Las mismas palabras

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Otro éxito más. Todo siempre éxito. Ya no entraban tan seguido de servicio, pero siempre que lo hacían terminaban con una jornada de triunfos. Después de mucho tiempo, al fin salió la licorería a tiros que tanto había estado esperando. Abatió, él solo, a los tres sujetos que se escondían como ratas tras el mostrador y en la bodega. Por desgracia, uno de los sujetos tendría que ser llevado al hospital para tratar sus heridas. Una de las patrullas debería ir junto con las EMS, no solo porque el sujeto podía levantarse e intentar escapar en el trayecto, sino porque también debía haber algún agente que luego le llevase hasta comisaría. Miró a sus compañeros que iban en el otro Z. Realmente no le apetecía procesar a gente en esos momentos, y tampoco había acompañado a ningún detenido hasta el hospital. Siempre había una primera vez para todo, pensó.

Le indicó a uno de los alumnos que cargase al sujeto en a parte de atrás del Z y que le acompañase hasta el hospital. El chico era bastante majo, pensó mientras iban de camino y respondía a la conversación casual que se intentaba formar. Que si el otro día, fuera de servicio, se había con algunos compañeros de copas y había estado bastante agradable. Que si Dan también debía unírseles alguna vez, que le haría feliz a varios compañeros poder compartir un poco más con los inspectores.

—Bájelo mientras tanto, compi, por favor.

—10-4.

El chico cargó al hombro al sujeto abatido y comenzó a avanzar hacia el hospital. Por su parte, terminó de medio acomodar el patrulla y apagó el motor. Comenzó a avanzar hacia la puerta, pero se detuvo de golpe. Se le apretó el pecho. Un repentino escalofrío le recorrió la columna. Su cuerpo se congeló y, por unos segundos, se quedó observando atónito. Volkov estaba sentado en las bancas del hospital con una mujer, una EMS, muy cómoda y demasiado cerca de él. Ella bebía un café, apoyada hacia atrás, sentada demasiado cerca del comisario como para estar en una banca para tres o más personas. El platinado, apoyado sobre sus rodillas levantó la mirada. Le reconoció. Horacio. ¿Qué debía hacer? No había explicación alguna por dar, pero sintió una suerte presión en el pecho. Volkov le miró a los ojos durante el par de segundos que este se detuvo frente a ellos. La sensación de culpa se desbordó, pero no sabía qué hacer. Estuvo a punto de llamarle por su nombre cuando oyó: —¿Agente? —Sloane le dirigía la palabra a Dan.

—Disculpe. —dijo aclarándose la garganta. Le temblaban las manos, probablemente también las piernas. Esperaba que no se notase su nerviosismo. Intentó avanzar con el paso más firme que pudo, que su cuerpo le permitió.

Una vez adentro del hospital, mientras esperaba por la atención del detenido, no pudo dejar de pensar en el comisario y la pelirroja. Se sentía terrible. Mientras más lo pensaba, mientras más revivía la reciente imagen en su mente, más y más sentía deseos de llorar. Era una mezcla de rabia, de impotencia, pero sobre todo de pena. ¿Entonces cuando Volkov le dijo que aquel no era el momento, que no estaba preparado para una relación, había sido mentira? ¿Entonces sí había sido él el problema? Intentaba con todas sus fuerzas no dar media vuelta y volver a verles allí, sentados juntos, como tortolitos. Sus pensamientos eran tan absorbentes que no se enteró de la situación del detenido, ni siquiera cuando su compañero se acercó para informar que estaban listos para el traslado.

Comenzaron a moverse para dejar el hospital. Intentó con todas sus fuerzas mirar al suelo, pero no pudo. Una parte de él quería levantar la vista y no ver a nadie allí, pero otra parte de él quería que estuviesen allí, ojalá besándose para terminar con cualquier pequeña esperanza que mantenía en su corazón.

Volkov estaba de pie, junto al cenicero. La pelirroja ahora ocupaba el lado de Volkov en la banca. La chica sonreía cariñosa, como si estuviese embobada, mientras que el platinado la miraba con cierto afecto. ¡Qué terrible se sentía aquello! En un arranque de quién sabe qué, se detuvo frente al comisario y la EMS.

—Por cierto... Feliz cumpleaños atrasado, Volkov... —y retomó la marcha.

—Hombre, gracias. Está haciendo un muy buen trabajo, sub inspector...—Horacio volvió a detenerse y se giró para contestar.

—Inspector Jefe Dan.

—Inspector Jefe Dan. —repitió. —Siga así. —le sonrió con aquella mezcla de calidez y frialdad que solo Volkov podía demostrar.

No era Horacio, de haberlo sido, probablemente se habría quedado en silencio, con las mejillas sonrojadas y aturdido por el nerviosismo. Por suerte no era Horacio, sino Dan. Abrió los brazos y avanzó un par de pasos de espalda, mientras susurraba "héroe".

—¿Volkov? —le llamó Sloane. El platinado se había quedado ensimismado. Su mente se inundaba de los recuerdos de aquellos extraños abrazos, del rostro cohibido, nervioso, aturdido de Horacio. Recordó sus bromas, su sonrisa infantil, sus ganas de ser siempre el mejor. ¡Cuánta nostalgia! Recordó también el silencio con el que Horacio dejó el despacho aquel día. —¿Volkov, está bien?

Sloane le miraba fijamente, algo preocupada. Era una chica linda y con principios, pensó. Conway insistía en que la viese cada vez que podía, y con razón, pero... ¿era ella lo que él necesitaba? ¿Realmente necesitaba de una persona casi idéntica a él? Levantó la vista y vio al Z irse tan rápido como llegó.

—Pues... Feliz cumpleaños atrasado, Volkov.

Las mismas palabras. Exactamente las mismas palabras, pero se sentían tan distintas...

—Gracias.

Oneshots VolkacioWhere stories live. Discover now