•Capítulo 22: La cita•

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—¿Así que Nate? ¿Eh?

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—¿Así que Nate? ¿Eh?

Dejé de cepillar mi cabello al oír la voz de mamá detrás de mí y le regalé una pequeña sonrisa, mirándola a través del espejo. Fruncí ligeramente las cejas al observar mi aspecto y luego ladeé la cabeza, analizando cómo lucía.

El día de hoy, raramente, el tema de mi apariencia me estaba poniendo nerviosa y debo admitir que tardé horas eligiendo qué usar. El cómo me veía nunca había sido un problema para mí, pero estaba muy ansiosa y quería verme bonita, quería sentirme bonita, cómoda y brillar como nunca.

En el reflejo del espejo, justo detrás de mí, pude ver cómo mamá me regalaba una sonrisita y luego alzó ambas cejas, curiosa.

—Hola, mamá —Saludé por fin, girándome para quedar frente a ella— ¿Ocurre algo?

—Nada, hija —Respondió, avanzando unos pasos en dirección a mí. Una vez cerca, la mujer tomó un mechón de mi cabello y lo pasó detrás de mi oreja para después volver a sonreír— ¡Te ves preciosa!

Reí por lo bajo y le di un corto abrazo en forma de agradecimiento. A pasos lentos, me posicioné otra vez frente al espejo y tomé aquel labial rojo que a mí tanto me encantaba para luego agregarle color a mis labios. Decidí no usar mucho maquillaje y, además del labial, sólo enricé mis pestañas para hacerlas lucir más largas y resaltar mis ojos.

Perfecto.

Mi cabello aún estaba un poco húmedo debido a la ducha que había tomado hacía unos minutos, así que lo mantuve suelto. Gracias al ambiente más veraniego que había aquí a diferencia de la ciudad llena de nieve y lluvia, pude usar ropa más ligera y adecuada a las temperaturas, no era necesario ir como un pingüinito arropado.

—¿Nate y tú...?

La voz con tono curioso de mamá llamó mi atención y giré rápidamente hacia ella.

—¡No! —La interrumpí de inmediato, abriendo los ojos de par en par. Ella alzó ambas cejas y sonrió divertida—. Bueno... ¿Algo así?

Mamá dio unos golpecitos sobre la cama y, rendida, caminé hacia ella para sentarme a su lado. La mujer tomó con delicadeza mis manos entre las suyas y la sonrisa que tenía plasmada en el rostro no hizo más que ponerme nerviosa, ¿por qué demonios sonreía tanto? Van Gogh, no sabía si aquello era algo bueno o malo.

—¿Te gusta? —Indagó.

Para qué te digo que no si sí.

Asentí en silencio a la vez bajaba la mirada, frunciendo levemente los labios.

Ella no dijo nada. Se quedó callada y pude sentir su mirada atenta sobre mí. Pocos segundos después, me rodeó cuidadosamente con sus brazos, apegándome a su cuerpo y haciéndome sentir segura.

—Oh, Lane, ¡estoy tan feliz por ustedes! —Murmuró, acariciándome el cabello. Yo dejé escapar un pequeño suspiro y descansé mi mentón en su hombro—. Nate es un buen muchacho...

Un Dulce InviernoWhere stories live. Discover now