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Por mucho que se hubiera pasado todo el día intentando no pensar en ello, la verdad era que en su cabeza se había imaginado mil escenarios diferentes sobre lo que pasaría aquella noche. 

Había tardado mucho más de lo habitual en ponerse el traje mientras pensaba cientos de excusas ridículas con las que pudiera escaparse de lo que se venía, pero en el fondo sabía que estaba siendo ridículo e inmaduro. Aunque no es que eso fuera algo nuevo. 

En realidad no sabía por qué estaba tan nervioso. Era Vegetta quien le había pedido que hablases, y era Vegetta quien tenía que darle explicaciones. Pero encontrarse frente a frente, aunque fuera dentro de aquel juego, con la persona que, probablemente sin saberlo, le había destrozado el corazón... Rubius no se sentía lo suficientemente fuerte como para soportar eso. 

Tras unos momentos en los que intentó calmar sus nervios y sus ideas, activó la llamada. 

- ¿Hola?


Vegetta llevaba un rato conectado. Se había dedicado a organizar todos sus cofres y su inventario porque necesitaba cualquier distracción que le ayudase a relajarse. Esperaba que Rubius llegase pero temía que, de nuevo, le dejase esperando. 

No había dejado de pensar en él en todos aquellos días, y eso que había hecho todo lo posible por ignorar aquellos sentimientos que habían crecido dentro de él y que le comprimían el corazón cada vez que la imagen de aquel chico le venía a la mente. 

A pesar de todo, había algo que se le escapaba. Le dolía que Rubius le hubiese engañado, que cuando se había convencido de que entre ellos había algo especial, todo resultó ser una mentira para ganar un juego estúpido. Pero si era así, ¿por qué parecía tan dolido? ¿Por qué le había mirado así aquel día? ¿Y por qué había sentido que se le rompía algo dentro al verle así?

Suspiró y decidió salir de casa. No quería llegar tarde al punto de encuentro. En ese momento alguien entró en la llamada. 

- ¿Hola?

- Doblas... 


Sólo con escuchar su voz y saber que ya no había vuelta atrás, su corazón se aceleró instantáneamente. Puso su mejor esfuerzo para que no se le notara el nerviosismo en la voz. 

- ¿Dónde estás?

- De camino a tu casa, sigue las vías y nos encontramos. 

Rubius le hizo caso y siguió las vías hasta que le vio llegar. Justo al lado de la casa de Willy. Qué apropiado. 

- Ey... 

- Hola... 

Se miraron unos instantes a cierta distancia, ninguno de los dos sabiendo qué hacer a continuación. 

- Has venido. 

- He venido. 

De nuevo, varios segundos de silencio. 

Rubius esperaba que Vegetta comenzara a explicarse. Vegetta por su parte parecía esperar por otra cosa. Algo que tampoco se hizo esperar. Una tercera persona se había unido a la llamada. 

A Rubius se le detuvo el corazón. 

- Llegas justo a tiempo, Willy. 




De todos los escenarios que habían pasado por su cabeza a lo largo de toda la noche sin poder conciliar el sueño, desde luego aquel no lo había contemplado ni en sus peores pesadillas. 

KARMALAND VRWhere stories live. Discover now