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- Estoy llegando Vegetta, espero que hayas preparado un vino, o algo. 

- Hombree... champán he preparado. 

- Así me gusta. 

Rubius cruzó el gran portón de madera que daba entrada al paradisíaco jardín situado al pie de la isla flotante. Sentía su corazón latir más rápido de lo que debería, y esa situación sólo empeoró al subir al ascensor y ver frente a él a Vegetta. 

- Pensaba que me ibas a dar plantón. 

- ¡Tuve problemas de conexión, no fue mi culpa!

- Claro, claro. Lo que te gusta hacerte de rogar... - Vegetta se rió por lao bajo y Rubius no pudo evitar sonreír. No podía negar que le gustaba esa forma que tenía de provocarle. Pero ese pensamiento desapareció de su mente en el momento en el que subió a la casa del árbol  se encontró frente a él, del tamaño de una pared, una imagen en movimiento. 

Se trataba de ellos, Vegetta y Rubius, besándose. 

Pero no era un dibujo de sus avatares como ya había visto alguno por las redes sociales. Eran ellos, las personas reales, Samuel de Luque y Rubén Doblas dándose uno de los besos más apasionados que había visto. 

- ¡VEGETTA, NO! - Se dio la vuelta y bajó corriendo por las escaleras. Sentía la cara muy caliente y el corazón le latía muy fuerte. - ¿HASTA DÓNDE QUIERES LLEVAR ESTO?

Era una imagen de las personas reales, no podía dejar de pensarlo. ¿Cuál era la intención de aquel chico? ¿Dónde estaba el límite entre el rol y la realidad? Los chicos de la imagen no eran ellos, de eso estaba seguro porque nunca se habían encontrado en esa situación, pero se parecían muchísimo, y estaba claro que Vegetta también lo veía así. Desde el árbol, su amigo se reía. 

- Anda ven, sube... 

Rubius subió de nuevo pero no alzó la vista para mirar a la pared. En cuanto llegó a aquella estancia de madera, se acercó a la pared y quitó aquella imagen sin volver a mirarla. Sólo pensar en ella le hacía sentir muy incómodo, pero sobre todo muy nervioso. 

- Vamos, siéntate. Si no pasa nada... Mira, también traje papel higiénico. 

- ...

Rubius ya no sabía qué decir. ¿Dónde se estaba metiendo? O mejor dicho... ¿dónde le estaba metiendo Vegetta? Había cientos de miles de personas viéndoles en ese momento, y no sabía dónde meterse, porque tampoco sabía cómo interpretar la situación. ¡Papel higiénico! Las imágenes que eso llevaba a su cabeza superaban con creces la del beso. 

- ¿Un poco de música...?

La voz de Vegetta sonaba suave e inocente, y Rubius no pudo evitar reírse al fin, Estaba claro que había hecho todo aquello con la única intención de incomodarle, y vaya si lo había conseguido. 

- Yo he venido aquí a ver meteoritos, no sé tú. 

Tras las risas, el ambiente se había relajado considerablemente y ambos comenzaron a construir la piscina para la pesca. Ya se había hecho de noche, y aprovechaban cada momento para mirar al cielo, esperando ver caer algún meteorito. 

Pasaron así varias horas. Hablaron de tonterías, discutieron, tontearon... Sí, estaban tonteando, Rubius era plenamente consciente. No quería hacerlo, no dejaba de pensar que había gente mirando y que aquello no estaba bien, pero cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Vegetta, que la voz de aquel chico, con esa sonrisa de medio lado, le intentaba provocar, tenía que contestarle en el mismo tono. Era automático e incontrolable, y lo peor era que se sentía muy bien. 

Después de despedir sus directos, ninguno de los dos tenía ganas de desconectarse todavía, así que se quedaron un rato más. Sentados uno al lado del otro, pescaron un rato en silencio. 

Aprovechando que estaba distraído, Rubius miró de reojo a su compañero. Observando su torso desnudo recordó unas palabras que le había dicho un rato antes. "Mi pecho es muy protector...". En el momento había intentado ignorarlo y disimular fingiendo que hablaba de su armadura, pero ahora que lo tenía tan cerca, no podía evitar pensar que no se le ocurría un lugar en el que se estuviera más seguro que entre esos brazos. 

- ¿En qué piensas? 

La voz de Vegetta le sacó de la ensoñación. 

- ¿Eh? N-nada, pensaba que siempre me sorprende lo real que se siente todo aquí. 

Se rio un poco incómodo, aprovechando para recoger el anzuelo. 

- La verdad es que sí. ¿Has instalado la actualización de los sensores?

- Creo que sí, pero no noto mucho la diferencia... 

- Eso es que no lo has testeado bien. Mira, alarga la mano. 

Rubius le miró algo confundido, pero hizo lo que le ordenaba y estiró la mano con la palma hacia arriba. Vegetta a su vez colocó los dedos sobre la palma de su compañero y rozó muy suavemente. Rubius sintió un cosquilleo sobre su  piel, y un estremecimiento recorrió su espina dorsal. Levantó la vista y se encontró con los profundos ojos amatista de su amigo. 

- ¿Lo notas...?

- S..sí... 

Aunque se referían a la sensibilidad del sensor, ninguno de los dos estaba pensando en eso. 

Rubius contuvo la respiración. No podía apartar la mirada de las perfectas facciones de Vegetta, y parecía que al otro le pasaba lo mismo. Ninguno de los dos era del todo consciente de que, centímetro a centímetro, la distancia que les separaba se iba reduciendo. 

Un pez saltó en el agua, rompiendo el hechizo que se había creado entre ellos. 

Rubius se levantó de golpe, con la respiración algo agitada. 

- Bueno Vegetta, me tengo que ir... ¡ha sido la hostia!

- Eh... Sí, sí. Yo también me voy, es muy tarde.

- Hasta luego Vegetta. 

- Chao Doblas... 

Rubius se desconectó, dejando a su amigo igual de confundido que lo estaba él. 

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Ese pez ha recibido ya 5 o 6 males de ojo y otras tantas maldiciones gitanas xDD  AA LOS SENTIMIENTOS EMPIEZAN A APARECEERRR JIJIJI

KARMALAND VRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora