Capítulo 19

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En la vida una debe de mirar no para la derecha e izquierda. Si no en más direcciones.
Adelante: Para saber por dónde piso y me dirijo
Atrás: Para saber desde donde he comenzado mi camino.
Abajo: Procurando no pisar a nadie ni nada que me pueda hacer resbalar dejando marcadas mis huellas.
Ambos lados: Para saber quién está a mi lado en los momentos más difíciles.
Pero en verdad donde mis ojos se quedan siempre clavados es hacia arriba. Dónde no solo veo nubes, o un cielo azul y grisáceo. Es para recordar que allí arriba siempre hay alguien que me cuida y protege.
A lo largo de mi vida he tenido momentos difíciles y no tanto los cuales han llegado ha impactarme. Ha día de hoy ya nada me sorprende. Todo lo contrario, esos angustiosos momentos me han cambiado permitiéndome hacerme más fuerte en las peores situaciones llegando a sacar aquella inteligencia que pensé tener olvidada y todo porque mi miedo no me ha permitido desenfundar quien soy en realidad.
Tengo mi carácter, soy bondadosa y más sabía gracias al transcurso del tiempo, el cual ha sido mi profesor enseñándome diariamente una lección distinta.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando escucho la voz de Rony diciéndome que me baje del auto.
Camino por delante de él subida en unos zapatos con gran plataforma, cubierta con un abrigo de visón sin nada debajo, salvo un minúsculo tanga.
Camino recta por un estrecho pasillo viendo luces de varios colores.
En este preciso momento, me siento como un ternero cuando lo llevan al matadero para sacrificarlo.

Dentro de una habitación aislada medio oscura donde al entrar observo que no soy la única que van a vender esta noche.
Todas las mujeres nos miramos entre nosotras en silencio.
Da igual el idioma que hables, el color de tú piel, tus pensamientos, tú cuerpo; si eres gorda o delgada, guapa o fea.
Ya nada importa, a través de nuestros ojos expresamos lo que sentimos.
En cada mirada oscura o clara es como un libro abierto donde se puede leer la palabra; «Miedo».
¿Cuántos sinónimos tiene la palabra miedo?
Sin embargo solo hay una respuesta, una descripción la cual nos han forjado con demasiados golpes, gritos, abusos...
Un miedo que te deja marcada, tan indefensa que acabas por creerte todo lo que dicen terminando por destruirte tú misma por el pánico que sientes de que vuelvan hacerte algo tan cruel como es acortando tus principios quedándote en un umbral de oscuridad y sumisión.

La espera es eterna. Todas las mujeres hacemos lo posible por disfrazar el pánico que ronda en nuestras cabezas y carnes.
Al pasar dos mujeres avisando de que ya podemos salir, de nuevo un toque de silencio se carga en la atmósfera podiendo escuchar el ruido de nuestras cadenas arrastrándose por el suelo.
Son tan difíciles de romper estás malditas cadenas que atan mi piel que ya casi no veo la posibilidad de ser libre algún día. Debo seguir viviendo con esta condena, sin poder secar mis penas aunque en su día fuera distinto.
Todo esta situación me está matando, me destroza tanta maldad que en lo único que puedo llegar a pensar es en quitarme la vida, pues hasta las ganas de vivir se han corrompido por tanto sufrimiento.

Como si estuviéramos en una pasarela de mujeres desnudas, vamos desfilando ante los ojos de hombres que no tienen nada mejor que hacer que derrochar su dinero a base de la desgracia y debilidad de otras personas.
En fila, nos ponemos todas las mujeres.
Una a una sube a un pequeño escenario sin nada que cubrir salvo su desconsuelo.
Varios hombres alzan sus manos para pujar por la chica que les gusta.
Más bien por la esclava que van a comprar.

Al llegar mi turno, subo al escenario como si estuviera en un concurso de belleza.
Mi cuerpo está desnudo, marcado, algo más delgado, con cicatrices que ha aquellos varones, los cuales derrochan su dinero para conseguir su propósito sin  importales en absoluto lo que una pueda decir o padecer. Ellos buscan divertirse a como dé lugar.

Un hombre vestido con esmoquín grita una cantidad de dinero. Cada hombre interesado levanta la mano subiendo la cifra anterior.
Después de un rato, sólo hay dos hombres interesados en mí.
Tras cerrar la subasta con una cifra bastante alta.
Una mujer me tapa con una bata roja de seda llevándome al que será mi dueño.
Cierro mis ojos dejando que varias gotas demuestren lo que siento en estos momentos. Una mezcla de espanto por lo que podrá sucederme, y asombro al ver de quién se trata el hombre que me ha comprado.
Al voltearse para mirarme, descubro que se trata de Salim.
Por primera vez en mucho tiempo puedo sentir felicidad.
Me lanzo a sus brazos buscando la llave de mi libertad.

— Veruska, Veruska. — Pronuncia él mientras me estrecha fuerte contra su pecho.

— Veruska debemos irnos rápidamente. Los agentes de policía no van a tardar en entrar para desmantelar todo esto y poner en libertad a estas chicas. Ven, no hay tiempo después hablamos.

Hice lo que me dijo Salim. Salimos de aquel espantoso lugar rápidamente. Cuando iba a subirme a un todoterreno gris, vi como llegaba la policía montados en varios furgones y coches, dando comienzo a su trabajo.

Conforme nos íbamos alejando de aquel lugar, pude ver cómo las mujeres estaban saliendo con varios agentes de la policía.
-Exhalo- repetidas veces llenando mis pulmones de aire limpio.
Desvíe mis ojos hacia donde se encontraba Salim sentado hablando por teléfono.
No entendía lo que hablaba, dado por la expresión de su rostro pude percatarme que algo no andaba bien.

Permanezco en silencio escuchando la voz de Salim. En todo el tiempo me ha dedicado una mirada cómplice, alguna caricia, ni una sonrisa. Nada.
Clavé mis ojos en él buscando en sus iris alguna línea que me dijera qué está pasando.
Solamente puede observar que aquel hombre de hace cuatro años con mirada negra brillante, había cambiado.

Después de permanecer horas en el coche.
Salim me avisó que tenía que irme en un avión hacia su país, debía de esperarlo hasta que regrese de sus viajes dado que  tenía una agenda y no podía faltar a sus compromisos.
Comprendo lo que me dice y con una sonrisa me despido de él.

Acompañada por dos mujeres de seguridad, monto en un avión pequeño, pero con mucho lujos.
Los diez asientos que había eran muy cómodos y de cuero marrón claro. Había una mesa y un mini bar con distintas bebidas.
Una azafata me guío hasta una pequeña habitación donde me dió ropa limpia indicándome donde podía lavarme un poco en un pequeño aseo.

Después de asearme, me puse la ropa que me había dado la azafata. Eran unos pantalones de lino color caqui a juego con un top blanco y camisa de algodón blanco.
Me puse las zapatillas planas mirándome al espejo.
Me hice una coleta alta, mis ojos no lucían brillantes, si no tristes.
Debía de estar feliz por haber sido rescatada por mi príncipe.
Quizás sí, pero no estaba demasiado contenta.
Pudiera ser que después de haber permanecido tantos años en el infierno, poder flotar sobre nubes de liberación, me darían la suficiente confianza como retomar mi vida.
Sin embargo, me equivoqué.
Ninguna de mis fantasías son de colores, más bien todo lo veo negro.

Durante el vuelo, la azafata me puso al corriente sobre la vida de Salim.
Ahora él era rey, su padre murió hace tres años y él tomó el trono. Meses después contrajo matrimonio con una princesa de Oriente Medio, hace dos meses nació su primer hijo varón.
Salim viaja demasiado por motivos del estado. Al parecer hay amenazas de terrorismo y la gente tiene miedo que pueda estallar una guerra. O puedan hacer lo mismo que han echo con los países vecinos.
Miles de terroristas amenazan a los ciudadanos matándolos a sangre fría a cambio de petróleo, dinero, armas y que se haga su voluntad.
Según esos terroristas la guerra sólo ha comenzado.

Después de escuchar todo la historia referente a la vida de Salim, me cuestiono una duda que vive rondando en mi cabeza desde que la azafata comenzó a contarme sobre él.

¿Porqué Salim me ha estado buscando?

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