— Marga, hazme un favor. Ve a mi casa y lleva a mi hermano a la escuela deportiva, tengo una cosa pendiente que resolver.

Dejando atrás a mi amiga, empecé a caminar hasta la suite.
Me sabía de memoria el hotel, por lo cual sabía como debía subir hacia las suite sin que nadie me viera.

Al llegar a la suite del morenazo toqué la puerta con ganas.
Sí o sí, este tío va saber quién soy yo.
Al abrirse la puerta,  un hombre vestido de gris me comunica si te tengo cita para ver al señor.

— No tengo cita, y tampoco quiero malgastar mi tiempo si no fuera porque tengo algo que resolver. — Intento no perder los papeles ante aquel hombre alto y musculoso.

— Lo siento señorita, debe marcharse hoy no podrá ser atendida.

Y que no dice aquí el colega.  Empiezo a vocear pidiendo ver al señorito.

— Veruska, ¿Qué hace aquí? — El morenazo se asoma mirándome extrañado.

— Vengo a decirle cuatro cosas.
Lo primero que no eres una persona de palabra.
Me dijiste que no dirías nada ha mi superior de que lo pongo a caldo, cosa que es verdad. Y tú vas y le sueltas todo haciendo que me despedida.
¿Pero quién te crees que eres, el príncipe de Sabas?
Porque tú estés forrado en billete, yo no, y si no tengo trabajo no tengo dinero para alimentarme. Soy pobre y aunque tuviera que soportar al desgraciado de mi superior, lo hacía por que este trabajo era como si me tocase la lotería.

— ¿No cree que se está extralimitándose?

— No, para nada. Porque yo he perdido mi trabajo y usted no sabe lo que es que te arrebaten algo injustamente. — A pesar del cabreo que llevaba, los ojos del moreno me observan con detenimiento. Sin perder la compostura hace una gesto al hombre de gris con la cabeza. El hombre vestido de gris desaparece a la vez que el morenazo me  agarra de mi muñeca tirando de mí hacia la suite.

— ¿Qué hace? — Molesta me aparto de él como si me quemase.

— Antes de nada, quiero que se tranquilice, está demasiado alterada. Y después tómese una infusión que yo mismo le voy a preparar, a continuación hablaremos de lo sucedido.

— Señor, no se tome tantas molestias, creo que me voy, no sea que me vean aquí y entonces se va caer el pelo. — Me giro sobre mis talones sintiendo mi corazón acelerado nada más cerrar la puerta de la suite.
Miro para todos lados antes de salir huyendo del hotel.

En la calle intento de algún modo controlar mi respiración.
No sé si será por la corrida que me pegado atravesando todo el hotel o por el maldito efecto que me causa estar cerca del morenazo.
Sacudo mi cabeza quitándome esa absurda idea de la cabeza.
Ya tengo bastantes problemas en mi vida como para pensar en tíos buenos.

Llego diez minutos antes a la escuela deportiva para buscar a mi hermano. Allí me encuentro con Marga, le cuento lo ocurrido con el morenazo.
Marga se echa a reír dándome un pequeño codazo en mis costillas.

— Ey, ¿Que pasa contigo, te se ha ido el juicio?

— Veruska, a pesar de tus diecinueve años, aún no has estado con ningún hombre y pienso que ya va siendo  hora, porque presiento que ese morenazo hace que te quemes tú misma del morbo que te provoca.

— ¡Marga! — Gruño molesta.
Sin embargo, mi amiga lleva razón, he rechazado muchos tíos porque ninguno me sofoca de la forma que lo hace el morenazo, es como si tuviera un magnetismo que me atrae a él haciendo que cada una de mis células se revolucionen.
Agradezco que Fernando nos interrumpió y así pude dejar de pensar en el efecto que me causa el morenazo.

Aunque habíamos perdido nuestro trabajo, aún teníamos algunas monedas para comprar unos helados, y lo que tampoco habíamos perdiendolo era la ilusión de volver a encontrar otro trabajo.
Tanto Marga como yo, no nos damos por vencidas tan fácilmente. Somos unas guerreras y estamos dispuestas a trabajar duro para ganar dinero y poder tener mejor vida.
Una vida donde pueda seguir estudiando, donde mi madre no tenga que seguir trabajando en ese mugroso taller de costura y poder comprarle a mi hermano el equipamiento del equipo donde juega para no tener que tomarlo prestado.

Aquel día, solo hice la cena para mí hermano y madre. Yo apenas comí, ahora que ya no trabajo en el hotel las dificultades empezaban desde cero.
Salí a la calle para dar un paseo y de paso para ver si podía sacarle un bocadillo a Paquito. Un anciano que tiene un kiosco de comida.
Paquito nada más verme me saluda preguntándome por mi vida.
Le hago un resumen, y el anciano tan gentil me prepara un sándwich.
Tanta hambre tenía que lo devoré en un minuto.

— Veruska, necesitas dinero. — Paquito siempre nos ha socorrido siempre que lo hemos necesitado.
Si le pedía dinero, después tendría que devolverlo y estaría de nuevo en la casilla del comienzo.

Forzada Para Complacer Where stories live. Discover now