Capítulo 10

2.9K 272 7
                                    

Estábamos sentadas las cuatro chicas en la furgoneta atadas como si fuéramos corderos.
Entre nosotras nos miramos, y lo único que vemos reflejado en nuestros ojos, es el miedo adentrándose por nuestras venas, las lágrimas de pánico de pensar que harán con nosotras.
El silencio y nuestras plegarias son lo que nos ayudan mientras llevamos horas montadas en la furgoneta sin comida ni bebida.

— ¿Cómo os llamáis? — Hablo intentando apartar de mi mente los hechos que vagan nada buenos por mi cabeza.

— Yo soy Diya y ella es Merve.

— Qué bueno que habléis nuestros idioma. Yo soy Veruska y es Marga.

— Ha sido un placer conocerte, lástima que ya no nos volvamos a ver. Pues cuando lleguemos a donde nos quieran llevar, nuestras vidas serán marcadas por desconocidos, los cuales nos enseñaran a obedecer a base de golpes. — La mirada de Diya se pierde en la nada acompañada de lágrimas y palabras suaves, las cuales dicen poco para lo que ella quiere expresar.

Era de día cuando la furgoneta paró.
Uno de aquellos hombres nos dejó comida en una bandeja.

— ¿Cómo quieres que comamos si estamos atadas? — Sentía demasiada rabia y pánico al mismo tiempo.

— Con la boca igual que una perra, porque eso es lo que eres. — Aquel sucio y asqueroso hombre cerró la puerta, dejándonos de nuevo en la oscuridad.
Tenía mucha hambre, tanto que no me importó comer como los animales escuchando como esos dos hombres se reían de nosotras.

La furgoneta se puso de nuevo en marcha.
Durante horas permenecimos calladas escuchando nuestras respiraciones y sollozos.
Nada había que comentar, todo era más que evidente que estamos expuestas a cualquier atrocidad.
Sin embargo, hasta que no lo ves con tus propios ojos y lo sientes en tus propias carnes, no sabes realmente lo que está sucediendo.

Era de noche cuando lleguemos a un lugar. De pronto un hombre me puso una venda en los ojos guiándome o más bien tirando de mí con una soga.
Así, entre gimoteos, súplicas y un escalofriante miedo recorría una a una todas las células de mi cuerpo.
De pronto, empiezan a desatarnos  aquellos hombres.

— Veruska siento mucho miedo, tengo hasta ganas de vomitar.

— Tranquila Marga, verás como no es para tanto la cosa. —  Intento tranquilizar a mi amiga.
Aunque mirando aquel lugar con poca luz, con paredes grises, varios grilletes colgados en pared y techo, camas amontonadas de metal, no era algo como para celebrar.

De la nada, apareció un hombre alto, robusto, medio calvo, vestido con una túnica amarilla y una cruz roja en el pecho.
En silencio fue observándonos a la vez que se restregaba sus manos esbozando una sonrisa de medio lado.

— Buena mercancía. Si, jóvenes y bonitas. ¿Sabéis quien soy? — Las mujeres que estábamos allí haciendo un círculo, neguemos con la cabeza.

— Soy vuestro dueño. Yo, soy quién dirigirá vuestras vidas, nada haréis sin mi permiso.  Y si alguna es un poco desobediente, tendrá su castigo.
¿No me creís? Mirad esto.

Tragué saliva, temblando sin soltar la mano de Marga.
Entre sollozos apareció una niña. Sí, una niña que podría tener unos doce o catorce años.
La niña estaba desnuda, tan sólo llevaba puesto un collar en su garganta.
El llamado "dueño" la cogió por una cadena tratándola como una perra.
La obligó a ponerse de rodillas, la niña no dejaba de llorar clavando sus rodillas en el suelo cerrando fuerte sus ojos.
De pronto, aquel miserable empezó a golpearla con un látigo.
Cada golpe que escuchaba pegar el cuero contra la espalda de la niña, más se me encogía el corazón y más escuchando como gritaba.
Sus gritos me erizan la piel, sintiendo pena y frustración por no poder ayudarla.

— ¿Habéis observado lo que le pasado a una de vuestra hermana? Pues aún no he terminado.
A pesar de que la niña no tenía fuerzas ni para sostenerse en pie, él siguió dándole golpes hasta que la niña cayó al suelo inconsciente.
No lo tengo muy claro, si pudo resistir tantos golpes, o se salvará.
Aunque por otro lado, prefiero la muerte antes de tener que ser esclava de un monstruo depredador como éste.
Por lo que cuando dijo que nosotras somos suyas, aprovechando que teníamos clavado en nuestro organismo el miedo, saqué fuerzas para negarme a sucumbir a sus deseos.

— Vaya, además de hermosa era terca. Eso no le gusta a tú Dueño.

— Tú no eres mi dueño, golpeame si quieres y quítame la vida, porque no pienso ser tú esclava.

— No me retes porque sabrás cuál es tu castigo. — Con un movimiento de cabeza aquel miserable hizo llamar a dos hombres.

Entre los dos, me llevaron a una habitación donde solo había un colchón en el suelo.
Temblé ante la mirada fría cargada de deseo de esos dos hombres.
Uno de ellos me cogió por detrás inmovilizando me. Seguido el otro comenzó a quitarme la ropa con muy poca delicadeza.
Sus manos tocaron mis pechos, y mi vagina haciendo que sintiera asco mezclado con pánico de saber lo que me podrían hacer.

Llevo sentada horas echa un ovillo, llorando y pidiendo en mis plegarias que Dios haga justicia dándome el valor suficiente como para poder soportar toda esta tortura.
Me hallo sentada tiritando de frío, aquellos monstruos no solo me han violado, también me han dado una ducha de agua fría.
En ese momento pasa el "Dueño" clavando sus ojos saltones en mí, empieza a reírse comenzando a tocarme.

— Eres muy hermosa, y debes de ser más obediente. Si haces lo que yo te ordeno, nada malo te sucederá. Tú deber para mantenerme feliz es obedecer en silencio siendo muy dócil. Ahora te dejo para que recapacites y pienses que desde ahora, tú vida me pertenece .

Acto seguido, la puerta se cerró y la oscuridad volvió a nublar mis ojos.
Mientras dejaba caer gotas de lamento y de terror me agarra cada vez más fuerte a mis piernas sintiendo el dolor el cual me recordaba lo que me está sucediendo.
Esto es lo que supone que será mi  vida, ¿acaso esto será mi día a día?
¿Dónde queda mi orgullo el cual comienza a desvanecerse como la arena entre los dedos?
¿De qué me sirve haber sacado al flote mi soberbia para haceme sentir como una fracasa?
Da igual lo que grite, qué importa que intente defenderme.
Nadie puede hacer nada, estoy sola en un mundo donde yo no he elegido y el cual recién comienzo a descubrirlo.
¿Qué será lo que me espera mañana?

Forzada Para Complacer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora