún tipo de caldo, para luego acercarlo a la boca de Nate—. Abre.

Un Dulce InviernoWhere stories live. Discover now