La máscara

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¡Qué día estaba teniendo! Si no fuera por sus compañeros, probablemente habría olvidado la mitad de su día. Salió del hospital de Sandy y el capi rápidamente le puso al tanto de lo que había ocurrido: un convoy verde junto al laboratorio del lago; armaron el operativo en un dos por tres, ingresaron y fueron abatidos. Les acompañaba el federal. Por desgracia, a Horacio le habían quitado la máscara dentro del laboratorio. Las probabilidades de que su rostro estuviese circulación por las redes malandras eran altísimas. La habían cagado. Necesitaban procesar rápido a los morenos de verde que venía desde el hospital de Paleto. Ordenar la malla en aquellas circunstancias siempre era una faena de aquellas, pensó mientras tomaba aire para hablar por radio. Que la malla se pusiera en orden otra vez fue tan demoroso que, una vez puedo respirar, el federal ya se había marchado, dejando las instrucciones claras del proceder. Debían asegurarse de que todos los teléfonos fuesen revisados a fondo, con tal de evitar que su rostro se hiciese público, o al menos saber a quiénes había llegado.

Entró a las taquillas para descansar un poco, refrescarse y cambiar el uniforme táctico por algo más cómodo. Tomó asiento en el banco de la esquina, cerró los ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás, apoyándola en la pared.

Un profundo suspiro.

Notó que, junto a él, había algo extraño. No lo había visto antes por allí. ¿De quién sería? Estiró la mano y jaló del trapo negro para verlo. Un pasamontaña con un dibujo de calavera en la parte inferior. No era un trapo, sino que la capucha que usaba el federal cada vez que iba con su uniforme. ¿Qué hacía allí?

Se quedó congelado, observando la capucha en sus manos.

La máscara de Horacio... susurraba confundido.

Recordó el rostro de Horacio, con y sin capucha. Recordó la primera vez que le vio sonreír con aquella máscara puesta. Sus ojos se achinaban y, al abrirlos de nuevo, reaparecían brillosos. Ojos delineados con un profundo negro y bordes rojizos. El federal... ¡Qué rabia, qué frustración el tan solo recordar la cagada que habían hecho! Su rostro circulando por las redes malandras...

Empuñó el pasamontaña negro. Estaba a punto de dejarlo en el mismo lugar que lo encontró cuando... Horacio siempre llevaba los ojos delineados de negro, ¿o acaso eran sus pestañas las maquilladas? También recordaba haberle visto con colorete. Miró la máscara. No podía ser... ¿Acaso había vuelto a ser un crío? Miró hacia el cielo, intentando evadir aquella idea que se había cruzado por su mente. No quería hacerlo. No debía hacerlo. Pero nadie se enteraría de aquello. Estaba solo en las taquillas...

Se acercó la capucha. Sí que olía a maquillaje, pensó dando un suspiro con una sonrisa nerviosa a la vez que ingenua. El perfume del maquillaje mesclado con un poco de perfume de hombre, un poco a sudor.

Se alejó la máscara, dispuesto a dejarla en el mismo lugar que la encontró.

Se mordió los labios. ¡Qué fuerte era la tentación de hacerlo!

Joder.

Volvió a acercarse la máscara. Un poco más cerca. Rozó sus labios sobre el dibujo de calavera. Horacio usaba aquella capucha, sus labios pasaban por allí. Cerró los ojos, nervioso. Volvió a rozar sus labios con la tela estampada. Suave... suave... Presionó sus labios contra la máscara, imaginando que aquella se trataba del federal. En su mente estaba el rostro de Horacio. Las pestañas negras como una cortina que adormecían sus ojos brillosos cuando reía. No era particularmente lindo, pero el agente federal tenía un algo que le volvía super atractivo... deseable. Recordó su rostro complacido el día que le cambió de color el coche, o aquella vez de las prácticas de tiros. No sabía muy bien cómo o el porqué, pero las palabras de Horacio siempre podían interpretarse con segundas. Le hubiese encantado tener la cercanía que llevaba Collins con el federal, pensó mientras deslizaba sus labios húmedos para besar otra vez la máscara.

—¡Ford, dónde cojones-

Collins abría la puerta de golpe.

Tan rápido como pudo, escondió la máscara en su espalda. Un golpe de calor se apoderaba de su rostro. Estaba rojo, como nunca en su vida la había estado. Collins de pie, aún sosteniendo la puerta, le miraba sorprendido.

Silencio.

El rubio comenzó a reírse. Su rostro se sentía incluso más caliente. ¡Jamás había sentido tanta vergüenza en su vida!

—Avisaré a los chicos, a ver si no interrumpen tu paja. —dijo burlón mientras se retiraba.

Dios...


Oneshots VolkacioNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ