Peleas callejeras

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"Pelea en el callejón, ¡ayuda, van a matarse a puños!", decía la alerta. La zona del Vanilla siendo conflictiva como siempre. Rodó los ojos, de todos los avisos, aquellos que involucraban al Vanilla eran los que menos le motivaban. "Joder, el de cresta lleva dos K.O ¡y va por el tercero!". Por mucho que odiase aquella zona, la pelea estaba escalando y la llamada de auxilio de los ciudadanos debía ser atendida. Eso, y por otra parte Greco dejaría de molestarle para acudir.

—¿En serio le disgustan esas llamadas?

—Sí. —respondió seco.

—A mi me gustan las llamadas al Vanilla. Me parecen bastante salseante, ¿no? Son una caja de sorpresas y una buena oportunidad para enterarse de... pues ciertos asuntos del bajo mundo. —dijo con una sonrisa, claramente emocionado por la oportunidad de atender uno de aquello avisos.

—Tiene gustos bastante extraños, Greco.

—Qué va, hombre. El que es demasiado serio es usted, Volkov. Ande, despéinese un poco, que le hará bien para el cuerpo.

—Ahá...


Tras un juego de miradas y sutiles coqueteos, dejó su puesto vacío y se dirigió hacia el estacionamiento trasero del Vanilla. Como era de esperarse, su presa había caído en sus redes, siguiéndole como un ciego. Se apoyó sobre la pared mal pintada y llena de grafitis, abrió un poco la cremallera de la sudadera de red negra y le miró, levantando ligeramente el mentón y humedeciendo sus labios. Tal como todos hacían, el sujeto se acercó desesperado hasta él, cogiéndole por la cintura para besarlo. Ahhh, es otro de los malos, pensó. Las ansias con las que le besaba arruinaban la experiencia. Quizás era un besador promedio, pero con la desesperación que lo hacía en esos momentos, de promedio pasaba a besador triste.

—¿Te gusto? —preguntó al recuperar el aire.

—Me encantas. —mintió mientras le acariciaba la nuca. Probablemente aquella era su mentira más frecuente, podría llegar a llamarla "su firma personal". Le acarició el cuello, la espalda, sus bolsillos en busca de la billetera. ¡Ding-ding, premio!

El hombre volvió a abalanzarse sobre él, esta vez intentando remover algo de ropa. Le abrió por completo la cremallera de la sudadera y le soltó el botón del pantalón. No pretendía llegar demasiado lejos, por lo que cuando notó las intenciones del sujeto, se aferró a él para detenerle, envolviéndole con la pierna izquierda, acortando la distancia entre ellos.

—Vaya bujarras. —dos hombres de color pasaban por el descampado estacionamiento.

El hombre se detuvo, asustado. Notó que un pequeño temblor le recorrió el cuerpo, tras lo cual se apartó y gritó: ¡maricón de mierda! Te has hecho pasar por chica y eres un puto maricón. ¡Chicos, ayúdenme a recuperar mi dinero!

Peinó su cresta hacia arriba, logrando levantarla ligeramente. Escupió al suelo y se puso en guardia.


¡Vaya escena! Un hombre de color con la nariz rota tumbado en el suelo, otro demasiado doblado por el dolor de estómago como para levantarse y, un tercero, que iba hacia el mismo destino que los otros. Todo aquello con un protagonista más que peculiar. Con una cresta roja fuego, un moreno de casi un metro noventa, tonificado, con un peto rojo bajo una sudadera de red negra, pantalones super ajustados en vinilo, zapatillas personalizadas con animal print de color rojo.

—¡Eh, eh! ¡Separaos! —gritó Greco en cuanto vio al moreno con el golpe listo para acertarlo en la quijada de su rival. —Se pa- ¡¿No me oyó, caballero?! —el moreno había enchufado el último puñetazo en la mejilla izquierda del último sujeto en pie.

Oneshots VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora