[+18] Fantasía y deseos

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Le acarició el cabello y le besó la frente. El cresta le miró y dejó caer un apretado beso sobre sus labios. Uno, y otro, y otro. Risas, gruñidos de felicidad, más risas. Cada beso sobre sus labios se volvía más caluroso, más delicado, más lento. Horacio se habrá quedado con las ganas de anoche, pensó mientras se dejaba besar por su compañero. Hacía más de una semana que no tenían una noche para ellos, pero el cansancio del trabajo les superó, a ambos.

Horacio le tomó por sorpresa al apartar las sábanas y tomar asiento sobre sus caderas. El cresta le subió la polera de dormir, dejando al descubierto los rosados pezones del ruso. Se inclinó hacia adelante, pellizcándole con suavidad a la vez que volvía a besarlo, deslizando su lengua hacia la cavidad del platinado, sin pegar del todo sus labios. Le acarició los muslos mientras Horacio le besaba. Un fino hilo de saliva se escurría por la comisura de sus labios; con el dorso de la mano se apresuró a limpiarse. El moreno se enderezaba, se lamió los labios mientras le miraba y movía sus caderas, frotándose contra la entrepierna del ruso.

Le fascinaban las expresiones más guarras del cresta. Le encantaba cuando le miraba de esa forma tan lasciva, cuando gemía fuerte, cuando temblaba, cuando se ponía sobre él y movía sus caderas.

—Quiero chupártela... —murmuró antes de desmontar al ruso y tomar posición entre las piernas de este, estirándose sobre el resto de la cama. Le besó el miembro por sobre las telas y, lentamente, le bajó el pantalón de pijama.

Volkov levantó sus caderas, invitando al moreno a que quitase por completo el pantalón, que fue justamente lo que el chico hizo.

—¿No te importa si... —preguntó antes de dar un beso seguido de una jugosa lamida a la entrepierna del ruso, aún cubierta por la ropa interior— si esto se moja un poco, no?

—Para nada...

El cresta cerró los ojos y comenzó a lamerle, a besarle, humedeciendo cada vez más la tela de algodón. Con sus manos masajeaba las piernas del ruso, dibujando círculos, presionando muy suave con sus pulgares, mirando de vez en cuando hacia arriba. Joder..., pensó, Horacio podía ser tan jodidamente erótico. Le acarició el cabello, apartando aquellas mechitas que caían sobre su rostro y tapaban la maravillosa vista.

Estaba feliz, su miembro estaba feliz, y Horacio lo sabía de sobras. Presionó la tela del calzoncillo contra el cuerpo de Volkov, dejando ver claramente la forma de su pene. Sonrió satisfecho. Se acomodó para quitarle la ropa interior. Le besó los pezones rosados, su boca y volvió a posicionarse.

—Tu pene es tan lindo. —dijo mientras lo miraba fijamente.

—¿Cómo?

—Pues eso. —respondió con una risilla a la desconcertada pregunta del ruso. —Míralo. Es tan lindo... —y no mentía. El miembro del ruso era el más lindo con el que jamás había estado. Bien proporcionado, con un tamaño justo, ni demasiado grande, pero tampoco pobre en largo ni ancho. Naturalmente, la piel era blanquísima como el resto del cuerpo del ruso, con el glande en un ligero rosa pálido; circuncidado. Le besó la punta. El vello no era demasiado, Volkov se preocupaba de mantenerlo algo recortado y, con lo blanco que era su cabello, el vello parecía ser menos del que realmente había allí. Horacio soltó una sonrisa de satisfacción mientras le besaba la base, sin perder de vista los ojos del platinado. —Tan lindo... —murmuró.

Los masajes del cresta no se detuvieron. Sus manos le recorrían los muslos, la pelvis, los costados; siempre haciendo movimientos circulares, siempre dando una pequeña presión con los pulgares.

—¿Sabes qué es lo que más me gusta? —preguntó con voz inocentona, pero ridículamente erótica.

—¿El qué?

Oneshots VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora