Capítulo 17

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Había pasado cerca de tres semanas desde que murió Marga, y a pesar de seguir con mi lucha de hacer posible nuestra promesa, siento que en ocasiones soy débil o incluso me veo incapaz de poder cumplir con mi palabra.
Había cambiado mi manera de afrontar todo este infierno.
Dejé que mis lágrimas se fueran secando armándome de valentía.
Había momentos en los cuales veía que mi verdugo nuevamente volvía para apoderarse de mí a través del miedo.
Quizás si le demuestro mi flojera me dejaría en paz. Pensaba antaño cuando no sabía de qué iba todo esto. Cuando aún recién comenzaba con las torturas.
Ahora ya no. Podía sentir dolor, pero no estaba dispuesta hacerle más grande su soberbia a base de mi pánico.

Por lo que últimamente ya no era sometida a tantas torturas, de hecho, Rony se había vuelto mi aliado.
Por primera vez estaba sacando provecho de mi cuerpo para que alguien me ayude.
Con la ayuda de Rony, pasé a una farmacia con la excusa de comprar la píldora.
Dentro hablé con el farmacéutico pidiéndole algún fármaco para poder dormir a mis clientes.
El hombre después de darme las instrucciones y como debía utilizar el medicamento le pagué y me marché dispuesta a ir subiendo por las escaleras de mi libertad.

Rony se veía que estaba muy interesado en mí. Por supuesto a través de mi maestría podía convencerlo, aunque para ello tuviera que acabar follando con él.
Ya no me importa, mi repulsión había quedado atrás si deseaba poder salir de una vez por todas de esta exclavitud.

Durante los días que tuve la regla no fui a trabajar. Por lo que la única compañía que tenía era la de Rony.
Él siempre me daba todo lo que le pedía, aunque debía tener mucho cuidado por si alguien podría descubrirnos y mi plan se iría al traste.

Aquella noche de verano me encontraba mirando por la ventana la noche estrellada.
Era una noche cálida, abrí la ventana agarrando los barrotes con fuerza.
Aquel día hacía exactamente cuatro años desde que comenzó toda esta pesadilla.
Grité de la misma frustación, me sentía encerrada en libertad.
Llené mis pulmones de aire gritando de nuevo hacia la nada suplicando a Dios que me devuelva la vida que  había llevado anteriormente.
Había rezado para que nunca me faltarán las ganas de sentir que aún sigo viva.
Cuando notaba que apenas podía levantarme del suelo pedía la muerte a cambio de la cura de mis heridas.
Muchos días creí volverme loca pareciéndome que mi alma se divide en dos.
Dios mío, déjame libre para que al menos pueda escoger otro camino y no volver a ver las amenazas sufridas por hombres que se creen superiores a mí.
No creo que deba tener esta vida, y al mirar al mí alrededor estoy sola.
Nadie siente pena por mí, yo soy quién se lame mis propias heridas ocasionadas por otros.
Por ello no siento lástima de nadie. Mi corazón es de acero y mi cuerpo de hierro, ya nada me afecta salvo pensar que podría quedarme tullida o morir.

Una semana después, me encuentro en un burdel, otra ciudad y otro país.
A veces pienso que en cuatro años me he recorrido medio mundo.
Y no precisamente para hacer turismo. Más bien para presenciar como mujeres diariamente son sometidas a cualquier perversidad.
Desde violarlas a plena luz del día, a matarlas delante de gente.

Nada más pasar al burdel, ya hay varios hombres reunidos en grupo acompañados por otras chicas, juegan a las cartas, fuman hierba, se meten droga y así pasan el rato.
Uno de ellos, el más joven del grupo se levanta pavoneándose con un vaso de licor en la mano. Se dirige hacia donde me encuentro sentada tomando una copa con otro cliente.

— Vaya, vaya, lo qué ven mis ojos, que preciosidad. ¿Eres nueva encanto? — Retando al cliente que tengo al lado, pasa su brazo por encima de mis hombros. Hago amago de quitármelo de encima sin éxito.

— Oye, perdona pero estaba conmigo primero. ¿Podrías esperar tú turno?

— Pues no soy de los que esperan. He pagado por está señorita y pienso llevármela de aquí ahora mismo.— Me quedo quieta observando como aquellos dos comienzan a discutir hasta que llega uno de los hombres de seguridad del local y pone paz entre ellos.
Al final mi primer cliente se marcha y yo me quedo sentada mirando al hombre joven como se aproxima hasta donde estoy sentada. En menos de un minuto me encuentro caminando junto al joven hacia una de las habitaciones.

Forzada Para Complacer Where stories live. Discover now