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MÓVIL DE RUBIUS:

MÓVIL DE RUBIUS:

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(Al día siguiente

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(Al día siguiente...)

)

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- ¡Vamos, Vegetta! ¡Tenemos que llegar antes de que se haga de noche! - Rubius caminaba a paso rápido, animando a su compañero a que acelerase el suyo también.

Estaba nervioso, no podía negarlo, aunque no estaba seguro de dónde provenían esos nervios. Por un lado no había dejado de pensar en aquel Lobo Nocturno. Estaba enfadado por lo que le había hecho, o más bien, enfadado por lo que se había dejado hacer. Y también por lo que había sentido. Lo que había ocurrido aquella noche era algo que no le habría permitido a nadie. O quizá a una sola persona... Eso le llevaba al otro causante de sus nervios.

Miró a Vegetta, que le alcanzaba en ese momento, ya que al fin habían llegado al pueblo. Llevaban ya un rato juntos, elaborando un plan para atrapar al ladrón, y desde el primer momento Rubius se sentía nervioso. Pero eran unos nervios que le hacían sentir bien, le gustaba estar con él, discutir, reír, o simplemente trabajar en silencio... cualquier cosa con Vegetta a su lado le hacía sentir bien.

Vegetta alcanzó a Rubius y miró alrededor. Habían acordado buscar un escondite en algún tejado de una de las casas más altas, y esperar allí la llegada del lobo. Había intentado seguirle la corriente a su compañero con todo el tema de la caza del lobo, pero ya no sabía qué más hacer. A eso se sumaba que no dejaba de pensar en los labios de Rubius desde el momento en que los había tenido tan cerca, y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no apresarlo de nuevo contra la pared y terminar lo que había empezado aquella noche.

Se situaron en el tejado del ayuntamiento, sentados uno junto a otro, y esperaron. Vegetta estaba muy intranquilo, y Rubius se había dado cuenta.

- ¿Qué te pasa...?

- No lo sé, hoy no tengo un buen día.

- ¿Ha pasado algo?

- No, no, es... simplemente uno de esos días que te levantas ya rayado desde el principio.

- Sí, sé a qué te refieres... ¿Quieres que lo hagamos otro día?

Vegetta le miró. La verdad era que aquello era una vía de escape de una situación de la que no sabía cómo salir.

- Pues... sí, si no te importa mucho.

- No, no... - mintió Rubius. La verdad era que estaba decepcionado.

- ¿Vas a quedarte aquí?

- Mh... no, creo que no. Tengo cosas que hacer en el mundo real.

Vegetta asintió y le revolvió un poco el pelo mientras se levantaba. Se estremeció ligeramente al notar las orejitas de oso, al igual que se estremeció Rubius al sentir el contacto.

- Nos vemos pronto, principeso.

- Hasta pronto, de Luque.

Vegetta se desconectó.

Se conectó de nuevo.

No había pasado ni una hora desde que se había despedido de Rubius, pero seguía muy intranquilo. Sabía que su compañero también se había ido, así que tenía vía libre para convertirse en el lobo y liberar toda la tensión que tenía acumulada.

Ya era de noche, así que se enfundó en el traje, se ajustó la máscara, y salió rápidamente de casa. Tenía localizada una caja fuerte en una casa del pueblo, y ese sería su objetivo esa noche.

Se movía con sigilo entre las sombras, esquivando a los guardias y atento a cualquier movimiento o ruido a su alrededor. Estaba en su elemento, era el único habitante de Karmaland que se sentía seguro en la noche... hasta ese momento.

Oyó un golpe sobre él y, antes de que le diera tiempo a moverse, un peso cayó sobre él, haciendo que quedase tumbado en el suelo y dejándole sin aliento.

- Te pillé, lobo...

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KARMALAND VRWhere stories live. Discover now