Cartas

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John y Amanda se sobresaltaron en cuanto se dieron cuenta de cómo Beatriz les estaba mirando. La más avergonzada era la mujer, o eso delataban sus coloretes. La española les dejó a solas, pensándolo bien hacían buena pareja, puede que hasta John la diera más días libres si resultara una relación del encuentro de esos dos. Después de un rato el interés romántico del jefe del bar, buscó a su amiga, a la que no tardó en encontrar.

— Bea, no me habías dicho lo bueno que está tu jefe, si lo sé vengo antes —soltó Amanda, era evidente que se había tomado alguna que otra copita, de no ser así habría sido más reservada o menos directa.

Beatriz simplemente se rió.

— Me ha invitado a la fiesta de mañana —dijo alegre antes de hablar más apenada- pero quiero y debo estar con Alice.

— Amanda, ¿por qué no te vienes después de las campanadas y cuido yo de Alice? Necesitas cambiar de aires y yo estaré con ella.

— ¿Hablas en serio? Pero no se que me da dejar a Alice...

— No pasa nada, vas a estar con ella en lo más importante, antes y durante las campanadas. Después sólo dejaran que estemos un rato hasta que se relajen y puedan descansar.

Amanda dudaba qué hacer, miró a Beatriz buscando su confianza.

— Está bien, vendré pero cuida de Alice.

— Lo prometo y tu diviértete con John, ya sabes a lo que me refiero —insunuó divertida y guiñando un ojo a Amanda.

— Cállate —exclamó empujando a Beatriz en broma.

Mientras las dos seguían pasando un buen rato cotilleando, a la vez que seguían con los preparativos, John se acercó a la pareja de amigas, las cuales se sorprendieron minimamente.

— Qué te parece si hoy te vas antes -—propuso a Beatriz, que se mostraba incrédula— Felipe y Anna se encargan de acabar las decoraciones.

— ¿En serio? Muchas gracias John —exclamó.

Se despidió de Amanda deseándole una buena noche con John. Con esas se fue a su apartamento, lo primero que hizo fue sentarse en el sofá, estaba más cansada de lo que pensaba. Se quitó los zapatos y sintió tal alivio que no habría sido más feliz si la hubiera tocado la lotería... Bueno, igual no era para tanto la cosa pero por poco. Con las prisas por descansar pasó por alto un trozo de papel rojo tirado en el suelo de la entrada, hasta la mañana siguiente no se fijó. Al acercarse a cogerlo y verlo más de cerca supo que era un sobre rojo. Lo abrió desesperada en un abrir y cerrar de ojos, no se lo pensó dos veces. Y ese fue el momento en el que más se asemejó a una estatua en toda su vida, es decir, se quedó completamente paralizada.

La nota dentro del sobre decía así:
Mañana día 31 te espero en la acera frente a tu portal a las 23:00, espero que vengas.
C.E.

— ¡OH DIOS MÍO! Imposible, no puede ser. ¡NO! ¡SÍ! Me muero, he muerto —gritó histérica.

— Vale, tranquilízate Bea, C. E. no tiene por qué ser Chris Evans, el maldito Christopher Robert Evans Capuano —se dijo así misma.

— Si es él tiene que ser un milagro, si no es debería preocuparme... ¡Claro! Llamaré a Amanda.

Justo eso hizo, pero comunicaba así que dedujo que estaría durmiendo después de su noche con John. Si no fuera por Chris y porque John era su jefe ya habría intentado liarse con él, no estaba nada mal. Así y todo se alegró por Amanda. Lo malo es que no tenía con quien hablar del asunto de la nota hasta más tarde cuando se encontrara con Amanda o cuando llamara a casa para felicitar el año nuevo a su madre y a Paula.

— Sólo puedo hacer una cosa: ir. Pero por si las moscas pediré a Amanda que me espere cerca.

El resto del día transcurrió bastante normal, en el hospital la novedad fue acabar de adornar y pintar los disfraces y quedaron distinguibles así que ni tan mal. Después Amanda y Beatriz hablaron sobre sus respectivas noticias. Al final Amanda pasó la noche con John, pero sólo durmieron, sin embargo tenían pensado quedar más veces; y sobre la nota y el plan quedaron en averiguar quién era C.E. tal y como lo había pensado Beatriz. El único inconveniente era que a las 23:00 tenían que estar en el hospital, por tanto Amanda no podría estar mucho rato, así y todo se dirigieron al lugar del encuentro para estar allí puntuales.

— Mira Bea, ese parece que te está esperando —susurró Amanda, preocupada al no reconocer a Chris.

— Ya le veo, voy a ver si es el, espera aquí, si pasa algo raro ya sabes que hacer, en caso contrario ve con Alice —indicó Beatriz con firmeza, ocultando su temor ya que ese no parecía Chris.

— Suerte —la deseó Amanda mientras se alejaba.

Tomó aire antes de llamar la atención del hombre.

— Hola.

El joven hombre se dio la vuelta, y desgraciadamente no era Chris.

— Hola ¿Tú eres Beatriz? —preguntó.

Beatriz se limitó a asentir. El desconocido sonrió satisfecho e hizo unas señas. Un toque en el hombro de Beatriz provocó que diera un respingo y al volverse cerca estuvo de desmayarse al observar al autor del contacto. Era Chris Evans.

Un Sueño Vivido. II © (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora