•Capítulo 19: Nervios•

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Dejé escapar un profundo suspiro de mis labios y en un acto involuntario comencé a morderme las uñas, intranquila. Aquella era una mala manía que llevaba a cabo cuando estaba ansiosa o nerviosa por algo, y ahora mismo lo estaba. Mis pies inquietos daban vueltas y vueltas alrededor de toda la habitación mientras yo intentaba mantener la calma, aunque por supuesto no lo estaba logrando.

—¡Lane! ¡Deja de morderte las uñas!

Cerré los ojos con fuerza y me regañé internamente a mí misma, bajando las manos de manera rápida ante el grito de Rachel. La chica frunció las cejas el verme y ladeó la cabeza, un poco confundida.

—¡No puedo parar! —Repliqué.

—Sí, sí puedes —Respondió ella, señalándome a través de aquella pantalla—. Cuando te vea te cortaré los dedos, cerda.

—¡Hey! —Me quejé, lanzándole una mala mirada— Basta de tu agresividad, Cook.

Rachel y yo estábamos en una de nuestras tantas videollamadas diarias. Ella, al igual que siempre, lucía alegre, bellísima y radiante. Mientras me regañaba, pude visualizar cómo mi mejor amiga enrizaba sus largas y bonitas pestañas, además, tenía maquillaje regado por doquier alrededor de toda su cama. ¿Jake? Bueno, Jake decidió abandonar la llamada y aquello se debía a una muy tonta y divertida razón...

―Jake es un tonto ―Comentó mi amiga, ahora agregando color a sus labios― ¡Los osos polares son más tiernos que los pandas!

Así es, el rubio comenzó un pequeño debate acerca de los osos y afirmó que los pandas eran los más adorables y lindos, a lo que la crespita dramática contraatacó diciendo que los polares lo eran. Luego, ambos comenzaron a quejarse y se insultaron como unos niños del jardín, sacándose la lengua el uno al otro y soltando palabras y frases como "tonto", "tonta tú", "feo mal teñido", "león mal hecho", "excremento de hipopótamo" y "cara de papa".

―Tienen dieciocho años y se comportan como unos niños ―Le regañé y ella blanqueó los ojos para después hacer un puchero―. Además, no es por nada... Pero comparto la opinión de Jake, los pandas son más adorables.

―¡Que no! ―Chilló cruzándose de brazos, ya rendida―. Como sea, él solito se desconectó, yo no me disculparé por decirle teñido, ¡él me dijo cara de papa!

Oh, Van Gogh.

Suspiré cansada y esta vez comencé a morderme los cueritos del labio, nerviosa. Agradecí internamente el que Rachel siguiera ahora mismo en llamada conmigo, porque de lo contrario, seguramente ya no tendría ni dedos. Nathan se encontraba teniendo aquella charla tan importante con su madre, la imagen de él con los ojitos esperanzados antes de que se fuera a conversar con ella se repetía una y otra vez en mi cabeza y aquello era desesperante. Ya llevaban casi dos horas metidos en la habitación y aún no había rastros de ninguno... Sólo quedaba esperar.

Cuando Nate llegó a casa luego de haber ido a arreglar las cosas con Steve, decidimos que él platicaría con su madre en privado y yo con la mía. Le conté a mamá y le expliqué un poco acerca de la situación, obviamente sin mencionar las cosas que Nathan sólo había comentado para mí, así que sin revelar demasiado ―porque eso no me correspondía― mamá terminó aceptando totalmente dispuesta a ayudar en todo lo que pudiera, aunque a la vez se encontraba decepcionada por la actitud de tío Norman frente a su hijo, ella no podía creerlo.

―¡Basta, pequitas! Lo que haces es canibalismo, ¡te estás comiendo a ti misma! ―Me volvió a regañar Rachel y dejé de morderme los labios―. Ya verás que todo sale bien, sólo espera unos minutos, no pueden estar allí todo el día.

Un Dulce InviernoWhere stories live. Discover now